iris-day-contreras1544737690 Iris Dom

Dos amigos de la infancia se reencuentran. ¿Finalmente podrán ser honestos respecto a sus sentimientos o las circunstancias de la vida los separarán de nuevo?


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Primero

Me prometí que evitaría en la medida de lo posible la obvia pregunta, en no abordar el tema de forma directa; pero hace años que no veía a Lenny, había pasado mucho tiempo desde la época en que nos conocíamos por completo y ahora llegó de la nada, llegó sin aviso a mi vida después de este evento intrigante y sentía que necesitaba volver a conocerlo. Pero al verlo sentado a la mesa tomando su desayuno con la mirada puesta en el plato de cereal, le saludé con un tranquilo “buenos días”, sin ninguna diferencia a un saludo normal, nada especial en el tono. Así sin más, tomé una manzana, me apoyé en la encimera hacia su lado derecho y mordí la fruta justo antes de plantear la pregunta.

-¿Por qué lo hiciste?- Era bastante evidente que me había escuchado, sus cejas se habían elevado un poco, su expresión había reaccionado, pero pretendió que no me había escuchado por algunos segundos hasta que amagué con repetir la cuestión. -¿Por qué…?-

-Porque siento un vacío…- Pronunció con voz distante y sin energía, interrumpiéndome. Me irritó que me interrumpiera, que tardara tanto en contestarme, pero más me irritaba su respuesta. Respiré hondo mientras observaba mi manzana antes de replicar.

-Ignóralo.- Dije tajante, de nuevo en forma directa y sin tacto, sin la más mínima consideración. Siendo práctico, como me habían enseñado a serlo desde mi infancia. –Ignora el vacío, Lenny.-

Él sólo dejó ir un suspiro, una excesivamente breve sonrisa sardónica y después sus ojos desanimados se fijaron en la pequeña hormiga que andaba cerca del frasco del azúcar que en contadas ocasiones usaba para endulzar mi café, se concentró en ese insignificante bicho como si fuera la cosa más importante en la vida.

-No puedo, Faust...- Dijo finalmente y no supe como sentirme. Para mí todo era absurdo en ese momento; que haya tratado de cortarse las venas en la tina de su apartamento el mismo día que yo, sin la menor idea de qué aún se encontraba en el país, me encargaba de mi proyecto final para entregar al día siguiente y me llaman justo en el instante que mantenía una acalorada discusión con mi novia en turno.

-Faust…— Repetí para mí mientras jugaba con la manzana y mi mirada se diluía en el piso pulcro y lustrado de la cocina que utilizaba poco. –Ya te estabas tardando. Deberías llamarme por mi nombre ahora.- Le dije con seriedad pero sin denotar molestia, en el fondo tenía que admitir que me gustaba que cambiara mi nombre por los personajes de sus libros predilectos. Sin embargo lo hacía argumentando que a su parecer mi nombre era demasiado ordinario para que fuera mío, y para mí él siempre sería sólo Lenny, lo que me lleva a pensar que de alguna forma esa falta de creatividad por parte mía le molestaba.

-No quiero…- Habría jurado que en su rostro se presentaba la sombra de una sonrisa de mofa, pero el gesto había sido tan breve que incluso lo tomé por desaparecido al siguiente segundo.

Dejé la cuestión de los nombres atrás y después de morder nuevamente mi manzana, decidí sentarme a observarlo comer. Tenía esta curiosidad casi infantil por descubrir en lo que se había convertido mi compañero de aventuras, pero ya no lo reconocía y era inevitable echar un vistazo a las vendas en sus muñecas. Creo que en el fondo siempre lo vi venir, desde que lo conocí en aquél instituto al que nos obligaban a ir.

-En verdad podrías hacer tantas cosas con tu vida. La última vez que nos vimos, hasta donde yo sabía, eras inteligente. ¿Qué sucedió?, ¿demasiadas drogas?- Aventuré con algo de sorna y aunado a eso reí negando.

-Sí.- Dijo secamente y la cuchara se hundió en la leche para revolver la mezcla pastosa ante él. Enmudecí, y enseguida encolericé por un instante, un breve instante. <<¿Por qué tiene que venir a fastidiarme a mí?, ¿por qué tengo que pagar yo los platos rotos?>> Solté un suspiro y supuse que ya era momento de dejar ir el tema, me pasé la diestra por la nuca y sesgué el gesto.

-¿Y tu familia?- Mi tono era tranquilo, neutro, como si de pronto hubiese coincidido con él por la calle en un lindo día soleado y yo con amabilidad me interesara por los últimos acontecimientos de su existencia.

-Les abandoné.- Replicó con mordacidad, la cual me pareció en verdad descortés. –Los abandoné en su tumba. Ya sabías que mis padres de por sí eran muy mayores y de corazón débil…- Hizo una pausa y se pasó la diestra por el oscuro cabello. -Pero no importa, me las he arreglado bien sin ellos. El resto de la familia no desea saber nada de mí. Esa es la razón por la cual di tu nombre cuando me preguntaron si podían llamar a alguien.- Sacó un cigarrillo de la espantosa cajetilla que traía aplastada en el bolsillo derecho de su pantalón y lo encendió, impregnando la estancia de un tabaco tan barato que de pronto me sentí asqueado por el olor. –Pero si soy una molestia, puedo marcharme en este mismo instante.- Acotó con ironía tras una nube espesa.

-No sé por qué te esfuerzas en molestarme.- Estaba a punto de desquitarme con él, pero inmediatamente recuperé la compostura. –No puedes irte. Ya firmé los papeles y ahora soy responsable de todo lo que hagas hasta que termines las sesiones con el psicólogo y determinen que puedes andar por la vida sin supervisión, así que no pongas a prueba mi paciencia.-

-No puedo creer que eso tenga algún valor. No puedo creer que eso importe en realidad. ¿A quién le interesa si sigo vivo o no?- Su apariencia era de lo más ecuánime mientras fumaba y sin embargo a mí me estaba llevando al límite, me estaba haciendo hervir la sangre. Como cuando me retaba en los juegos absurdos de la escuela; apostaba a que no podía hacer esto o lo otro y yo siempre me arriesgaba por lograrlo. Creo que debí agradecerle alguna vez la valiosa lección que me había dado, nunca dejar que alguien viniera a decirme lo que puedo o no puedo hacer. Respiré profundo y asentí para tranquilizarme antes de ponerme en pie nuevamente.

-Lo cierto es que tienes que ir. ¿Harías eso por mí?- Traté de ser condescendiente y amable, enarcando mis rubias cejas para enfatizar y después suspiré con resignación mientras me acomodaba nuevamente la corbata gracias al reflejo metálico del refrigerador.

-Perfeccionista.- Le escuché decir a mis espaldas detrás de una exhalación lenta y una sonrisa guasona. Giré para verlo, me gustaba verlo directo en los ojos porque eran oscuros y rara vez distinguía la pupila del iris, un detalle nimio que me tranquilizaba, como si me sintiera seguro de que no podía ver más allá de mí. Ensayé una sonrisa y asentí, ya no permitiría que algo como sus ridículos comentarios sarcásticos arruinaran mi día.

-Escucha, tú me metiste en esto y tú me vas a sacar. Así que vas a ir con el psicólogo y tu grupo de rehabilitación o me veré obligado a llevarte yo mismo de la mano, Lenny. ¿Estamos de acuerdo?- Dije lo más serio posible que casi me materialicé en mi padre. –Mi vida está muy bien sin fantasmas acechándome y no quiero que tú te vuelvas uno al que tenga que cargar a cuestas como en el cuento de Dickens.- Puntualicé con un deje de sorna y lo miré de soslayo al salir de ahí. Lo único que hizo fue cruzarse de brazos tras apagar el cigarrillo en el cereal a medio comer. Tengo que recordarme comprarle de esos que le gustan, sin ningún valor nutritivo y con alto contenido calórico.

13 декабря 2018 г. 22:23 2 Отчет Добавить Подписаться
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Armando Rafael Armando Rafael
Cumple mis estandares!!! felicidades
Misaki Mei_41 Misaki Mei_41
Me gusto muchisimooo esta muy interesante, me encanto la parte que no le dijo por el nombre. Aunque todavía no entiendo algo
~

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