Subida a lo alto, mis pequeños rincones en el mundo.
Somos seres humanos, de carne, alma y espíritu. Mente obsesiva e inquieta, a veces colapsos, otras mareas de agua fluyente.
Qué cual es nuestro lema, nos dijo el monje, subido en lo alto… nuestro lema, señor, es la libertad. Nuestro lema, señor, es saber abrir las alas y sentirnos aves de presa en este mundo.
Qué es la libertad si somos condena de una sociedad imponente, que ladrillo tras ladrillo nos construye un muro donde nos sacan los ojos para no ver la realidad existente tras la pared rojiza.
La libertad pues, es el puro movimiento, fluido, de nuestra mente y cuerpo.
Como un sonido vibrante tras el despertar: son los pájaros que nacen por las mañanas, desde sus nidos abren su vuelo y su camino mediante el cielo. Las cortinas invisibles y el sol traspasando las rendijas de la ventana. Un pequeño parpadeo, piel suave entrelazada en las sábanas blancas.
La libertad pues, reside en nuestra mente, y somos propia condena sin lema.
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