kononome Carol Fuentes

Kaze es un japonés de 17 años que está enamorado de su mejor amigo. El sentimiento está tan clavado en su corazón, que hará hasta lo inimaginable por ganarse el aprecio de Blaze. Incluso si eso conlleva disfrazarse del sexo opuesto.


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Nunca vi algo tan hermoso como tu alma.

Era el primer día de escuela del último año de estudio y Blaze Barbosa ya había llegado tarde a las puertas del colegio, quejándose en voz alta del terrible sistema de transporte público.

Educadamente saludó al guardia que le observaba en la entrada, y, frotándose la nuca con ansiedad, se encaminó al salón que le había sido informado días antes a través de un folleto del establecimiento.

Como siempre, casi por manía del director, habia sido ubicado en el mismo salón que su mejor amigo, Kaze Yamada. Éste era un japonés con cara de niña que había sido su compañero y amigo desde que tenía memoria.

Recordaba su infancia completa siendo acompañado por él, su madre y su padre a todas partes. Prácticamente, después de tantos años, el chico tenía un lugar en la familia.

Se cuestionaba a sí mismo el fundamento de su amistad atravesando el pasillo a paso lento. Entonces, cuando estaba llegando al salón que le correspondía, se encontró con colegas del año anterior, a los cuales saludó con gusto.
Superficialmente comentó con ellos sus vacaciones y después de despedirse continuó caminando unos pocos metros.

La puerta, ahora frente a él, aparentaba ser una represa para el bullicio en el interior. Qué horror.

"Sólo un año más" Se dijo a sí mismo y giró pesadamente el picaporte.

Conversaciones vacías le ensordecieron al instante. Sólo vio una multitud que experimentaba cambios hormonales y dramas infantiles.
Aborrecido, cerró la puerta detrás de sí para buscar en seguida la cabeza monocromática de Yamada.

Lo avistó situado al fondo del salón, como siempre, y mientras acortaba la distancia, el corazón se le llenó de agradecimiento al ver su lugar reservado.

—No me sorprende que llegues tarde. —Comentó el japonés mostrándole una sonrisa brillante como saludo. Sus rasgos asiáticos y su piel pálida brillaron bajo la opaca luz del salón.
Blaze recordó en ese instante que sus compañeras de clase adoraban ese rostro afeminado.

—¡Ja, ja! Qué gracioso. —Respondió sarcástico mientras estrechaba la delicada mano ajena.

—Hey, ¿viste el nuevo juego de Legend of Zelda?

—No, ¿cuándo salió?

—Aparentemente la semana pasada, y hoy lo compré por internet... Demonios, qué cosa más cara.

—Te pago la mitad del precio si lo compartes conmigo.

—Ni hablar.

Una tos grave interrumpió la primera discusión sobre juegos del año, y ambos se voltearon en silencio para entonces percibir la presencia del profesor. Él estaba ahí, casi ausente, inmerso en la pantalla de su celular.

Sólo había tosido.

—De todas formas, —Dijo Blaze regresando al tema. —tendrás que dejarme jugar.

—Ya te he dicho que no.

—¿Cómo crees que seremos a final de año?

Blaze y Kaze se dirigían a casa caminando por la calzada junto a la playa, ambos en la misma dirección, pues vivían cerca el uno del otro.

Edificios departamentales protegidos por cámaras de seguridad, decorados con lujosos automóviles en los estacionamientos y vigilados por guardias, componían la vista habitual que habían admirado durante casi toda su vida.
Personas paseando a sus poodles y chihuahas, algunos borrachos durmiendo en el césped bajo las palmas costeras, vendedores de agua de coco y mujeres ostentando sus joyas, era el tipo de ambiente con el que convivían a diario.

El paisaje se mantenía visualmente agradable debido a que el gobernador vivía en la zona, de lo contrario la atención a la higiene urbana sería negligenciada al igual que las periferias estaduales.

Blaze no respondió a la pregunta hasta algunos segundos después.

—Hm... Bueno, yo seré pintor y tendré mi propio estudio de arte. —Dijo. —¿Te imaginas? Una galería personal, donde habrán cuadros hechos por mi propia mano en todas partes.

—Suena bien. —Kaze sonrió ante la idea de su amigo. —Yo practicaré buceo. Me parece una actividad hermosa.

—Deberíamos adelantar el tiempo para ver si conseguimos al menos levantarnos de nuestras camas por la mañana.

Kaze ensanchó su sonrisa.

Él tenía razón.

La adolescencia les dificultaría todo.

12 октября 2018 г. 3:05 0 Отчет Добавить Подписаться
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