A la una y media iba a morir.
Lo había planeado desde hace años. Después de pagar al sicario solo quedaba esperar. Tenía el tiempo contado, los segundos están en regresiva y los latidos también.
El martes 22 de Abril del 2013 la vio por primera vez.
La sorprendió que tuviera un aire a ella, que su vestimenta sea similar, que su pelo sea como el suyo. Entre asombro e ira se percató que la observaba y copiaba hace mucho. Era para agradarle a él, para gustarle, incluso para hacerle más leve la transición de una mujer a otra.
No pudo evitar sentir también una pizca de complacencia. ¡Qué fracaso! Copiar a la original para conseguir atención. “Igual – pensaba - algo distinto debe tener, sino se hubiera quedado conmigo”.
En otra ocasión lo vio a él comprando para ella, y un día antes de su cumpleaños, la excusa perfecta. No fue ninguna sorpresa recibir ese perfume, oferta de dos por uno seguro, el mismo para ambos así no hay problemas.
Miradas esquivas, conversaciones misteriosas al teléfono, fingida confusión en las discusiones… Pero ella sabía, sabía de Fernanda.
En su diario, María anotaba cada fecha y hora de sus sospechas. El 21 de Septiembre intentó enfrentarla en el café donde se encontraron. Él salió solo y apresurado, y ella aprovecho para encararla. No la encontró. La había visto y se había escabullido.
Al año siguiente al tercer día de Enero los esperó afuera del Hotel. De nuevo el salió solo y hablando acaloradamente de cosas de su trabajo. Esta vez no tenía escapatoria, pero al abrir de un portazo no había nadie allí. La cama estaba revuelta. Se oía la canilla abierta desde el baño y luz en su interior. Se acercó silenciosamente y con sus dedos acarició la puerta abriéndola. La ventanilla del baño estaba totalmente abierta, se había escapado de nuevo.
Pasado un tiempo y en su afán por hacer contacto con ella, María dejó su trabajo para dedicarse de lleno a eso. Se lo podía permitir, no estaban mal económicamente, y el tiempo en que ella trabajaba lo sustituyó con la nueva empresa, así que su marido no notó cambios.
Pese a todos sus esfuerzos no consiguió nada, y finalmente se resignó a contratar un detective. Pero a meses de trabajo no le brindó nada en absoluto.
No le importaba si su marido ya no mantenía encuentros con ella, sólo quería encontrarla esté donde esté para hacerle pagar su atrevimiento.
Pero el detective no podía hacer nada, no sabía de donde era, en que trabajaba, que edad tenía, que automóvil, que amigos, en que círculos se movía. Era como si hubiera desaparecido o como si fuera un fantasma. Sólo conocía su nombre; Fernanda.
Esperó. Sabía que algún día volvería a aparecer, pero pasó un año entero y no tuvo ni una sola sospecha de un acercamiento suyo.
Su relación estaba perfecta, se habían mudado, habían concebido un hijo, y se casarían en dos meses. Pero ella no aceptaría casarse sin solucionar la molestia que tenía desde hace tanto.
Así que rompió con su prometido, con la esperanza que vuelva hacia Fernanda y así poder finalmente encontrarla. Encontrarla y terminar con todo. Su esposo no se enteraría nunca de nada, le diría que sólo era una prueba para saber si realmente la amaba. Y él creería que Fernanda desapareció de nuevo.
Tres meses después de la separación volvió a verla.
Pero esta vez no se iría a ningún lado. Llamaría a un profesional para que se encargue, y sólo pisando su cuerpo descansaría.
Le ordenó que se colara en su habitación a la una y media de la madrugada, ni un segundo más ni uno menos. Ella ya estaba allí, oculta en el placard, pero no se atrevió siquiera a mirarla o intentar oírla. No quería desperdiciar otra oportunidad, ésta vez sería la última. Quería ver como la vida se escapaba de sus ojos, como la muerte la atrapaba, a ella que nadie se le escapaba.
En un gesto de homenaje, de reconocimiento un poco, y también de burla, porque ella creería que se la había enviado él, le hizo llegar una rosa, que ella misma regó y cuidó y la sacó de su jardín para ella. Lo último que apreciaría en la vida.
La puerta de entrada se abrió, y el sicario entró al lugar. Fernanda estaba recostada en la cama, y en la mesa de luz su reloj y su rosa. En el silencio, un disparo sonó.
María Fernanda fue encontrada muerta al día siguiente, el 29 de Diciembre del 2017, sola en la habitación.
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