—Hay mucha gente que habla del amor sin conocerlo. Y posiblemente yo no sea la excepción. Creo que nunca me he enamorado, pero eso no quiere decir que nunca haya amado sinceramente... Si beso una persona, me convierto en otra. Si beso con el corazón, se me parte en dos. No puedo hacerlo. No puedo amarte como quieres, Favièn.
El anestesista miró a Alessia sin decir nada. El corazón le bombeaba tan rápido que podía escucharlo. No quería que ese fuese su final. Su espíritu podía soportar que no lo amara, pero jamás el no volver a tenerla en sus brazos.
—Quizá no puedas amarme como quiero, pero sí como necesito. No es cosa de lo que queremos, sino de a quién queremos. Ésto no acabará así, Alessia.
Favièn besó suave pero tiernamente la frente de ella; Luego, tomó la mascarilla de oxígeno y se la puso antes de que dijera nada. Ya no había vuelta atrás. Tenía una promesa que cumplir, aunque el juramento de Hipócrates dijera que la medicina era una cosa... y el corazón, roto, otra.
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