Ella, una fina pincelada roja en el lienzo de la vida; su cabello era tan liso que se asemejaba a una cortina de agua, de ojos cafés claros como la miel y de una tímida sonrisa, casi inexistente. Así era ella, un alma perdida en las tinieblas de la vida, atrapada en sus pensamientos, ahogándose con sus propias heridas.
Mientras reposaba inmóvil, con sus brazos extendidos, rodeada por oscuros muros, un poco agrietados y grandes ventanales por los cuales se podia admirar la varias escenas teatrales de supuesta felicidad, dentro de aquella habitación surgía en su cuerpo un dolor singular; ella sentía como se fraccionaba su alma, su corazón y todas aquellas memorias que atormentaban su vida. Aquel suplicio de su pasado desenterraba lo más profundo de su voluntad; ligeras lagrimas que se escabullían por sus bellos hoyuelos que eran mas visibles que el temor que la rodeaba. Sus pensamientos se organizaban en el tiempo de su aflicción, organizando su miedo en tres tiempos.
Mi pasado es rojo, ya que en mi memoria y recuerdos fugaces siempre me encontraba sumergida en el dolor de mis heridas.
Mi presente es rojo, por que con desidia solo logro ver mi cuerpo cubierto por una manta roja, casi imperceptible para mi piel, suave y tibia; se estaba mezclando con la transparencia del agua.
Mi futuro es rojo,mientras en mí último aliento, sumergida en la desesperanza, percibo el frió más fiero rozando mi piel. En ese fragmento de tiempo sentí los brazos más cálidos mientras mi mamá grita ¡su cuerpo está lleno de sangre!.
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