Toda historia tiene un comienzo. Menos la suya. Él no lo tenía, porque ni siquiera era consciente de que viviese una historia. Y, para ser sinceros, no lo hacía. No vivía una historia, quiero decir. La creaba. Y no creaba solo una historia, eran muchas.
Aunque creo que yo sí puedo comenzar esta historia por cuando le conocí...
Fue una calurosa tarde de verano. (Qué original, ¿eh?) De esas en las que hay tantas historias pululando por el aire, que es eso lo que hace que pese y se te pegue a la piel casi asfixiándote. Sí, amigos. El verano no es caluroso porque sí. Ni por un hecho astronómico-científico. No. El verano es caluroso porque es cuando más historias se cuentan. Los niños no pueden dormir por el calor e imploran cuentos a sus mayores para conciliar el sueño... La gente tiene más tiempo libre para leer... Y para escribir.
A nuestro protagonista siempre le gustó leer. Y tanto, tanto leía, que al final, un día, se puso a escribir.
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