No mencionaré mi nombre, pero recuerdo que a la edad de 18 años vivía en un pueblo cercano al DF en México, en aquella época sucedieron algunos crímenes perturbadores; mismos que a mis 43 años no he podido olvidar.
Todo comenzó la mañana del 3 de enero del 93, rápidamente se dio a conocer que el cadáver de una joven fue hallado con indicios de violación y muchas heridas en el cuerpo, sobre todo el rostro totalmente desfigurado, causó mucha controversia; era un crimen jamás antes visto por aquel sitio.
Posterior a ese crimen todo regresó a la normalidad por algunas semanas, lamentablemente no se pudo hallar al responsable, pero se había descubierto la identidad de aquella chica, era la hija de un viejo panadero; se llamaba Maricruz. El crimen se repitió el 27 de enero, en esta ocasión fue hallada una joven estudiante, era compañera de mi hermana Ximena, la habían encontrado llena de sangre, su rostro mostraba terror, le faltaban 3 dedos de la mano izquierda y toda la mano derecha; de igual forma fue violada.
Por falta de tecnología y caso omiso de las autoridades, la comunidad empezó a creer que una especie de demonio estaba atentando contras las jóvenes de aquel pueblo, yo me negué a creer dicho argumento, un futuro psicólogo no se podía permitir este tipo de supersticiones. A pesar de ello me uní a los cuerpos de seguridad formados por los pobladores, las mujeres estaban asustadas y nosotros éramos los únicos que podíamos protegerlas, al menos eso creímos, pues el 12 de febrero, una chica que se dirigía a laborar, halló el cuerpo de la única doctora que atendía en el pueblo, también había sido violada, y sus senos habían sido devorados.
La situación poco a poco
se descomponía, muchos pobladores huyeron, nadie sabía que sucedía con
exactitud, pero no se iban a quedar para averiguarlo. Ximena me pidió que nos
fuéramos, pero le pedí que se tranquilizara, le prometí que mientras yo
estuviera vivo nada malo le pasaría
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