mavi-govoy Mavi Govoy

El incendio de la vieja fábrica de juguetes permite que la actual propietaria descubra una habitación secreta...


#28 in Короткий рассказ 13+.

#lahabitacionsecreta
Короткий рассказ
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Después del fuego


El incendio devoró las plantas superiores, las que albergaban los talleres donde se fabricaban muñecas. Parte de los muros cayó antes de sofocar el incendio y otra parte, dañada e inestable, fue derruida por los bomberos; desde la calle se veían columnas y vigas, como restos renegridos de un esqueleto de metal y hormigón. Pero la planta baja conservaba las paredes. Y poco más.

Sobrecogida, Aura dio unos pocos pasos antes de detenerse. Aunque habían pasado varios días desde el incendio, olía a humo, a ceniza, a madera quemada, y todo era oscuro y sucio. Nada quedaba del alegre colorido que había caracterizado la tienda de juguetes, convertida en ceniza como todo lo demás.

El hermano de Aura, siempre optimista, opinaba que el fuego, provocado por un fallo en el cuadro eléctrico, era la ocasión de modernizar las instalaciones con el dinero del seguro, pero a ella le dolía que no se hubiese salvado nada, incluso el papel de las paredes había ardido.

Así descubrió una puerta medio rota donde antes había pared revestida.

Las demás puertas habían sucumbido al embate de las llamas, pero aquella, viejísima, alabeada y agrietada, se mantenía en su sitio. No tenía manija ni cerradura, pero sí un llamador con forma de manita que sujetaba una bola de hierro.

Aura contempló las molduras, desgastadas y carcomidas, en las que todavía se adivinaba la silueta de un árbol de ramas finas y hojas delicadas; y en lo que simulaba ser el tronco, tallado con trazos bruscos y agresivos de mano inexperta, como la travesura de un niño, un corazón con dos nombres. Tulio y Tati.

Tulio fue el nombre de su abuelo, el fundador de la fábrica de muñecas, pero la abuela no se había llamado Tatiana. Quizá por eso la puerta había sido ocultada, aunque más cómodo hubiese sido lijar la madera hasta hacer desaparecer la burda inscripción.

Aura rozó aquellos dos nombres, sin importarle mancharse de ceniza, ya que la ceniza llovía sobre ella desde el primer paso dentro de la casa quemada. Como una respuesta, algo hizo CLIC en la invisible cerradura, y la puerta se entreabrió para dejar pasar una franja de luz dorada.

Se escuchaba un gorjeo de aves… y alguien tarareaba con voz bien entonada. Se asomó procurando no ser vista, precaución que se fue al traste al trastabillar por la sorpresa y precipitarse dentro de una estancia de madera. El lugar, fresco y limpio, aunque pequeño y de techo bajo, tenía muebles lacados solo aptos para niños chicos; al frente una ventana abierta dejaba ver las ramas de un árbol, y junto a la ventana, con un bastidor en las manos, bordaba una muñeca de trapo con melena de lana y ropita de ganchillo.

La muñeca levantó la cabeza redondeada y sus ojos de cuentas marrones miraron a Aura sin pestañear. Tenía los mofletes pintados de rosa y la boca pequeñita y roja.

—¡Una muñeca Pepona! —jadeó Aura.

La muñequita alzó una ceja pintada.

—En realidad me llamo Tati —dijo con una voz suave y melodiosa.

Un movimiento percibido por el rabillo del ojo hizo que Aura se girase. Una marioneta larguirucha vestida con ropas de colores estridentes entraba con andares rígidos desde el porche al que se accedía por la derecha.

—Te presento a Tulio III —dijo la muñequita.

La marioneta se inclinó en una reverencia cortesana, atrapó una mano de Aura e hizo el gesto de besarla. Pillada por sorpresa, Aura tardó un instante en reaccionar. Su parte racional había colapsado, la parte que adoraba las historias imposibles trataba de hacerse con el control, en dura pugna con sus nervios tensos y reticentes a aceptar lo que veía. Retiró la mano con brusquedad y se enfrentó a la preciosa muñequita de trapo.

—¿Por qué este juguete se llama como mi abuelo? —preguntó con tirantez.

—Tu abuelo… Entonces estamos emparentados. Nosotros, él y yo, somos hijos de tu abuelo.

—¿Él os fabricó?

—Hizo mucho más que fabricarnos, él nos amó… Decía que éramos su vida.

—Eso es un modo de hablar —musitó Aura, su atención dividida en lo que veía.

Más muñecas de trapo, ganchillo y cartón y marionetas de madera y trapo entraban por la puerta o se asomaban por la ventana. Varias docenas de ellas, sonrientes, dulces y delicadas.

—Claro, una forma de hablar —convino con suavidad la muñequita Tati.


Localizaron a Aura horas más tarde. Un infarto motivado por la impresión, dijeron. Pero nadie pudo explicar las diminutas huellas, como de juguetes, marcadas en la ceniza alrededor del cuerpo. Ni averiguaron la procedencia de la linda muñeca parecida a ella que la muerta apretaba en la mano crispada.

11 апреля 2023 г. 17:10 3 Отчет Добавить Подписаться
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Об авторе

Mavi Govoy Estudiante universitaria (el TFG no podrá conmigo), defensora a ultranza de los animales, líder indiscutible de “Las germanas” (sociedad supersecreta sin ánimo de lucro formada por Mavi y sus inimitables hermanas), dicharachera, optimista y algo cuentista.

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Dalia D. Villa Dalia D. Villa
¡Me encantó! El tema de las muñecas hizo este relato muy interesante. No me esperaba ese final ni revelación.
Angel Novo Angel Novo
Me ha encantado!! Un diez como siempre
S. Abraján S. Abraján
Interesante tradición familiar, de convertirse en muñecos.
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