SEOKJIN
El sonido de unos armarios abriéndose me despierta antes de que suene mi alarma. Rodando de costado, veo que todavía tengo treinta minutos antes que me tenga que levantar. Pongo mi alarma un poco antes de lo que debería porque estoy nervioso por mi primer día. Voy a una escuela nueva y no tengo ni idea de cómo va a ser. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. La mayoría del tiempo puedo hacerme invisible y perderme entre la multitud de estudiantes. Normalmente nadie me ve, pero no siempre funciona.
Ya debería estar acostumbrado a cambiar de escuela. Creo que es la cuarta vez que me he mudado en los últimos dos años. Las escuelas están comenzando a fusionarse, pero espero que esta sea la última. Solo unos meses me separan de la graduación, y solo unos días de mi decimoctavo cumpleaños. Seré capaz de tomar mis propias decisiones entonces.
Un sonido de algo rompiéndose en la cocina seguido por una hilada de insultos hace que contenga mi respiración. Espero que no me llame. Los lunes por la mañana son los peores. Madre alfa siempre viene de un fin de semana de borrachera, porque el alcohol parece ser la razón de vivir de mi madre. No siempre fue así, pero lo es ahora.
Respirando profundamente para calmar mis nervios, me siento lentamente y escucho sus movimientos. Las cosas se han estado poniendo inestables últimamente, y solo se está poniendo peor. Mamá solía ser capaz de ahogar sus penas en el fondo de una botella y pretender que yo no existía. Pero recientemente su enfado ha comenzado a crecer y a dirigirse hacia mí. Constantemente estoy andando con pies de plomo, esperando a que suceda lo inevitable. No sé lo que es. Quizás es la mirada en sus ojos, pero puedo verlo. Puedo sentirlo dentro de mí, como que está esperando a que haga algo mal para poder golpearme. Pero siempre me aseguro que no haya ninguna razón. Desesperadamente no quiero que llegue ese cambio. Soy como un conejo asustadizo en mi propia casa.
Cuando finalmente escucho que la puerta delantera se cierra, mis músculos se relajan, y una tensión demasiado familiar dentro de mí se va.
Salgo de la cama y me preparo para la escuela. Voy con jeans, con unas calcetas de lana. Son suaves y calientes y ayudaran con el frío camino de kilómetro y medio hasta la escuela. Es principios de enero, y el invierno de Minnesota está en pleno apogeo. Cuantas más capas me pueda poner, mejor.
Me aseguro que la cicatriz debajo de mi oreja esté lo más oculta posible, después me miro, volviendo a comprobar dos veces todo. La cicatriz es todo lo que siempre veo cuando me miro al espejo. Es un recordatorio amargo del día que cambió mi mundo. Mi padre omega pudo haber muerto en el auto, pero se llevó a mi madre con él a la tumba. Nada ha sido lo mismo desde ese día.
Ahora cuando me miro al espejo, la cicatriz no es la primera cosa que veo. Veo a mi padre. Cuando estaba desempacando las cajas anoche saqué un álbum de fotografías de mis padres cuando eran más jóvenes. Me veo justo como él a mi edad. Desde el cabello rubio platino, mis ojos azules, mis dientes delanteros que son un poco más grandes que el resto, y mi pequeña nariz respingona.
Casi nos vemos como gemelos en las fotografías donde tenemos la misma edad. Alargando la mano, toco el espejo, deseando que fuera mi padre. Pero todos los deseos del mundo no pueden volver atrás en el tiempo. Pasé el primer año después de que murió deseando tantas cosas, desear no te lleva a ningún lado. Mi lobo a desaparecido por completo desde el accidente.
Limpio una lágrima que se ha escapado de alguna manera. Echo de menos cuando me miraba al espejo y solo veía la cicatriz. Era más fácil lidiar con ello.
Tomando mi mochila, me dirijo escaleras abajo sabiendo que el lío que mi madre hizo todavía estará allí. Desde que mi padre murió como que he tomado su lugar en lo que a tareas de la casa se refiere. Me aseguro de que todo esté limpio, que se haga la lavandería, y que la cena esté en la mesa antes de que mi madre llegue a casa de cualquiera que sea el trabajo que hace. Normalmente es algo de seguridad dado que perdió su placa después de demasiadas veces conduciendo borracha. No sé cómo puede beber toda la noche y todavía levantarse para ir a trabajar, pero lo hace.
Acabo de limpiar la taza de café rota del suelo y me aseguro que todo lo demás está en su lugar. Saco un paquete de hamburguesas del congelador y las dejo sobre la cocina para que se descongelen. Haré algo con ello cuando llegue a casa.
Abrigándome lo mejor que puedo, rezo para que el tiempo no sea demasiado malo cuando por fin la escuela termine. Necesito encontrar un trabajo para los fines de semana. Quizás pueda llenar la mayoría de solicitudes por internet durante la hora de la comida en la biblioteca de la escuela. He visto pequeñas tiendas en la ciudad que están en mi camino a la escuela. Probaré solicitar un trabajo de camino a casa. Será la mejor opción estando tan cerca. Quizás tenga suerte e incluso pueda trabajar unas pocas horas después de la escuela, llegando a casa antes que mamá.
Mamá nunca querrá que trabaje durante la semana si significa que la cena no estará sobre la mesa, pero los fines de semana están bien para ella. He estado reservando cada centavo que puedo y guardándolo. Siento como que el tiempo se me acaba y necesito tanto dinero como pueda para intentar conseguir un lugar para mí. Quiero ser capaz de pagar la universidad el año que viene y poner un techo sobre mi cabeza. Tengo que salir de aquí. No puedo ver a mi madre suicidarse. Ya vi a mi padre morir.
JIMIN
Mi madre entra en mi habitación pidiéndome que limpie la nieve del camino de entrada para que pueda sacar su auto. Salgo de la cama y me las arreglo para ducharme rápidamente antes de ponerme unos jeans y una camiseta de manga larga. Agarro mis grandes botas de invierno y el abrigo, salgo y veo a mi padre trabajando. No digo nada, solo voy donde él, le quito la pala y voy al área donde estaba trabajando.
—Gracias, Jimin. Te haré algo de comer.
Me da un golpecito en la espalda, y acabo mientras mi madre se prepara para ir a trabajar. Es una omega enfermera de emergencias que trabaja lo que le llaman tres-doces. Tres días y turnos de doce horas, después tiene cuatro días libres. Ha estado haciéndolo durante casi veinte años, así que sé que incluso cuando se queja, ama su trabajo. Mi padre tiene una ferretería en la ciudad, y todo el mundo le quiere. Es el tipo de hombre que espero ser un día, si alguna vez averiguo cómo.
Mi madre sale del garaje y se para delante de mí para bajar su ventana.
—La cena está en la nevera, con una nota para saber durante cuánto tiempo cocinarlo. —Gira su cabeza a un lado, y trata de luchar contra una sonrisa—. Dale un beso a tu papá y métete dentro. El día está más frío que tu abuela Seulgi.
Me inclino, dándole un beso, y niego.
—Seulgi murió hace diez años.
—Como dije. —Me guiña un ojo y sube la ventana, saliendo del camino y alejándose conduciendo.
Cuando entro, veo que papá me ha dejado algunos huevos y avena sobre la encimera. Me siento y me lo como todo, pensando que probablemente podría comer un poco más. Mirando mi reloj veo que tengo como veinte minutos antes de que tenga que ir a la escuela, pero recuerdo que tengo que cargar gasolina. Papá baja vestido con su pantalón caqui y su jersey de trabajo que pone La Ferretería de Park en el pecho.
—Me voy. ¿Estarás en casa después de la escuela?
Asiento y tomo mi mochila. Le escucho suspirar, pero no digo nada. No quiero empezar ahora, porque tengo que irme.
—Jimin —dice, y conozco ese tono. Espero, y seguro que tiene algo que decir—. La temporada de fútbol se ha acabado y tienes una gran beca en Minnesota para el otoño. Tu madre y yo estamos tan orgullosos de ti, hijo. Quiero que te asegures que lo que estás haciendo es lo que quieres y que no estás jugando al fútbol porque sientes que tienes que hacerlo.
Me encojo de hombros, pero sé lo que quiere decir.
—Estoy contento de jugar al fútbol, papá. Podré conseguir una buena educación allí. Eso es todo lo que me preocupa.
Alarga la mano y frota mi hombro.
—Está bien. Tienes tiempo si decides cambiar de idea. —Me sonríe, y le sonrío—. Así que, ¿tienes alguna idea de a quién vas a llevar al baile de invierno?
Pongo los ojos en blanco y paso por su lado. Creo que solo usó la charla del fútbol como una excusa para traerlo a colación. De nuevo.
Mi padre me sigue, y puedo escuchar sus palabras sobre la nieve crujiendo bajo mis botas.
—Solo pregunto, Jimin. No es la gran cosa.
Claro. No es una gran cosa que no puedas dejar de preocuparte sobre si estoy saliendo con alguien o no. Subo a mi Jeep Wrangler y le digo adiós a mi padre. Se preguntan por qué no hablo mucho, y es mayormente porque no puedo hablar con ellos. Mientras conduzco a la gasolinera, pienso sobre el instituto y cómo piensan que me estoy perdiendo una pieza clave de la experiencia por no salir con nadie.
No estoy interesado en ningún omega,chicos o chicas, ni otras jerarquías ya que estamos, del colegio. Soy un estudiante de dieciocho años que saca todo dieces y juega de central para los West High Wolves, y me concentro en mi futuro. Soy amigo de un par de alfas de mi curso, pero mayormente soy un solitario. He disfrutado ser de esa manera por tanto tiempo que ni siquiera el jugar fútbol se siente como solía ser.
Tuve éxito con cada pelota que pusieron en mis manos, pero continué siendo igual. Soy silencioso la mayor parte del tiempo, y cuando hablo, es porque tengo algo que decir. Los omegas de mi escuela piensan que eso me hace un estirado, pero no me molesto en preocuparme. Si eso es lo que piensan, entonces estoy mejor sin ir al baile de invierno y acabando el instituto sin la experiencia.
Veo a alguien caminando al lado de la carretera mientras entro a la gasolinera. Me toma un segundo darme cuenta de que es un chico abrigado debajo de una gran chaqueta, unos delgados jeans mostrándose debajo del pesado abrigo lo delatan. Creo en parar y preguntarle si necesita ayuda, pero la gasolinera está literalmente a cinco metros de donde lo he visto. Salgo y enciendo el surtidor, tratando de hacer que la jodida gasolina salga. Hace frío fuera, y sale del surtidor como melaza.
Mirando alrededor, trato de ver al chico de nuevo, pero no lo veo. Con suerte llegó adentro y no está fuera sufriendo el frío. No sé por qué me preocupo por ello, pero supongo que hay algún protector en mí. Mi madre dijo que tenía un corazón tierno de niño, siempre rescatando animales que encontraba.
Cuando finalmente el tanque acaba de llenarse, termino y salto de nuevo dentro del Jeep. Soplo en mis manos tratando de calentarlas antes de conducir. Mientras salgo, veo por el retrovisor que el chico sale de la tienda.
No sé por qué, pero la vista se queda en la parte trasera de mi mente durante todo el camino a la escuela.
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