En el universo, existen dos mundos distintos:
Uno es el mundo real, donde la lógica y la ciencia mandan, lo concreto y lo cierto dominan y donde lo negativo y triste se percibe con más facilidad. Aquí solo sobreviven los amargados, los resentidos, los marginados, los sin alma y los desencantados, los indolentes y los que no creen en el amor, los ateos y los agnósticos, los traidores, los mentirosos, los vulgares y los hipócritas, es decir, la escoria misma hecha humanidad. Aquí la palabra sueño es sinónimo de locura, la palabra fe es símbolo de destrucción, la palabra esperanza es odiada por todos ellos y la palabra amor no existe siquiera en el diccionario de la conciencia.
Sin embargo, existe aquel otro mundo, ese que no percibimos con nuestros sentidos humanos y al cual tampoco podemos detectar con nuestras limitadas emociones, sino cuando cerramos los ojos y nos embarcamos en un estado de descanso y de relajo, de paz y tranquilidad. Cuando ello ocurre, aparece el mundo de los sueños, una dimensión distinta a nuestro universo real, donde lo abstracto y lo incierto dominan sobre lo concreto y lo cierto, donde la felicidad se puede alcanzar con solo decretarlo y desearlo con el corazón, y donde los sentimientos positivos son amos y señores de este plano. Aquí la humanidad se reencuentra con su esencia interior, su espíritu y su yo interno, para así experimentar con creces la fe, la esperanza y el amor en su máximo esplendor. Los sueños permiten comprender la vida de mejor manera, buscando un lugar donde cobijarse y también encontrar aquella paz tan anhelada por muchos en esta tierra.
Es en ellos donde me cobijo a partir de hoy para contar las historias que siempre he querido escribir, para relatar lo que aquellos me dicen desde lo más profundo del corazón y el alma, para ilusionar e ilusionarse otra vez y si me decepciono volver a intentarlo una y otra vez, hasta que mi corazón deje de latir para siempre y pueda finalmente vivir para siempre en este maravilloso mundo, del cual me regocijo para escribir todo aquello que imagino, sueño y pienso, con tal de que dichos sueños se hagan realidad, sea el tiempo que sea y también para llegar a los de ustedes por medio de los míos, a ese Aleph que Coelho encontró con Hilal y que ahora también quiero hallar junto a todos ustedes.
Esto es Oniria, el mundo de los sueños, donde estos se convierten en historias y ellas anhelan encontrar su camino para hacerse realidad.
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