sebastian_dua Sebastián Duarte

2050, Triana, Nico está perdido. Su hogar quedó muy lejos en el tiempo. Sin respuestas, sin familia, recorre las maltrechas calles de una España futura. ¿Cataluña independiente? ¿El cambio climático? ¿La enseñanza universitaria? Tantos cambios, abrumadores para un joven perdido, hasta que aparece ella, la chica de los ojos verdes.


Исторические романы 18+.

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SEUDOPRÓLOGO. UNA BREVE REFLEXIÓN SOBRE LA HISTORIA

Esto no es un prólogo propiamente dicho. Ni tengo intención de enumerar mis vivencias hasta escribir este libro ni pienso resumir la presente obra. Así que si buscas eso, empieza el libro. Si no, si el título “Una reflexión política sobre la historia” te llama la atención, quédate, porque en las próximas líneas divagaré acerca de la concepción moderna de la historia y de la utilidad de esta desde las distintas posturas políticas. No espero que aceptes todo lo que digo, sino que pienses.


La Historia ha sido un instrumento indispensable para la actividad política, especialmente desde el surgimiento de los nacionalismos en el siglo XIX. Evidentemente, esta utilidad no implica que la historia, como conocimientos en sí mismos, sean expuestos desde la más absoluta fidelidad a los hechos reales, en caso de que la verdad exista, lo cual es otra historia. La tergiversación intencionada de los hechos históricos -para diferenciarlos de la Historia como ciencia- ha sido una cuestión muy repudiada por los verdaderos historiadores, aquellos que han rechazado adscribirse a la política para así realizar una “Historia más objetiva”.


Se extraen varias cuestiones interesantes de lo anteriormente expuesto. La primera cuestión es si existe o no la objetividad. Entiéndaseme, la objetividad existe. Es la habilidad de emplear términos neutros, que no involucren directamente ni al receptor ni al emisor del mensaje. Se trata de una definición burda, pero que, para este contexto, sirve. Ahora bien, aunque existe esa habilidad, ¿existe el mundo objetivo o, mejor dicho, se puede entender el mundo desde una perspectiva objetiva? Si esta pregunta se hubiese enunciado en la primera mitad del siglo XX, la respuesta hubiese sido clara: no. El principio de incertidumbre de Heisenberg demostró que la realidad no está determinada, sino que es el observador -el ser humano en caso de la historia- quien extrae uno u otros datos de la misma para construir su propia interpretación de la realidad. En la realidad confluyen tal cantidad de factores que extraer una imagen cien por ciento fidedigna de la misma es casi imposible. Por ello, no se puede entender la realidad de un punto de vida puramente objetivo. La medición de la realidad influirá siempre en el resultado, pero no es el único elemento que intervine. Las creencias y conocimientos previos también. Ningún ser humano tiene tal capacidad de abstracción y concentración como para explicar la historia, evitando cualquier ápice de partidismo. Más marcado o menos, todos los historiadores, con independencia de lo que defiendan, narran una historia particular, ya sea edulcorando algunos eventos, obviando otros o minusvalorando determinadas acciones o personajes. Es inevitable, es la naturaleza del hombre.


No obstante, que la subjetividad sea inevitable, al menos en las Ciencias Sociales, no quiere decir que sea negativa. La multiplicidad de discursos sobre un mismo evento solo es explicable a través de la inevitabilidad de la subjetividad en la interpretación de la realidad. Esta multiplicidad de discursos no hace sino enriquecer y engrandecer la ciencia histórica, aportando perspectivas, enfoques e interpretaciones particulares, que tienden a la convergencia, permitiendo realizar una interpretación más aproximada a la realidad. Aproximada, no completa. Jamás se alcanzará una interpretación completa de la realidad, por la gran cantidad de factores que intervienen -algunos que nunca serán conocidos- y por los prejuicios y conocimientos previos con los que el historiador hace Historia. Nótese que no me refiero a la verdad, sino a la realidad, a los sucesos, desarrollos y eventos. La verdad es un concepto diferente y, como ya dije, es otra historia.


Hemos asimilado, pues, que la subjetividad es parte intrínseca de la observación de la realidad y, por ello, no es negativa, tan solo una cuestión que se ha de considerar dentro de los discursos históricos que abogan por la completa objetividad de la Historia. La objetividad es, en esencia, una máscara, que se emplea para dar mayor rigor a lo expuesto, pero, nunca, con capacidad para realizar discursos no parciales ni infectados con prejuicios, ya sean negativos o positivos.


Entendido lo anterior, queda por tratar la cuestión de la relación entre la política y la historia. Como se expuso anteriormente, la historia ha sido empleado sistemáticamente por las esferas políticas desde la práctica existencia de las ciudades-estado. Con el nacionalismo decimonónico, la historia adquiere un mayor cáliz político, desarrollándose lo que se podrían considerar como los “años dorados de la ciencia histórica”. Nunca un discurso histórico tuvo tanta difusión como en el siglo XIX -a finales de siglo principalmente- e inicios del siglo XX. A criterio personal, la época grecorromana entre el siglo I a.C. y III d.C. es la “edad clásica de la historia”; los años sesenta y setenta del siglo XIX son los “años dorados” de la historia, mientras que la primera mitad del siglo XX, los “años de plata”. Tras la Segunda Guerra Mundial, finalizadas las grandes guerras y asentado el nacionalismo, en mayor o menor medida según el país, la historia cae en desgracia. Desde el inicio del Nuevo Milenio, la historia atraviesa su momento, probablemente, más crítico. La pérdida del hábito de lectura, junto al espectacular crecimiento de los creadores de contenido en línea y de las redes sociales, y al asentamiento de la televisión como principal fuente de información (aparece la profesión del periodista multivalente, que reemplaza al historiador en televisión), ha provocado un gran deterioro de la profesión histórica. Es decir, los mejores años para la ciencia histórica fueron los años en los que la política más uso hizo de la misma, con intereses personales evidentemente.


Si la subjetividad es parte inevitable de la historia y la multiplicidad de enfoques -siempre que estos contengan un mínimo de verdad y eviten las hipérboles- es positiva, ¿por qué la relación de la historia con la política sí lo es? Esta relación conlleva, por una parte, que la Historia adquiera un status superior dentro de las ciencias, al recibir a la política como altavoz; y, por otra parte, a la diversificación de los enfoques explicativos, lo que, en sí mismo, contribuye a la mejorada de la Historia mediante los procesos de combinación de enfoques. La relación de la historia con la política no es negativa, solo debe controlarse. La mentira nunca debe ser válida como argumento histórico, puesto que este ha de ser próximo a la realidad, aunque ello no impide la aplicación de una teoría interpretativa particular ni la aplicación de los conocimientos previos particulares del historiador. Para garantizar la fidelidad de la historia empleada por los políticos, los historiadores deben, primero, reconocer que la historia no puede ser objetiva ni tiene que desligarse completamente de la política, y, segundo, participar activamente en política, desmintiendo los discursos históricos formulados por políticos que sean excesivamente inciertos y aportando sus propios discursos más fieles a la realidad, pero influenciados por su propia percepción de la realidad. La máscara de la objetividad ha de usarse solamente para dar mayor rigor al contenido y como un estilo de escritura más atractivo para textos científicos, mas nunca como una justificación de que la “historia tiene que ser objetiva para ser historia”.


El problema subyacente es que los historiadores de hoy se han acomodado en el formato de los farragosos libros únicamente entendibles para universitarios, renunciando a la publicación de contenido en plataformas en línea. Las revistas científicas en línea parecen intentar cambiar este problema publicando su contenido en línea y abordando temas de mayor actualidad. Aun así, los historiadores deben apostar por temas de actualidad, por el uso de la historia para comprender el presente y por la política como área de interés, para así construir discursos útiles para la sociedad. No con ello se quiere decir que deben abandonarse todas las investigaciones que no traten la actualidad, como la conquista de América o las exploraciones vikingas. Tan solo viene a decir que los historiadores deben enfocarse más en el presente, en la comprensión del mismo mediante las herramientas que poseen, en la adaptación del contenido a los nuevos formatos -sin olvidar el formato libro tradicional destinado a universitarios- y en el desarrollo de nuevas concepciones epistemológicas que aprovechen la política para influir en la sociedad, creando un mayor sentimiento nacional o logrando un mayor acercamiento de la población a determinadas posturas políticas. Quizás pueda parecer inmoral, pero tan solo estas acciones confieren a la historia la suficiente utilidad como para ser respetada dentro del ámbito científico contemporáneo.

10 июня 2022 г. 22:20 0 Отчет Добавить Подписаться
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