Pétalos Подписаться

Un cuadro reposaba sobre la mesa, recién terminado. Una pintura decorada con pétalos de las flores más hermosas que encontró, mostrando una figura humana pero difícil de describir como tal, pues se trataba de algo más que un simple mortal. Un joven se sentó en una de las sillas, recargó su espalda suspirando, por fin, su obra estaba terminada. Miró hacia los lados de la habitación, las paredes que originalmente eran de un color blanco, ahora tenían manchas de colores adornando el lugar como si fuera un lienzo. De nuevo, posó su mirada sobre aquella imagen frente a sus ojos, algo que, se podría decir, fue creado por él. No podía decir que se trataba de algo completamente suyo, pues no era ajeno a ese dibujo, ni siquiera era algo de su propia imaginación.

Contaba esa leyenda que tanto se oía por su ciudad, una entidad se paseaba por este mundo, representando lo que más querían algunas personas, exactamente, la persona que más anhelaban. Sin embargo, para aquella entidad era imposible corresponder al amor que algunos sobrevivientes profesaban, por lo que terminaban envueltos en un desamor que eliminaba cualquier rastro de cordura de su ser llevándolos a un abismo sin fin. Ese ente, no tenía una figura propia, siendo casi imposible reconocerla, por lo que sólo se sabía de quién se trataba cuando terminaban deshechos.

Al parecer, perder la sanidad no estaba ni cerca de ser lo peor, una vez que su romance era rechazado, las víctimas sufrían de una extraña enfermedad, empezando por una tos leve que llegaba a un punto en el que empezaban a escupir pétalos. Poco a poco, el cuerpo se empezaba a deteriorar, sus pulmones empezaban a fallar y de un momento a otro, los cuerpos de los afectados yacían sobre un rastro de flores ensangrentadas, sin vida. Como si su corazón nunca hubiese latido, ni una sola vez; la muerte se había vuelto más que inevitable.

La gente empezó a ser precavida, no querían arriesgarse a enamorarse de la "persona" equivocada y perder su vida como si nada. Aunque claro, no faltaban aquellos enamoradizos, esos que seguían creyendo que la vida podía ser un cuento de hadas, que mientras los demás perdían sus sentimientos poco a poco, ellos empezaban a anhelar cálidos abrazos de alguien. Él no pudo ser la excepción, pues crecer envuelto en el arte, siempre con sus sentimientos mandando, lo había hecho buscar a ese ente sin siquiera darse cuenta. Sabía que lo encontraría, pues ahí estaba frente a él, cobrando vida como aquello que siempre quiso. Sabía que sería tal como lo imaginó, incluso mejor, pues el sentimiento de calidez era incomparable, tanto que aun después de que las palabras amargas de rechazo lo golpearon sin piedad, seguía aferrado. Sus miradas se conectaron, observó con cautela sus bellos ojos de largas pestañas, finalmente había llegado por él. Con los ojos rojos y llorosos, su rostro demacrado, el cabello despeinado, la ropa desordenada, viéndose completamente patético en comparación al ente.

—Viniste. —Desde sus labios hasta el suelo, un rastro de sangre y flores caía majestuosamente, no le molestaba. Nada de lo que había pasado le enojaba, entre vivir sin nada o morir por lo poco que tuvo, prefería lo último. Después de todo, no era el primero ni sería el último romántico iluso en caer por la entidad más preciosa que existe.