behatzen J. F. Behatzen

La historia relata la travesía del narrador, quien se enamoró apasionadamente de una persona a la que creyó correspondiente con sus sentimientos. Sin embargo, descubre que ha sido engañado. A lo largo del relato, se reflexiona sobre las lecciones aprendidas en el amor, especialmente sobre el dolor causado por el engaño y las decepciones. A través de varias cartas y conversaciones con otras personas del pasado, el narrador busca cerrar los cabos sueltos de sus relaciones pasadas, reconciliarse consigo mismo y superar la decepción causada por su más reciente experiencia. Al final, decide alejarse de la persona que le hizo daño y promete no seguir siendo amigo de quién lo trató con falsedad y mentiras.


Публицистика Всех возростов. © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

#desamor #rompimiento #romance #cartas
Короткий рассказ
4
2.6k ПРОСМОТРОВ
Завершено
reading time
AA Поделиться

Capítulo único

(Los nombres han sido modificados)

Fuiste mi norte, y fuiste mi tierra firme; me dirigí hacia ti cómo cualquier aventurero que omite las “alocadas” advertencias de sus amigos. Fuiste también un espejismo, porque (una vez embarcado) descubrí que aquel hermoso continente que me juraba suerte, era en realidad una isla desierta, destinada para mi solitaria muerte.

Te mentiría si te dijera que he dejado de pensar en lo nuestro; de hecho, te mentiría si te dijera que no me dolió lo que nos hiciste. Sí, yo te mentiría… Pero no soy como tú, porque tú sí me mentiste.

Supongo que planificaste todo desde el principio, ¿no es así?, como los villanos de las películas que vimos juntos. ¡Felicidades!, ya eres toda una profesional coleccionando difuntos.

Mi travesía fue larga, agotadora, pero no ha sido en vano, mi amor; aprendí varias cosas durante el camino, y es que, las mejores lecciones sobre la vida, se allegan al alma cuando esta se encuentra herida.

¿Me creerías si te dijera que hice las paces con Isabel? Aquella chica pelirroja que siempre me gustó de niño. ¿Recuerdas que te hablé de ella? ¿De cómo nos distanciamos cuando viajé a oriente?, y, sobre todo, ¿de esas bellas ilusiones que abandoné luego de crecer lo suficiente?

Yo sí lo recuerdo, esa noche llovía. Me dijiste que te pintarías el cabello del color que me gustaba, y entonces ¡me sentí el dueño de algo tan tuyo, que ya creía que eras mía!

Pero, ¡le dijiste lo mismo a tantos, querida, a tantos!, que perdí la fe en tus palabras y en tus llantos.

Esa fue la primera lección que aprendí del amor en mi vida: los cabos sueltos nos atormentan hasta el final de los días.

Dos semanas luego de que te fuiste, le escribí a Isabel, y ella fue un bálsamo sanador en la hiel de mi dolor.

Nunca volvimos a nuestra relación, por si lo sospechas, pero, sí hablamos sobre aquel incidente que nos distanció durante aquellas fechas.

—Juro que no es lo que piensas—le dije.

—¿Acaso quieres cerrar un ciclo? Hace tanto que había querido hablarte.

—Ya no estamos enamorados, pero... quería recordarte con el mismo cariño de antes.

—Me siento cómoda siendo tu amiga, creo que éramos muy jóvenes para pensar en el amor. Nunca me dejaste de gustar, pero... no apuntamos por el mismo camino. Tú te quieres casar, y yo ni siquiera quiero tener hijos.

—Sigue en pie nuestra salida, por si luego quieres reconquistarme. Pero te lo advierto: mis metas no cambiarán. Si las tuyas cambian, entonces serás bienvenida.

—Gracias por escribir, me hacía falta resolverlo contigo.

¿Lo ves, mi amada? ¡Con cuánta facilidad se ató el cabo suelto que a nuestro amor atormentaba?

¿Me creerías si te dijera que hice las paces con Valentina? Aquella chica rubia que conocí en Colombia. Sí, también te hablé de ella. Quizás decidiste olvidarlo porque ya no te importa, y es que ¿por qué lo haría?

Yo sí lo recuerdo, pasamos el tiempo en mi casa viendo películas.

Tu y yo hablamos de las expectativas y de nuestros sueños juntos, y con eso nos juramos que pronto seríamos familia.

Aquella noche me dijiste que el tiempo a mí lado volaba, ¡que disfrutabas tanto conmigo, que lo repetirías sin falta cada semana! Y yo… yo ya sentía que te amaba.

Fue la segunda lección que aprendí del amor en mi vida: todos necesitamos pedir perdón y perdonar, pero siempre por la razón indicada.

Me escribiste un tiempo después: “Lo he estado pensando…” Y esas líneas me llenaron de tan grande terror y espasmo, que superaron con creces aquella vez cuando dije: “Te quiero tanto… tanto”.

Esperé, esperé y esperé. Verte escribir me consumía.

—Perdóname—dijiste—, pero no dejaré que esto siga avanzando.

Ahora me cuestiono: ¿pediste perdón solo por lo que acabó, o también por lo que te robaste de mi vida?

Recordé entonces a Valentina. Ella una vez me dijo: “Rompí un corazón, y nunca pensé en cómo se sentía. Ahora, que rompiste el mío, espero no te suceda lo mismo algún día.”

Dos semanas después de que terminaste conmigo, ella y yo lo conversamos, y fue en mi oscuridad como una brillante estrella; una que resplandece como el sol al mediodía.

—Sé que te parecerá extraño, después de tanto tiempo, pero quería hablar contigo.

—¡Vaya!, parece que alguien no logra conciliar el sueño, ¿qué ha sucedido?

—Tengo un cabo suelto por atar, solo me tomará un momento.

—¡Lamento tanto ser ese cabo suelto! Pero, bueno… te escucho. ¿Qué fue lo que hice?

—Dios, ¡no! Tu no hiciste nada malo. Yo tan solo quería pedirte perdón.

—¿Perdón? ¿Y por qué? —sonrió.

—Cuando terminamos te pedí perdón por lo que acabó, pero nunca por el daño que te hice. Hace poco entendí que, uno no se disculpa por lo que termina, sino por el tiempo compartido, por las ilusiones y la alegría… Sobre todo, por aquel libro que te firmé y que, al leer, a mí te recordaría.

—Han pasado los meses… y aún sigue siendo mi libro favorito.

—Me alivia tanto saber eso—sonreí. —Ahora dejaré de verlo como una pérdida, y lo veré como una inversión para una buena amiga mía.

—Las razones ya no importan—suspiró. —Durante mucho tiempo te guardé rencor porque no entendía, pero mi corazón ha sanado. Comprendo que quieras pedir perdón, y te perdono, puedes estar tranquilo.

—Gracias. Solo quería volver a hablarte como lo hacía con aquella chica tierna que tanto quise, sin las barreras mentales que me lo impedían. Y… ya de paso, ¿cómo está tu familia?

¿Me creerías si te dijera que hice las paces con Floriana?, nunca te hablé de ella, yo sí lo recordaría.

Ella estaba enamorada de mí, y yo estaba enamorado de otra chica. El amor es complicado a veces, ¡siempre tan impetuoso y no correspondido!

Una tarde, unas chicas murmuraron frente a mí: “¿Es verdad que te gusta mi amiga Floriana?

Sin saber que detrás de mí ella se encontraba, respondí: “Yo aspiro mucho más que ella, en otra persona”.

Aquel fue el primer corazón roto que tuve entre mis manos. Yo lo había arrancado de su pecho sin escrúpulos, como lo hacen los tiranos.

Floriana se sintió terrible, y negó entonces aquellas cosas que de mí pensaba.

No me le acerqué de nuevo en mucho tiempo, debido a la vergüenza que sentía. Con los años volvimos a ser amigos, pero… solo por ignorarlo, yo nada resolvería.

Fue la tercera lección que aprendí: el tiempo no cambia las cosas, nosotros las cambiamos.

Una vez me escribió un muchacho que no veía desde la primaria, y eso no determinó que nos tratásemos diferente; así, una buena relación continuó intachable por las aguas del olvido, aún hasta emerger en el recuerdo: sin dejar de ser su amigo.

Así que regresé a ese día de culpa: el día en el que falté el respeto a la pequeña Floriana. Debía conversarlo, quería repararlo.

—¿Andrés? ¿Cómo estás?

—Estoy muy bien. ¿Qué hay de ti?

—¡Afortunados los ojos! Dime, ¿a qué debo el gusto?

Entonces sonreí.

—Puede sonar algo trillado, pero... quería disculparme. Hace muchos años dije algo que nunca debí haber dicho.

—Eso… Ya lo he olvidado, ya no importa.

—Solo quiero que sepas que te mereces todo lo que tienes ahora, eres una de las personas más maravillosas que he conocido, y cualquier hombre sería afortunado de tenerte a su lado, años antes y ahora mismo.

Ella también sonrió.

—Gracias por eso, de verdad.

Para entonces, mi corazón tenía muchos pesos descargados, y mi sonrisa volvía a ser la misma de antes, incluso mucho más radiante.

Si pudiese dedicarle una línea a todas las personas a las que he dañado en el pasado, les pediría perdón por no disculparme antes.

Nuestro corazón y nuestra mente maduran con nosotros, y, lamentablemente, algunos solo aprendemos por las malas. Es el dolor de una cortada lo que nos ayuda a tener cuidado con los filos, ocultos en la arena de la playa.

¿Me creerías si te dijera que hice las paces con David? Así es, mi mejor amigo, el mismo con el que saliste hace tantos meses; el mismo que afirmaste haber superado y con quien, sin embargo, hablaste a mis espaldas... susurrando un gusto por mucho tiempo negado.

Nunca esperé tanta hipocresía de alguien a quien di tanta confianza, y espero que conste que hablo de ti, ladrona despiadada.

¿Cómo no escuché sus advertencias sobre ti, infierno de mi amor?

—Ella es muy inestable emocionalmente. No te la recomiendo para nada.

—Le creo a ella—respondí—. Para mí, las cosas que me ha prometido no se le prometen a cualquiera

David y yo nos distanciamos desde entonces, y es que mi tiempo estaba contigo; mientras que la franqueza de él, estaba por tu compañía desplazada.

Mi amigo y yo siempre fuimos de mentalidades diferentes, pero allí residía nuestra fuerza. No obstante, fuiste la guerra civil que debilitó nuestras defensas.

No me importó, yo juraba que por tu amor valdría la pena cualquier sacrificio, ceniza mía. Saqué de mi repertorio una de mis canciones favoritas para dedicarte. Pero tú... tú me dedicaste una de hace años, que casi no conocía nadie.

Nuestra relación me obligó a enfrentar a las dos personas en quienes más confiaba, solo para darle la razón a quien no la merecía. Por eso, no solo cargas con tu pena, Nathalia, sino también cargas con la mía.

Al día siguiente de tu partida, le llamé a él, y te aseguro que no lloré, o al menos no por ti; porque créeme, no vales ni una sola de mis lágrimas, cigarrillo desgastado… ¡Costosa mercancía!

Lloré al escuchar a mi amigo, y al notar lo que por ti… casi perdía.

—Amigo… tenías razón, siempre la tuviste.

—Nada de eso. ¿Cómo estás ahora?

—No quise ilusionarme, y tampoco quisiera villanizarla, pero… cambié tanto por estar a su lado. Solo estoy destrozado.

—Puedo imaginarlo.

—¿Recuerdas cuando prometimos que pasara lo que pasara, seguiríamos siendo amigos?

Él sonrió.

—Podrías apuñalarme si quieres, pero yo nunca dejaría de ser el mismo contigo.

Fue la cuarta lección que aprendí, y es como Bukowski decía: No te abandones. Quédate con una pequeña chispa y no se la des a nadie. Mientras la tengas, podrás volver a encender el fuego de tu vida.

"Te dediqué mi tiempo, mis trasnochos y mis canciones. Ya no me queda nada que dedicar a nadie, sino palabras vacías”, pensé.

—Nunca le dijiste “Te amo”. —Comentó David— Querer no es amar. Quién te ama no te da alas, para luego disparar mientras vuelas, por la espalda.

—¿Acaso sería esa mi chispa?

—Solo sé que aún hay algo que no le dedicas a nadie, y es ese “Te amo” el que debes guardar para la persona indicada.

—¿Y si la persona indicada ya no está dispuesta a esperarme?

—La persona indicada haría lo que fuera por esperarte. Te conozco, y sé lo que vales.

En ese momento, sí que dolía. Y aún me dueles, escoria del hierro, pero… por fin, y después de tanto esperarte, con esta carta firmo tu sentencia de destierro.

Todos necesitamos superar lo que nos hace daño, y es por eso que de mi corazón serás enemiga, desde hoy y desde ahora, pues, por tu fama de picaflor, tu ausencia ya no me causa fatiga.

Muchos se burlaron de mi dolor, afirmando que lo nuestro había sido tan solo un fugaz amor. Y, aunque lo que para ti pudo ser un nombre más en tu lista de “personas a quienes pedir atención”, para mí fueron los meses más emocionantes desde que decidí enamorarte.

Fue la quinta lección que aprendí: enamorarse puede llevar su tiempo. Con unos pueden ser años, con otros meses, o… ¿por qué no?, algunas semanas. Sin importar cuál sea el caso, el dolor que sentirás al terminar, será equivalente al amor que estuviste dispuesto a dar.

Olvidar también es un proceso lento, pero, así como de ti me enamoré; así también me desenamoraría.

No condeno al amor, pero sí te condeno a ti, amada mía. ¿Por qué?

Porque tú me trataste como al príncipe de tu vida. Porque me aceptaste en tus planes, ¡y me incluiste en ellos con tanta seguridad y alegría! Porque prometiste esperarme… Esperarme todo lo que hiciera falta, porque estabas enamorada, ¡como jamás te habías enamorado antes! Porque soñamos a los hijos que ahora no tendremos. ¡Porque soñamos con los lugares que ahora jamás visitaremos!

Me dijiste que no cambiarías nada de mí, y, lo que fuera, yo hubiese estado dispuesto a cambiarlo, si tan solo me lo pedías.

Te condeno por los poemas, las canciones, las películas y los platos de comida…

Quise perdonarte, y aún quiero, necesito hacerlo. Pero… ¡Tantas veces intenté reparar eso que tú rompiste! Y no me refiero a nuestra relación, sino al cariño que te guardaba, antes de empezar a aborrecerlo.

La noche anterior quedamos para la semana entrante, ¡y dijiste tantas cosas bonitas de golpe, que lo sentí como un romance sumamente violento! La noche siguiente te pregunté por qué me dejabas, y solo tuve de tu parte un vago: “No quiero hablar de eso en este momento.”

Intenté llamarte, pero me colgaste y luego escribiste: “Llámame mañana, quizás entonces lo conversemos.” Llamé al siguiente día.

Cuando llegó la hora de hablar sobre tu decisión, te negaste nuevamente: “Hay muchas personas cerca, mejor llama luego, que ahora no es prudente.”

Pensé en insistir, mientras mil cosas giraban en mi cabeza, segundo a segundo.

“¿Es por culpa del dinero? ¿Es por mi culpa? ¿Es por culpa de alguien más? ¡De quién es la culpa?”

Finalmente escribiste: “Hiciste todo bien, es imposible no enamorarse de ti. Solo no puedo corresponderte, porque eres como un hermano para mí.”

¡Mentirosa! ¡Tú me mentiste! ¡Si no lo hiciste antes, entonces lo haces ahora!

“Por favor no llames, no hablaré más al respecto.”

Te respondí: “Apaga las luces antes de irte y hasta luego”.

Me quedé observando el techo de mi habitación, sin poder escribir más sobre aquel libro de ficción que hasta el momento no interrumpía. No… ¡Yo quería destrozarte con mis versos asesinos! ¡Quería apuñalarte con tinta sangre, y quemarte viva con esos escritos de odio que recién nacían! Yo solo… Quería una explicación a tus mentiras.
Me dañaste. Me llenaste de inseguridades que hasta entonces no conocía. Nunca a nadie le permití tanto, ni a Isabel, ni a Floriana, ni a Valentina.

Así es, ¡fuiste una mentirosa!, y yo… Yo fui uno de los tontos que creyó en tus mentiras, porque te di las armas para lastimarme, sin pensar en cuánto dolería.

Una vez dijiste que, si yo no iba, entonces tú vendrías; que ni la distancia ni el tiempo nos separarían. Creo que a un hermano no se le hacen esas falsas promesas.

A un hermano no se le susurra: “Cariño, príncipe, amor de mi vida.”

A un hermano no se le engaña, asegurándole que nunca habías sentido así, cuando tu sentir es algo de todos los días.

A un hermano no se le corresponde: “¡Siempre me has gustado!, ¿cómo soy tan bendecida?”

A un hermano no se le niega ni se le esconde, con miedo a que te difamen.

A un hermano no se le dedican tantas horas en vano…

A un hermano no le cuentas como te gusta que te amen.

A un hermano no le hablas de matrimonio, o de planes para conocer a tu familia.

A un hermano no le dices: “Siento lo mismo”, cuando en realidad es mentira.

No, tu no me viste como a un hermano, ni siquiera me viste como a un amigo. Me viste como un objeto, algo para distraer tu atención mientras afrontabas ciertos desafíos en tu vida.

Aceptaría cualquier razón, si la tuvieras, pero lo tuyo fue tan repentino y tan inmaduro, que me rehúso a simplemente creer que no me correspondías.

Esperé contar contigo, y tú dijiste: “Siempre”. Ahora veo que el valor de lo sempiterno e inefable, para ti no es más que un momento efímero y desechable.

Lo que más me duele, persona sin corazón, es que yo sospechaba que de ti no conseguiría nada, y por eso me alejé durante meses, esperando abrir un espacio en mi alma para quien de verdad me amaba.

No obstante, tu mensaje fue tan oportuno aquella noche en la que te olvidaba (ese que envías a todos tus pretendientes cuando te sientes sola); fue tan efectivo, mujer, que me hiciste reconsiderar el mejor consejo que hasta entonces tenía: "No vivas con remordimientos". No, yo no lo permitiría.

Te escribo esto ahora, y me cuesta sentir más que indiferencia. Me enorgullece: ¡Un texto tan sincero y maravilloso, y de lo mejor que he escrito! Pero también me entristece, porque fue inspirado en alguien que más de mis palabras no se merece.

Te lo dejo como reflexión, por si algún día lo lees... Y por si algún día cobras la valentía de decirme eso que nunca me dijiste cuando debías.

Sé que algún día lo hablaremos, pero, para entonces, ya no serás más mi amiga.

Tu y yo solo seremos conocidos. Esos que, por desgracias del destino, una noche hace muchas noches… cruzaron sus caminos.

24 марта 2022 г. 23:00 0 Отчет Добавить Подписаться
6
Конец

Об авторе

J. F. Behatzen Autor de ficción, Escritura Creativa. Siempre buscando nuevas formas de desafiarse a sí mismo y mejorar su arte, Andrés Navas (J. F. Behatzen) guarda una gran pasión por la literatura y tiene un talento natural para la creación de historias convincentes y personajes memorables. ¡Sigue el perfil y únete a la aventura! KEYWORDS: #masalladelblitz #madblitz #behatzen #booktrailer #librosenespañol #wattpadenespañol #inkspired #kdpauthor

Прокомментируйте

Отправить!
Нет комментариев. Будьте первым!
~

Похожие истории