La taza de té iba tambaleando en su mano, los pasillos estaban completamente oscuros y su pequeña vela estaba a punto de apagarse, la joven se apresuró en llegar al pasillo de las servidumbres para darle fin a otro día agotador, sus pasos se oían muy fuertes en medio del profundo silencio que reinaba en el palacio, ya casi era media noche, los soldados eran como estatuas en cada esquina y uno que otro empleado entre los pasillos era lo más parecido a un fantasma deambulando, desaparecían a lo lejos.
Ella sintió que la estaban siguiendo, volteaba a mirar para todos lados y no veía a nadie más en el pasillo, empezaba a respirar de forma acelerada y sus manos temblaban mucho más, nunca llegaba a las habitaciones, el palacio era inmenso y esa noche el camino le pareció eterno. Una
figura masculina iba acercándose a ella, escondiéndose entre las columnas y cubriéndose con una manta oscura, sus pasos se hacían másfuertes, ya no había guardias en esa parte del palacio, nadie vigilaba a la servidumbre en la noche, la joven ya no quiso mirar hacia atrás; él ya estaba muy cerca, tanto que podía oírlo murmurar su nombre.
—¿Quién anda ahí? —susurró, la voz le salía entrecortada.
Continuó dando pequeños pasos sin mirar atrás, el té caliente se le iba cayendo en las manos de tanto temblar y ya estaba comenzando a sudar, cerró los ojos y suspiró profundo mientras su vela se apagaba completamente, todo el escenario estaba oscuro.
Mackenzie no llegó al final del pasillo, las manos de aquel hombre le impidieron gritar, el té había caído al suelo y la porcelana rota no fue oída por nadie, no había testigos, las velas estaban apagadas y los soldados muy lejos.
Nair Pereira
