ondrealion Ondrea Lion

Relato: Todavía Te Amo. Spin-off de La Esperanza Del Futuro. Esta historia debe ser leída luego de La Esperanza Del Futuro si no te gustan los spoilers, pero si eres aventurer@, bienvenid@ seas. La chica de este relato fue eliminada del reality show La Elegida, ignorando que el amor la esperaba en casa.


Короткий рассказ 18+.

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Короткий рассказ
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RELATO - ÚNICO CAPÍTULO

Tábita no entendió qué salió mal. Estaba consciente de que solo había tenido dos citas con Matías, pero él procuró hacerle saber que era muy hermosa, le elogió su sonrisa y demostró que disfrutaba su compañía, ¿por qué la había enviado a casa?

Se sentía miserable, ¿de quién fue la maravillosa idea de participar en un programa de telerrealidad de citas?

¡Patricia! Su hermana mayor fue quien la convenció que sería la mejor manera para distraerse y olvidar a Dennis. Fue una estupidez haber creído que aquello mejoraría todo, ahora se sentía peor.

Recordó su despedida con Matías, el encuentro fue cordial; y cuando ella quiso saber las razones por las cuales la estaba eliminando del show, fue esquivo, habló de que la decisión estuvo reñida y que le gustaría que fueran amigos más adelante, ¡por favor! ¿Amiga de un donjuán que la había humillado en televisión nacional?

Fue culpa de ella misma y de nadie más, pensó que aquello le levantaría el ánimo y resultó ocurriendo lo contrario. Ahora que estaba de regreso a casa, con sus maletas y rechazada una vez más, su ego estaba más herido que nunca.

¿Acaso lo merecía? Lo lógico era que pensara que la respuesta era “no”, pero no estaba tan segura. Primero la había abandonado Dennis, y luego Matías la había rechazado después de dos citas que aparentemente habían sido buenas. Ella se había divertido, y si no él no la pasó como ella, entonces lo fingió muy bien.

Pensó que debía considerar la posibilidad de que hubiera algo muy mal en ella para que los hombres le hicieran creer una cosa que resultaba ser otra, o simplemente ella tenía serios problemas para reconocer las señales que indicaban que no estaban realmente interesados en ella.

Los ojos comenzaron a picarles porque las lágrimas luchaban por salir. Las contuvo a duras penas, el chofer del auto había sido contratado por la producción del reality show que acababa de abandonar, y se negaba a que reportara que había llorado en el camino.

Tenía el rostro cubierto con sus manos cuando llegó a su lugar de residencia, un pequeño apartamento ubicado en un conjunto habitacional para jóvenes profesionales, que casualmente quedaba cerca de la casa de su madre. Lo primero que haría, luego de darse una ducha, era ir a visitar a su progenitora para que le diera un fuerte abrazo y alguna de sus deliciosos platillos que siempre la reconfortaban.

El chofer se ofreció a ayudarle a subir el equipaje a su piso, pero no hubo tiempo de que ella aceptara porque una mano masculina tomó una de las asas diciendo:

—No te preocupes, yo la ayudo.

Tábita alzó la vista y casi se atraganta con su propia saliva al ver a su exnovio frente a ella. Dennis. El hombre que le había roto el corazón en mil pedazos y la había dejado destruida.

Su reacción normal debía ser negarse, pero el problema estuvo en que no pudo reaccionar. Estaba demasiado sorprendida para decir algo, solo pudo preguntarse una y otra vez: ¿qué hacía Dennis ahí?

Él había sido muy claro cuando se vieron la última vez, le habían ofrecido un cargo regional, se mudó de ciudad y le dijo que su carrera era lo más importante en su vida. Dos años de felicidad plena tirados a la basura, no tuvo sentido en el pasado y tampoco lo seguía teniendo en su presente. Supuestamente se amaban y la abandonó como si ella no significara nada.

Tábita no recordó cómo llegó a su apartamento, caminó como zombi rememorando su despedida con Dennis unos meses atrás. ¿Qué demonios hace aquí?, se preguntó de nuevo.

Cuando estuvo de pie en medio de su sala de estar, y se percató de que su exnovio estaba ahí, en su espacio, como si nada, como si no fuera el culpable de la mayor tristeza vivida en su vida; se llenó de cólera y lo empujó con todas sus fuerzas hacia la puerta de salida.

—¡Vete de aquí! ¡No tienes nada que hacer hablándome, ni viéndome! ¡No tienes derecho a respirar el mismo aire que yo! ¡Vete! ¡VETE!

Dennis se mantuvo firme, no se iría de ahí hasta ser escuchado.

—¿Te volviste sordo los últimos meses? ¡Te dije que te fueras!

Él la miraba silente, esperando a que se tranquilizara para poder hablar.

—¿No te vas a ir? ¿Te parece si llamo a la policía para que se encargue?

Tábita estaba fuera de sí, tanto dolor acumulado, la experiencia que había vivido ese día con Matías, las dudas sobre ella misma y su valor para ser amada, todo se había transformado en una ira incontenible.

—Tábita —llamó él.

—¡Tábita nada! ¡Vete o llamo a la policía!

Él decidió esperar un poco más a que se calmara, seguro de que ella no se atrevería a contactar a las autoridades; sin embargo, se sorprendió cuando la chica tomó su celular sobre el aparador de la cocina y marcó tres teclas: emergencias.

Esperaron unos segundos, ambos retándose, pero Tábita no se retractaría; él la dejó por su trabajo cuando ella se hubiera ido con él si se lo hubiera pedido, ignoró sus súplicas lo cual la hacía sentir humillaba hasta ese día, y desapareció por más de seis meses, ¿cómo pretendía que ella lo recibiera con los brazos abiertos, o siquiera que estaría dispuesta a escucharlo?

—Buenas tardes, necesito una patrulla. Hay un intruso en mi casa y se niega a irse —dijo ella.

Dennis la miró con incredulidad, pero al escuchar el murmullo de una voz respondiendo, supo que la chica hablaba en serio.

—No estoy corriendo peligro, es mi exnovio que apareció en mi puerta luego de unos meses sin verlo, quiero que se vaya y sigue aquí —agregó Tábita con sinceridad, no deseaba que le hicieran daño, solo que lo retiraran de su presencia.

Dennis alzó las manos con las palmas hacia ella como un símbolo de rendición.

—Me voy —aseguró él.

—Dice que se va a ir, pero si no le molesta, me mantendré en la línea hasta que cierre la puerta detrás de él.

La voz del otro lado replicó algo.

—Gracias —dijo Tábita con la misma mirada desafiante de minutos atrás.

El joven cruzó la puerta, y estando en el corredor externo mencionó:

—Estaré una semana en la ciudad, me gustaría hablar contigo antes de irme.

Tábita cerró la puerta en sus narices, asegurando la puerta con el pasador, la cadena y la llave. Agradeció a la operadora de emergencias y fue a darse una ducha. Estando bajo el agua lloró y lloró, las lágrimas se confundían con el agua de la regadera, su dolor con la rabia, su humillación con indignación. Al salir, el cansancio, más emocional que físico, provocó que se acostara a dormir.

A pesar de que le habían dado dos meses libres en su trabajo para participar en el programa de telerrealidad, no tenía sentido quedarse en casa viendo el techo mientras se regodeaba en su miseria. Adicionalmente, su jefa vería cuando transmitieran el programa, que la eliminaron en la segunda semana, así que no hacía falta fingir que su participación había sido un éxito. Su acuerdo de confidencialidad decía que no podía hablar sobre el tema y no lo haría.

Se levantó el lunes en la mañana como si las dos semanas anteriores no hubieron existido. No conoció a Matías, no participó en ningún programa y no fue eliminada; Dennis no se apareció en su casa y todo era como los últimos meses.

Su jefa la recibió con los brazos abiertos, feliz y agradecida de que hubiese vuelto, se había acostumbrado a su eficiencia y compañía y la extrañaba. Todos en el consultorio la saludaron con curiosidad y a los pocos minutos, corroboraron que Tábita no diría nada, así que continuaron con sus rutinas como siempre.

Al llegar a casa, Dennis la esperaba en la puerta del apartamento. Tábita estaba cansada y no deseaba lidiar con él.

—Si no te vas inmediatamente, voy a llamar a la policía —dijo ella extrayendo las llaves de su bolsa junto con su celular.

—Tábita, por favor, escúchame. Si después…

—No me interesa lo que tengas que decir, vete ya o llamo a la policía —repitió ella sin mirarlo.

Dennis se fue, con la frente en alto como siempre había actuado, pero con ojos poblados de una tristeza que le fue imposible ocultar.

Ella se negó en pensar en él, no le importaba sus arrepentimientos, ya lo había dicho el día anterior, solo estaba en la ciudad por una semana, lo que significaba que deseaba un encuentro sexual casual o pedir disculpas por la manera como la había tratado. Si era lo primero, jamás sería como un trapo que el pudiera recoger y soltar a su antojo, y si era lo segundo, si buscaba perdón, era para sentirse mejor con él mismo, y no era responsabilidad de ella darle algún tipo de absolución para que él pudiera continuar con su vida.

Quizás lo último era un pensamiento mezquino de su parte, pero en ese momento su cansancio emocional era tal, que le estaba costando lidiar con ella misma. No tenía la fortaleza espiritual para lidiar con él.

El día siguiente fue similar, trabajó hasta agotar cada onza de sus fuerzas, y luego, al llegar a casa, se volvió a encontrar a Dennis en la puerta de su casa. Su paciencia se estaba agotando por completo.

Mirándolo a los ojos, para que tomara con la seriedad que correspondía lo que iba a decir, sentenció:

—Esta es la única vez que voy a decir esto, Dennis, y luego voy directo a la acción; si mañana te vuelvo a encontrar aquí, voy a solicitar una orden de caución en tu contra para que no puedas acercarte a menos de cien metros de mí, ¿soy lo suficientemente clara?

—Tábita…

Ella lo silenció levantando su mano, y con la otra, tomó su celular para comenzar a llamar a la policía. Aunque a Dennis no le agradó que Tábita siquiera le permitiera decir lo que necesitaba decirle, tenía que entender que se merecía el trato que ella le estaba dando, y que debía cambiar su estrategia si quería lograr su cometido.

Ella volvió a llorar esa noche, lamentando que él no tuviera la decencia de dejarla ir, ¿por qué volvió para torturarla? ¿No le había causado suficiente daño?

Al día siguiente Dennis no estaba en su puerta, en su lugar, un gigantesco ramo de rosas rojas la esperaba; y antes de entrar a su casa, tomó las flores y las lanzó por el bajante de la basura. Lo mismo ocurrió el jueves y el viernes, durante los cuales Tábita desechaba el regalo sin prestar atención a la pequeña tarjeta adjuntada donde le suplicaba que lo llamara.

Su madre la contactó la mañana del sábado para invitarla a almorzar, pero ella, de tanto entregarse al trabajo durante la semana, lo único que quería era dormir, así que le prometió verla al día siguiente y se enrolló entre sus sábanas para intentar olvidar que existía un mundo a su alrededor.

No sabía que tenía esa posibilidad de dormir por horas y más horas sin preocuparse por comer hasta que despertó a las siete de la noche porque su estómago rugía. Con una manta rodeando su cuerpo, se dirigió hacia su cocina para prepararse un emparedado o servirse un cereal.

Quedó paralizada al descubrir que había un sobre en el suelo cerca de la puerta de salida, alguien la había empujado bajo la rendija inferior. Era un poco grueso, parecía estar relleno de varias hojas, y algo le decía que la correspondencia provenía de Dennis.

Las manos le temblaron al recogerlo, y en letras gigantes escritas con un rotulador negro decía:

POR FAVOR: LÉE ESTO, SI DESPUÉS NO QUIERES SABER NADA DE MÍ LO ACEPTARÉ.

Lo dudó durante un buen rato, primero quiso lanzarlo a la basura, luego pensó en romperlo y guardar los pedazos, después en que era mejor si descubría de una buena vez por qué insistía tanto.

¿Y si tenía una enfermedad terminal y se iba a morir? ¿Y si necesitaba un trasplante? Debía considerar la posibilidad de que no fuera una disculpa sino otra cosa.

Se debatió durante un par de horas hasta que decidió leerla. Él nunca sabría si abrió el sobre o no, y podría matar su curiosidad sin deberle nada, ni rendirle cuentas.

Resopló con fuerza tratando de sacudir sus nervios, y con dedos temblorosos abrió la misiva:

Tábita:

Aunque me hubiera gustado comenzar esta carta llamándote querida, sé que no lo merezco. No merezco siquiera que me leas, lo sé, pero si me regalas unos minutos, me gustaría explicarte un par de cosas.

Sabes que nunca te hablé de mi papá, mi mamá había prohibido la mención de su nombre desde que yo era niño y se volvió una costumbre que no pude romper al convertirme en adulto.

Mis padres se conocieron cuando comenzaron la universidad, mi mamá era muy buena estudiante, ayudó y guio durante toda la carrera a mi papá, pero, cuando faltaba solo un semestre para graduarse, ella quedó embarazada, y decidieron que ella se retirara de los estudios y que terminara después cuando yo comenzara al kínder. Eso no ocurrió, mi papá era posesivo y machista, la quería en casa, cocinando, limpiando y cuidándome.

Cuando cumplí doce años, él se enamoró de otra mujer, recuerdo cuando mi madre nos mudó a una habitación alquilada y me dijo que él nos había dejado en la calle sin nada, también me contó que él se casó, tuvo otra familia y olvidó que existíamos. Ella no conocía ningún oficio más allá de las labores de una ama de casa, por lo que terminó trabajando en una lavandería. Con el tiempo fue surgiendo, y se convirtió en la gerente, y en ese proceso me motivó a estudiar, a ser el mejor en todo lo que hiciera, a surgir y alcanzar grandes cosas, esa parte la sabes.

No es un secreto para ti que somos mejores amigos, que durante muchos años éramos ella y yo y más nadie, y que nuestra relación es muy unida. Su opinión era muy importante para mí y todo lo que me inculcó estaba grabado en mi mente con fuego.

Entre esos “consejos”, estaba que fuera un hombre independiente, que no me aferrara a nadie, y que no tomara ninguna decisión basándome en lo que quieren o necesiten los demás, incluida ella. Considera que esto fue como un mantra repetido una y otra vez durante años.

Cuando me ofrecieron el cargo de Director Regional, siendo la persona más joven en la historia de las finanzas en alcanzar ese cargo, mi madre me llenó la cabeza de ideas y “recomendaciones”, entre las cuales, que debía irme solo y avanzar sin preocuparme por tener que convencerte, o lidiar con ser tu apoyo emocional si decidieras mudarte a una ciudad nueva lejos de tu familia, que mi enfoque debía ser crecer profesionalmente hasta lograr ser el presidente del banco.

Aunque sabía que debía ignorarla, fue difícil. Me llamaba constantemente, me visitaba al trabajo, me pedía que la visitara casi todos los días, ¿lo recuerdas? Siempre fuiste muy paciente con ella, entendías su soledad y me motivabas a estar pendiente de sus necesidades. Nunca supiste que ella estaba llena de resentimiento y que no te quería.

¿Qué me comporté como un niño de mamá que se dejó manipular? Me avergüenza admitirlo, pero así fue. Su voz se convirtió en un ruido permanente que me hizo creer que debía irme sin ti, que mi carrera era lo más importante, que debía enfocarme en mi nuevo cargo y no podía distraerme por tus necesidades y soledad en una nueva ciudad. Sus palabras tuvieron sentido, me las creí.

Todo eso no es una excusa, nada podría justificar haberme ido dejándote atrás, nada.

Esto es solo una explicación, una muestra de mi poco criterio y el poder que permití que mi madre tuviera sobre mí, pero eso se acabó, porque desde que me fui me he negado a recibirla, casi no la llamo ni atiendo sus llamadas, y ahora, que vine a la ciudad, me hospedé en un hotel sin decirle que estaba aquí.

Analizando mi comportamiento, y la estupidez que cometí al escucharla y permitir que influyera en mi decisión, decidí ubicar a mi papá. No podía creer que me hubiera aparecido en su puerta, me abrazó y lloró. Admitió haber traicionado a mi madre, pero nunca quiso alejarse de mí, ella se encargó de mantenernos apartados asegurándome que él no quería saber nada de nosotros, fue su manera de castigarlo por haberla dejado, por amar a otra; me mostró cartas, regalos, y fotos que guardó durante todos los años que perdimos.

A medida que pasaron los días, los meses, las semanas; mi ser, mi alma, mi esencia me preguntaba por ti, no lograba desprenderme de tu recuerdo, del olor de tu cuerpo, de la sensación de tener tu piel contra mi piel, estaba perdiendo mi cordura y cada día era como una tortura que no podía, ni sabía cómo manejar.

No sabes cuánto lamento todo lo ocurrido, no consigo palabras para expresar todo el arrepentimiento que siento, porque sé que te ilusionaste cuando anunciaron en mi oficina que había un ascenso disponible y que existía la posibilidad de que fuera mío. Hablamos de mudarnos juntos, hablamos de hacer una vida en otra ciudad, y no fue mi intención herirte, nunca lo fue.

Así que tengo meses pensando en cómo recuperarte, cómo disculparme, como deshacer la idiotez que cometí, no he podido olvidarte, ni siquiera un poco. ¿Cómo podría olvidar tu sonrisa, tus palabras de aliento, tu cuerpo desnudo en mi cama?

Me encuentro negándome a aceptar que no te volveré a besar, que más nunca estaré dentro de ti, que no estarás a mi lado cuando envejezca. Me niego a esa posibilidad a pesar de estar consciente de que es algo real que debería aceptar, porque veo muy remota la posibilidad de que me perdones algún día.

No puedo evitar recordar nuestro pasado y reconocer que nuestro tiempo juntos ha sido el más feliz de mi vida, que no me imagino con nadie más, que solo deseo estar contigo, que no me interesa más nada que tú, estar a tu lado, ganarme de nuevo tu confianza, ser tu apoyo, tu amigo, tu amante.

Sé que parece poco creíble todo esto que he dicho considerando el tiempo que ha pasado, y siento que debo explicarte que lo que ha evitado que te haya buscado antes, fue la certeza de que te había perdido, que nunca me perdonarías, pero ha pasado el tiempo y estoy convencido de que estamos hechos el uno para el otro, que no importa el tiempo que pase, te amo, siempre te he amado y siempre te amaré.

Me tomé unos días en el trabajo para suplicarte una oportunidad, me hubiera gustado decir todo esto con palabras, pero entiendo por completo que no me quieras escuchar, así que aquí va mi propuesta:

Propongo que pienses qué necesitas que haga para ganarme tu perdón, haría lo que me pidieras. Lo que sea.

Quiero hacerte feliz, quiero que estemos, juntos.

Si quieres venir a vivir a conmigo, era bienvenida. Si quieres que renuncie, renunciaré y volveré a ti. Si quieres que recorra mi camino de regreso sobre mis rodillas, lo haría.

Lo que pidas, cuando lo pidas, donde lo pidas, lo haré.

Yo solo sé que deseo ser tu esposo, y si me aceptas, me harás el hombre más feliz del mundo.

En el sobre está el anillo que compré para ti antes de mudarme, porque en el fondo siempre supe lo que realmente quería: Tú.

Te amo,

Dennis.

P.D.: Mi teléfono sigue siendo el mismo.

Tábita lloraba y las lágrimas desdibujaban las palabras escritas por su ex, no sabía qué pensar o qué sentir. No se esperaba aquello, y ni en un millón de años hubiera podido imaginar que Dennis deseaba que volvieran, mucho menos que le propusiera matrimonio.

Ubicó el sobre, y en su fondo se encontraba el aro con una gigantesca roca rodeada de brillantes más pequeños, debía costar una fortuna. ¡Y pensar que pensó botarlo a la basura!

Él debía saber que esa era una posibilidad y no le importó, no le importaba el dinero ni su trabajo, solo la quería a ella.

Tenía mucho que pensar, mucho que procesar.

No sabía que su madre no la quería, no sabía de su aversión y el rol que había jugado en su separación. Ahora entendía por qué la veía tan poco a pesar de que Dennis sí la visitaba bastante, normalmente lo hacía en horario de trabajo, o cuando ella salía con su madre o hermana. A veces lo hacía muy temprano los fines de semana cuando ella dormía, siempre procurando que ellas no coincidieran. Nunca lo había visto como algo malo, él era muy cariñoso con todos y siempre había sido muy abierto con ella por lo que no sospechó que era a propósito.

Supo cómo mantenerlas alejadas y tenía razones para hacerlo, ¿debía agradecerlo?

La cabeza le daba vueltas, ¿qué hacía? ¿Le devolvía el anillo? ¿Le pedía que volviera a la ciudad y lo intentaran? ¿Resentiría perder su trabajo si le pedía que lo abandonara por ella?

Meses atrás durante semanas hablaron sobre que ella se mudaría con él, habían investigado varias clínicas odontológicas en el área donde podía conseguir trabajo sin ningún problema, podía visitar a su mamá y hermana cuando quisiera porque el vuelo tomaba menos de tres horas, podía ir y volver en un día si quería. Todo eso lo habían conversado. ¿Sería mezquino de su parte pedirle que renunciara uno de los mejores cargos del medio cuando a ella no le importaba ir hasta él? Luego pensó que Dennis podía comenzar de nuevo si quería.

¡Dios santo! ¿Qué le ocurría? ¿Realmente estaba considerando decirle que sí?

¡No! ¡Para nada! Solo estaba considerando sus opciones, quizás no era necesario aceptar su propuesta de matrimonio, ni pedirle que renunciara o que ella se mudara a su ciudad, quizás podían intentar una relación a larga distancia para probar si su amor había resistido el tiempo, y si resistiese el espacio.

El estómago le rugió de nuevo, debía comer pero no le provocaba. La cabeza le dolía y necesitaba pensar, por lo que tomó un jugo de naranja, un analgésico e intentó dormir.

No sirvió de nada, dio vueltas y más vueltas pensando en todas sus opciones. Solo una imagen llegaba a su mente como conclusión: ella vestida de novia.

Lo amaba, no lo había dejado de amar; participó en el reality show porque necesitaba olvidarlo, y parecía una señal del destino que Matías la enviara a casa el día que Dennis regresó a la ciudad para buscarla.

Fue feliz con él, y sería feliz siendo su esposa, estaba convencida de eso.

¿Entonces? ¿Cómo manejaba la situación? ¿Le pedía que regresara? Ella sabía cuánto había luchado por su cargo en su oficina, y cuánto le gustaba su trabajo, ¿valía la pena castigarlo? ¿Para qué? ¿Qué ganaría con eso? ¿Vengarse? La venganza está diseñada para causar daño, y ella no deseaba eso. Sí, él le había hecho daño, de una manera cruel y sorpresiva porque lo conocía, y fue muy poco característico de él abandonarla de la manera que lo hizo. Pero se arrepintió, y la buscó, la quería de vuelta para siempre.

Decidió que el orgullo no tenía cabida en una relación, y que si deseaba estar con él, debía poner el ejemplo de lo que esperaba de los dos: comunicación, honestidad y tolerancia.

Estaba amaneciendo cuando se encontró con el anillo en la cadena de su cuello, preparando su equipaje, y llamando a un taxi para ir al aeropuerto. Ese mismo día le daría una respuesta.

***

No sabía dónde vivía Dennis, pero quería sorprenderlo, por lo que al llegar a su ciudad le pidió al taxi que la llevara al Chocafécho más cercano al centro de la urbe para llamarlo desde ahí. Aquella cadena de cafeterías era la favorita de ambos y sería el lugar ideal para encontrarse.

Durante el camino, Tábita llamó a su jefe para relatarle todo lo que estaba pasando y fue apoyada al cien por cierto. Si había alguien que confiara en su criterio, esa era su empleadora.

Cuando la chica se instaló en una de las mesas junto al ventanal que le ofrecía la mejor vista hacia la calle, tomó su celular para llamar a Dennis; el vacío en el estómago era molesto, y su cuerpo no dejaba de temblar, finalmente marcó su número. Se lo sabía de memoria.

—Aló —dijo él intrigado de recibir una llamada un domingo en la mañana.

—Soy yo —dijo la chica.

—¡Tábita! —exclamó Dennis sorprendido.

—¿Sabes dónde queda el Chocafécho de la calle veintitrés con diecisiete? —preguntó ella.

—Sí —replicó él extrañado.

—¿Puedes venir?

¿Venir?, se preguntó él. ¡Estaba cerca de su trabajo!

—¡Por supuesto! Me doy una ducha rápida y salgo para allá —anunció él.

Tábita deseó decirle que no le importaba si salía en pijamas, pero decidió esperar pacientemente. Tomó su dispositivo Kindle del cual escogió un libro al azar para leer, resultó que estaba demasiado nerviosa para leer historias de amor que era el género que más tenía, por lo que saltó de una novela a otra sin percatarse de que había pasado media hora y que Dennis estaba de pie junto a ella.

—Hola —saludó él con cautela, como si ella fuera un delicado pajarito que pudiera salir volando si él hacía el movimiento incorrecto.

Supuso que ella no viajaría miles de kilómetros para rechazarlo, sin embargo, la conocía; Tábita era una de las personas más honestas de su vida, era probable que quisiera devolverle el anillo en persona. Él no lo aceptaría, por supuesto, lo prefería en la basura que tener ese dinero de vuelta.

—¿Te quieres sentar? —preguntó ella sin estar clara sobre cómo romper el hielo. Ahora que lo tenía en frente, había olvidado todo lo que había planificado decirle.

—Leíste mi carta —señaló lo obvio.

Tábita asintió. Ambos se miraron a los ojos, y ella ensanchó su sonrisa.

A Dennis no le importó que estuvieran en un lugar público, se puso de pie, e inclinándose sobre la mesa la haló por la nuca apasionadamente para besarla, no hubo resistencia de parte de ella, todo fluyó mágicamente.

—Debemos hablar —balbuceó ella entre besos.

—Lo que quieras, cómo quieras, dónde quieras —replicó él besando cada poro de su rostro.

—Esto no puede repetirse, debes asegurarme que no permitirás que te manipulen de nuevo —insistió Tábita deteniendo el beso.

—Solo hay dos personas con la capacidad de poner mi mundo de cabeza: mi madre, con la cual limité las interacciones desde hace meses y que ahora no van más allá de conocer su bienestar; y tú. La diferencia está, que voluntariamente deseo que continúes poniendo mi mundo de cabeza —dijo Dennis obedeciendo el gesto de su acompañante al pedirle que se sentara de nuevo.

—Es tu madre, no podrás arrancarla de tu vida así de fácil —sospechó ella.

—No he dicho que fue fácil, pero ya lo hice. No he tenido la oportunidad de decirte en persona el cambio que hubo en mí cuando hablé con mi padre. Conocer que fui engañado y manipulado durante toda mi vida produjo un cambio extraordinario en mí. La confronté, a mi madre, ¿sabes? Y primero intentó mentirme, eso solo afianzó mi convección de alejarla de mi vida.

Ella entendía su punto, pero no podía evitar temer que lo que había pasado podría repetirse, así que él añadió:

—Creo que me conoces, y sabes que yo no miento. ¿Omito ciertas cosas? Sí ¿Puede considerarse como una forma de engaño? Tal vez. Pero si me haces una pregunta de frente siempre diré la verdad. Y lo que quieras saber, cuando lo quieras saber, te lo diré. Te doy mi palabra —prometió Dennis.

—Tengo miedo —admitió ella.

—Lo sé; y quiero hacer todo lo posible para hacerte sentir segura y confiada, ¿qué necesitas? —preguntó él.

—Todavía no lo sé, creo que la única manera de saberlo es probando estar juntos de nuevo, y eso me aterra. Me aterra que me hagas daño otra vez —replicó Tábita.

—Por los momentos solo puedo asegurar esto: los últimos seis meses han sido los más miserables de mi vida, y el tiempo que estuvimos juntos, el más feliz. No hay que ser un genio para estar motivado a procurar que mi vida sea repleta de lo que me hace feliz, no lo que me hace miserable. Estar contigo, es lo que me hace feliz —dijo Dennis.

Ella mantuvo una lucha interna. Sí, él le había hecho mucho daño, pero sabía que era una persona honesta que realmente haría todo lo que estuviera en su poder para enmendar sus acciones, y por su lado, ella quería estar con él. Guardar resentimientos no le haría bien a nadie, el orgullo jamás le haría sentir tan bien como le hacía sentir Dennis.

—Iremos decidiendo sobre la marcha. No quiero que renuncies, sé cuánto te gusta tu trabajo. Había considerado renunciar pero ahora no lo sé, creo que debemos compartir unos días y decidir después…

Dennis no le permitió terminar de hablar, tomándola entre sus brazos la besó y la guio hasta su auto para llevarla a su casa, la que sería el hogar de ambos si la vida le tenía algún tipo de compasión.

Sin soltar la mano de Tábita manejó hacia el oeste bordeando la costa. Su casa, una belleza construida con madera, vidrio y piedras, se alzaba en una ligera colina que lindaba con el mar. Tiempo atrás y durante meses hablaron sobre el hecho de que soñaban con vivir en la playa, y que él hubiera cumplido lo que imaginó tenía sentido.

Al entrar, Dennis intentó ser paciente, por más que deseaba arrancarle la ropa y adorarla hasta el cansancio, debía controlarse porque también quería ver las expresiones en su rostro cuando conociera la residencia. De manera subconsciente la había decorado como lo habían conversado, todas las acotaciones que ella había hecho habían sido llevadas a cabo.

Tábita estaba maravillada, la cocina tenía la distribución que ella había soñado, la terraza externa, los muebles que ella había escogido de una revista, había una esquina con un jardín zen, y el comedor era exactamente como lo había imaginado. Aquel lugar era como si alguien hubiera hurgado en su cabeza y transferido sus ideas a la vida real.

Dennis la guio escaleras arriba, donde había una pequeña sala de estar con un televisor gigante, y cuatro habitaciones, una era un estudio modernamente decorado; el blanco, negro y tonalidades marrones claras y oscuras era lo que predominaba, otras dos dormitorios estaban amoblados pero se notaba que nadie los usaba, y por último la inmensa habitación principal con la cama más grande que hubiera visto en su vida, el vestidor era prácticamente del mismo tamaño que la recámara, y el baño, lleno de lujos, poseía dos lavamanos, tina y ducha rodeaba de porcelana blanca sobre mármol negro.

Lo mejor de todo era el balcón, la vista hacia el inmenso océano era espectacular, ahí se ubicaba un jacuzzi, unas poltronas y una pequeña mesa con dos sillas y sombrilla. Lo que ella siempre quiso, un espacio para pasar los domingos sin salir de la casa.

Él no aguantó más, su expresión lo decía todo, Tábita sabía que había moldeado el hogar que ambos deseaban, tal y como lo habían planeado, eso no pudo haber ocurrido de la noche a la mañana, Dennis siempre la tuvo a ella en su mente y eso la encendió de pies a cabeza.

Sus besos comenzaron con intensa pasión y desespero, se halaron la ropa, los cabellos, la piel, se mordisquearon, lamieron y chuparon. Entrelazaron sus cuerpos desnudos sobre la cama donde sus manos y bocas se mantuvieron ocupadas todo el tiempo. Mientras él succionaba las puntas de sus pechos, ella acariciaba su endurecido miembro, luego giraron sus cuerpos para que sus labios estuvieran a la altura de sus entrepiernas, con el firme propósito de enloquecer de goce al otro.

Los gemidos y gritos invadieron el ambiente, sus lenguas como brasas cumplían la función de maestras del placer enseñando a sentir las más grandes delicias jamás sentidas, con ágiles movimientos se movieron para besarse de nuevo en la boca saboreando los jugos de cada uno, sus dedos continuaron recorriendo sus pieles con premura, hasta que Dennis se enterró en ella, y Tábita ahogó un grito de alivio, lo necesitaba en su interior, y no sabía cuánto hasta que la llenó por completo.

Con violentas embestidas Dennis provocó olas de electricidad dentro de ella, cuya intensidad aumentó por su mirada; sus ojos, fijos en los del ella mientras alcanzaban juntos el orgasmo, manifestaron la devoción que sentía, demostraron que todavía la amaba y que su destino siempre fue estar juntos.

Repitieron la sesión varias veces durante el día, expusieron su adoración mutua de todas las maneras posibles, y al final de la tarde, mientras caminaban sobre la arena a la orilla del mar tomados de la mano, planearon su futuro, ella se mudaría con él, se casarían ese diciembre, y dedicarían su vida a ser dichosos hasta el fin de sus días.

FIN

18 апреля 2021 г. 17:22 0 Отчет Добавить Подписаться
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Об авторе

Ondrea Lion "Las palabras viajan de mi imaginación a mis dedos..." 𝘈𝘭𝘵𝘦𝘳 𝘦𝘨𝘰. Escritora de Romance. Me encanta la lluvia y el café junto a un buen libro, y la música es mi mejor compañía cuando escribo, puedo, literalmente, imaginarme historias detrás de una canción. Me gusta mucho leer los comentarios de los lectores en mis obras, es como si tuvieramos una complicidad junto con la historia. Muchas, muchas, muchas gracias por leerme, siempre alegran mi día :D Instagram: @ondrealion

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