I Kissed A Boy Подписаться

La fuerte música retumbaba en mis oídos, los reflectores de distintos colores alumbraban el oscuro gran salón, y las personas que no me tomaba tiempo de ni siquiera hablarles o averiguar sus nombres, bailaban alocadamente al ritmo de la melodía y letra juntas.

Tenía una botella de vodka abierta pero sin ser bebido aún en mis manos, mis ojos estaban observando el lugar atentamente, y, no veía a mi novia por ningún lado, demonios.

Siempre pasaba aquello cada vez que aceptaba acompañar a Sue a las fiestas que le invitaban a ella.

¿Y yo? bueno, yo posiblemente aceptaba, ya que sabía que Sue no aguantaba más de 4 botellas de licor y, cómo novio responsable, me encargaba de llevarla a su casa sana y salva.

Oh, también limpiar sus vomitados en mi auto.

En aquel sillón rojo dónde me encontraba sentado, había dos chicos a mi lado izquierdo comiéndose la boca, molestandome un poco.

No es que sea homofóbico, claro que no. Fui adoptado por una pareja gay, así que, me acostumbré al verlo completamente normal el amor entre dos hombres.

El problema no era eso, sino que, a duras penas pongo un ojo encima de su acción, mi cuerpo se tensa y, parece que me hace sentir algo más...

Ah, sí, excitación.

Bueno, probablemente, al no haber tenido tiempo de sentir el cuerpo de Sue uniéndose con el mío placenteramente, y escuchar el chasquidos de sus lenguas en un salvaje beso proporcionado por ellos, supongo que era normal excitarme, ¿No?

No di más vueltas al asunto y bebí un gran sorbo de la botella, sintiendo el alcohol bajar por mi garganta, cerré mis ojos con fuerza y abrí mi boca para dar una gran exhalación.

El vodka era la mejor bebida al mi parecer.

Nuevamente abrí mis ojos, conectándolos con otros de color verde esmeraldo. Inconscientemente suspiré, sus pestañas largas se movían lento y sensualmente a mi dirección.

Lamí mis labios.

Su rostro, sus facciones, sus gestos un poco provocativos hacia mi persona, hizo que mi mirada bajara a sus labios.

A esos carnosos labios.

Bebí otro gran sorbo de boca con mis iris cerrados nuevamente.

Los abrí en la misma dirección.

Aquel ser encantador ya no estaba.

Digo encantador, porque era un hombre.

¿Cómo un hombre puede tener tal belleza etérea?

No tengo la menor idea, pero, siento la extraña sensación de querer verlo otra vez.

Y perfecto sería si fuera de cerca.

¿Me está afectando el alcohol?

Observé la botella, apenas iba por la mitad.

Sería una larga noche.

***

Eran pasada de las dos de la madrugada, sentía mi cabeza dando vueltas y un revoltijo en mi estómago.

Quería vomitar.

¿En serio? ¿Mason Evans vomitaría?

Sí, es lo que voy a hacer ahora.

Cómo pude, me dirigí al baño cercano, no me importaba en lo absoluto si era de mujeres.

A quién le importa si es un baño cualquiera cuándo estás a punto de vomitar.

Abrí la primera puerta de los cubículos, con suerte no había nadie y el momento más esperado de todos llegó.

Sep, Mason Evans, de veintidós años, acaba de vomitar el vodka por primera vez en su vida.

Cállate escritora con bloqueos, seguiré con la historia.

Pero, tu vómito es parte de la historia.

Que asco.

Sí, continúa.

Limpié mi boca algo sucia con el agua del lavabo.

Espero y nadie haya visto este escenario.

—Que gran vómito.

Por la mierda.

Alcé mi vista por encima de mi hombro sintiéndome algo intimidado por la áspera y grave voz.

Observé su vestimenta, traía pantalones de cuero ajustado, lo que provocaba ver sus tonificadas piernas.

Jesús Santo.

Llevé mis ojos más arriba, viendo una remera pegada y en el centro decía "GUCCI".

Sí, con letra mayúscula y todo, un millonario.

Ya no quería ver el rostro, seguramente era de un chico que no pasaba mi edad con alta clase económica.

—¿No quieres ver quién soy?—habló con voz grave, haciéndome estremecer.

Creo que necesito follar a Sue.

—¿Te estremezco, Mason?

¿Qué mierda?

Sentí unos dedos largos en mi barbilla, movió mi rostro a la dirección del suyo, cruzándome con aquellos luceros verdes de hace rato.

¿Cómo un ser tan encantador, podría tener una excitante voz?

Mason, estás sacando tu lado gay al público.

Déjame continuar.

Vale, vale.

Mirando nuevamente cada facción de su rostro, lamí mis labios al sentir cerca su respiración mezclándose con la mía.

—¿Quieres probar algo nuevo, Mason?—movió ligeramente sus dedos, colocándolos en otra parte de mi cara.

Mi mejilla izquierda.

Al parecer, estaba perdiendo mi capa de un chico heterosexual frente a él.

Asentí.

—No es que, esté acostumbrado—hablé y fijé mis ojos en sus labios—solo quiero probarte—me atreví a llevar una mano a su pecho, sintiendo lo duro que está.

—Y yo, tengo curiosidad por ti—habló cerca de mis labios, jadeé—llamaste mi atención, Mason.—musitó.

Sin esperar nada a cambió, me lancé hacia él, estampando mis labios con los de él en un fogoso beso.

Casi igual a los del principio.

La diferencia es que yo lo sentía.

Pensé que el sabor de nuestros labios sería puro licor, pero era erróneo. El sabor era de Chapstick de cereza por parte de él, y por parte mía, una pizca de vodka.

Nuestras lenguas danzaron al ritmo de los besos.

Nuestras manos jugueteaban encima de la ropa del contrario, queriendo algo más.

Por desgracia, tocaron la puerta, separándonos de golpe.

Tanto mis labios cómo los de él estaban un poco hinchados y rojizos.

Eso nos delataría al intruso que nos interrumpió.

Tocan la puerta, escuchando una voz femenina detrás.

—¿Mason, cariño? ¿estás ahí?

El muchacho, con el que, probablemente, me hubiera follado, me miró con el ceño fruncido.

—¿Es tu novia?—musitó. Asentí y esbozó una sonrisa burlona mientras lamía sus labios.

Por dios, que deje de hacer eso.

—Sí, aquí está—habló mientras abría la puerta, mostrando el cuerpo de mi novia preocupada.

Ahora si se da cuenta que me dejó solo, ¿no?

Aunque, por una parte, lo agradezco.

—Mason, bebé—me abrazó y le correspondí segundos después, pero mi vista estaba en el tipo, que, en silencio y ante a mis ojos, se fue.

—¿Lo conoces?

Mi cuerpo se paralizó.

—No.

Suspiró.

—¿Vomitaste?

Inhalé.

—Sí.—musité.

—De seguro te vio tan mal que decidió ayudarte.

O, que casi decidía follarme.

—Claro.

—Vamos a casa—afirmé y caminé con ella a la salida, con la intriga del misterioso.

Mi sobriedad se apoderó de mi cuerpo, así que era capaz de manejar hasta la casa de Sue, quién yacía dormida en el asiento del copiloto abrochada del cinturón.

Mientras manejaba, los recuerdos del salvaje beso llegaron a mi mente de golpe.

Estaba desesperado.

Besé a un chico, me gustó.

Ni siquiera sé su nombre.

Y, espero, que a mi novia no le importe.