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Capítulo único.

—¿A dónde vas? ¿Con Jungkook?


Revolviendo por completo su cabello, uno que otro mechón disparatado, Taehyung, con un poco de pereza, se sentó en el filo de la cama. Todavía tenía la sábana roja enrollada en la cintura y gran parte de su cárdigan estaba levantado; los pies los sentía pesados, y si fuera por él, no se movería de allí hasta el día siguiente.


—Sí. —Seguido de un bostezo, respondió despacio—. Hemos quedado en su habitación para jugar algunas partidas. Pasado mañana estaremos cansados por los ensayos, así que mejor jugamos ahora.


—Bien, lo entiendo. De todas formas, ya estoy acostumbrado a que me abandones por él.


Sólo pudo reír ante las palabras acusadoras de Jimin quien, más perezoso a comparación, le miraba de reojo con la cabeza tendida en la almohada, sus rubios cabellos disparados de lado a lado y un celular en la mano. Apenas llegaron al hotel luego de un largo concierto, sin importar que tuvieran la disponibilidad de tener habitación separada en el mismo piso, decidieron que pasar tiempo juntos era una buena opción. Por ello, con el reloj marcando las diez de la noche, veían videos y reían sin parar, o eso hasta que Taehyung dijo que debía irse.


—No seas amargado.


—¿Ahora no tengo derecho a reclamar a mi mejor amigo? —Jimin, cauteloso de no destaparse, apoyó su antebrazo contra el colchón—. Ese niño te está robando de mí.


—Si se enterara que lo llamaste niño, no te dejaría en paz hasta que te retractes.


—Ajá, como si me importara mucho lo que musculitos haga conmigo.


Taehyung negó con la cabeza mientras se le escapaba una carcajada. Retiró la sábana y bajó el cárdigan a su posición para, tras quedarse unos segundos en su sitio, ponerse de pie y soltar otro gran bostezo en medio de la habitación. Estiró su cuerpo, parándose de puntitas y levantando los brazos hacia el techo, gruñendo de paso.


Sintiéndose relajado ya y con el cansancio disperso, fue hacia la mesita al costado de la cama y tomó su móvil. Dando una ojeada a su alrededor, encontró su tarjeta de habitación junto a la de Jungkook, guardándola en el bolsillo de su pantalón de chándal. Tenía planeado lavarse la cara y los dientes, ya que había devorado un plato de fideos junto a Jimin; sin embargo, podría hacerlo una vez que llegara.


—Me voy. —Giró sobre sus pies para encontrar aún a Jimin ojeándolo desde su posición—. ¿Quieres que te traiga algún aperitivo cuando vuelva?


—¿Eh? ¿Volver? ¿Planeas pasar la noche aquí?


—... ¿Por qué no lo haría?


Jimin se removió de la cama y pataleó para acercarse a Taehyung, a pesar que fuera acción complicada. Cogió una almohada y la dejó sobre su barbilla, encarando a su mejor amigo y dándole una mirada inquisidora, entrecerrando los ojos y permitiendo que una diminuta sonrisa se dibujara en su boca.


—No es que quiera ser indiscreto ni tocar temas muy personales, pero es algo que me ha estado taladrando la cabeza últimamente. —En son de nerviosismo, los pequeños dedos de Jimin empezaron a hacer círculos sobre la almohada.


—Suéltalo de una vez.


—Es que yo me preguntaba si. —Se relamió los labios y lanzó una mirada de perrito, entre emocionado y curioso—. Tú sabes, ¿tuvieron relaciones? ¿Jungkook y tú?


—¿Qué dices? No.


Notando la sorpresa y la ligera coloración de las mejillas de Taehyung —aparte que sus dientes no se detenían de amordazar a su labio inferior, aunque estuviera rojo y a punto de explotar—, Jimin se destapó por completo, pateando la sábana y se sentó enfrente, abrazando la almohada de antes y dejando su celular en la mesita.


—¿Todavía no? —cuestionó inquieto—. Han estado juntos por cuatro años y no ha sucedido nada… Eso es raro. Más si hago recuento de la forma en la que algunas veces te mira, como si fuera a devorarte de un bocado.


—¡Eso es imaginación tuya! —Taehyung negó con un ademán que le quitaba importancia, deteniendo a su amigo de decir cosas sin sentido—. Además, no todo es sobre sexo, Jimin. Hay muchas parejas que han durado años sin tener relaciones sexuales y son estables.


—¿En serio vas a negar que tú sí quieres hacerlo? ¿Que no esperas que, algún día, suceda?


Con cada pregunta que le era dada en ese tono tan letalmente suave y comprensivo, Taehyung hundía la cabeza más y más, apretando con firmeza su pantalón, clavando las uñas en la palma y estrujando los dedos de los pies dentro de sus pantuflas. Estaba avergonzado. Y esa vergüenza era por enterarse que otra persona, aparte de sí mismo, era consciente de su deseo obsceno.


Que Taehyung quería probar carne, pero la carne huía de él igual que una plaga. ¡Quería dejar de lado la vida vegetariana!


—No voy a mentir. Cierto, muero porque ocurra. —Levantó la cabeza y dejó que una expresión en blanco apareciera en su rostro—. Pero no es recíproco, y no puedo hacer nada para cambiar eso.


—¿En qué sentido?


Se quedó callado. Sería incluso más vergonzoso relatarlo en voz alta, mencionar que lo había intentado todo, probado todo y el resultado había sido el fracaso absoluto. No iba a contar las miles de veces en las subió la intensidad de sus besos compartidos con la intención de acabar acostándose, pero que una mano jalándole el cabello lo detenía, deseándole las buenas noches. No iba a decir que los roces sin malicia que causaba cuando estaba sentado en los muslos de Jungkook, sintiendo débilmente el bulto bajo suyo, jamás llegaron lejos porque la misma persona que le jalaba el cabello, le pedía que se parara porque le daba calambre. Tampoco conversaría que, cuando caminaba con únicamente bóxer por la habitación, esperando alguna reacción, tan brusco como la fuerza que sus brazos dejaban ver, Jungkook le lanzaba una de sus camisetas grandes porque podía resfriarse.


Sería tan triste admitir los incontables momentos en los que hubo intentado seducirle, llamarle a que lo tocara, ya sea mediante suéteres flojos que dejaran libres sus clavículas, pantalones apretados que expusieran sin decencia su trasero, bailes con movimientos provocativos disfrazados con bromas y, por supuesto, los juegos que hacía enfrente de él que incluían su lengua y meterse parte de la botella en la boca. O decir las veces que dejó la puerta del baño abierta mientras se duchaba y Jungkook, al percatarse, la cerraba y le gritaba que tuviera cuidado. O quizás cuando dormía sin ropa interior y únicamente llevaba pijama a la vez que compartían cama. O mejor, cuando, a propósito, guardó mal una cajita de condones de sabores junto a los lubricantes y Jungkook fingió no verlos.


Así fue durante cuatro años consecutivos. Todo acabó en nada más que la propia pena y una necesidad que fue en crecimiento con cada intento fallido. Ahora ya se había resignado al hecho que no sucedería, que esa fantasía de por fin ser tocado y tocar, arder en el calor de un momento ahogado de lujuria, iba a quedarse como lo que siempre fue: un sueño húmedo constante.


—¿Taehyungie?


—Debo irme. —Parpadeó para aclarar su mente—. Te traeré comida si encuentro, ¿sí? Nos vemos.


Sin una palabra más y no queriendo que Jimin pensase que estaba enojado, se despidió con la mano y una mueca graciosa que, apenas cerró la puerta y se apoyó en ella, desapareció.


A la derecha, a dos puertas de su habitación, estaba la de Hoseok seguida por la de Namjoon. En la izquierda, la habitación de Yoongi y la de Seokjin. Y mucho más alejado, tal vez a siete puertas que las del resto, estaba la habitación de Jungkook.


Luego que un suspiro cargado de fatiga se le escapara, arrancó a paso lento hacia la última habitación del pasillo, no sin antes darle una mirada débil a la puerta donde detrás Jimin estaba, probablemente acurrucado en la cama y pensando que había preguntado de más. Bien, aclaraba que el problema no era su mejor amigo, a pesar que le hubiera inquietado de sobremanera que una pregunta de esa magnitud se la lanzara sin precaución. Entendía que estaba preocupado, tal como sus demás hyungs lo estaban también, pero esa esquiva actitud solía tomarla cuando estaba a la defensiva. Taehyung no se comportaba así y no quería tampoco; no obstante, cuando aquel tema entraba en discusión, evadía responsabilidades y se iba.


No quería responder a preguntas cuales respuestas desconocía. Es más, era confuso el por qué le llovían las cuestiones cuando él no era el del problema.


Habiendo llegado, sacó la tarjeta de su bolsillo y abrió la puerta. El olor a ramen invadió sus fosas nasales y al ver tres potes vacíos en la mesa de noche, supuso que Jungkook ya había cenado. Fue avanzando, observando una inmensa mochila militar encima de uno de los sillones cerca al ventanal, la bolsa de su cámara al lado, una chompa deportiva en el espaldar de la silla del escritorio, cremas, perfumes y objetos de uso personal en la cómoda, y su portátil junto a una tableta gráfica posicionados en el filo de la cama. Todo olía a él, pero no había rastro de la persona ocupando la habitación.


—¿Jungkook-ah?


—¡Aquí estoy!


Se giró para mirar el baño y se dio un golpe mental por no captar la luz encendida. Mientras cerraba ligeramente parte de su cárdigan y sobaba sus manos, se acercó hacia la puerta y dio dos toques.


—¿Te estás bañando o cepillando los dientes?


—Lo primero. —El aliento lo tenía entrecortado. Por el movimiento de la luz debajo de la puerta, podía decir que Jungkook se estaba desvistiendo—. Cuando comía, me cayó un poco de ramen en la ropa. De paso me doy la ducha nocturna.


—¿Demorarás? —Por algún motivo, el espacio era gélido a comparación de su habitación junto a Jimin.


—Saldré en quince minutos y empezamos a jugar, ¿bien?


Asintió con la cabeza en modo de afirmación. No pensándolo o deteniéndose siquiera a encender la televisión, con el frío subiéndole lentamente por las piernas, Taehyung se lanzó boca arriba sobre la cama, sus pies balanceándose en el aire. La única luz predominante en el cuarto era la de la lámpara de la mesita, por lo que la habitación se encontraba sombría, casi tropezando con el portátil por no prestar atención.


Similar al suspiro que salió cuando estuvo apoyado en la puerta de su propia habitación, otro mucho más profundo escapó de sus labios, dejándolos abiertos a la vez que avizoraba el techo.


¿Su cuerpo, acaso, era desproporcionado? ¿No era suficientemente bueno o agradable a la vista? ¿Qué hay de su rostro? ¿Su olor? ¿Su piel? ¿Su voz? ¿Qué era lo incorrecto, exactamente?


Con lentitud y finura, su mano se elevó y sus uñas rozaron su estómago descubierto. No tenía abdominales, tampoco sobrantes de grasa, pero tener nada y sentir esa planicie, de algún modo, era desmotivador. Era muy flojo para ejercitarse y sus hábitos alimenticios no eran los mejores, ya que la dieta le duraba máximo dos días antes de probar bocado no saludable otra vez; con ese comportamiento no podía exigir un vientre de maravilla. La otra mano desocupada hizo el mismo recorrido pausado hacia su muslo derecho, pinchándolo y sacándole un quejido violento. Los muslos no los tenía tonificados y, claramente, estaban rechonchos. Con las personas que confianza les tenía, le repetían constantemente que estaban bien, que eran perfectos, y él lo sabía. Lo supo siempre.


Sentado en esa cama solo, empezaba a dudar de esa seguridad.


Por último, ambas manos fueron a parar a su rostro, las yemas de sus dedos acariciando sus mejillas y sus uñas chocando con su nariz. Nunca dudó del encanto de su cara. Se trataba de su mayor atractivo y jamás se le cruzó la idea que ella, por algún lado, no exclamara belleza. Hey, no estaba siendo engreído, poco menos alabándose, sino diciendo la verdad que todos se encargaban de recalcarle.


Entonces, ¿por qué Jungkook, aquel que siempre le decía lo bonito que era cada mañana al despertar, no quería tocarlo? ¿Cuál era el problema? Quién jodidos sabía y estaba cansado de tratar.


—No importa.


Con los labios fruncidos y un sentimiento de enojo pequeñito, se acomodó de costado para disipar sus pensamientos y no permanecer molesto por motivos que ya eran agua pasada. Su mirada encontró la laptop y la tableta. Estaban encendidas, podía verlo por las luces minúsculas que desprendían al estar conectadas.


Echando un ojo a toda la habitación y conociendo que Jungkook no se molestaría con él por estar tocando sus cosas —mentira—, se posicionó sobre sus codos y prendió el portátil. Lo primero que encontró fue una ventana de música abierta en una playlist y otra ventana con las carpetas de su ordenador. Esperando distraerse y no aburrirse indagando, dejó que la música sonara y empezó a curiosear.


A diferencia de lo que pensó, la computadora estaba repleta de fotografías, proyectos musicales y muchos videos tomados por Jungkook. Lo último era lo que más sobraba, teniendo carpetas exclusivas para algunas especificaciones como video diarios, fragmentos cortos del resto de integrantes y cosas así.


Cuando llegó a la carpeta de sus dibujos, encontró infinidad de sub-carpetas nombradas tiernamente. Había dibujos de su perro, bocetos feos hechos a propósito de ellos, caricaturas precisas y unos cuantos paisajes que poco color preservaban en un intento de coloreado. Taehyung conocía el gusto de Jungkook por dibujar. Solía hacerlo en las servilletas cuando no tenía su tableta a la mano o, a veces, pintaba en algunos juegos de internet para niños porque decía que era divertido.


—¿Hm?


Dejando pasar el que, hasta el momento, sólo canciones de The Weeknd y otros artistas con sonido parecido se reproducían sin parar, una carpeta renombrada con un punto le llamó la atención. Todas las anteriores decían con claridad lo que contenían pero esta sólo era un punto. Un punto aislado y ya. Se acomodó mejor sobre la cama, aún con los codos soportando su peso e hizo click. Para su sorpresa, encontró otra carpeta, esta vez renombrada con una coma, la cual volvió a abrir y, oh, otra carpeta más con el nombre de un punto y coma. Apretó nuevamente y una carpeta más llamada asterisco rebotó.


Taehyung se rio incrédulo. Claro, todo el mundo tenía secretos, él los tenía; sin embargo, nunca hubiera esperado que aquella persona que parecía destellar con su sonrisa de conejo y sus ojos de diamantes, tuviera algo probablemente oscuro que debía ocultar detrás de varias carpetas. Era personal, y no iba a fisgonear.


Acercó su mano con la idea de cerrar el portátil y volver a hacer nada, mas un calambre por la terrible posición en la que se había mantenido, atacó su brazo izquierdo y, para evitar que doliera más, se apoyó en el otro brazo con el que planeaba cerrar el ordenador. Soltó un grito silencioso al sentir que su codo golpeó contra el mouse y empezó a sobarse con fuerza.


Pasaron segundos hasta que ambos codos estuvieron sin dolor y sin quejas. Taehyung se acomodó mejor, sentándose en el centro de la cama en posición india y llevó la mano hacia la tapa para cerrar de una vez el ordenador. Iba a hacerlo. No quería que Jungkook pensara que había entrado en lugares que no debía, sino que simplemente había encendido su aparato para poner música. No quería crear desconfianza. Pero fue imposible.


Porque lo único que mostraba la pantalla en ese instante, con canciones R&B de fondo, eran dibujos pintados de él siendo follado.


Existía una cantidad insuperable. Veía y diferenciaba los colores de cabello que había usado con anterioridad, los lunares singulares de su rostro, y llevaba muecas que sólo había apreciado en algunos mangas para adultos que solía leer. En un dibujo, podía distinguir sus mechones rojos pegados al sudor de su frente, la lengua afuera, saliva escurriendo de su barbilla y gotas blanquecinas en la punta de la nariz; en otro, llevando el cabello azul, tenía la mejilla contra el suelo y la parte inferior del cuerpo levantado, sin pantalones, vistiendo la camisa de un hanbok moderno, con el dedo del medio en su trasero. Un Taehyung de cabello gris, posicionado sobre sus rodillas, vistiendo medias negras altas y una clase de arnés de cuero adornando su pecho, se metía dos dedos a la boca mientras se mecía encima de un pene de goma pegado al suelo. Oh, tentáculos escabulléndose dentro de un Taehyung rubio.


Desesperado, en un movimiento poco sutil, cerró la laptop con la respiración alocada. ¿Qué había sido eso? ¿Había visto mal?


Taehyung sabía, estaba enterado de la locura que era el mundo de las redes. Jodidamente todo se permitía, desde historias explícitas que los involucraran sentimentalmente hasta dibujos como los que acababa de ver; su principal sospechoso de la creación de todo ello siempre fue Army. No podía culparlas o culparlos, ya que se protegían detrás de la regla 34 y su famosa frase que podía existir porno de cualquier cosa. Pero, por dios, nunca esperó que Jungkook abusara de tal manera de su imagen.


La idea de saber que esos dibujos pudieran ser compartidos con el mundo a través de una cuenta anónima, gente emocionándose al verlo así, el ser deseado así por más de una persona…


Agua. Beber un vaso de agua podría calmarlo y, cuando estuviera acompañado, fingiría que nada había ocurrido, que no se vio en posiciones comprometedoras ni con un tentáculo manoseándole el ombligo. Sí, podría reír y jugar con normalidad al lado de quien dibujó todo aquello en secreto.


… No.


Mejor se iba. Ya podría darle alguna excusa tonta a Jungkook después.


Con la intención de colocarse las pantuflas, se arrastró hacia el borde de la cama y detuvo cualquier intento suyo de largarse de esas cuatro paredes cuando un par de ojos negros, resplandeciendo en medio de la oscuridad, lo atraparon: Jungkook le estaba observando fijamente apoyado desde el umbral de la salida del baño. Su cabello azabache, largo y ondulado, todavía mojado, le caía por las mejillas y la frente, gotas fluyendo con suavidad por la curva del cuello y metiéndose en el hueco de su sudadera. La toalla la llevaba colgada en el hombro. Sus brazos estaban entrecruzados, la posición de sus pies descalzos era relejada, muy diferente a las facciones de su cara.


Su mirada era dura y al mismo tiempo divertida, un fulgor cegador en el centro de ese iris tan oscuro como un pozo de aguas tenebrosas. Los labios los tenía apretados, encorvados a las justas en una sonrisa poco confiable que dejaba a la vista una pizca de sus dientes delanteros. Un conejito aterrador. Las cejas, ah, esas cejas estaban levantadas, molestándolo, tentándolo a confesar que había visto lo que había visto. Jungkook estaba allí, retándole, cerrándole camino, preguntando qué acción mala cometió el niño bueno.


Taehyung estaba perdido.


—¿A dónde vas, hyung?


No sabía si el cerebro le estaba empezando a fallar, o es que el alma se le escapó de repente. Era una duda gigante que no pudo responder cuando esa voz de miel que pensaba conocer, se tornó en una poción de amor pegajosa. Jungkook tenía esa manía especial de hablarle diferente de los demás, un tono más bajo con cada sílaba; no obstante, en esa habitación, cargando ojos de serpiente, su tono de voz fue a otro nivel más profundo, una ronquera excepcional.


—Olvidé que Jimin me pidió que le llevara algunas golosinas pronto. —Esforzándose para no titubear, sacó su celular y se fijó en la hora—. No quiero soportar sus quejas, así que mejor se las llevo ahora.


—No creo que se moleste si se los das más tarde.


Taehyung intentó pararse aunque los brazos le temblaran, pero, a pasos lentos, balanceando la toalla cual juguete, Jungkook comenzó a acercársele, tomando más de medio segundo con cada avance.


—Deberías quedarte aquí, hyung. Conmigo —agregó.


El olor a perfume y jabón se hizo potente, asfixiante hasta ahorcar su cuello, quitándole la libertad de respirar con armonía. Se volvió incapaz de pasar la saliva correctamente, desencadenando un traqueteo sonoro.


Taehyung era excelente actuando. Era poseedor implacable de aquel arte de saber cómo controlar las emociones, esconderlas y usarlas a beneficio. Por favor, casi nadie sabía qué le rondaba la cabeza o qué pensaba siquiera. Independiente de la situación en la que se encontrase, no permitía que su cuerpo actuara por él.


Aunque existían excepciones, siendo una de ellas, esta.


—T-tengo que salir.


—¿Tan pronto? —aún en ese tono grave, preguntó Jungkook—. Acabas de llegar. No hemos jugado tampoco.


—Mañana.


—Qué aguafiestas.


Inesperadamente, el calor de una palma se expandió por la frente de Taehyung. Jungkook, tan poco cuidadoso y manteniendo esa ligera sonrisita, frotó sus dedos tatuados contra la raíz del cabello castaño, jalándolo hacia atrás y destrozando la línea de su peinado; era tan gentil con su toque, pasando las uñas de vez en cuando. Si Taehyung entró en un éxtasis involuntario al momento en que el azabache le arregló parte del cabello detrás de la oreja, esas uñas cortas trazando su piel, se encontró aguantando un gemido desvergonzado.


—Y, dime, ¿qué es lo que viste? ¿Te agradó?


—¿Ver qué?


—Hyung, no te engañes, ¿sí? —Bajó los dedos hacia sus labios, abriéndole la boca. Jungkook sonrió de lado al encontrarlo sumiso— Observándome así,… Ugh, haces que enloquezca.


Sin darle la oportunidad de refutar y preguntar por el cambio drástico de actitud, la espalda de Taehyung golpeó el colchón. Escuchó el celular caer contra el suelo. Sus muñecas fueron apresadas arriba de su cabeza y resultaba imposible moverlas; sus piernas estaban extendidas y abiertas, las de Jungkook entre ellas, obligándolo a quedarse inmóvil.


Taehyung se atrevió a abrir los ojos y encontró la mirada del otro fulminándolo desde arriba con la respiración agitada.


—Lo descubriste.


—No quise hacerlo. Perdón.


Quería aclarar las cosas, mencionar que no había sido su intención encontrarse con aquellas imágenes y causar que todo, desde ahora en adelante, se volviera incómodo; sin embargo, lo que le impedía hablar era, obviamente, los ojos de Jungkook sobre él. No le estaba recriminando ni le gritaba en silencio del por qué había sido tan chismoso, sino residía una especie de agradecimiento tortuoso.


¿Por qué le agradecía siquiera?


—¡Mmh!


Si no hubiera sido porque alcanzó a morderse el labio inferior, otro gemido hubiera escapado de su boca sin pudor, de esos que soltaba en su habitación sin que nadie se enterara. Jungkook había presionado una de sus rodillas contra su miembro, masajeándolo sobre el pantalón, dibujando círculos con lentitud. Taehyung, por su lado, sólo pudo arañar las manos que apresaban sus muñecas; no podía gemir como quería, así que la única manera de liberar esas cosquillas que aparecieron en su parte baja, era canalizando el dolor de la abstinencia.


Jungkook apretó más contra su pantalón y mordió con mayor fiereza el labio. Respiraba entrecortado, apenas suspiros débiles.


—Ya no aguanto más, hyung. —Le soltó las muñecas e irguió su espalda sin quitarle la mirada—. Siento que voy a explotar si no te tengo. No hay secreto, después de todo.


—¿Q-qué?


—Siempre creí tener el suficiente autocontrol, saber cuáles eran mis límites pero. —Llevó una de sus manos al estómago ajeno, sobando con el pulgar la polera blanca—. Contigo así de cerca, no puedo.


Taehyung estaba absorto, no comprendía qué estaba sucediendo más allá de las palabras de Jungkook. Durante años, él fue el rechazado, el que intentaba y nunca conseguía. Estaba tan acostumbrado a que fuera de esa manera que, a pesar que lo estuviera viviendo en carne propia, encontraba confuso aquel cambio de roles. ¿Desde cuándo Jungkook, que daba la impresión innata de la palabra frigidez en cuanto a la idea de las relaciones sexuales, deseaba, anhelaba, suplicaba con los ojos tenerlo entre los brazos? Claro, no lo había dicho así de explícito, pero no dejaba de ser contradictorio.


Jungkook hizo camino con sus dedos desde su estómago hasta tomarle una de las manos y llevársela a la boca. Empezó repartiendo besos en la palma, chocando la suave piel de sus belfos con las falanges temblorosas y frías. Y, ya habiendo cubierto toda la extensión con caricias sutiles, tan indecoroso como sonaba, metió la lengua entre los dedos, lamiendo y degustando el sabor casi invisible de la crema de avena que Taehyung solía usar.


Inevitablemente, Taehyung botó un suspiro ronco a la vez que observaba el modo por el que el hombre encima de él, rodeado de un aura tenebrosa, le complacía. Con un poco de vergüenza, con su brazo disponible, cubrió parte de su rostro. Sentía con claridad la humedad manchándolo, esa lengua rasposa delineando sus uñas y, de vez en cuando, sus dientes mordiendo las yemas de sus dedos.


Demonios, podría correrse con esa vista.


—… Por favor —habló el azabache, parando de lamer.


—No t-te comprendo. —Fue un logro poder contestarle, el cosquilleo de antes volviéndose más fuerte.


—Oye, ¿no te has preguntado por qué jamás me he acostado contigo? ¿Por qué, sin importar lo duro que lo intentaras, jamás me permití meterte mano?


Apenas escuchó la pregunta, Taehyung quitó el antebrazo de sus ojos y contempló a Jungkook aún encima de él, pero estaba recto como una flecha. Continuaba sosteniéndole la mano y la otra apresaba una de sus caderas que el cárdigan no cubría, pasando ese calor por todo su cuerpo.


—No me he atrevido a tocarte porque no estoy seguro si podrás tolerar el tamaño de mi amor. —Su rodilla empezó nuevamente a masajear el miembro de Taehyung y los besos en las manos volvieron—. No tienes idea lo que pasa por mi cabeza, lo que ideo, lo que mi mente pervertida piensa de ti cada vez que te ve; hyung, esto va más allá de sexo normal. No sólo quiero estar dentro tuyo, sentir tu calor llamándome, no. Quiero devorarte, quiero comerte. Quiero hacerte llorar muy mal. Quiero que me arañes la espalda, que me muerdas el cuello y grites mi nombre mientras te follo.


—Jungkook.


—He soñado tantas veces contigo todo sonrojado, desnudo, pidiéndome que te masacrara. Mientras te veía bailar en la sala de ensayos, no sabes las ganas que tenía de follarte contra el espejo y obligarte a mirar. Cuando te veo andar así de ligero con tu bóxer, el deseo de hacerte enrollar las piernas en mí y morderte los pezones, quizá pincharlos hasta hacerlos sangrar, no puedo tolerarlo.


—Jungkook.


—O tú llevando tacones y mallas, bailando sobre mi regazo para luego destrozarte encima de una silla… Mierda, se me paró más.


—¡Jungkook!


Taehyung lo obligó a parar de hablar, tomando sus mejillas y acercándolo con fuerza a su rostro. Quedaron a pocos centímetros de distancia, sus respiraciones combinándose, Jungkook rozándose y Taehyung separando más las piernas.


¿Cómo es que ese bonito rostro, acompañado de mejillas infladas y ojos tiernos, decía tantas barbaridades sin algún tipo de censura? Los labios los tenía rojos de tanto morderlos, la punta de su nariz destellaba por el sudor y de sus mechones oscuros brotaban gotas de agua fría: era tan atractivo que podría devorárselo también.


Y eso era bueno porque lo volvía, al fin, algo que deseaban los dos.


—¿Quieres tenerme? —susurró, disfrutando cada sílaba y chocando con orgullo sus labios con los del azabache.


—Sí.


—¿Cada parte de mí?


—Sí.


—¿Te gustaría averiguar cómo quema mi interior, Jungkookie? ¿Quieres que imite tus dibujos?


—No me hagas esto.


Taehyung formó una sonrisa simpática y dejó un beso flojo en la comisura de los labios de Jungkook quien, aturdiéndose ligeramente, volvió a rozar su parte baja.


—Entonces. —Endureció más el agarre de sus dedos. Se hizo camino hacia la oreja de Jungkook y jaló los piercings con los dientes—. Destrúyeme.


—No habrá vuelta atrás, amor —respondió lento, desencadenando que una corriente picosa le recorriera la espalda a Taehyung—. Si empiezo, si aceptas sin condiciones el amor que quiero darte, no podrás retractarte.


—Lo tomaré por completo. Sin restricciones.


De inmediato, Jungkook abandonó su posición actual y se irguió nuevamente, tirando, apresurado, para atrás los cabellos que cubrían su visión. Taehyung pensó que, definitivamente, aquel hombre era sensual y sudaba esa aura de depredador.


—Recuerda tus palabras, hyung. Porque te romperé sin piedad.


Tan habilidoso como siempre, demostrando esa rapidez que lo caracterizaba, Jungkook se acercó a besarlo, golpeando sus labios contra los suyos, succionando de inmediato y metiendo la lengua en menos de un segundo. Era feroz y dominante, guiando implacable el movimiento del beso, la dureza con la que sus dientes se golpeaban y la lujuria con la que sus lenguas se entrelazaban en su boca.


Las sábanas parecían arder. Taehyung ya estaba goteando por sólo ser besado, besado por una bestia desesperada que tenía hambre de él. Podía sentir la humedad en el glande que se pegaba a su ropa interior, sus pantalones apretándose con crueldad latente; la notable erección que había adquirido desde que Jungkook se le había lanzado, dolía, palpitaba de las incontables corrientes eléctricas que atacaban su cuerpo.


No sabiendo qué hacer con sus manos y sintiendo un incontrolable sentido de poder al confirmar que era deseado, Taehyung amarró sus brazos en el cuello de Jungkook, empapando las mangas de su cárdigan con el cabello mojado ajeno. Lo atrajo más aunque ya no existiera espacio que llenar, sus narices golpeándose y causando fuertes chasquidos; y, en medio del duro beso, Taehyung silenció sus gemidos dentro de la boca de Jungkook al sentir cómo embestidas falsas daban contra su trasero, golpeando con brusquedad sus nalgas y creando una fricción intolerable.


—¡Mhm!


Rompió la unión de sus labios sin querer y tiró la cabeza hacia atrás al recibir otra embestida falsa. No podía respirar, el pecho le apretaba y su corazón no parecía ayudar con la rapidez que latía sin parar.


—¿Ya te cansaste?


—N-no, sólo me falta un poco de aire.


Jungkook se arrulló contra su mejilla derecha, pasando lentamente su nariz sobre ella y oliendo cada parte de él, aspirando cada milímetro hasta dejarlo seco, sin una pizca de área inexplorada. Luego, tras quitar los mechones de cabello que cubrían la frente de Taehyung, dejó un beso sobre la otra mejilla.


—Recién voy a empezar, amor. Y verás que será peor. No habrá aire que respirar ni latido que escuchar… Lo único que se te pasará por la cabeza seré yo.


Sin más dilación, Taehyung fue testigo de cómo su cárdigan y polera, juntos, fueron ultrajados por los dedos de Jungkook y lanzados en alguna parte de la habitación. La frialdad que había sentido con anterioridad de cuando entró, parecía ya no existir, calentándose y derritiéndose con exquisitez por manos que ardían igual que una fogata y respiraciones que golpeaban su cuello alimentando su excitación interior.


Fue obligado a levantar la parte inferior de su cuerpo para que, con la sutileza de un tigre, Jungkook le quitara los pantalones y los zapatos; ahora sólo estaba en ropa interior y no se sentía cohibido ante el resplandor de esos ojos contemplándolo desde arriba. Dos grandes manos cogieron su trasero, amasándolo y jugando con él, pinchando de vez en cuando. Taehyung sólo pudo sonreír de lado y pasar las manos por debajo de la sudadera de Jungkook.


No era dato desconocido, ni por el resto del grupo ni por los admiradores, que tenía una especie de fetiche por los músculos, uno muy grande. Taehyung encontraba provocador el sencillamente verlos y observarlos flexionarse. Nunca perdía la chance de andar merodeando cuando Jimin ejercitaba, Namjoon corría y Seokjin levantaba pesas, siempre espiando con detención esos músculos duros. Pero, si existía algo por lo que se moría por tocar con descaro, lamer si fuera posible, era el cuerpo de Jungkook que cumplía, sin lugar a dudas, el tipo de hombre por el cual aquel fetiche enfermo que se mantenía controlado, se volviera demente de repente.


En ese momento, Taehyung estaba en la gloria. Muy aparte que Jungkook continuara con las embestidas falsas y le arrancara gemidos sonoros, llevando su lívido a un horizonte inexplicable, el hecho que bajo sus dedos, intoxicando la palma de sus manos, estuviera ese cuerpo que tanto había aspirado tocar, le hacía querer correrse. Era increíble la solidez de esos abdominales bien marcados, endureciéndose todavía más con cada embestida que daba. Los músculos de sus brazos podían ahorcarlo sin querer y Taehyung, desvergonzado o no, no se negaría ni por asomo.


Envuelto en sus pensamientos, empujó con su pie a Jungkook para que se sentara en el colchón y él, no alejando sus manos, se sentó de inmediato sobre su regazo. A Jungkook pareció encantarle el tenerlo así, puesto que, apenas estuvieron ya acomodados, volvió a juntarlos en un beso, ignorando que una considerable cantidad de saliva se escurriera por la boca de ambos.


Taehyung, jadeando similar a un loco, jaló con las uñas el dobladillo de la sudadera negra de Jungkook y se la quitó. Con la vista con la que fue recibido, fue inevitable gruñir y abrazarse a ese cuello marcado que no dejaba de ser terso bajo el tacto. Mientras su labio inferior era succionado y un par de manos sobaba sus muslos desnudos, Taehyung aprovechó en arañar esa espalda ancha, marcando y dejando un rastro de que era suyo, que él había logrado manosear esa piel de leche.


Como respuesta, Jungkook se apartó del beso y llevó sus labios hacia su cuello, lamiendo bajo la mandíbula y chupando por largo rato en distintas partes, de seguro dejando chupetones desordenados repartidos. Taehyung, ahogado en el éxtasis y con la mente nublada, guiándose cien por ciento por sus necesidades carnales, comenzó a refregarse contra la obvia erección de Jungkook. A la vez que iniciaba el vaivén, el pre semen de su propia polla mojaba más su ropa interior y las corrientes eléctricas no lo dejaban en paz, forzándolo a moverse con mayor fuerza sobre el miembro de Jungkook.


—¿Desesperado, bebé? —Lo escuchó murmurar cerca de su oído, gruñendo ronco—, ¿Qué tanto anhelas tenerme, eh? ¿Qué hay de montarme?


—J-jungkook, por favor.


Intentando demostrar que en serio lo necesitaba, Taehyung bajó las manos hacia el pantalón contrario y con movimientos torpes, sacó el pene de Jungkook y, silbido, era inesperadamente como pensó que sería. Era grande. La punta estaba roja y empapada de líquido pre seminal, dando la ilusión que latía por la abstinencia a la que había sido sometida. El largo estaba cubierto de venas rígidas a punto de reventar y existía una ligera mata de vello púbico.


Taehyung aulló. Quería meterse eso hasta el fondo y quebrarse.


—Mío.


—Sí, es todo tuyo, Taetae. Sólo tuyo —Y le entregó otro beso en la mejilla.


Ese choque fortuito de ternura con el que Jungkook le había besado, con un cuidado muy diferente a su tono de voz grave, fue suficiente motivo para encontrar un placer distinto y querer, de una vez, soltar lo que tenía contenido.


Igualmente torpe que antes a causa de la debilidad de sus extremidades que eran consumidas en lujuria, Taehyung sacó su propio pene y lo juntó con el de Jungkook, rodeando ambos con sus dos manos.


—Mm, ten paciencia, mi amor. —Con una sonrisa macabra y una mirada seductora, Jungkook volvió a tirarle del cabello, dejando expuesto su cuello. Bajó con la lengua hacia sus clavículas, dejando una mordida seria en el hueso—. Los niños buenos deben esperar por su premio.


—No puedo esperar. —Se quejó. Ya no importaba—. J-jungkook, quiero liberarme.


—¿Tanto lo quieres, hyung?


—Sí.


—Buen chico.


Tomando aquel sobrenombre como un permiso concedido, Taehyung no perdió el tiempo y empezó a agitar sus manos de arriba hacia abajo, demorando más en los testículos. Notó a Jungkook removerse y tirar su propio cabello hacia atrás, soltando un suspiro entrecortado largo hacia el techo. Eso, de algún modo, lo motivó a hacer un esfuerzo mayor en complacerlo.


Incrementó la fuerza de sus movimientos, sobando con vigor las longitudes y metiendo sus uñas, cuando era posible, sobre la punta del glande y sobando insolentemente por el borde de la cabeza. Él se sentía desfallecer; hace tiempo que no se había tocado en esa zona, ya que, con algo de vergüenza, después de tanto deseo, había logrado ser capaz de venirse con los dedos sin alguna necesidad de estimulación delantera. Taehyung ya no precisaba jugar con su pene primero para excitarse, podía hacerlo con sus dedos, pero, el tener el de Jungkook ahí entre sus palmas, chocando sin decoro con el suyo, era, igual que con el beso en el cachete, otro de tipo de placer.


—Tsk. —El cabello largo de Jungkook golpeó sus hombros cuando este se acercó a morderlo—. Y-ya me f-falta poco.


—Yo t-también.


—¡Oh, dios! —gritó aún con los dientes en Taehyung—. No puedo creer que t-tus manos sean tan buenas, no he durado ni dos minutos. Maldita sea, hyung.


Súbitamente, el brazo derecho de Jungkook rodeó su cintura por completo, atrayéndolo hacia su cuerpo, pegando así sus pechos en el proceso. Taehyung sabía que Jungkook podía llegar a ser bastante posesivo, tanto que era capaz de celar a quién no debía; por más que lo discutieran, ese aspecto no podía ser corregido. Tampoco es que le disgustase, es más, le agradaba tener esa correa invisible sobre su cuello, ese sentido palpable de que le pertenecía a alguien. Por ello, aquel brazo fuerte sobre su cintura, en ese instante, lo estaba enloqueciendo.


Jungkook cumplía cada deseo suyo sin que lo dijera en voz alta. Era una telepatía sin nombre, y quería hacer lo mismo por él.


¿Qué mejor que imitar su fantasía más deseada?


—¡Ah!


Luego de un cosquilleo irracional, ambos se corrieron sobre sus abdómenes, largas gotas blancas escurriéndose sobre la piel caliente. Taehyung aprovechó que Jungkook se había alejado de su hombro para mirarlo directamente y, sintiendo todavía el cuerpo sensible por venirse, abrió la boca y sacó la lengua, ligera medida de saliva escapando. El iris de sus ojos fue hacia arriba, casi saliendo de sus cuencas.


Ahegao.


Si Taehyung amaba los músculos y le encantaría ser ahorcado por un brazo, su novio tenía como placer culposo las muecas eróticas. A pesar que ellos, antes de ese encuentro, nunca hubieran intimado, era algo normal leer juntos mangas que, en algún punto de la historia, contuvieran ciertas escenas a las que estaban acostumbrados a encontrarse. Por su lado, no sentía alguna clase de deslumbramiento, pero Jungkook era otra historia, casi desarmándose sobre el escritorio y dando la excusa de querer ir al baño.


Fue fácil descubrirlo. El ahegao era la alternativa más confiable para atraer la atención del maknae de BTS.


Pero, en esta situación, fue un error, y pudo advertirlo al sentir el otro cuerpo temblar y escuchar un jadeo enclenque por parte de Jungkook.


—Ja. Muy bien, si así lo quieres.


De la nada, su cuerpo fue lanzado boca abajo con rudeza. Sus brazos estaban tan débiles que no pudo sostener su peso, dándose de cara contra el colchón y sus rodillas deslizándose como gelatina por los lados. Esa sensibilidad post orgasmo recorría aún sus extremidades, haciendo que ese golpe, se sintiera como una caricia.


—¿Q-qué?


Taehyung trató de girar la cabeza para cuestionar qué había ocurrido o cuál error había cometido; no obstante, tan pronto chocó miradas con Jungkook que estaba erguido sobre sus rodillas, una mano estampó su rostro contra el colchón de nuevo. Su mejilla izquierda estaba presionada contra la sábana y sus propias manos a los costados no podían hacer nada.


Otra mano atroz tomó a la fuerza sus caderas y lo obligó a levantar la parte trasera de su cuerpo, dejando el trasero al aire con la poca resistencia que le quedaba.


—Mira lo que has hecho, hyung.


—¿Ah? N-no te entiendo.


Y, más pronto que lejano, lo comprendió. Jungkook no tardó en acercarse a paso lento hacia su cuerpo y dar una embestida falsa por sobre su ropa interior: tenía otra erección.


—Te lo has ganado, bebé. El amor que siempre quise darte.


Antes que pudiera preguntar a lo que se refería, un sonido ensordecedor resonó por toda la habitación, originando un eco que perturbó a Taehyung en demasía, su cuerpo casi cediendo en un respingo. No estaba totalmente seguro de si se trataba de lo que su escasa mente consciente estaba pensando, pero un ardor que apareció al paso de los segundos, le confirmó lo que pasó.


Había recibido una nalgada.


En su vida, ni su madre se había atrevido a darle un golpe como castigo, mucho menos su abuela. Había sido regañado por hacer jugarretas de mal gusto con limpiar su habitación o lavar los platos; sin embargo, nunca, nunca, nunca esa zona había sido tocada con un mal propósito. Permanecía virgen de manos diabólicas, sólo avergonzándose cuando otros miembros del grupo le pellizcaban o, bien, le daban una nalgada suave como modo de juego. Hoy Jungkook, en medio de esa cama, exponiendo a flor de piel ese lado dominante que adquiría en ocasiones, le había dado una nalgada de verdad, con sonido incluido y una marca roja de su palma en una de las mejillas de su trasero como prueba.


Y no fue sólo una.


Prontamente, la otra mejilla que no había recibido el golpe, fue masacrada por Jungkook igual que un pedazo de carne que está duro.


—¡Ouch! —Toda aquella energía que parecía haber desaparecido, se resumió en sus piernas que intentaron alejarse—. ¡Jungkook, detente! ¡Duele!


—¿Estás seguro? No lo parece —Otra nalgada más bizarra.


—¡Ah! ¡Estoy hablando en serio!


—Mm, si dices estar hablando con la verdad, ¿por qué esto me indica lo contrario? —Su pecho dio a parar contra la espalda de Taehyung, pegándose lentamente y tomando entre su mano libre su polla—. Aquí abajo está húmedo. Me has mentido. —En vez de otra nalgada vigorosa, apretó su erección contra el desnudo trasero de Taehyung que ardió en rojo vivo—. Los niños buenos no mienten, sucia perra.


«¿Qué?», pensó.


Se quedó inmóvil, sus piernas doliendo por la posición en la estaba y su espalda soportando tenuemente el peso de Jungkook. Alarmarse en silencio fue la primera reacción que Taehyung pudo tener y lo único que pudo atreverse a hacer, ya que el tono usado para insultarlo, no había sido nada derivado a la amabilidad, tornándose demandante, raspando lo macabro.


Acababan de llamarlo perra y no lo había negado. ¿Dónde había huido su sentido común?

Sin un aviso previo, las manos de Jungkook lo tomaron por la cintura y le motivaron a avanzar en la cama hasta acabar de rodillas encima de una almohada y sus pobres brazos sosteniéndose de la pared del cuarto de hotel, temblando; su mejilla izquierda pegada a la frialdad del cemento también.


—Levanta ese trasero.


Taehyung no era sumiso. Prefería, ciertamente, llevar el control de la situación en su mayoría, disfrutando de esa sensación de tener el control. Pero Jungkook estaba allí con un rostro poco amistoso, sus dedos tatuados tomando a la fuerza sus caderas y levantando sin consentimiento el área de piel ardiente a causa de los golpes… y se estaba derritiendo al ser manejado así. Estaba disfrutando, sin pudor alguno, el ser tratado como un juguete.


—Abre la boca, hyung.


Omitiendo con voluntad un chirrido, como un muerto de hambre, abrió toda la longitud de su boca, sediento y faltoso de aire. A los pocos segundos, su cara fue volteada hacia el otro lado y ese par de dedos delgados pintados con tinta negra, se hicieron camino dentro de su cavidad bucal. No eran cuidadosos, mucho menos pacientes; las ganas de vomitar naciendo con cada estocada que las yemas de los dedos, curiosamente agridulces, se hundían en el centro de su lengua y jugaban con el borde de sus dientes.


Para aumentar la tortura, Taehyung recibió otro golpe potente en la zona interior de sus muslos. Jungkook le estaba pidiendo que abriera más las piernas, y lo hizo, descubriéndose y levantando el trasero de paso.


—¿Te gusta cómo sabe?


—¿Hm? —No podía responder, los invasores atacando con mayor fuerza su boca.


—Lo que estás probando, hyung, es tu esencia. Espero que te guste.


Oh, vaya. Por eso sabía diferente, una combinación extraña de sabores: Jungkook le estaba dando bocado de su propio semen, compartiendo el banquete, la muestra irrebatible que declaraba lo pervertido que era, lo excitado que estaba al ser maniobrado así, tratado así. ¿Cuántas veces se había corrido ya? No había contado.


Y pareció que iba a hacerlo una vez más cuando, concentrado en la violación de su boca, Taehyung se percató tarde de un intruso hurgando duro dentro de su agujero, saliendo con la misma energía con el que entró. No dolió, puesto que su cuerpo se hubo acostumbrado a tener dedos dentro como si fueran parte de él. Lo que si encontró inesperado, fue que el pene de Jungkook, bien erguido y caliente, palpitante, estuviera follando sus muslos, rozando en algunas ocasiones sus testículos.


Doble matanza.


—¡Mierda! ¡N-no puedo! —Por el placer ascendente de ser atacado por tres zonas distintas, Taehyung empezó a llorar. Sus manos apoyadas en la pared comenzaron a arañar—. ¡D-duele!


—Sí puedes, y no duele. —Su voz era completamente ronca. La respiración la tenía entrecortada, ocupando su atención en el movimiento de sus dedos dentro del ano de Taehyung y atendiéndose a sí mismo con los muslos contrarios.


—J-jungkook, ugh...


—Qué bullicioso.


No debería sentirse tan bien, tan placentero al punto de querer desmayarse y despertar al día siguiente. Ya antes lo había hecho, no era nada nuevo el masturbarse o meterse objetos grandes por atrás. La sensación de estar lleno ya debería ser una costumbre; mas, los dedos de Jungkook lo sofocaban al nivel de desear, codiciar, ser engullido con mayor ímpetu.


Las bestias nunca tenían suficiente. Jungkook lo era. ¿Eso lo convertía en una también?


—¡Argh!


Lo único que pudo ver, estrepitosamente, fue un punto muerto, sus extremidades fallando y cayendo en la cama igual que un trapo.


—Lo encontré. —Con una sonrisa de autosuficiencia en el rostro, Jungkook le cuchicheó en el oído, asegurándose de soplar su aliento hirviendo—. Tu punto P. Suerte que no demoré mucho.


Esos dedos mágicos, con la misericordia de un asesino serial, dieron inicio a estocadas impetuosas, casi dolorosas contra su agujero que empezaba a humedecerse por la excesiva cantidad de semen que Jungkook untó antes de meterlos dentro. Sin parar, Taehyung fue atacado continuas veces en la próstata, gimiendo alto como consecuencia y apretando las sábanas hasta doler.


—¡Joder!


—¿Hm? Hyung, este lugar no parece el de un virgen —dijo Jungkook con diversión, soltando un bufido sarcástico—. Dime, ¿cuántas veces te has divertido en nuestra habitación? ¿Cuándo lo hacías? ¿Aprovechabas las oportunidades que estaba en el gimnasio para masturbarte?


—¡No voy a decirlo! —Intentó resguardar la última gota de orgullo que pensaba que le quedaba—. ¡Ahh! ¡Jungkook, deja de tocar ahí con tus dedos!


—Pedido concedido.


Tal y como le habían demandado, Jungkook, con un gesto desinteresado y parando el movimiento de su pelvis, sacó sus dedos de un tirón, ganándose una queja.


—Dios, ¿podrías tener compasión, por favor? —Fue un milagro para Taehyung, y requirió un esfuerzo sobrenatural para poder formar una oración sin que un suspiro o un lloro lo interrumpiera. El cuerpo lo tenía extremadamente fatigado, adolorido, maltratado por manos ajenas que le instaban a recurrir a una fuerza que ya no tenía.


¿Dónde rayos había quedado el niño de graciosos dientes y sonrisa inocente? ¿A qué lugar tan oscuro fue arrojado Jungkook, el adorable, con sus ojitos grandes y que aplaudía cuando se emocionaba? Porque no existía mundo paralelo donde esa persona que le acababa de meter los dedos sin anticipación, fuera el mismo ser que hacía pucheros cuando no recibía atención. Era un contraste tan exagerado que todavía no le llegaba a la cabeza.


En parte era su culpa, creyó. Jungkook le había dado advertencias, reiterado hasta el cansancio que una vez que le cediera el camino libre, no habría marcha atrás para lo que se vendría; Taehyung había exigido, motivado por la curiosidad, soltar a la bestia sin tomar en cuenta los efectos. Pero, es que, tampoco es como si hubiera esperado que Jungkook hubiera retenido tanto y fuera un diablo vestido de ángel, siempre con su rostro encantador y con pensamientos macabros internos.


—Aquí vamos, cariño.


—¡Mmh! ¡¿Qué haces—ugh?!


Las corrientes eléctricas que antes sintió recorrerle por toda su fisionomía no se podían comparar con el gran respingo que su espalda desató al momento en que Jungkook, pasándose la lengua por los labios y reservando una sonrisita engañosa, metió su falo por completo; no había dudado en clavarse en él. Sus manos, desesperadas y temblando, agarraron la almohada más cercana y, aparte de hundir las uñas en ella, la mordió.


Descartando el hecho que había dolido un poco al tratarse de una penetración semi-seca y que no llevaba algún tipo de condón que lo hubiera ayudado a deslizarse, Taehyung se consideraría mentiroso si declaraba que no había gritado por el electrizante placer que esa penetración inesperada se encargó de darle. Las lágrimas que empezó a soltar eran por el bochorno de saber que todas y cada una de esas acciones que no habían sido consultadas, no le habían molestado en absoluto.


Estaba caliente, tanto que ese pedazo de carne erecta le quemaba las paredes. Un vibrador jamás podría acercársele ni de lejos a esa sensación de tener lo que había ansiado sentir desde que entendió que, número uno, le gustaba su compañero de banda y, número dos, que el ano servía para más cosas de las que uno conocía.


Estaba disfrutándolo.


—¡Ah! ¡Jungkook!


—Mis dedos no están tocando ese lugar, justo como pediste.


Con la última sílaba soltada con dulzura y otra mueca satisfecha, alegre y malvada, Jungkook sacó su pene hasta dejar únicamente la punta para volver a meterlo de otra embestida rápida.


Sus caderas no tenían control, moviéndose por cuenta propia y con más ánimo del que era necesario cuando ya fue fácil deslizarse. Desde su posición, podía ver sin filtro la forma en cómo su polla entraba y salía de Taehyung, podía contemplarlo jadear contra la almohada y la manera en que sus manos lanzaban puños contra la cama; sin embargo, lo que encendía esa lucecita de desesperación de apetecer destruirlo peor, era su jodido rostro.


Jungkook estaba acostumbrado a verlo acalorado y con los cachetes rojos, cada semana practicando juntos en la sala de ensayos, pero esa vista golpeaba diferente. Esta vez, Taehyung no ronroneaba porque estuviera cansado de bailar o ejercitarse, no, esta vez lloraba por la lascivia que su cuerpo consumía como la heroína. Taehyung daba la impresión de estar drogado, con los ojos rojos y los párpados caídos, su boca murmurando palabras sin sentido.


Y eso lo excitaba.


No saliendo de él, Jungkook lo tomó por las costillas y giró su cuerpo para que le diera la cara, siguiendo con las penetraciones cuando se miraron por una milésima de segundo.


—¡Guh! ¡Basta, está demasiado profundo! —Taehyung intentó alejarse y separar la conexión de sus cuerpos al patalear, pero Jungkook no se lo permitió, cogiéndolo de la parte de atrás de la rodilla y apretando.


—Wow, eres tan erótico, hyung. Mírate arqueando la espalda y empapando las sábanas con saliva que no puedes tragar.


—Urgh…


Así como Taehyung creía que Jungkook era una persona peligrosa, él también pensaba lo mismo, quizá con expectativas más altas. Consideraba que Taehyung era, de casualidad, el ser más sensual que podía pisar ese mundo porque, lo mejor de ello, es que no buscaba serlo, era provocativo sin intención. La mayoría de las veces actuaba tierno, mostrando sus mejillas de pan o hablando con voz dulce en un aegyo extraño; no obstante, existían ocasiones en las que Taehyung podía simplemente terminar un paso de baile y mirar directo hacia un punto y, oh-oh, allí empezaba el problema para controlarse.


Con las extremidades meciéndose por las embestidas de Jungkook, Taehyung se removió en su sitio y una de sus manos fue directamente a su boca que, cubierta de baba y lágrimas, mordió tres de sus dedos. La otra, en una danza pulcra, se hizo camino desde su pecho hacia su ombligo, sobando con delicadeza.


—Jungkookie, i-impresionante. —Todavía con la boca ocupada, vio a Taehyung sonreír con debilidad y acechar con cariño hacia su barriga—. Puedo sentir tu polla por aquí. Golpeando mi palma aún con mi estómago de por medio.


—Jodidos santos.


Como mencionó antes y volvía a repetir: Taehyung podía ser la persona más sensual del mundo sin querer.


Jungkook levantó hacia su hombro la pierna de Taehyung hasta dejarla allí y dejar un beso corto en el hueso para obtener mayor profundidad al follarlo.


—¡Ah! ¡Jungkook, mi estómago duele! ¡Muy fuerte!


—A-aguanta, amor —Agitado, respondió sin poder detenerse—, ya f-falta poco.


—¡Jung—¡ ¡Voy a correrme!


Fueron suficientes dos estocadas duras para que, con el nudo en su zona baja, se corriera por segunda vez dentro del castaño. La respiración que soltó después de ello fue enloquecedora, atrapante.


Las noches más salvajes, esas en las que se atrevió a soñar despierto con Taehyung a un costado, suspirando dormido, no podían hacerle pelea a lo que acababa de ocurrir. En sueños, visualizó cómo se vería el cuerpo ajeno siendo tomado, cómo se escucharían sus gritos o cuál sería el sentimiento en medio y sí, todas sus fantasías superficiales quedaban en ridículo con lo que, en ese preciso momento, tenía enfrente.


Taehyung, tendido en esa cama, deshecho, era una obra de arte, la envidia de muchos pintores y fotógrafos en la búsqueda de retratar lo que verdaderamente se consideraba belleza. Las curvas de sus muslos con marcas de manos encima estaban a la vista, descansando con placidez sobre el par de sábanas que se envolvían y suplicaban pegarse en ellas. Sus brazos nunca parecieron tan delgados como lo eran ahora, tiritando y buscando el calor de un abrazo; su pecho subía y bajaba, sus pezones erectos crispándose por el gélido ambiente.


Y ese rostro, oh, Jungkook podría tener otra erección con verlo. Su cabello castaño estaba enmarañado, mechones estampados contra el colchón por todas partes. El sudor se repartía en triviales gotas por la frente y el puente de su nariz, resbalándose como mantequilla y cayendo, finalmente, por la comisura de la boca. Esas lágrimas que había derramado por delirio, tan inmorales como su origen, humedecían sus cachetes en modo de consuelo.


Taehyung era la imagen ideal para representar el pecado, la manzana que alguna vez Adán probó, pero en su lugar, Jungkook la había mordido, devorado hasta la semilla y se iba del paraíso con gusto sabiendo que, detrás de esa puerta, más allá que llamas abrasadoras, existiría un Taehyung para recibirlo, pidiendo ser masticado otra vez.


No había algo mejor que eso.


—Jungkook.


Ahí estaba él, llamándolo, extendiéndole los brazos para tocarle las mejillas y acariciar sus labios. No pudo negarse y se dejó caer encima del cuerpo de Taehyung, sin pensar que podría quitarle el aire.


—Mi amor.


—Eres cruel —Le susurró Taehyung, ignorando el llamado gentil de Jungkook.


—Claro, como si no hubieras gemido con mis actos de crueldad, hyung.


—Es sólo que… no esperé que acabaría así.


—Oh, créeme, hyung. Esto no puede compararse con lo que tengo planeado para ti. —Ese tono grave había vuelto, arrancando de raíz la poca gentileza que apareció hace un rato—. V-hyung, ¿qué piensas de un dildo y mi polla juntos al mismo tiempo? Tal vez, ¿vendarte los ojos, amarrarte las muñecas y ponerte contra un espejo?


Taehyung abrió los ojos pasmado y giró la cabeza hasta encontrar a Jungkook justo a centímetros de él, sus belfos rozándose y sus dedos empujando su largo cabello detrás de la oreja. Llevaba una sonrisa sin igual, dientes brillantes mostrándose en todo su resplandor. El ligero sonrojo en sus mejillas, en vez de hacerlo parecer lindo, le daba ese toque intimidante que había aprendido a usar.


Jungkook lucía peligroso.


—Entonces, hyung. —Sin terminar la oración, se acercó con suavidad y le dio un beso en la mejilla—. ¿Listo para la segunda ronda?


—¿Ah?


¿Qué clase de bestia con gran apetito acababa de despertar?


8 октября 2022 г. 16:36 4 Отчет Добавить Подписаться
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gogo . (\ (\ ORE WA GOGO THUMPER DESU. よろしくお願いします !

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AP Aristia Pionner
Necesito más un extra con mas plis
Kim Jungkook Kim Jungkook
Es lo mejor que pude haber leído hasta el momento, lit me encanto😻😻 100000000/10
Tiger k Tiger k
A esta historia le doy un infinito/10, me fascino
kate kate
Esta historia la he leído un montón de veces y no me aburre, escribes arte ❤️
~

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