El Dorado y El Guerrero de Sangre | KookTae Подписаться

El hombre a cargo del cementerio observaba como las ultimas personas cruzaban la salida antes de cerrar. Estas vestían de negro y llevaban paraguas, protegidos ante la leve garua que comenzaba a perlar los caminos y tumbas.

Las fuertes lluvias estaban pronosticadas para el fin de semana, sin embargo, era jueves, por lo que al parecer el mal tiempo se había adelantado.

Pues daba igual, el día de trabajo debía seguir con o sin lluvia.

Cerró el portón que correspondía a la salida de su garita y sacó la linterna de su cinturón, comenzando su caminata diaria en busca de gente que haya quedado dentro aún. Eso solía pasar con los distraídos o los que pretendían robar huesos para las artes oscuras, lo cual obviamente estaba mal.

En cuanto terminó de recorrer el lugar, volvió a su puesto, caminando a paso rápido al sentir que las gotas de lluvia eran cada vez más grandes y frías. Se encerró allí y prendió el pequeño televisor que tenía para entretenerse un rato. Sabía bien que debía prestar atención a lo que sea que pudiera pasar afuera, pero era un día lluvioso, y nunca pasaba gran cosa.

Al cabo de una hora, la lluvia era fuerte e intensa, tanto, que casi no escuchaba lo que intentaba ver. Chascó molesto con su lengua, asomándose a ver el cielo oscuro. No le gustaba para nada, el pronostico nunca había dicho que el mal tiempo seria así.

Entonces, unos rayos iluminaron el cielo y el estruendo violento de un rayo cayendo a unos pocos metros hizo temblar su corazón. En seguida, las luces se apagaron, quedando un tanto a oscuras, pues llegaba a ver un poco a causa del cielo gris.

Se quejó sacando su linterna para ir a checar la electricidad. Seguro aquel rayo la había jodido.

Salió de la garita, poco más corriendo hasta los paneles de la entrada en un intento de no empaparse por completo, en vano, y alumbró.

Intentaba concentrarse en lo que veía, mas no lo lograba ante la horrible sensación de sentir que algo lo observaba desde la oscuridad. Volteo iluminando con su linterna, algo paranoico. Para colmo, eso de trabajar en un cementerio no le ayudaba.

Tomó aire y se mentalizó que nada pasaba, pero cuando estaba por concentrarse el tablero, escuchó unos pasos detrás de él. Pasó saliva y giró la vista lentamente, volviendo a alumbrar. Ahí fue cuando su corazón se detuvo.

Un cadáver en descomposición se encontraba allí parado. Llevaba ropa antigua de mujer, sucia y desgarrada, comida con los años. No tenia ojos y aun quedaban pedazos podridos de carne adheridos a sus huesos.

Estaba tan asustado que no había notado el collar de resurrección de un solo uso en su cuello.

Gritó despavorido e intentó huir, pero aquella cosa logró cazarlo de la ropa y pegarlo contra la pared. Sus huesos sonaban en cada movimiento, haciendo crujidos que le dieron un escalofrío horrendo por la espalda.

La boca de aquel ser espectral se abrió tan grande, que por un momento creyó que se lo comería, aunque para ser exactos, no estaba muy lejos de la realidad.

El cadáver comenzó a chupar su energía, robando parte de su vida y juventud. A medida que hacía esto, el hombre podía sentir como se volvía cada vez más débil, mientras que la mujer moribunda parecía regenerarse lo suficiente como para parecer una anciana muy demacrada.

El collar se rompió y la mujer dejó caer al hombre al suelo. Este con suerte respiraba y quizás estaba al borde de la muerte. Como sea, no le importaba tampoco.

—¿Qué año será este? —se preguntó la mujer, como si estuviera pensando en voz alta. Se movió lentamente hasta una de las tumbas más recientes, viendo que el infeliz que posaba allí se había muerto hacía unos días. Aun con cierta dificultad, lograba ver los números grabados en la lápida.— Lo hizo...

Comenzó a reír como loca al darse cuenta de que al fin estaba de nuevo y que podría llevar a cabo su tan preciada venganza. Sus carcajadas llenaron el vacío que solo la lluvia ocupaba, ansiosa por ver caer a los desgraciados que la habían dejado como estaba.