susy-buisson1603067048 Susana Buisson

Las cenas de navidad en los castillos principescos son heladas como la nieve que cae por las ventanas sin prisa y sin pausa. mi milagro de navidad blanca, mi razón, mi sentido en el mundo... Sus ojos soñadores llenos de esperanza me empujan cada día a buscarte Evan Clark, porque sé que ella es la única que puede salvarte, hacerte entender que el amor se merece, más allá de todo... que aún un príncipe que solo conoce castillos de hielo e indiferencia merece ser amado.


Романтика Молодой взрослый романс Всех возростов.

#aventura #romance #esperanza #encuentro #amor #navidad #drama
Короткий рассказ
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Un Milagro para Navidad

Irse es difícil, aún cuando uno es consciente de haber nacido con pies inquietos y esa sensación de ahogo que se siente cuando el alma no cabe en ningún lugar.
Mi retina aún conserva perfecta la fotografía de la ciudad en otoño del día en que partí dejando atrás mi infancia y las callecitas del barrio con sus veredas de pasto; las plantas en el interminable jardín de mi madre, y la enorme casa blanca de la esquina —hace tiempo vacía—de la abuela Rosa. Con mis dieciocho años increíblemente gastados, solo me llevaba una mochila azul y una valija demasiado pequeña al momento en que mis pies treparon los escalones del colectivo que me llevaría hacia la Terminal esa tarde de fines de Marzo.

La ciudad brillaba con un esplendor de oro, o más bien de sol perezoso, asomándose después de una lluvia inesperada; tiñendo de naranja las intimidantes nubes grises y todas las luces atípicamente encendidas de las calles a las tres de la tarde.

La cadencia del colectivo urbano, lleno de gente ausente contemplando aquel extraño espectáculo de una ciudad de plata recién lavada, con sus miradas escondidas tras todos esos pares de auriculares, con sus rostros tan inexpresivos, dejando ver solo algún que otro gesto fugado, tan diversos todos ellos como la música que seguramente oían, aún acompañan las imágenes de aquel recuerdo.
No fue una despedida fácil, ni alegre. Para mi madre, más bien fue una traición, una más, y una que llevaba tiempo esperando...

Me lo había reclamado a gritos, ella no entendía mis ansias de aire, de respirar por mí misma, de buscar mis propios recuerdos, de equivocarme sola... de elegir mal adrede alguna vez... De volver con el tiempo teniendo algo que contar.

Ella no entendía que con dieciocho años, yo ya estaba demasiado gastada, y me estaba apagando encerrada bajo sus alas.

Papá en cambio, tan ausente del mundo últimamente, —o tan perdido en ese mundo propio que por diversas razones me imaginé más feliz que éste—, comprendió enseguida. Su mirada castaña me lo dijo todo:

—Ve, toma tus sueños y tráelos contigo muñeca, alegra a tu viejo padre con la historia de tus éxitos... ve y se feliz, mi niña.

Hoy, doce años después, su mirada marrón todavía me traspasa, y aquellas palabras son apenas un susurro que resuena en mi mente; pero es como si las estuviera oyendo de nuevo por primera vez, y sonrío involuntariamente, tanto que Melissa me mira con sus ojazos pardos abiertos de par en par y pregunta:
—¿Por qué estás feliz mami?
—No es nada mi niña... solo pensaba…— Sus ojos inquietos no se rinden, todavía obligándome a explicar un poco más.

—Es que se acerca la navidad y presiento que será diferente este año...— admito sin poder ocultar la esperanza.
— ¿Este año vendrá papá?
—No lo sé mi niña, pero algo me dice que éste año será una navidad muy diferente...
—Todas las navidades son diferentes mami... — remató con su habitual sabiduría de nueve años, y sonreí—. Eso era cierto: absolutamente todas fueron diferentes, desde aquella...

Melissa se acomoda en mi regazo nuevamente mientras peino su sedoso cabello castaño claro con mis dedos. Sus ojos pardos con esos destellos de verde se van cerrando a medida que el cielo se vuelve negro frente a nosotras.

—Solo un par de horas de vuelo más…—suspiro, mientras en mi pecho se arremolinan el miedo y la ansiedad.—solo unas horas… y por fin llegaremos al principio del recorrido—. Un recorrido por la selva que espero, esta vez sí nos lleve hasta él…

Mis ojos se cierran involuntariamente en una mueca agridulce: —"Médico voluntario... solo reciben casa y comida... ellos no se quedan más que un año en cada lugar... es difícil comunicarse... a menos que sea por malas noticias pasamos meses sin saber nada… no se preocupe que la mantendremos informada..."

Jamás lo hubiera imaginado aquel primer día en que lo conocí, con toda su presencia de nobleza. Todo él destilaba dinero y arrogancia. En cada gesto, en cada leve movimiento... Solo sus ojos tenían algo diferente, esa chispa… una chispa de anhelo surcaba aquellas esmeraldas… una que yo podía entender demasiado bien...

Él era perfecto, dolorosamente hermoso a la vista, pero más que un deleite para la vista era… una inspiración para mi corazón de artista y mis dedos inquietos. Lo había visto pasar una tarde con sus libros de español, la mochila al hombro y esa típica botella de agua mineral recién comprada que todos ellos parecían llevar como si fuera el más preciado y vital elemento de supervivencia en este lugar. —Y su manera inconsciente de proclamar ese desprecio sutil a todos nosotros—, todos tan…tercer mundo, donde un simple vaso de agua de canilla podía ser mortal...

Verlo beber de aquella botella me hizo hiperventilar. El sol cansino de las tres de la tarde de noviembre atravesando las microscópicas gotas de vapor escurriéndose en aquel plástico transparente, creaba reflejos diamantinos, dándole a su piel un aspecto irreal, con extraños reflejos iridiscentes saliendo de los bellos de sus brazos perfectos; rebotando en la piel imposiblemente blanca de su rostro de escultura antigua, de facciones tan cinceladas y definidas y la expresión de placer mientras aquel liquido vital se deslizaba por su garganta, con sus ojos cerrados en una mueca sutil, permitiéndome ver al trasluz el arco perfecto de esas pestañas oscuras... perfectas… Volviéndolo en aquel instante una especie de dios encarnado frente a mi ventana de la clase historia de la cultura y el arte, mientras la voz del erudito profesor, divagando sobre mitos antiguos y algo sobre el eterno retorno de todas las cosas a este mundo, se perdía completamente en el fondo de mi mente.

Lo contemplaba con un descaro inusitado en mí, a cada centímetro de ese increíble espécimen humano que caminaba allí afuera.

Inalcanzable.

Esa fue la primera palabra que pronunció mi mente. Un bufido de frustración... y mis pies vestidos de franciscanas de cuero marrón y suela de corcho me arrastraron hasta el dormitorio con hastío.

La decepción asomaba con movimientos vacilantes detrás de todos esos sueños de princesa que siempre renacían a la menor provocación...

Sueños de amor, belleza, de una vida feliz... de un hombre sin rostro que presentía llegaría pronto, con esa voz de cadencia dulce que poblaba mis sueños desde que era niña... contándome sobre pueblos lejanos, soledades blancas y navidades tristes.

—Anabella, hemos decidido modificar tu plan de beca para este verano. — La voz afilada de la Sra. Bennet aniquilando mi limbo.

Mis labios apretados para no reír de su estrafalaria vestimenta estampada que solo resaltaba grotescamente sus desproporcionadas curvas y los artificiales rizos en su cabellera cobriza.


—-Como la universidad está inaugurando este plan de intercambio y tenemos cerca de treinta estudiantes de español, necesitamos tutores, y hemos dispuesto buscar alumnos capacitados entre los que ya tenían asignado un programa de verano...

—¿Por qué yo? ni siquiera estudio literatura...


Un vano intento de evadir todo aquel mundo que se abría frente a mis pies y la posibilidad de que..."—Él es inalcanzable, ¿Qué te hace pensar que de todos ellos justo te lo asignarían a ti?—"

—Porque eres brillante, tus profesores te reportan como la mejor en redacción y estilo de este semestre y cada vez que presentas un trabajo... además…tu dominio del ingles te hace perfecta para lo que estos chicos necesitan...
—Nunca he usado mis conocimientos de ingles con...con... un...
—¿Americano? no te preocupes... te ira bien, esos niños ricos solo quieren oír español... es algo que solo usarás cuando no encuentres otra manera de explicarles algo...

No tenía escapatoria. Luego de pensarlo un minuto, cualquier cosa era mejor que limpiar anaqueles o bandejas de comida. —Aunque eso significara ser el perro de compañía de un niño rico americano por un año para enseñarle a hablar…— Preferí no saber a quién sería asignada, no cambiaría nada si me dijeran sus nombres pues no tenia idea del nombre de aquella escultura viviente que había comenzado a poblar también mis ensoñaciones diurnas...


Soñar. Era lo único que me podía permitir.


Dos años habían pasado desde aquella tarde extraña en que deje mi ciudad natal atrás.


¿Si volví alguna vez de visita?

¿Si pasé tiempo suficiente con Charlie?

¿Cuánto es poco o mucho cuando el ser por el que vuelves solo registra tu existencia por escasos minutos?


Mi ausencia disparó la huida de su mente del mundo. Su cuerpo quieto, cada vez más inerte, sus ojos cafés perdidos en una niebla nueva que solo se disipaba al oír mi voz...

Mi voz contándole el sin fin de aventuras en esa tierra extraña en que vivía ahora llamada universidad, mucho más cerca de mí misma, de mis sueños de princesa, de mi corazón de artista...

Mi voz que ya no era suficiente para traerlo de vuelta todo el tiempo, para mantener su mirada marrón en la mía, para dibujar una sonrisa en su rostro cansado de tantas decepciones...

Y la mirada de mamá que se había vuelto tan oscura; helada, con la acusación aleteando en cada pestañeo, escapando en el rictus perfecto de sus labios sellados, gritándome en su habitual silencio.
Culpable. Todos sus gestos helados escribían la palabra, taladrándome en cada segundo de las pocas horas que me permitía pasar en la casa cuando las vacaciones me obligaban a volver...


Este verano ya no iba a volver... si, él era la única razón para hacerlo...pero tampoco era suficiente ya para hacerme volver a mí.

Noviembre llegaba a su fin aquella noche en que mis pies de uñas pintadas de azul atravesaron el largo pasillo en busca de la sala de estudio individual numero 142 de la biblioteca, donde me esperaba mi nueva responsabilidad: Evan Clark.

Con las indicaciones de la directora del programa de español aún dando vueltas en mi cabeza, me dirigí con pasos seguros por el pasillo interminable, flanqueado de millones de libros hasta la puerta entornada.

Mis ojos descansaron por unos —¿eternos?— escasos segundos sobre la figura sentada de espaldas a mí, recorriéndola desde los pies, apenas vestidos por aquellas franciscanas de cuero marrón enormes, a las sinuosas pantorrillas flanqueadas por un sedoso bello rubio cobrizo que desaparecían en las amplias bocamangas de una bermuda verde americano... —si... por aquí no existen esos colores en las telas...— hasta el delgado y amplio torso, cubierto por una enorme camiseta blanca que aún así, dejaba traslucir perfectamente las curvas de los omoplatos, y de una espalda de ensueño...; y luego, aquellos larguísimos dedos pálidos enterrados entre las hebras de un imposible cabello revuelto de color indefinido, inclinado sobre un mar de libros abiertos en la mesa. El nombre de aquella escultura viviente era Evan Clark... y me lo habían asignado a mí.

—Hola,.. Soy Anabella Sanz, tu tutora de español— anuncié con firmeza, luego de caminar resuelta hasta plantarme frente a él.

Su mirada verde imposible me recorrió de arriba a abajo con una mezcla de curiosidad y desdén mientras extendía su mano hacia mi en esa costumbre tan formal de todos ellos a mi vista, acostumbrada a los pegajosos besos en la mejilla, saludo habitual en estas regiones.

—Evan Clark —respondió, con esa voz, tan familiarmente aterciopelada...

—Lo sé— repliqué casi con dureza, espantando de un soplo mis pensamientos alborotados, mientras acomodaba mis libros en la esquina de la mesa con brusquedad,— tengo solo dos horas esta noche ¿en qué estamos trabajando?—


Melisa se removió en mis brazos y sonrió...

—Yo también te amo papá...—murmuró con claridad, haciéndome estremecer y sonreír a la vez. Ella hablaba en sueños como su madre, y él le hablaba en sueños como a mí...


—¿Me dejarás encontrarte esta vez verdad?


Una lágrima traicionera asomó al borde de mis ojos y me volví instintivamente hacia la ventana buscando alivio. La negrura de la noche me devolvió el reflejo de una mujer con rostro familiar escurriéndose las lágrimas. Lo único que quedaba igual en ella de aquella muchacha impertinente era una melena imposible de domar, larga y marrón. Todo lo demás ha cambiado, demasiado...
—¿Cómo que no vendrás a casa esta navidad? tu padre...
—Ni siquiera me dejarás ir a verlo ahora que lo internaste ¿para qué me quieres ahí? además estoy trabajando...—

Excusas... excusas... Cuanto más tiempo pasaba lejos de René, más claramente la veía... a ella y a todos sus odios, sus eternos rencores y sus sufrimientos de niña abandonada en los que parecía regodearse para poder decir luego de cualquier crueldad que cometiera: —"¿No ves que tuve una vida deprimente hija?... una vida de pérdidas… ¿Cómo quieres que sea feliz?"—.


Nunca entendí a la gente que se escuda en el pasado para no cambiar, para no luchar...Papá siempre luchó... aún sabiendo que todas sus batallas estaban perdidas...


Y yo aún lo hago... —¿Luchaste por mi alguna vez Evan, o solo te dejaste vencer por mi arranque inmaduro aquella navidad?—El amor a veces nos despierta emociones incomprensibles.

Evan Clark se convirtió en mi mejor amigo en apenas tres semanas. Su arrogancia me provocaba, haciendo surgir en mí a la mujer desafiante, desinhibida y sin estructuras que siempre guardaba bajo llave solo para ver por unos minutos sus ojos brillar de rabia e impotencia. El problema era que él me necesitaba y no podía arriesgarse a perder su tutora por un berrinche de niño rico, no en pleno verano austral y menos con todo el mundo de vacaciones lejos de ahí...

Y para mí, Evan Clark era solo un trabajo, una obligación que cumplía con el plus de disfrutar de cerca su belleza, y del placer que me daba picarlo con mis palabras hasta verlo cerrar sus manos en puños para no contestarme como sus ojos gritaban...

Su resistencia a ofenderme diciendo lo que pensaba realmente convirtió mi juego en un desafío: el chico tenía pasión...y yo quería verla. Ni él ni nadie jamás supieron que fue en ese tiempo por las noches que comencé a dibujar aquella escultura viviente, ni que esas esmeraldas de verde imposible poblaban mis sueños de hombre sin rostro, ni que adoraba su voz de tal manera que con tal de escucharlo hablar a veces inventaba tareas de lectura y preguntas idiotas solo para que ese terciopelo me acariciara unos minutos más...

Tal vez no supe que estaba enamorada hasta que me besó, descalabrando en ese breve e inesperado contacto todo mi mundo. No me había preguntado antes de aquel beso sobre lo que estar cerca de él me despertaba, o de lo que significaba ese cosquilleo en el cuerpo cada vez que nos rozábamos, o por qué me quedaba sin aire cuando se me quedaba mirando y en sus esmeraldas adivinaba un sin fin de preguntas que jamás pronunciaba su voz. Ni siquiera fui consciente de que cada vez ocupábamos más tiempo del otro, o que nos habíamos vuelto libros abiertos el uno para el otro, porque nuestras conversaciones ya no eran prácticas de conversación sino confesiones personales...

Sería infame decir que jamás me habían besado hasta ese momento... pero sería mucho más injusto no decir que todos los besos anteriores quedaron desterrados para siempre de mi piel luego de éste; y de los que siguieron hasta que el semestre terminó, trayendo a nuestras puertas septiembre, una nueva primavera… y el adiós, que ahora se cernía como verdugo sobre nuestras cabezas...

Tal vez porque sabía que de todas maneras iba a irse es que jamás le dije en palabras lo que todo mi ser gritaba en cada beso, cada abrazo y cada caricia. Tal vez por eso mismo es que Evan resguardaba toda su pasión, aunque yo siempre desafiara los límites. Tal vez por me conformaba con lo que éramos... algo sin nombres ni definiciones, solo Evan y Bella, como solía llamarme, acortando mi nombre a una palabra que según el me describía; y en aquel entonces, esa burbuja sin palabras bastó para hacerme feliz.

La tarde en que Evan se fue llovía como en todas de mis despedidas. Su mirada esmeralda sin brillo me atravesó el alma como puñal... Ahí estaba lo que nunca me había dicho su voz... y fue en ese momento que supe que era tarde para mí, que ya no tenía remedio, que ya no habría nadie más.

Su rostro desdibujándose detrás del parabrisas bañado por la lluvia fue de repente una clara epifanía: Era él. Evan era el hombre sin rostro que pobló por años mis sueños de niña, el dueño de la voz de terciopelo que me contaba historias tristes en mis sueños... y se estaba yendo.

Mi padre se fue dos meses después. Su mente jamás volvió, al menos fuera de los escasos segundos en que su mirada marrón me sonreía reconociéndome, pero ya ni siquiera esperaba a que terminara de contarle por qué era feliz esta vez para irse de nuevo. Su cuerpo se rebeló a la ausencia perpetua de aquella mente brillante, y colapsó una tarde en protesta masiva; y la niña con sueños de princesa que vivía en mí comenzó a morirse de a poco desde entonces…

Otra vez lluvia, mis pies llenos de barro corriendo a través de un cementerio vacío, lleno de tumbas sin nombre, de dolores ajenos que gritaban haciendo empequeñecer el mío…

El vacío se volvió infinito: ya no me quedaba nada. Ni siquiera mamá, que al fin liberada de las cadenas de un hombre enfermo —al que juraba haber amado hasta su muerte—, se marchó sin aviso y sin dar señales de volver.

Ese verano me encontré de repente sin una casa a la que regresar, y presa de un trabajo que ahora solo me daba dolor.

Has hecho un trabajo increíble con ese chico Clark , así que hemos decidido que este año te asignaremos dos de ellos. Estarás a tiempo completo de tutora— anunció la Sra. Bennet una vez más, y quise morir.

Al menos esta vez me darían mis vacaciones de navidad. Pero yo ya no quería saber nada de niños ricos con ínfulas de príncipes y mirada triste. Yo solo quería pintar mis sombras y tener tiempo libre para soñar con aquellas esmeraldas verde imposible que ya no tenía a mi lado, solo quería que por una vez esa voz me arrullara y me espantara el dolor...

Ya nada de eso era posible, Evan se fue como llegó: sin promesas ni palabras que definieran algo de eso indefinido que nosotros éramos desde la noche de navidad en que nos besamos por primera vez.

A pesar del consuelo de su mirada triste y su voz de ruego a través de la pantalla del ordenador las semanas siguientes que delataba los estragos de mi ausencia; y de la nostalgia infinita que los dos teníamos por eso que vivimos aquí, mi corazón insistía en morir de soledad.

Te mandé algo por Feddex—. Anunció una noche, con una expresión picara y brillante que hace tiempo no veía en su rostro de ángel encarnado y solo pude sonreír.
—No tenías qué hacerlo, no tengo como hacerte un regalo desde acá? —protesté. Consciente de que la navidad se acercaba de nuevo y que seguramente él había gastado un dineral en mí a pesar de mis vanas amenazas.

Te gustará Bella, ya lo verás.

Días después un papel se sacudía en mis manos al compás del temblor de mis dedos: Vale por una navidad blanca —rezaba la escritura en el papel dentro del elegante sobre sellado con un lazo rojo y el lacre con sus iniciales—. Mis lágrimas contenidas por meses estallaron en una explosión sin control al reconocer su caligrafía perfecta.

Él no podía estar haciéndome esto... no justo ahora que lo necesitaba tanto, no justo cuando creía que ningún sueño llegaba a ser real jamás...

—Déjame cumplir tu sueño... te necesito conmigo, Bella... no puedo estar un día más sin ti... — fueron las palabras que terminaron de quebrar toda esa absurda determinación que construí por años de "no regalos, y no dinero gastado en mí, ni en cumpleaños ni en navidad..."

Yo no quería presentes vacíos si no había amor sincero el resto de los días…

Pero yo lo necesitaba más... me estaba muriendo aquí sin él, y dejé que Evan me diera su navidad blanca.

Así fue como Anabella Sanz, la niña del tercer mundo, pobre y con sueños de princesa atravesó con pasos temblorosos los pasillos interminables del aeropuerto internacional aquel 22 de diciembre para entregar su ticket a una azafata extremadamente sonriente y sentarse en su butaca correspondiente en un vuelo de primera clase. Minutos después, el avión se elevaba rumbo a un pueblo pequeño y desconocido en el enorme y helado norte que tantas veces su afiebrada imaginación de niña imaginara, lleno de historias fantásticas… esta vez para tener su navidad blanca.

Su frágil corazón de mujer enamorada solo tenía un deseo más que agregar a esa noche perfecta de sus sueños: estar en brazos de Evan Clark, el hombre de sus sueños, viendo la nieve caer por las ventanas y aquella piel de ángel encarnado resplandecer junto a la suya a la luz de un fuego.

Evan la esperaba, alto y hermoso y con esa expresión indescifrable de estatua viviente entre toda esa multitud de personas que pululaban en la sala de arribos y ella corrió, sin pensarlo siquiera dos veces, sin recordar su pequeña y desvencijada maleta, sin percatarse de que perdía su vieja mochila azul en el camino.

Corrió y se arrojó en esos brazos abiertos, aspirando el olor de su pecho y constatando con sus propios oídos el latir desbocado de aquel corazón apasionado retumbando en el amplio pecho, sus ojos marrones simples se perdieron llenos de lágrimas en toda la gama de emociones que esas esmeraldas apagadas por tanto tiempo le regalaban ahora, aún sin palabras de por medio.



—Melisa... despierta... tenemos que bajar del avión. — Mi niña de reflejos cobrizos se estiró entre mis brazos haciendo un pequeño mohín de disgusto.


—Todavía tengo sueño mamá — protestó con su vocecita de terciopelo y sonreí, picando su nariz.
—Ya tendrás tiempo de dormir, nos queda un largo camino, pero debemos salir de aquí y necesito que me ayudes con tu maleta... lo prometido es deuda ¿recuerdas?
— y tú me prometiste una navidad con mi papá y todavía no cumples... — refunfuñó, atravesando mi corazón.
—Sabes que eso es lo que más quiero hija, pero hay cosas que escapan de mí...

Esperaba llegar a tiempo esta vez, al menos las informaciones eran más concretas que años anteriores. El doctor Evan Clark llevaba instalado en aquel pueblo perdido en la selva limítrofe con Bolivia y Paraguay casi un año y todavía no había preguntado ni dado indicios de querer un traslado. La agencia internacional de desarrollo para la que trabajaba desde que lo habían sacado, casi cinco años atrás, más bien rescatándolo de una muerte segura de aquella aldea Colombiana en medio de la guerrilla de carteles de droga, no tuvo reparos en darle información detallada. No luego que ella les explicara todo...

—El doctor Clark es un ser extraordinario, Srta. Sanz, él es un regalo del cielo para esa gente perdida, es también un ser demasiado solitario que necesita felicidad... nada me alegra mas que ser cómplice de su regalo...— Carmen Cortés, la coordinadora de programas voluntarios especiales nos recibió con la misma calidez que lo hiciera todas las veces que hablé con ella por teléfono y video conferencias en los últimos seis meses.— El resto del grupo está llegando en las próximas horas —anunció con entusiasmo —hace años que no se hacen eventos de este tipo en ese pueblo... ya sabe... no siempre hay voluntarios disponibles en navidad...
—Todos necesitan tener alguna vez su navidad especia— contesté, emocionada por el entusiasmo de esta mujer.
—Un nacimiento...—murmuró con una sonrisa — y hasta me atrevería a decir que mucha de esa gente no tiene idea de quién es el niño Dios...
—Será algo inolvidable — aseguré, sin atreverme a mencionar que esperaba que Evan estuviera allí y no hubiera viajado intempestivamente a casa de sus padres este año.

Sus padres...


—¿Y esta hermosa señorita que te acompaña?
—Ella es Bella, madre, Anabella Sanz.
—¿Es tu novia? ¿Cómo no me habías mencionado eso, Evan...?

Evan bajó la vista y no respondió. La mirada inquisitiva de aquella despampanante mujer de cabello color caramelo me escrutó sin piedad y sin ocultar su decepción.


—¿De dónde saliste? nunca antes te había visto... al menos no dentro de nuestro círculo social...
—Madre... Anabella es mi invitada y se quedará conmigo. No quiero que la molestes.

Evan me guio por el enorme castillo en que vivía a través de pasillos y escaleras hasta la que supe era su habitación. Si, música, libros y láminas de medicina por doquier... y los infaltables paisajes de Sudamérica... todo tan Evan...


No hagas caso a lo que diga mi madre, mis padres son...
Arrogantes—. Completé, observando por primera vez en él gestos nerviosos, y la duda en su voz.
—Sí, no dejes que sus comentarios te hieran, tú estás conmigo.

Me dejé rodear por sus brazos una vez mas, asintiendo, mientras lo oía suspirar con alivio con su nariz metida en mi cabello.

—"¿Qué soy Evan? ¿Por qué nunca hablaste de mi?"— Sus besos repentinos acallaron todas las preguntas de mi mente y me perdí en la pasión desatada que tenia Evan ahora. Sus manos ansiosas me recorrían con urgencia por encima de la ropa, buscando entrar, tocar la piel que nunca se había atrevido y las mías respondían con igual desesperación... Mi corazón estallando...

—Bella..—Su frente pegada a la mía y esas esmeraldas intensas devorándome, gritando tantas cosas...
—"Dilo Evan... dilo... yo te amo".

—Bella... te necesito tanto...

Jadeos, pasión desatada, caricias de fuego, barreras derrumbadas, y miles de palabras sin decir. Solo miradas, solo la intensidad del fuego en esas esmeraldas brillantes, solo el fuego encendiendo cada centímetro de nuestra piel desnuda por primera vez ante alguien.


—Nunca antes Bella... yo...
también es la primera vez para mi...

Jadeos, agonía, nombres murmurados, susurrados, repetidos como una oración, rogando...


Intensidad.

—"¿Por qué no me lo dices? lo gritan tus ojos... lo veo, te veo Evan Clark, tu alma hermosa se me regala y es mía..." "Soy tuya Evan tuya nada mas..."—

Las cenas de navidad en los castillos principescos son heladas como la nieve que cae por las ventanas sin prisa y sin pausa. Tan llenas de protocolos y silencios incómodos, fastuosidad... y vestidos arrogantes...Lo único real que tenia aquella nochebuena de mis sueños de niña princesa era que yo bailaba con el príncipe de ojos esmeralda y rostro de escultura, y que sus facciones de ángel encarnado me contemplaban a mi... a la niña pobre, a la mujer enamorada, a la princesa por una noche, como si yo fuera lo mas bello que existía, lo único alrededor...

—Bella.— Otra vez aquel ruego, aquella agonía en mi nombre. Tantas emociones cargando esas simples letras... y el beso desesperado acallando las palabras...

—Amanecer en tus brazos… es lo único que pido...— ¿Por qué todo lo que pides se cumple?


Yo amanecí en los brazos de Evan aquella navidad, y contemplé su piel encendida por el reflejo del fuego, y la nieve cayendo por las ventanas, y sus ojos sonrientes al despertar con mi caricia traviesa... y fui feliz.

—Te amo Evan Clark...

Las palabras cayeron de mi boca mientras mis dedos despejaban su frente de esos mechones rebeldes... creí que solo las había pensado hasta que su perfecto rostro de ángel dormido se contrajo en una mueca inescrutable, y sus ojos inesperadamente abiertos me traspasaron, helados.
¿Qué dijiste?
—Que... yo... te amo...—casi vacilé ante la repentina frialdad en su voz.
—Bella... —El reproche cargando ahora las letras de mi nombre, y silencio... Dolor.


Dolor en sus esmeraldas, dolor que no comprendo y me traspasa.

—¿Lo lastima que lo ame?— Dolor extendiéndose por mi cuerpo y alojándose en mi pecho.


Dolor deteniendo mi corazón de nuevo...

—¿Qué es lo que esta mal?
—Bella yo... no...—su voz, apenas es un murmullo que se apaga… y silencio.
¿Tú no? ¿Es eso? ¿no me amas?
—No lo entenderías Bella... yo...
—No, no tienes que explicar, ya lo entendí...—Decepción.

Mi cuerpo desnudo se levanta de su lado indolente y furioso mientras busco mi ropa desparramada por el cuarto para calzármela de cualquier manera. Necesito salir de ahí, ya nada importa... todo está tan claro...

—"¿De dónde saliste niña? ...

—"ella no pertenece a nuestro círculo social, Evan..."

— "¿es tu novia Evan? ¿Por qué no nos dijiste nada? ¿Te avergüenza?"

— "a nuestra familia siempre le gustó hacer caridad en Navidades… ya sabes, conceder algún sueño a la gente…"

Silencio...Él nunca respondió, a ninguno de ellos...


—¡Nunca lo hizo!¿cómo no lo viste? ¡ilusa!— Furia.

Mi mochila azul rebota en mi espalda mientras corro escaleras abajo buscando la salida, la calle. La maleta no importa, yo solo necesito mi pasaje de vuelta abierto y el maldito pasaporte... La calle. Aún no amanece en este pueblo perdido y mis pasos resuenan por la calle vacía, llena de luces navideñas y de melodías mezcladas, de ventanas con chimeneas encendidas y gente aún festejando. ¿Festejando qué? ¿Mi corazón roto? ¿Por qué me trajiste hasta aquí Evan?

—Tú no me amas... no me amas... ¡Te di todo, Evan Clark! Todo...— Lágrimas...

A lo lejos, el viento me trae el eco de mi nombre repetido en una voz desgarrada y sus pasos corriendo tras de mí. Me detengo un instante dudando…tal vez quiero que me alcance, tal vez quiero que tenga el valor de detenerme y me lo diga...—¿Y si no lo hace?— Tal vez él solo mienta para no entristecerme más...Tal vez todo este tiempo solo me engañé...—Pero yo lo vi... yo lo sentí... yo estaba segura... fuimos uno, nuestras almas fueron una...

—¡¿Por qué tenías que decirlo?— Años tardé en entender... años machacándome en la culpa por aquel impulso inmaduro y horrible. Años tratando de llegar de nuevo a aquel lugar solo para encontrarme con la negativa.


—El señor Clark no la va a recibir y le pide amablemente que se largue por donde vino... El señorito Evan ya no vive aquí... lo lamento.

—Él nos dejó, Bella... yo lo lamento. No me di cuenta de lo que estaba sucediendo con él…cuando lo hice fue demasiado tarde. Es culpa nuestra, mía por permitirlo... por dejar que su padre… él se alejó de todos nosotros, hace años que no deja que sepamos dónde está. Desde que terminó medicina... — Los ojos de aquella mujer despampanante de melena color caramelo ya no son los mismos. Adivino soledad en ella, y cobardía. Yo sigo luchando…


El decano de su facultad era un hombre horrible, fue su desdén por el desperdicio de carrera que estaba haciendo Evan Clark lo que me terminó acercando a la pista exacta.

—Pffff, niños ricos... ¿puedes creer? médico de frontera... ¿Quién en su sano juicio y con todas las posibilidades que él tenía cambia las comodidades de un hospital de primera por algo tan ridículo como vivir en un dispensario móvil recorriendo pueblos perdidos en Sudamérica a riesgo de pegarse quien sabe que peste? tan decepcionante querida... tan mal precedente para nuestros prestigiosos alumnos...—Cinco años siguiendo sus pasos por aquel mundo de dispensarios itinerantes.


¿Si lo odie por no buscarme ni una vez? ¿Cómo podría después de conocer a sus padres? ¿Después de comprender lo que años en un castillo de hielo como ese pueden hacerle a un corazón? ¿Después de entender lo aterrado que puede estar uno frente aun amor que desafía todas las estructuras?

¿Si lo culpo por no tener valor para luchar por mi...? Claro que lo hice, hasta que descubrí que dentro de mí crecía una vida, hasta que luchar por ella absorbió todas mis energías y entendí que si no alcanzaba mi meta de ser artista no tendría nada que dar...

No, no ahora que entiendo lo que es sentir que no tienes nada que dar,... y lo que se siente cuando alguien inesperado te ama a pesar de eso.


Melissa me lo enseñó. Ella es mi regalo, mi milagro de navidad blanca, mi razón, mi sentido en el mundo...


—Sus ojos soñadores llenos de esperanza me empujan cada día a buscarte Evan Clark, porque sé que ella es la única que puede salvarte, hacerte entender que el amor se merece, más allá de todo... Que aún un príncipe que solo conoce castillos de hielo e indiferencia merece ser amado.


El amor asusta, pero el miedo se vence aceptándolo, reconociéndolo...—Ya no tengo miedo de encontrarte Evan...Ni siquiera me espanta la idea de que tal vez ni me recuerdes cuando me tengas frente a ti después de diez años…Solo temo por las ilusiones de Melissa, me mataría que no la quieras... porque su dolor me mataría—.

—Iremos en caravana. De todas maneras si nos pierde de vista el jeep tiene su propio GPS y está conectado a los otros, el camino está marcado, pueden verse las señales cuando le dan las luces en la oscuridad.—

Indicaciones, interminable trajín de cargar maletas, bultos, escenografías. Algarabía y entusiasmo llenando el aire de un ánimo exuberante. Melissa exultante, sin poder creer que el destino la reuniera de nuevo con Lourdes, la hija de los Weber otra vez.

—¿Puedo ir con ellos mama? Di que sí, di que sí, iremos mirando películas en el DVD— Su madre Ángela, morena, sonriente y pacifica, me mira expectante, sabiendo que cederé.

—Bien, pero te cuidas, y no te alejes de Lourdes y sus padres por nada del mundo si se detienen por algún motivo, Melisa… no conocemos este lugar y…


—Mamá…,— su vocecita se alarga en un puchero, y sé que exagero pero no puedo evitarlo.
—Tranquila que cuidaré de ella como tú has cuidado a Lourdes.

Algo intranquila aun, la dejé ir en su Jeep. La caravana arrancó lenta, hasta llegar al único trecho asfaltado de camino antes de internarnos literalmente en la selva.

Iba sola en el vehículo. Me había negado a que alguien condujera por mí y como Melisa no iría conmigo, el asiento trasero estaba completamente atiborrado con elementos de vestuario y escenografía para la obra.

Tampoco era la primera vez que nuestra compañía de teatro itinerante visitaba parajes inhóspitos como aquel para llevar el espectáculo a algún hospital aislado.

No era algo que hacia todo el tiempo durante el año, pero no pude negarme a participar de esas excursiones luego que descubriera a qué había dedicado Evan su vida. Así que aquella tarde cuando un par de mis alumnos de arte dramático vinieron a mi oficina con la invitación para ser parte de un proyecto de pachamédicos... *(Médicos con la filosofía de Pacht Adams)


No soy doctora
No hay que serlo, solo trabajas con ellos, se forman equipos, aquí en la ciudad, o puedes participar en los proyectos itinerantes llevando obras a hospitales alejados

Así fue como mi búsqueda de repente se mezcló con mi trabajo, y me convertí en voluntaria de verano…


Mi trabajo ahora me llevaba hasta él.

Perdida en mis pensamientos no fui consciente de que la noche ya se cernía en el espeso camino de arboles alrededor, y ya era imposible a pesar de las luces antiniebla distinguir algún vehículo adelante.

—Genial — Bufé bajando la vista a la pantalla del GPS, donde dos puntos más titilaban bastante alejados del mío. Tranquila, al constatar que aún estaba siguiéndolos correctamente, volví mi vista al camino solo para encontrar un enorme árbol justo en medio de mi camino y en un reflejo desesperado, giré bruscamente para esquivarlo.

—Malditos caminos serpenteantes…—El golpe fue inevitable: el vehículo tambaleó y perdí totalmente el control y la calma cuando lo sentí voltearse.


Un corte en mi frente me llenó de olor a sangre, despabilándome de golpe del aturdimiento resultante de golpear con tantas cosas sueltas mientras volcaba el jeep; sin pensar en lo que hacía intenté salirme, sintiendo como todo mi cuerpo estallaba de dolor en cada movimiento y algo se clavaba profundamente en mi pierna…

Supe que eso era lo último que tendría que haber intentado cuando la oscuridad me tragó y no tuve fuerzas para moverme. Con horror me di cuenta que mis piernas no me sostenían y solo pude dejarme caer en medio de aquella niebla cálida, contemplando las luces del jeep que estaban rotas y como las balizas rojizas apenas alumbraban levemente alrededor…

Resiste.. lucha…—me dije cuando el olor de la sangre se hizo insoportable, y comprendí que mi conciencia se perdía en ese instante, en medio de la nada.

—¿Es un ángel mamá? Tiene que serlo ¿Viste las alas?
—No hijo… cállate y ayúdame, tenemos que llevarla a casa.
—¿Qué vamos a hacer con ella mamá? Está muy lastimada…

Murmullos en medio de la oscuridad, dolor astillante, olor a sangre…—Corre y busca al doctor… tráelo aquí, rápido Ángel, esta mujer necesita mucha ayuda.…—Voces apagadas… voces de niño, murmullos incomprensibles en una lengua desconocida…

—Lucha…—Mi cuerpo totalmente entumecido, mis ojos pesados se niegan a abrirse, hundiéndome poco a poco en una oscuridad más profunda.

—¿Ella se salva doctor?— Manos… dedos gráciles recorriéndome… calidez.

—Se salva Meme, se salva…—La voz de terciopelo…


La voz de mis sueños había vuelto y estaba hablándome de nuevo, desde algún lugar lejano…Me esfuerzo por llegar a ella…—Es él… está aquí… necesito verlo.

Su voz también me había abandonado, años atrás, al poco tiempo que Melissa viniera al mundo, y no supe hasta que ella dijo sus primeras palabras que era porque ahora le hablaba a ella.

—¿Es un ángel mamá…?? —Su vocecita de terciopelo de tres años me llenaba de preguntas mientras me contaba, después de que yo me quejara de que reía y hablaba tanto en sueños que no me dejaba dormir.

Puede ser… los Ángeles siempre cuidan a los niños para que no tengan miedo y piensen en cosas bonitas ¿Cómo es?

Tiene ojos verdes…y es aaaltooo como el tio Kevin—suspiraba mi pequeña de rizos cobrizos y el destello verde de sus ojazos pardos parecía brillar más que nunca. Mi corazón se estremece con una certeza.


—¿Y por qué piensas que es un ángel mi niña?
—Porque es bonito, bonito, como ese señor de los dibujos que tú tienes… y su voz es suavecita, suavecita... dice que viene para que yo no esté triste y no extrañe a mi papá…

—El tío Kevin se va a poner celoso si le cuentas eso— dije, pensando en el enorme oso con el que compartíamos la casa desde que Melissa nació.


Apenas unos meses después de mi regreso, cuando lo avanzado de mi estado me obligó a dejar mi trabajo y a mi alumno de español asignado ese verano, Kevin pasó a manos de Rocío, mi compañera de habitación, y él decidió casarse con ella a final de semestre, aún en contra de la opinión de sus millonarios padres.

—Euuaa… el ángel me dijo que se llama Euuua mamá…

Kevin me había ayudado a buscar a Evan después de que Melissa nació. Había comprado la casa de mi padre cuando mi madre la puso en venta en un arranque, poniéndola a mi nombre luego, con la única condición de que viviéramos todos en ella.

—No pasaré el resto de mis días entre las paredes de una casa que solo tiene recuerdos amargos para mi…— gritaba mi madre en un berrinche mientras yo me deshacía de horror y rabia.


—¡No puedes deshacerte de ella así como así!… ¡¡también es mía!!
—¡No me hables en ese tono, no tienes derecho, no cuando traes ese bebe bastardo con orgullo como si fuera el hijo del rey de España!
Es una niña, y su nombre es Melissa…
—Lo que sea Anabella… me largo de aquí apenas me quite esta casa de encima.

La casa de dos plantas había conocido épocas mejores, pero era lo suficientemente amplia como para que solo compartiéramos las zonas comunes de la cocina y la sala de estar. Kevin y Roció vivían en la planta alta, donde el baño y dos habitaciones eran suficientes sin niños en el camino; y Melisa y yo éramos dueñas de la planta baja. El pequeño cuarto de servicio se convirtió en el dormitorio de Melissa cuando creció y dejó de dormir en una cuna junto a mi cama en la enorme habitación que fuera de mi padre, con baño en suite. Mi viejo cuarto junto a su habitación se había transformado en el estudio donde pasaba la mayor parte de mi tiempo libre…pintándolo.

—Déjame trabajar Meme…—Su voz de nuevo…


Me aferro a ellaal toque reverencial de sus manos recorriéndome despacio buscando lesiones, a la chispa que encienden sus dedos… al aroma de su aliento respirando sobre mí mientras murmura cosas imposibles…


Oscuridad… silencio…

—No… por favor… no ella… te lo pido…no ahora… ella tiene que salvarse…no puedes quitármela ahora que la trajiste a mí… por favor... por favor.— Su voz…


Es su voz…. mi Evan está rezando…Algo moja mi rostro y me fuerzo por abrir los ojos…


—¿Dónde esta? ¿Dónde estoy? — Quiero verlo, decirle que estoy… que no me muero…—No tenías la culpa Evan… fui yo…— Sus esmeraldas brillantes me contemplan silenciosas y me doy cuenta de que estoy despierta…
—Hola.— Me pierdo, esos ojos que me miran preocupados…
—¿Dónde estoy?
—Eres un ángel, mi mamá te encontró y te trajo a casa… el doctor te salvó como a mí…—La sonrisa se escapa de mis labios sin que pueda contenerme.


Quiero tocarlo, tocar su rostro hermoso, mas hermoso que cualquier sueño… quiero mis dedos recorriendo sus arrugas mínimas al costado de los ojos, quiero rozar su barba incipiente de un día…

Quiero hablarle de Melissa… darle a Melissa… decirle que lo perdono…


-Melissa… el hospital… ¡Dios mío! — La conciencia de todo vuelve a mí de una manera abrumadora y trato de incorporarme solo para que el dolor me obligue a desistir.

—Calma… estás herida… no puedes moverte todavía…— Su voz se aleja de mí, llevándose toda la belleza de su rostro consigo…

—Hay que avisarle a sus compañeros… deben estar buscándola… —ordena a la mujer y al niño que me observa todavía embelesado.

Silencio. Sus esmeraldas me contemplan silenciosas y la casa se va llenando de pasos alborotados.

—Bella, Dios mío… no debí dejarte sola... mira lo que pasó…—Un alborotado Mike irrumpe en el cuarto y se pone de rodillas junto a la cama tomando mi mano y acariciando mi cabello. El rostro de Evan se vuelve inescrutable.


—¿Quién eres? —Pregunta. De nuevo el hielo en la voz.
—¿Quién eres tú?— Responde despectivo mi asistente de producción, incapaz de contener la rabia…

—Él sabe… él ha visto mis dibujos… él nunca aceptó mis negativas… él va a insistir…

—¿Eres mi papá?— La vocecita de terciopelo de Melissa rompe el silencio haciendo que todos los ojos se vuelvan a ella y luego a Evan…—He soñado contigo todas las noches...

Melisa contempla alucinada al hombre de blanco frente a ella, e intrigada por su mueca de desconcierto se acerca hasta la silla donde sigue sentado junto a la cabecera de mi cama y toca su rostro.

—Tienes los ojos más lindos que en mis sueños... son taaan verdes — suspira, haciendo que una risita escape de mis labios. Evan se ha convertido de repente en una estatua viviente.
—Es él mama ¿verdad?
—¿Qué está sucediendo aquí?
—Ven Mike, déjalos solos… ellos necesitan hablar…— La mirada radiante de Ángela se encuentra con la mía mientras toma a Mike del brazo, seguidos por también por Meme. El niño que cree que soy un ángel nos sonríe mientras dejan la habitación.

—Bella… perdóname…—Su voz es un lamento que me atraviesa…

—No, tú tienes que perdonarme a mí…yo…debí haberte escuchado… fui una impulsiva…

—Melissa…—Hay devoción en su voz, expectativa. Sus ojos me observan temerosos de mi respuesta.

—Es tuya… hace años que intento llegar a ti. Pero eres de lo más inaccesible…—Su sonrisa de ángel se dibuja iluminando ese rostro cansado y perfecto.


Mi pequeña que nos contempla silenciosa se trepa a sus rodillas y vuelve a tocar el rostro del ángel de sus sueños, esta vez hay certeza en su sonrisa, y una sonrisa emocionada se dibuja en el rostro cansado, llenándolo de ternura. Mi niña sin dudarlo se cuelga de su cuello y lo besa en las mejillas.

Su rostro emocionado se vuelve a mi.

—lo hiciste mamá… ¡me diste a mi papi para navidad!— Exclama, haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas. Evan baja los ojos otra vez, la pena se cuela en sus palabras.


—Lo siento tanto… nunca me imaginé que me buscarías… yo…fui un necio… tu todo este tiempo…

Sus esmeraldas se vuelven hacia Melissa con intensidad, mientras sus manos toman su pequeño cuerpo envolviéndolo con ternura y acercándola a su pecho. Mi niña se acomoda en su regazo feliz.
—espero que puedas perdonarme por no haberte conocido antes… no sabia nada de ti— le susurra, acomodando un rebelde mechón rojizo detrás de su oreja.-tu mami fue muy valiente para traerte aquí…
—ella me prometió que una navidad me daría a mi papá… —contesta alzando los hombros mi pequeña, y mi corazón se calienta otra vez ante esa confianza incondicional que siempre me ha dado fuerzas imposibles.

Las esmeraldas interrogantes de mi ángel se vuelven a mi… Sé lo que está pensando. Hasta puedo adivinar la repentina tristeza resurgiendo otra vez de las profundidades verdes…


—Estoy aquí Evan… y no pienso irme por un buen tiempo
—¿No?
—No… necesito recuperarme de un accidente…— La decepción en sus ojos es memorable y me hace sonreír.

—bueno... no puedo irme… no hasta que el doctor me lo diga…—insisto, mirando sus ojos con intensidad. Sus esmeraldas se iluminan de repente, comprendiendo.

—Entonces te quedaras para siempre Anabella Sanz … o me iré contigo… ya no podrás librarte de mí ahora.

—Eso espero Evan Clark…

Fin


Susana Buisson

30 декабря 2020 г. 13:37 4 Отчет Добавить Подписаться
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Конец

Об авторе

Susana Buisson Poeta (fotógrafa de emociones) Psicóloga, madre, mujer multitarea, lectora compulsiva... aprendiz de ser humano. Escribo desde toda la vida porque si no escribiera hubiera muerto o explotado. Participante de convocatorias de cuento y poesía publicadas en Editorial Dunken (ROI 2017, 2019, 2020 y algunas otras...) También Escribo en https://www.dunken.org/convocatoria/index.php?id_autor=7236&perfil=publicar%20obra%20en%20la%20red%20de%20escritores

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