mazzaro José Mazzaro

¿Y si la historia fuese otra? ¿Cambiarían las naturalezas de los palacios, las castillos o las cuevas, si los cimientos hubiesen escondido sus verdaderos nombres? Si así fuese, quizás, comprenderíamos hoy la equivocación de llamar a muchos "dioses", a algunos "héroes", y a otros pocos, "monstruos".


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#TheActionDialogue #mitología #theauthorscup
Короткий рассказ
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Vida, amor y muerte en el laberinto.

—¡Clamo a toda la bóveda celeste! ¡a todo el panteón de dioses olímpicos! ¡por favor devórame con prontitud te lo ruego!

—¿De qué estás hablando, mortal? No pienso tocar de su carne un solo gramo. Mi naturaleza, en verdad, no esta hecha para ser alimentada de lo que te constituye.

—¿Puedes hablar?

—Sí, y perdonaré tu insolencia, incluso considerando que te encuentras en mi casa, puesto que el destino que te aguarda es aún peor que mis afilados colmillos-

—¡Por Zeus mismo! ¡No me hagas daño! ¡Pude ver los cuerpos de los otros ofrendados en sacrificio, comidos en partes, desgarrados y seccionados a muerte por tus fauces!

—Quédate quieto, joven atemorizado. Debes guardar energía, de lo contrario, el sueño más profundo será doloroso e inquietante. Tan hondo, que incluso cuando Caronte se encuentre llevándote, lo seguirás sintiendo.

—¡Por favor, de rodillas te lo imploro! no me hagas daño!

—Mejor siéntate, no te arrodilles, este suelo infertil no está hecho para pieles como las tuyas.

—Es una treta, me comerás ni bien me relaje.

—No, ya lo hubiese hecho cuando te veía de espaldas, inseguro de que camino seguir. Para tu suerte, terminaste cerca mío. De lo contrario, estarías con los otros.

—¿Los otros?

—Sí, lo otros. Los mismos atenienses que me envían cada mes. Se han organizado, han levantado con algunas rocas desprendidas desde lo alto, chozas improvisadas.

—Entonces me es conveniente ir con ellos, a quedarme aquí contigo.

—No lo creo. Y si deseas, te lo explicaré.

—Dímelo, no te temo. Eres el azote en la Tierra, eres el engendro, el temible minotauro.

—Volveré a permitirte esta última ofensa, ya que te considero, a fuerza de compartir la mortalidad, mi hermano.

—¿Qué es lo que te ofende, monstruo?

—Por lo pronto, todo lo que sale de tu magullada boca. No me llamo de esa forma, de esa forma me llaman. Mi nombre es Asterión, soy hijo de Pasífae y Poseidón, dios de los mares.

—Y por qué hablas conmigo, Asterión, si por lo que tengo entendido todos vienen aquí a buscar la muerte. Y la encuentran.

—Así es. Pero no por mis garras, no la mayoría de las veces. Incluso, a tu incredulidad, sumaré algo más. Aquí, desdichado hombre, hay una escasez de alimentos tan grande, que se terminan, nuestros hermanos, comiendo los unos a los otros.

—¿Y los gritos que se escuchan desde afuera por las noches?

—¿No crees que es suficiente dolor el ser devorado?, ¿no atinas a pensar que un sufrimiento como aquel no se expresa únicamente mediante gritos extensos y roncos, hasta que las cuerdas vocales mismas son cortadas por el esfuerzo?

—Pero terminan gritando el nombre de la bestia, el nombre del minotauro.

—Terminan gritando mi denigrante apodo no porque yo cause sus últimos sufrimientos, sino para que los ayude.

—No eres entonces el peligro en este lugar.

—Nunca lo fui. Pero nadie puede escapar de aquí. Y creo que nadie quiere hacerlo. Verás, desde mi punto de vista, ansío la libertad, pero no la que me ofrece el exterior. Ustedes, las ofrendas vivas de Atenas, son el mejor ejemplo de lo que me espera si salgo de aquí.

—Pero jamás podrás. Ese es el punto de este laberinto, apartarte del mundo. Por temible, por monstruoso.

—En breve, verás quién es la verdadera amenaza en esta vida.

—¿Qué quieres decir?

—Qué no podré protegerte mucho tiempo. Y aunque siga atreviéndome a llamarte mi hermano, nuestros padres son de distintos materiales, y ello puedes confirmarlo en este mismo lugar. Cuando la desesperación apremia, cuando el camino se torna sinuoso y mortal, todos los seres, incluso los divinos, expresan su verdadera naturaleza.

—¿Y cuál es la tuya?

—La de aguardar aquí mismo mi libertad, y poder compartir, en algún momento, unas palabras amenas antes de que terminen, ustedes los verdaderos encarcelados, convirtiéndose en lo que deben convertirse.

—¿Te consideras entonces, monstruo, mejor que nosotros los hombres?

—No mejor, distinto. Y vuelvo a recordarte, entre estas confusas paredes, no soy yo a quien deberías llamar monstruo. No soy a quien deberías realmente temer. Tus ojos, como las nubes de tormenta, no te dejarán ver la plenitud que trae la verdad de los astros.

—¡Te equivocas!, ¡traeré a mis verdaderos hermanos y te daré justa muerte!, tu tretas no funcionarán conmigo! engendro...

—No te apures, que allí mismo vienen... Mientras tanto, entonces, yo me retiro. Espero volver a verte. Y ten algo en cuenta, yo prefiero estar aquí, así estoy a salvo de ustedes.

—¿De nosotros? ¡Hipócrita, si eres tu la guadaña de los hombres!

—Hasta pronto.

—¡Mírenlo, hermanos! ¡Por allí! ¿Lo ven? ¡Se aleja!, ¡vamos!, ¡deprisa!, podemos, entre todos darle muerte. ¿Hermanos? pero que.... ¡no!, ¡no hagan eso!, ¡!no¡! mi cuello, mis brazos, por que lo hacen, me comen . ¡!Auxlio¡!, ¡!ahhhh¡! , ¡Minotauro!

***


—¿Estás ahí? ¡llevo buscándote semanas enteras!

—Estoy aquí, ¿en qué otro lugar podría estar?

—¡Gracias a Zeus! La noche está muy oscura, hoy, a diferencia de otras veces, las estrellas no nos acompañan.

—¿Por qué no te acercas?

—Por la misma razón que te has escondido en las sombras para responderme.

—Todo esta oscuro aquí. No hay sombras sin haber una luz que las denigre.

—No todo. Donde ahora te escondes, sé que estás agazapado. Puedo olerte y sentirte, y hasta saborear tu transpiración en el aire. Hoy, a diferencia de otras noches, te alejas de mi.

—Hoy no es como otras noches.

—Ninguna lo es. Y menos cuando te vas. ¿Acaso nos han descubierto?

—No, nadie sabe que te he visitado antes, con excepción de esta vez.

—Eso no es comentario favorecedor. Será entonces mejor que ni te acerques, ni que yo corra de ti. Ya sabes que podríamos estar años enteros vagando por este lugar. Por más que luego te ayude, como siempre, a encontrar la salida.

—Sí, es verdad. Sin tu asistencia jamás podría fugarme de aquí. Y te estoy agradecido ya que me has ayudado en cada oportunidad.

—Y tu me has ofrecido tu cálida compañía. No puedo hacer otra cosa más que brindarte mi conocimiento y un poco más. Mucho más de lo que puede esperarse del alguien como yo.

—Es verdad...

—Sigo consternado al igual que dubitativo. Y me pregunto, ¿por qué hoy no trajiste algo de comida contigo? Sabés mejor que yo que no como carne humana, y que todo es un teatro para mantenerme en este lugar. Una jugarreta ignorante y despiadada de Minos, quien dice ser rey en este yermo.

—Lo sé, aunque lo he deducido por mi cuenta. Los hombres y mujeres que te fueron entregados en sacrificio, terminaron muriendo de hambre, sed, o ambos. Y tu, por lo que también deduzco, los enterraste en misericordia.

—Si, aunque he tenido que dejar algunos huesos en estos interminables corredores. De otra forma no sería tan creíble.

—Tan inteligente, como de costumbre. Considero ser un afortunado de escucharte y de estar cerca tuyo, aunque tengamos que hacerlo a escondidas.

—Todas los sucesos más extraordinarios de la vida ocurren en secreto.

—No todos.

—¿Entonces? Sabes que mi paciencia no es eterna, y tiendo a encolerizarme con facilidad. Por favor, Teseo, ¿por qué estás aquí esta noche?

—Esta noche yo... está noche...

—¡Teseo! ¿a dónde vas?

—¡No te preocupes por mí! ¡he caminado recto, y sabré volver! ¡Por favor, espérame, encontraré la forma!

—¡Teseo!, ¡por favor, no te vayas ahora!


***


—Zeus, clamo por ti, dios de los dioses. Te pido mi liberación, te solicito, aquí de rodillas, embarcado en la siesta austera de un territorio lleno de muerte y temor, me liberes de esta desgracia que aqueja mi corazón. Has enviado a Teseo por mí, pero al contrario de lo que hubiese esperado, solo lograste desear con mayor fuerza mi libertad. ¿Acaso tan grande es la disputa con mi padre? ¿puedo pedir por él directamente sin tener que pasar por tí?

—Hijo...

—¡Padre! no te he visto en mucho mucho tiempo. Me sorprende que te aventures a estos lugares.

—Lo sé hijo, lo sé. Pero yo te he observado en cada instante.

—Si así es, me avergüenzo de mi mismo. He cometido actos propios de una bestia. No tengo una morada digna, paso hambre y el amor solo me visita esporádicamente.

—No tienes de nada de qué avergonzarte. Te considero, quizás, el más digno de mis prole.

— Entonces padre, amo y señor de los mares y los terremotos, mi Señor Posei...

—¡No me nombres por favor! Mi hermano, el rey inmortal de los reyes inmortales, no sabe que estoy aquí. Si me nombras, él se dignará a escuchar.

—Pero he elevado una plegaria ante él. ¿Acaso eso no es suficiente para que nos escuche y sepa que estás aquí conmigo?

—Una y mil diferencias hay, hijo, entre tu padre y el soberano de todos los dioses: tu padre siempre escucha.

— Perdóname nuevamente padre. Desconozco el proceder de la divinidad y sus detalles. Ahora, dime por favor si has escuchado mi súplica y qué puedo hacer al respecto.

—Escucho todas tus ruegos hijo mío. Cada uno de ellos, intuyo tus sueños, veo tu gran y firme corazón. Conozco tus intenciones y la gran diferencia que hay entre tu aspecto bestial y la verdadera naturaleza que se encuentra enterrada bajo tu ancha y dura piel.

—¿Entonces, padre, tienes alguna respuesta para mi?

—Sí, mi querido Asterión. La respuesta a tus plegarias es el hijo de Egeo.

—¿Teseo?

—Sí. Ese mortal ateniense que dicen es veloz y valiente. Sé que lo conoces más de lo que aparentas.

—Pero, padre, él y yo...

—Ya lo sé. De todas formas, él es la respuesta a tus plegarias.

—La gente... según escucho sus gritos retumbar entre las paredes de este cementerio interminable, me consideran un castigo, el azote brutal de Cnosos. Y todo por la falta de respeto de Minos hacia ti, hacia su pacto por haberlo hecho rey.

—Es así, pero debes entender que estás aquí por mi voluntad, y por la de mi hermano. Y aunque hoy parezca injusta el cielo que te aplasta, amargo y frío el aire que llena tus inmensos pulmones, debes estar dispuesto a proseguir tu camino.

— Pero seré siempre el monstruo, y los demás quienes temen.

— No conoces el tiempo como nosotros, hijo mío. Algún día, si cumples con el motivo por el cual te encuentras vivo, será revelado al mundo de los hombres, las bestias y los dioses el papel que has jugado en el destino de la Tierra.

—¿Cuál es ese papel, padre misericordioso?

—El hacer entender a cada ser viviente, mortal o no, de que la historia, al igual que la piedra más dura, es voluble al paso del tiempo.

—No entiendo, padre.

—Y con tu extraordinaria inteligencia también es de esperarse, puesto que esto es cosa de dioses.

—¿Qué debo hacer entonces, padre?

—Cumplir con tu misión, Asterión. Seguir siendo tú mismo, puesto que la noche infinita te llegará como a todos los que han sido llamados a respirar. Pero tu lugar en el cielo plutónico será especial si lográs cumplir con aquello por lo que has sido creado.

—¿Y qué es eso padre?

—El hacer saber a todos los mortales, que los pactos con los dioses deben cumplirse.

—Lo haré, te lo prometo.

***


—Déjame verte, vamos, no te escondas en las sombras. Yo puedo observarte de todas maneras. Las penumbras de estas paredes se me han enquistado como los ruidos de los insectos a la noche.

—No es por mi vida por la que temo, sino por la tuya.

—La última vez, corriste de mi, mientras que estoy más acostumbrado a verte partir en paz, sabiendo con tranquilidad que volveremos a vernos.

—Te pido disculpas mi Asterión, sabrás, las cosas cambian muy rápido en el mundo de los hombres. Y la decadencia posee más valor hoy que el oro. Se busca sin saberlo, se intercambia la desgracia por la libertad.

—Tranquilo, Teseo, hasta el día de hoy, muchos han buscado mi muerte. Y a cambio de su terrible interés, solo han alcanzado la suya propia. Convirtiéndome así en el más justo de los espejos: buscan mi fallecimiento, y encuentran el suyo.

—Tus palabras siguen siendo tan justas como transparentes. Esa es una cualidad que acercó mi corazón a tus manos, más rápido que el acero a tu pecho.

—Ojalá estuvieses aquí para charlar conmigo. Desde este lugar, infinito, no puedo ver nada más que el cielo alto y temible, que me amenaza cada día y cada noche con nunca volver a salir. Sin lugar a dudas, Dédalo ha sido un excelente arquitecto, aun intento comprender algunos de los complejos diseños que resguardan mi ira del resto del mundo.

—Sabes que no puedes hacerlo. Tu padre, Minos, te condenó mucho tiempo atrás a este sitio, y desde entonces no ven los aldeanos, ni los héroes, nada más que un monstruo. Un ser horripilante cuya hambre debe ser saciada solamente de carne humana.

—¡¿Mi padre?!

—Lo siento Asterión, a veces olvido la compleja trama de las historias familiares. Los seres divinos, arrastran consigo una historia familiar tan basta como los granos de arena que acarician las costas de todos los mares del mundo.

—Teseo, no pienso enfrentarte esta velada. Aunque sea la última que podamos vernos.

—¿Cómo lo sabes?, ¿cómo lo has intuido esta vez?

—Has llegado hasta uno de los recónditos lugares de lo que hoy llamo mi casa, a diferencia de las otras oportunidades, en las cuales buscabas mi presencia a poco avanzar por los corredores. Además, Teseo, tu armadura...

—Mi armadura. No puedo derramar otra cosa que sangre Asterión, no puedo volver rastros de lágrimas. Aunque estoy dispuesto a cambiar de lugar, alterar el destino y entregarme a ti.

—¿Es por ello que no has traído tu escudo acaso?

—Es por eso. Si debemos luchar, solo uno debe quedar respirando. La vida de muchos otros está en juego, por más falsa que sean la realidad que los guía.

—No vamos a realizar ninguna modificación. Yo he sido siempre la desgracia, tu el héroe, y nuestro amor el más grande secreto. Mantengámoslo de esa forma. Ningún guerrero debe alterar la trayectoria de una flecha o una espada, ya sea que se encuentre de uno u otro lado del filo.

—Asterión, no puedo aceptar que esto sea un enfrentamiento a muerte. No tiene sentido, es lo más extraño que he experimentado en toda mi vida. Ya no quiero pensar en mi pueblo, en los súbditos, en los reyes y sus ambiciones. ¿Cómo puede ser que el poder del coraje y el valor, no puedan alterar las decisiones que se toman por egoísmo?

—Mira Teseo, a diferencia de nuestro último encuentro, plutónicos, a lo lejos, brillan los astros sobre tu yelmo, eres más hermoso de lo que siempre te recuerdo. ¿Será por eso que te llaman héroe?

—Es en realidad, por el mismo motivo que a ti te llaman monstruo.

—¿Y eso sería?

—Por la desgracia de la hipocresía.

—Bueno, mi amor, la estrella más brillante en mi firmamento, acaba con este dilema y dame la libertad que deseo. Cumple tu destino, que aunque embustero al igual que el mío, determinará desde este día a uno héroe y al otro monstruo. Como si fuésemos enemigos, cuando solo el amor nos une.

—Hasta pronto Asterión, y que sepan los dioses, y no los hombres, que el amor no conoce de formas y fronteras, y que dejaría incluso mi destino para estar a tu lado.

—¡Ah! dulce y caliente bronce que al fin me da descanso. Elévate mi héroe, con tu reluciente peto y doradas grebas. Libera a tu pueblo, permítete imaginar nuestro aroma sobre aquella que llaman Ariadna. Abre a ella tu cuerpo, pero guarda este enfrentamiento a muerte como una puerta a la vida que no pudimos tener, pero merecíamos ciertamente.

—Lo siento...

—Yo también. Llévate mi cabeza para cerrar esta ficción, pero nunca entregues mi corazón, porque solo a ti te pertenece.

3 ноября 2020 г. 0:13 4 Отчет Добавить Подписаться
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José Mazzaro Alguien más...

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Francisco Rivera Francisco Rivera
Una posibilidad de alterar la versión de siempre. Buen ejemplo de creatividad y juego de posibilidades narrativas. Saludos Gabriel Mazzaro, lo disfruté de verdad...

  • José Mazzaro José Mazzaro
    Muchas gracias Francisco! Un abrazo November 03, 2020, 15:24
𝖘𝖆𝖒 𝖜𝖔𝖑𝖋 𝖘𝖆𝖒 𝖜𝖔𝖑𝖋
Muy bueno Gabriel, me ha encantado!

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