raul_obrien Raúl Molina

Ambientada en la época actual, Gabriel (Un escéptico empedernecido) entenderá que el mundo que lo rodea va más allá de lo que puede observar a simple vista.


Фентези Городская фантазия Всех возростов.

#fantasía #misticismo
Короткий рассказ
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Primer y único capítulo

Era un soleado día de enero en una extensa e industrializada ciudad al norte del país, miles de personas pululaban por cada uno de las tiendas que conformaban un céntrico mercado, donde podías encontrar desde algo para saciar tu hambre, hasta variados artículos.


En la entrada de este mercado se encontraba un regordete sujeto, quien no dejaba de mirar de un lado hacia otro, un tanto impaciente.
Quienes han tenido la oportunidad de charlar alguna que otra vez con él y conocerlo, sabrán de su ciego escepticismo; para él era inconcebible creer en algo que no pudiera ser medible, pesado o comprobado científicamente. O en última instancia, percibido por los sentidos.

Era tal su tozudez, que la mayoría prefería en darle la razón que rebatirle en una discusión.


Y si bien la mayor parte del tiempo era un hombre ocupado, siempre dedicaba un tiempo a su familia y amistades.

Justamente hoy unas de sus más cercanas amigas le habían pedido un extravagante favor, prestarse como conejillos de indas para una lectura de tarot.

Si bien esto le parecía una soberana tontería, no había nada más que le llenará de gozo que demostrar, sagazmente, lo poco creíble y fútil que eran estás prácticas.


- Perdón por llegar tarde – le dijo una mujer con respiración entrecortada y algo sudorosa – Pero el microbús se dio mil vueltas.

- Lo importarte es que llegaste – Señaló con tono jocoso, pero soberbió al verla llegar corriendo - ¿Y dónde es este tema?

- S-si claro. Ven acompáñame, es por acá – Le siguió hasta llegar a unas escaleras que los condujeron a un sector subterráneo del mercado, un lugar a los que pocas veces había visitado.

Si bien era pleno día en la superficie, las paredes abovedadas del subterráneo apenas se distinguían por la penumbra que acechaba. Era un sitio viejo, atemporal.
Las tiendas tenían aquellas marquesinas de tela, inservibles en un lugar tan debajo de la calle. Sus vitrinas de marco de madera y vidrio no poseían ningún tipo de enrejado que los protegiera de posibles robos. Era una capsula de tiempos más simples.

- Por favor Gabriel, no vayas hacer lo que siempre haces – Dijo su amiga mientras caminaban por el lugar – Y cambia esa cara – agregó.

- Es la única que tengo – Le respondió con una sonrisa dibujada en su rostro.

- Deja de hacerte el huevón conmigo. Se lo hubiera pedido al Carlos o al Giovanni, pero ambos estaban ocupados.

- Ya, pero relájate ¿Estoy aquí? ¿no?

La mujer guardó silencio, sabía que discutir con él era como echar más leña al fuego, alimentando su indolente sarcasmo. Pero Gabriel no era una mala persona y menos un mal amigo.


Quienes lo conocen bien lo quieren y aprecian, era alguien que había tenido una infancia dura y con muchas carencias. Era alguien quien se había convertido en lo era por puro esfuerzo. Un estilo de vida que le había enseñado que las cosas realmente importantes no llegaban gratis, por suerte o por arte de magia.

A sus ojos, el mundo era un lugar donde tenías que mantenerte en constante movimiento para lograr lo que deseas y sobrevivir, un sitio donde la fantasía solo se encontraba en los libros y en la imaginación.

Continuaron caminado en silencio hasta llegar a una tienda cuyo escaparate tenía una cantidad de figuras de yeso, velas y decoraciones artesanales. Tan solo con entrar, un fuerte olor a incienso los recibió. El interior estaba igualmente decorado con muchas artesanías como atrapa sueños, y símbolos sacros.

Del fondo, una cortina hecha de pequeñas piedras de color se movió, apareciendo de la trastienda una robusta mujer mayor, vestida con ropas que recordaban a esos tiempos donde el “New Age” aún seguía vigente.


- Oh, eres tú Yael. - Saludó la mujer – Pensé que ya no llegabas.

La amiga de Gabriel se disculpó por la tardanza, mientras este dedicaba su atención a inspeccionar todo a su alrededor. Numerosos frascos con diversos contenidos se encontraban en la estantería del local, en una mesita cercano a él le hizo fruncir el ceño al leer el cartel que detallaba cada una de las propiedades sanadoras de unas botellitas rellenas de jabón líquido, que prometían, sin lugar a dudas, la limpieza de auras.

- Así que ¿esté será el joven que nos acompañará en tu lectura del tarot?

Gabriel se presentó, dejando patente en su actitud su incredulidad ante todo este asunto místico, lo que hizo sentir más nerviosa e incómoda a su ya consternada amiga. No obstante, en ningún momento pareció que esto alterara de alguna manera a la dueña del local. Invitó a ambos a pasar a la trastienda mientras cerraba con llave la puerta de su negocio.

Durante los casi veinte minutos que duró la sesión, Yael trató de leerle la suerte a su Gabriel, pero su titubeo hizo que su maestra la corrigiera varias veces.

- Perdón, hay algo que no logro interpretar en las cartas – Comentó en tono bajo Yael.

- Me di cuenta – Dijo su maestra - Pero descuida, yo sé que es – Se acercó hasta su mostrado y sacó una pequeña caja. - Tomé joven.

Gabriel no entendía. Recibió la caja un tanto extrañado y la abrió para ver que contenía en su interior.

- ¿Las cartas le dijeron que me diera un monóculo? - Dijo confundido.

- No es un regalo, sino un préstamo.

La mujer le explicó que aquel monóculo era de uno de sus clientes. Poseedor de propiedad espirituales, permitía al usuario ver aquello que su terca mente no le deja ver a simple vista.


Gabriel lo tomó para examinarlo detenidamente un momento. Su tamaño no era mayor a la circunferencia de un vaso; era ligero, para estar compuesto de un cristal tan denso. Miró a través de este, pero nada extraordinario o fantástico sucedió frente a su ojo.
Notó con la yema de sus dedos un casi imperceptible grabado que no alcanzaba a leer, el cual rodeaba todo el armazón del lente.

- Solo te lo prestaré por una noche – Señaló la dueña del local con una sonrisa desdeñosa- tienes que prometer que me lo devolverás mañana.

Luego de aquello ambos se retiraron del local. Yael no podría ocultar sus ansias del objeto prestado a su amigo, Gabriel se lo entregó con la esperanza que se calmara un poco. Esta no dejó lugar sin examinar con el monóculo, pero al igual que su amigo, nada extraordinario se presentó ante ella.

- Juntémonos a la noche en tu casa, e investiguemos que hace – Propuso emocionada.

Pero Gabriel no estaba interesado, hoy era su día de descanso del trabajo. Tuvieron que bastar una chorrillana, dos completos y un litro de bebida para convencerlo.


Ya de noche, su celular sonó ante un mensaje enviado por Yael, esta llegaría unas horas más tarde por un compromiso pendiente.

Sin más que hacer que esperarle, comenzó a navegar por internet para pasar el tiempo. Siendo un hábil dibujante, buscó ejemplos de fisionomía humana en la red para mejorar sus trazos. Fue mientras que buscaba sus artículos de dibujo que vio aquella pequeña caja que le habían entregado.

Volvió a sacar el monóculo para mirar nuevamente por su cristal, y como imaginaba, nuevamente nada fuera de lo común sucedió.

Se acercó a su espejo para admirarse con aquel lente puesto, cuando vio pasar por el reflejo del cristal algo parecido a una cola de serpiente, que brillaba con un intenso color rojizo por fuera de su ventana.


La impresión hizo que los músculos de su rostro soltasen el monóculo, la cual aterrizó por fortuna en su pie. Se acercó temeroso a su ventana, y miró en todas direcciones buscando algo inusual, pero nada había allí afuera.

Creyendo que tal vez había visto otra cosa, recogió el monóculo del suelo para volver a ponerlo en su caja. Pero al momento que está por guárdalo, algo le hizo decidir volver a acomodárselo en su ojo, y esta vez a sujetándolo en todo momento con su mano, miró nuevamente por la venta de su habitación, el cual se encontraba en el segundo piso de su casa.


Su mente se trabó al no poder procesar lo que presenciaba su ojo. La calle, los techos y el cielo de su barrio urbano estaba plagado de muchos increíbles seres fantásticos y mitológicos.

Mientras dragones, mantícoras, sílfides y demás seres de diversas y distintas formas o colores decoraban el cielo nocturno, criaturas propias del folclor nacional como lo son los duendes y animales antropomórficos se tomaban las calles y los techos.

La hasta antes ciudad portuaria en que había vivido toda su vida, adquiría una nueva luz, desconocida y mística.

Tan estupefacto como lo estaría cualquier otro, se quitó un momento el monóculo, para atestiguar como toda aquella maravilla desaparecía, como si nunca hubiera estado allí.


Pasaron largos minutos convenciéndose a sí mismo que no estaba perdiendo su cordura. Se quitaba y volvía a poner varias veces el monóculo para comprobar lo que sucedía fuera de su ventana, dando como resultado siempre la aparición de todos aquellos seres cada vez que miraba a través del cristal.

Su familia se encontraba de viaje, por lo que se encontraba solo en su hogar. Su parte lógica le decía qué si otra persona miraba a través de monóculo, podría descartar un posible cuadro de esquizofrenia que pudiera estar afectándole. Por suerte para él, su amiga llegaría en algún momento de la noche, por lo que solo debería espera.


Volvió a su computadora y trató de distraerse mientras llegaba Yael. No obstante, la cajita con el monóculo encima de la cama era como un faro a sus espaldas. La guardó en su cajón de calcetines esperando que esto le ayudara a ignóralo, pero sencillamente no podría evitar sentir el llamado que este objeto.

Sin poder soportarlo más, hizo algo que pocas veces en su vida hacía, dejarse llevar por su impulsividad. Tomó su croquera junto a un banano donde guardaba sus lápices y partió sin pensarlo a la calle con el objetivo de registrar todo lo que pudiera observar.

Dibujó con detalle todo ser que alcanzó a ver, agregando descripciones y notas sobre sus colores, sonidos que emitían y hasta los olfateaba en busca de identificar aromas. Trató de tocarlos e interactuar con ellos, pero era como si fuera un fantasma, como si se encontrará en un plano diferente de existencia.

Así caminó por toda la noche, registrando fascinadamente todo lo que miraba por aquel monóculo, hasta que los primeros rayos de sol dejaron sin efecto aquel artefacto mágico. Las largas horas de su travesía lo habían dejado exhausto, pero muy emocionado, como nunca lo había estado en toda su vida, olvidando por completo que solo dentro de unas horas debía ir a trabajar.


Llegando a su hogar comería algo, se ducharía y alistaría, esperando con ansias el final de su horario laboral para investigar esta vez el sector céntrico de su ciudad en búsqueda de este mundo que siempre se le fue oculto.

Sin embardo, nada presagiaría lo que estaba a punto de suceder. Estando frente a la puerta de su hogar rebuscó sus llaves dentro del banano, no percatándose que la cadena del monóculo se enredaría con la argolla de su llave. Al sacarla, el monóculo se tragó con la cremallera, más el tirón, ambos objetos unidos salieron disparados, cayendo al piso irremediablemente y rompiéndose el cristal.

Enmudeció al ver los pedazos regados por el piso. Nerviosamente reunió cada uno de ellos y los volvió a meter dentro del banano.

Sin saber que hacer, se dirigió rápidamente a su habitación en búsqueda de algún pegamento que pudiera reparar su torpeza. Revisó frenéticamente cada uno de sus cajones, cuando divisó el parpadear de su celular.


Tenía cinco llamadas perdidas y quince mensajes de su amiga, increpándole por no dejarle entrar a su casa. La llamó enseguida en busca de consejo.

Aún era bastante temprano esa mañana, por lo que tardó en contestarle. Al contarle lo que había sucedido con el monóculo, su somnolienta amiga despabiló de un momento a otro, regañándole y condenando su patoso actuar.
Preguntándole que podía hacer, esta trató de calmarlo, aconsejándole ir donde la dueña del local a explicarle lo sucedido.

Toda esta situación evocó en Gabriel algo que hacía mucho no experimentaba, y eso era el miedo de ser responsable. Siendo el mayor de cuatro hermanos, tuvo que madurar bastante rápido para ayudar a cuidar de ellos, mientras sus padres se encargaban de traer el sustento al hogar y mantenerlo.

Se sentó un momento en su cama y respiró profundamente hasta que su corazón desacelerará. Sabía que tenía que hacerse responsable. Se vistió para el trabajo, guardó su croquera en su morral junto a la pequeña cajita que contenía el roto monóculo y partió dos horas antes de lo habitual.


Mientras iba en el microbús, comenzó a echarle una ojeada a los bocetos que había hecho anoche. Se bajó unas cuadras antes de su trabajo, justo en frente del mercado central. Al ser tan temprano, la circulación de peatones era baja.

Bajó por las escaleras hasta llegar al subterráneo, caminó por el pasillo hasta llegar a la tienda cuyo escaparate poseía una gran cantidad de figuras de yeso, velas y decoraciones artesanales. El letrero de “abierto” estaba puesto.

Al ingresar nuevamente un olor a incienso le dio la bienvenida, y de la trastienda apareció aquella robusta mujer que, con sólo una pequeña caja, había cambiado todo su mundo.

- Le traje su caja, pero… tuve un problema – Dijo avergonzado. Luego dejó la cajita sobre el mostrador.

La mujer la tomó delicadamente, la abrió y deposito los pedazos de cristal en la palma de su mano, junto con el armazón.

Gabriel se preparó. Recordó cuando con ocho años de edad había rotó la televisión del living al caérsele cuando la estaba moviendo para limpiar. El regaño de sus padres en ese entonces no se compararía a nada por lo que había roto ahora. Un objeto invaluable, único, que no podías comprar o reemplazar por otro.

La mujer inspeccionó el grabado del armazón con la yema de sus dedos, sin prestarle mayor a atención a los trozos de cristal que había dejado de lado.

- El marco no tienen ni una sola mueca. Cambiando el cristal quedará como nuevo.

Una sensación de alivio y ligereza invadió el cuerpo de Gabriel. Estaba feliz, contento de no haber arruinado tal esplendido artefacto. Pero, aun así, se sentía responsable.

Ofreció dinero para el recambio del cristal, pero la mujer rechazó su ofrecimiento con su cabeza.

- Estas cosas no se pagan con dinero. - Dijo ella – Si realmente quieres resarcir tu deuda, debes darme tu croquera.

- ¿Mi croquera? – Pensó, sorprendido que la mujer supiera de su existencia. Se resistía a la idea de entregarla, había pasado toda la noche dibujando a tanto ser extraño que había visto, que no podría recrearla completamente en otra sólo con lo que recordaba.


Nunca le había dado valor a las cosas materiales, pero en aquel momento aquella croquera le significaba todo. Sin embargo, en el fondo sabía que era lo que debía hacer, lo correcto.

Se la entregó sin resistencia, para luego agradecerle y despedirse pues aún tenía que ir a su trabajo. Pasaría un largo tiempo antes que pudiera pensar en otra cosa que no fuera aquel monóculo.

Semanas después su vida volvió a sus cotidianas rutinas. Lo último referente al tema fue la explicación que le dio a su amiga, en relación a lo que sucedió aquella noche, y lo que hizo con su croquera. Pensó en más de una ver volver a ese local y pedirle a aquella mujer que le enseñará todo lo una vez había ignorado durante años, pero unos días después que entregará su croquera, la tienda cerró temporalmente, no quedándole otra que retomar su acostumbrada vida.


No fue hasta que un día, mientras bajaba del microbús que lo dejaba cerca de su casa, un peculiar hombre con ropas un tanto extravagante lo detuvo, sosteniendo en una de sus manos su tan atesorada croquera, esa misma que había utilizado aquella mágica noche.

Aquel hombre se presentó como el dueño del monóculo, le dio la mano con efusividad y lo felicitó por el excelente trabajo que había realizado con aquellas ilustraciones.

Mientras le hacía mil y una preguntas, junto con detalles de algunas de sus dibujos, Gabriel no podía resistirse de sentir aquella felicidad y curiosidad que lo embriagaba; un nuevo y fantástico mundo que siempre estuvo allí le había abierto sus puertas, y él estaba deseoso de escudriñar, medir, pesar y comprobar esta nueva realidad de la cual se había hecho parte.

FIN.

30 октября 2020 г. 2:15 0 Отчет Добавить Подписаться
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