—Sólo usted se mete en éste rollo —me apremió. Como era habitual en él. Además de ser mi mayordomo, mi mano derecha, era mi único amigo en palacio y el que mejor me conocía, a veces tomaba despiadadamente el rol de hermano mayor. No era que fuese muy mayor, simplemente me llevaba tres años.
—Relájate, será divertido —bromeé para quitarle el hierro al asunto.
—¿Divertido?- preguntó con escepticismo — ¿Alteza tiene en cuenta a lo que se expone? — repuso con gravedad. Chasque la lengua.
— Nadie sabe quien soy, al menos que me trates como tal en público —dije con un tono seco.
—¿Qué le hace estar tan seguro, que no lo conocéis aquí? —
—¿Crees que no investigue antes? —suspiro, meneando la cabeza.
— No lo sé alteza, todo esto podría ocasionar problemas con el Marqués Alphone.
—¿Problemas? —dije efusivo —Ese tal Alphone, no se enterará a parte debe estar entretenido preparando todo para recibir a sus damas de la corte dorada, que ni siquiera se percatara de que uno de sus invitados se desvié tres días de la celebración —comenzaba a contrariarme, era la única expresión de mi rostro que no lograba ocultar ante Bey. Algo que hacía que Bey se retractará ante sus comentarios.
—Perdóneme alteza —
—Descuida Bey —le di una palmadita en el hombro, lo cual lo sorprendió, aquél chico no estaba acostumbrado a que lo tocarán.
De todos modos opte por una pequeña amenaza —No querrás tener problemas con mis padres ¿Cierto? —concluí con una sonrisa amenazadora— y yo quiero tener unos días de vida normal —dije pensando en voz alta.
— No comprendo alteza- frunció el ceño.
— No hay nada que comprender, sino que hacer —dije con una amplia sonrisa, mientras repasaba en mi cabeza las reglas que iba a imponerle. Las reglas que me permitirían ser normal por tan solo tres días. Lo miré y su expresión era cada vez más preocupante, eso me divertía, ya que me sacaba de mis casillas el que fuera tan introvertido y siguiera todo al pie de las reglas. ¿Qué acaso su vida no tenía emoción?.
— Vas a dejarme de llamar alteza o señor —me incline hacia él y susurre lo más bajo que pude para que el chofer no sospechara, ya que le había dicho que tenía que quedarme en Monteado por asuntos políticos.
— ¿Decid que lo llame por su nombre? —puse los ojos en blanco, sino era por mi nombre porque más me iba a llamar.
— ¡Exacto! —replique.
Jessica Giffuni
