gnmultidimensiones Gastón Medina

Germán y Joel llevan una vida tranquila en la ciudad de Mar Del Plata, hacia el año 2012. Casualmente se encuentran en el Instituto Saturnino Unzué, una edificación antigua que celebra los 100 años de su inauguración, como, en ese entonces hogar para niñas huerfanas. Ambos se ven atraídos por la historia de aquel lugar, eso los lleva a recorrer pasillos y cuartos que tienen prohibido visitar. Regresan en la noche y un poderoso sueño se apodera de ellos, caen desmayados y despiertan en lo que fue su vida pasada, dos niños en el año 1927. Vuelven al orfanato, donde conocen y ayudan a un joven a conquistar el amor de su vida, quien resulta ser una de las huerfanas del hogar. Historia Registrada en Safe Creative, por lo tanto queda prohibida toda reproducción parcial o total de la obra, sin consentimiento del autor. Todos los derechos reservados. Código: 1906191205646 Secuelas: INFANCIAS DE ORFANATO - El Misterio De Los Túneles (Libro 2) Capitulos en total: (25 caps.) Finaliza: 25-Nov-2018 Ciclo: 1


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1- Una Historia Sin resolver

Jaqueline, una niña de doce años, cabello castaño claro, sale por la puerta trasera del Hogar Saturnino Unzué. Una lluvia torrencial, cae en esa fría noche de otoño. Mira hacia el fondo del Orfanato, una pequeña casa, oscura, iluminada por los relampagos.

Corre desesperada, estirando su mano mientras grita el nombre de aquel joven. Tropieza y cae sobre barro, ensuciando todo su atuendo blanco de dormir. Respira con dificultad, ya que su salud es crítica, se da vuelta y mira el cielo lluvioso, las gotas mojan su rostro como si fuese una ducha.
―¡Rafaél! ¡Rafaél! ―grita.
Un chico de cabello corto, llega corriendo de aquella casa trasera, todo lastimado, con sangre en su camisa blanca y pantalón beige, se lanza hacia ella sollozando.
―¡No! ¡No! ¡¿Por qué saliste?!

Ambos se miran tristes, mientras la lluvia los envuelve, se toman de la mano y Jaqueline le dice, agonizando.

―Quería verte... una vez mas.

―No ¡No podés dejarme así! ¡No ahora! ¡Quiero vivir con vos!

―Quería despedirme ―susurra―. No me olvides... por favor.

―No, no te vayas, te voy a llevar a la enfermería.

―No me olvides...

―Si te vas, entonces me voy con vos ―llora desconsolado.

―No me voy , voy a vivir, en tu corazón.

Suelta sus ultimas lagrimas, las cuales mezclan con la lluvia, sus ojos claros se cierran. Rafaél grita del dolor, mientras la abraza fuertemente.

Suena un celular táctil sobre la mesa de luz, un joven adolescente, de cabello corto, remera y pantalón negro, abre la puerta con fuerza, corre y atiende la llamada, mientras se peina.

―¡Hola!

―¿Germán? ¿Qué haces? soy yo man.

―Eh, Joel, ¿qué contás?

―Son las dos che, ¿estabas dormido?

―No, no, ya estoy saliendo, estaba viendo las noticias y me distraje.

Prende la tele en el living comedor, pone el canal de las noticias y mientras se viste, habla y escucha.

―No te olvides man, hoy tenemos que conseguir esa información de las casas prefabricadas.

―Dale man, en media hora estoy allá.

―Buenísimo, nos vemos.

Al cortar la llamada, lanza el celular a la cama y se termina de cambiar, corre y se sirve café con leche. Se sienta a comer unas tostadas mientras ve las noticias. Su madre, se encuentra en el sofá, acostada, revisando el celular, cuando de pronto ambos ven la misma noticia.

Hoy se celebra el centenario de la inauguración del Instituto Saturnino Unzué, mañana 5 de marzo se cumplen exactamente cien años, pero aprovechan hoy domingo... la gente se acerca a disfrutar de una linda tarde, con actividades recreativas, espectáculos para toda la familia. Si quieren pasar un buen día, acérquense a Rio Negro al 3500 y disfruten...

―Ese lugar se cae a pedazos, ya tendrían que tirarlo abajo ―dice Germán.

―Es una lástima, seguro era muy lindo cuando se construyó ¿No se te hace tarde, hijo?

―Sí, creo que sí, me voy, vuelvo tarde hoy.

―Cuidate hijo...

En pleno epicentro de la ciudad, Joel, un joven de mediana estatura, moreno y de cabello crecido, espera en una de las paradas de la Avenida Luro, una de las más transitadas de todo Mar Del Plata. Germán llega en uno de los colectivos, ni bien baja se acerca y le dice en voz alta.

―Llegaste tarde man.

―Bah, tampoco llegue tan tarde ―exagerando.

―Dos horas tardaste.

―Bueno, son cosas que pasan, ¿vamos?

Comienzan a caminar hacia el fondo de la ciudad, hablan de sus vidas, como van en la escuela, el futbol, se ríen un poco mientras ven el paisaje céntrico, las plazas repleta de árboles, calesitas, hamacas, los edificios que no alcanzan a superar los veinte pisos de alto. Las hojas que comienzan a caer, ya que está terminando el verano.

Se encuentran con el local enorme de viviendas prefabricadas, pero las rejas encierran todo el frente.

―Está cerrado ―dice Germán.

―No importa man, hay tiempo, volvemos otro día.

―¿Y ahora qué hacemos? se hace tarde.

―Man, ¿me acompañarías al Unzué? Tengo que buscar un certificado de un curso de jóvenes.

―Dale, vamos...

El colectivo pasa por las calles y sale finalmente a la costa, donde transita la avenida, Joel continua hablando, Germán se distrae un poco, viendo la enorme plaza España, la misma cubre al menos tres cuadras, antes de que termine por salir del centro. Una vez que va camino al Instituto Saturnino Unzué, pasan por una fábrica de alfajores, dos cuadras más y se bajan.

Cruzan la avenida y van por la vereda al costado del edificio, Germán se da cuenta de la antigüedad que tienen aquellas paredes, el verdín, el moho y el óxido de las rejas que envuelven una serie de ventanas con forma de arco, de más de un metro de alto, las paredes color sepia muestran grietas y hasta se llega a ver el ladrillo que se utilizó, expuesto a la salitre del mar que está cruzando la avenida.

―Tendrían que derribar esto, se cae a pedazos ―dice Germán.

―Es muy interesante ―dice Joel― que bueno que lo estén arreglando.

Entran por el costado derecho, donde una reja de dos metros es abierta por el guardia. Entonces ven a su alrededor, un gran sector verde, con varios árboles coposos, estatuas que llevan muchos años, como la de San Francisco de Asís, ubicada en el medio del espacio rodeado de palmeras. A los dos le entra la curiosidad al ver que a pesar de que es un lugar muy antiguo, nunca deja de maravillar a quienes se acercan.

―Man, ¿te imaginas como hubiese sido este lugar antes? ―dice Joel.

―Si, seguro tenía su encanto ―dice Germán.

―Bueno, me voy a buscar el certificado y vuelvo.

―Dale, yo te espero por acá.

Camina por todo el campo verde que cubre el pulmón del Asilo, ve las palmeras que decoran la vista, hasta llegar al fondo, donde hay un paredón de tres metros o más, una casa muy diferente al resto del edificio yace aislada. Cuando vuelve, ve a su derecha los juegos en donde los niños se divierten, algunos adornos que hacen a la ocasión de que se celebra el aniversario. Se queda un rato en un playón, que se encuentra cerca de la entrada, payasos hacen un show para los niños, con música alegre de fondo. Mira la hora y dice.

―Pero ¿cuánto va a tardar este?

Entra al ala izquierda del Asilo, donde ya hicieron reformas y todo se ve bien pintado y con varios muebles, estos muestran a través de un vidrio, objetos de la época en la que se fundó. Se ve atraído por el estado bien conservado en el que se encuentra, Joel se acerca a decirle.

―Che man, esto va para rato, ¿se te hace muy tarde a vos?

―No, tranquilo, tengo tiempo, te banco, voy al baño.

―Dale, gracias.

Cuando vuelve por ese gran pasillo ve una escalera de tres metros de ancho o tal vez más, el cual rodea un ascensor, sube y le pregunta a alguien donde está el baño.

―Subí y fijate, por cualquiera de los dos pasillos.

―Gracias.

Cada escalón que sube le da una sensación muy extraña, se imagina que por esas mismas escaleras, bajaban las niñas de aquel entonces. Cuando llega a la planta alta, ve un enorme espacio central, en el fondo, dos pasillos salen para cada extremo. La única luz que llega es la del día, que entra por uno de los ventanales de aquel hall.

Se adentra en el oscuro pasillo de dos metros de ancho y cuatro de alto. Abre la puerta del baño pero no se anima a entrar, el mismo se encuentra a oscuras, pese a que está totalmente remodelado, el miedo hace que Germán retroceda.

A pesar de que no hay electricidad en ese sector, un foco sobre su cabeza se ilumina dentro del portalámparas de forma intermitente.

El portero, de varios años, se acomoda el cabello canoso y se pone una gorra.

―Perdón señor, ¿pero me enciende las luces?

―Uh disculpame, ahora las prendo.

Sube la térmica y no responden.

―Debe estar en el tablero general, en el sótano.

―Ok gracias, se me fueron las ganas.

―Pero esperame...

―No, no, gracias ―se ríe, temeroso.

La luz del sol se esconde en el horizonte, ambos salen agotados, Joel habla con Germán.
―Tarde una vida allá adentro.
―Fue un embole esperar tanto, encima que no pude ir al baño.
―¿Por qué?
―Em... No había luces, estaba oscuro y se me fueron las ganas.
―Si... Claro ―dice sabiendo que fue por miedo.

Ni bien cruzan el portón, los dos sienten al mismo tiempo un pulso en su cabeza, la imagen de una luz amarilla pasa por sus mentes. Se quedan quietos un momento, un escalofríos recorre la espina, al escuchar el susurro espectral de un ente.
Iván, Alejandro... ―susurra.
De pronto reaccionan y voltean a ver el Asilo, la gente camina como si no hubiese pasado nada.
―¿Sentiste eso? ―dice Germán.
―Si, si, fue raro man, me sentí muy mal, ¿Qué será?
―No sé, pero tenemos que volver.
―¿Te parece mañana?
―Dale, te llamo y acordamos... Parece que al final te interesó ―sonríe.
―Me llamo la atención che...

Esa noche, Germán cena con su familia y nota un cierto cansancio, los ojos le pesan, deja de comer y dice.
―Mejor me voy a dormir.
―¿Tenés sueño tan temprano hijo? ―dice su madre.
―Es que me siento muy cansado.
―Bueno descansa tranquilo ―dice el padre, preocupado.

Cuando se acuesta, se cumplen las doce de la noche y automáticamente cierra los ojos. Pasan las horas... Joel en su hogar comienza a moverse para todos lados y transpira. Germán mueve su cabeza y respira agitado. Una pesadilla muestra como el escapa por un pasillo interminable, iluminado por una luz tenue que ingresa por unos ventanales. Mientras intenta escapar, parece que jamás llega, hasta comienza a detenerse en un mismo punto, una voz se escucha en la oscuridad, un susurro que mete miedo en su alma. La voz de un niño que no deja de llamarlo, está vez por su nombre.

―Germán... Germán... ―el rostro de un niño lo sorprende cara a cara.

Se mueve frenético y se levanta asustado, cuando ve la hora, marcan las cinco y media. Siente su cuerpo muy transpirado, a pesar del frio que hace en la habitación.

―Que carajo... ―susurra.

Camina muy despacio hacia la cocina, enciende la luz y abre la heladera, para sacar un poco de jugo, entonces recibe una llamada, un tanto extrañado de que sea su amigo, atiende.

―Joel...

―Man, no sabes lo que me paso.

―¿Tuviste una pesadilla?

―Si, ¿cómo sabes?

―¿Que viste?

―No man no te puedo contar ahora, ¿querés que mañana nos veamos?

―Si, mejor, así hablamos tranquilos.

Corta la llamada e imagina ese rostro, un niño de cabello apenas crecido, piel morena y no tiene más detalles. Un tanto preocupado, se queda en la cocina para hacerse un café.

Se hacen las nueve de la mañana, Germán, se acomoda su camperón negro, mira para ambos lados y cruza la avenida que recorre la costa. Se queda muy cerca del acantilado y aprecia el mar, apenas agitado por los vientos. Joel se acerca y lo saluda con palmas, para después chocar puños. Se ven sin decir ni una palabra, caminan rumbo al centro, tienen un largo camino desde la calle Beltrán.

Después de un kilómetro de caminar, Germán rompe el silencio.

―El Unzué tiene algo raro...

―Si man, anoche soñé con un chico...

―Que te llamaba.

―Exacto man, ¿tuvimos el mismo sueño?

―Si, te cuento...

Caminan hasta llegar al Unzué, las rejas de la entrada están cerradas, las ventanas también, el día nublado no les dificulta para nada, recorrer el edificio, los muros que superan la altura de cualquiera y por mucho. Germán y Joel sacan fotos, documentando todo lo que encuentran, puertas rotas y restauradas, techos muy dañados, el grosor de los muros, el lado norte del Asilo, en el que funciona una pequeña oficina, escondida entre la fachada. Cuando llegan a la costa ven pequeñas ventanas que apuntan a un subsuelo, una de estas no tiene vidrio. Un alambrado caído, les facilita acercarse a ver.

―Eso se ve muy turbio ―dice Germán.

―Man, vamos a preguntar si podemos pasar.

Una vez en la reja de entrada, el guardia de seguridad los ve con mirada sospechosa, mientras se acomoda la camisa apretada en su barriga, piensa cualquier cosa de ambos y pregunta.

―¿Si? ¿Que necesitan?

―¿Podemos pasar a ver el Unzué? estamos investigando para una tarea para la escuela ―dice Germán.

―Es un rato, si no le molesta, ¿podemos?

―No chicos, ayer tenían todo el día para ver, hoy imposible.

―¿Pero cómo...? ―dice Joel, alterado.

―Gracias señor ―dice Germán, tirando del brazo a su amigo.

―Man, ¿no te parece raro? ―dice Joel.

―Si, por eso la deje ahí... hoy volvemos... a la noche.

―¿Estás seguro? ¿No tenés miedo?

―Más vale man, pero siento que nos están llamando.

A la noche, cada uno se va de sus casas sin que se den cuenta sus padres. Se encuentran en la costa y van totalmente abrigados y encapuchados. Se acercan al lado norte del Asilo, el mismo luce tenebroso para los dos. Joel por un momento ve en una de las ventanas uno de los postigones cerrarse de forma brusca. Traga grueso y se asoma a esa pequeña entrada al subsuelo. Enciende la linterna y Germán se arma de coraje para ver bien el enorme cuarto oscuro, húmedo, con agua en el suelo, como si se estuviese filtrando, por las paredes erosionadas por la salitre.

Se adentra, cae haciendo el menor ruido posible, Joel entra y lo ayuda a bajar, encienden las linternas y caminan lentamente. Cada pisada hace eco en cada rincón oscuro del subsuelo, su respiración se dificulta, ya que son las doce menos cinco. Germán nota en medio de un charco, aplastado por un pequeño mueble, una pequeña libreta negra, revisa y entiende que se trata de un diario.

―Mira man ―señala.

Cae de la libreta de diez centímetros, una llave que estuvo oxidando las páginas del mismo por mucho tiempo.

―¿Que puerta abre esta llave? ―la levanta y camina hacia la primer puerta de roble solido que encuentra.

Ingresa la llave y la misma se traba, pero se abre ya que la cerradura cede. Ven a su alrededor un cuarto de cinco por cinco metros y una altura de tres metros o más.

―Que grande es esto ―dice Germán.

El sueño los invade, Joel mira la puerta como se cierra lentamente, los ojos le pesan tanto a él como a su amigo. Caen completamente desmayados, después de un día largo, por primera vez duermen con calma.

Escuchan el sonido de un gallo en la mañana, el resonar de las campanas en el horizonte, Germán se levanta por el llamado de su madre.

―Arriba Iván, vamos.
Se levanta de una cama muy diferente, unas sábanas y doble mantas, envuelven su pequeño cuerpo, despierta en el cuerpo de un niño, mira la habitación construida en madera. A su lado salta de la cama otro niño, apenas más alto que el, moreno y con cabello largo hasta pasar la oreja.

―¿Que paso? ¿Qué es esto? ¡¿Quién soy?! ―dice aterrorizado.

―¿Joel? ―dice el niño.

Él se da vuelta y lo ve asombrado.

―¿Germán?

―Si, si, ¡soy yo man!

―¡¿Que paso?! ¿Dónde estamos?.

Se asoman a ver por la ventana, abren bien sus ojos del asombro, al ver que encuentran en Mar Del Plata... en la década del 20.

20 октября 2020 г. 21:35 0 Отчет Добавить Подписаться
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Universo Multidimensional de los Reyes
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La primera fase del Universo Multidimensional comprende las historias POWER CAR, PROYECTO CC, PASAJE AURALMA, LLAVE X e INFANCIAS DE ORFANATO, contando extras. ADVERTENCIA: El contenido puede contener SPOILER Todas las historias que aparecerán en este perfil, a pesar de estar separadas por brechas de genero, están vinculadas en algún punto. No te pierdas ninguna historia de este amplio universo dimensional. Desde una ciudad, hasta los confines del universo. Узнайте больше о Universo Multidimensional de los Reyes.