posthumano Posthumano

Una visión de Galicia, explicada por Branca y Limón.


Исторические романы Всех возростов.

#theauthorscup #TheMacroCountry
7
4.4k ПРОСМОТРОВ
Завершено
reading time
AA Поделиться

1




Buenos días y en caso de que sea de noche: buenas noches. Soy el Narrador y os contaré un pequeño cuento sobre Galicia. Galicia es una comunidad autónoma que se encuentra en la costa del norte de España: un pequeño lugar de bosques verdes y montes de cumbre cansada.

Bien sabe vuestro humilde Narrador que el desafío de la Copa de Autores trata sobre el país en el que vives, pero los tópicos de España son el flamenco, los toros, la paella y poco o nada hay de eso en Galicia, es una región con sus propias costumbres y su propia lengua. Por eso, os hablaré os contaré un poco sobre mi querida Galicia.

La historia comienza muchos, pero que muchos años en el futuro. En el claro de un bosque dominado por un enorme árbol que es conocido como el Árbol de la Vida. Es un espécimen magnífico, con la apariencia de un roble, pero muchísimo más grande. Además, de las ramas le cuelgan unas bellotas grandes y doradas.

Aunque lo cierto es que no habéis venido aquí para escuchar hablar del Árbol de la Vida y sus bellotas doradas, sino para conocer un poco sobre Galicia. Empecemos por presentar a las dos protagonistas: Branca y Limón. Ellas dos están bajo las ramas del enorme roble y la que está llamada Limón tiene una cámara de vídeo en la mano y está grabando a la otra, Branca.

—¿Está la cámara encendida, Limón? —pregunta Branca, esta se mueve de un lado a otro: está nerviosa, aunque será mejor decir que está ansiando que Limón encienda la cámara y comienza a grabarla.

—Sí… espera… ¿Creo que sí…? —pregunta Limón, no parece demasiado confianza. Sujeta la cámara como si fuera una bomba que está a punto de explotar.

Quizás este sea el mejor momento para hablar un poco más sobre ellas. En primero lugar, ninguna de las dos es humana. Limón es una balura: una raza que se parece bastante a la humana. Con eso quiero decir que tiene una cabeza con pelo, orejas, nariz, boca, cuello, tornos, cadera, brazos y piernas.

Aunque hay unas cuantas pequeñas diferencias, como que sus ojos son de gato, no tienen una nariz como la nuestra, sino que son dos ranuras como las de dientes y su piel es de un verde claro, como la de una rana. Pero aparte de esos pequeños detalles, ellas son bastante parecidas a nosotros.

En concreto, Limón tiene la apariencia de una mujer de unos veinte años, quizás más cerca de los treinta que de los veinte. Tiene el cabello negro y liso, cortado bien cortito porque le molesta el pelo largo ya que no le gusta demasiado peinarse. Viste con una camiseta de manga corta azul con un corazón rosa dibujado y unos pantalones cortos.

—¡¿Crees o lo sabes?! —gime Branca, crece el nerviosismo en ella y se muerde el labio inferior. Esto es un gesto habitual en ella cuando se siente nerviosa.

Limón frunce el ceño y comienza a toquetear los botones de la cámara: tiene muchos y no sabe qué hacen ninguno de ellos. Pero está segura de que es capaz de encontrar la combinación correcta para comenzar a grabar. ¡Ánimo, Limón!

—Caramba, que yo las cámaras ni fu ni fa… pero… ¡Ooohhh! ¡Ya está, Branca! ¡Qué te estoy grabando! —exclama Limón y se le ilumina el rostro con una gran sonrisa. Un poco más y se pone a dar saltitos de alegría. ¡Y es justamente lo que hace ahora! Casi veo como la cámara se cae al suelo y se hace pedacito, pero afortundamente nada semejante pasa.

—¿Ehhh? Esto… ¡Bienvenidas al Show de Brancafror! Aquí os voy a enseñar un poquito sobre la cultura gallega… sobre Galicia… que es... uh… dónde viven los gallegos… que es… una comunidad autónoma… eh... y eso está en… ¿Europa? En el mundo… no sé… —A medida que va hablando, Branca va perdiendo la seguridad. A pasos agigantados.

—¡No te enrolles, Branca! —exclama Limón, poniendo una expresión seria en el rostro.

—¡Ehhh! ¡Perdón! Pues… ¿Por dónde empezar? ¡Por mí! ¿No veis algo diferente en mí? —pregunta Branca y lo cierto es que tiene razón: es bastante más grande que una persona normal, más allá de los dos metros —. ¡Eso es porque soy una moura!

Anda, es cierto… Hablé sobre Limón, pero no dije demasiado sobre Branca. Simplemente cómo se llama, pero es cierto: ella tampoco es humana, sino una moura y mide bastante. Aunque por lo demás es bastante parecido a nosotros. Es decir: tiene piernas, brazos y cabeza con pelo. Básicamente, tienen todo lo que tenemos sobre nosotros.

—¡Explica que es eso! ¡Explica! —exige Limón, desde detrás de las cámara. La actitud de la balura quizás es un poco demasiado agresiva y Branca parece un poco hasta asustada.

La moura mira a ambos lados como si estuviera buscando ayuda, traga saliva y exhibe una sonrisa nerviosa. Me da a mí que la pobre no se encuentra demasiado a gusto delante de una cámara… Pero en seguida recupera la compostura, recupera la seguridad y es capaz de hablar sin que le tiemble la voz. Al fin y al cabo, ella es una profesional.

—¿Eh? Mira, una moura son mujeres bellísimas y encantadas que habitan bajo tierra o bajo agua, saliendo a asollar su oro junto a las fuentes, ríos, castros, mámoas y ruinas de antiguas monumentos. Son seres feéricos, leucodermos, de cabellos castaños y ojos azules…

Limón baja la cámara y mira con desaprobación a la moura. Me da la sensación de que está decepcionada con la moura.

—Caramba, Branca… que eso lo sacaste de la Wikipedia…

—¿Ehhh? —A Branca se le descuelga la mandíbula, seguramente es porque la habían pillado con las manos en la masa.

Aunque es normal, ¿cómo explicarías tú qué eres? Es decir, hay grandes posibilidades de que seas humano, ¿cómo definirías la raza humana? Si yo tuviera que decir que es un ser humano, pues… lo cierto es que no sabría cómo decirlo. ¡Y eso que soy el Narrador!

—¡Y tú no haces nada de esas cosas, que lo más que te gusta es ver la tele y ni siquiera tienes oro! —acusa Limón y, con cada palabra, Branca se encoge y al final acaba con las rodillas en la hierba.

Después, la moura levanta la mirada en dirección al árbol que tiene encima de ella y suspira. Su mirada queda fija en aquellas grandes bellotas doradas, lanza otro enorme suspiro y sus ojos se llena de lágrimas. ¿Por qué…? Lo cierto es que me parece una reacción un poco exagerada.

Ella tiene la cara de tonos redondos, con unos grandes ojos expresivos de color azul y unos cabellos de un negro profundo, rizado y con un gran volumen. Además, viste con una camiseta rosa con un corazón azul dibujado en ella y unos pantalones vaqueros, no lleva ningún tipo de calzado. Le gusta sentir la hierba cuando camina.

—Soy una moura moderna, no de las antiguas… Tú tampoco eres como las baluras de antes, ¿lo sabes? —pregunta Branca, haciendo un mohín.

Los ojos gatunos de Limón se abren con curiosidad.

—Ni siquiera sabía que había baluras antiguas… ¿Cómo eran? Cuenta, cuenta, por favor —dice la balura y Branca se muerde el labio inferior.

—No lo sé demasiado bien, eran como unos hechiceros malvados o algo por el estilo… ¡Es un fastidio, porque no sé tanto como pensaba que sabía! ¿Por qué se me ocurriría hace una sección de Galicia para mi programa semanal de televisión…? —gime Branca y hace un mohín de fastidio, acaricia la hierba que crece entre sus dedos y esto la tranquiliza un poco. Pero aparte de eso, se siente un poco mal porque cree que va a decepcionar a sus queridos telespectadores del Show de Branca.

Vaya, parece que no van a hablar más sobre lo que son las mouras. En parte, la explicación de Branca estaba bien, a pesar de haber sido robada de la Wikipedia. Pero vuestro humilde Narrador puede añadir un pequeño punto: las mouras solían poner pruebas a la gente que tenía la suerte, o la mala suerte, de encontrarse y de superarlas las mouras solían regalar oro o algún otro tipo de tesoro. Pero si fallaban… las consecuencias podían ser terribles. Como la muerte o cosas semejantes.

—Ey, tengo una idea Branca. ¿Y si le pedimos ayuda a la Profesora? Puede que tenga una máquina del tiempo y podamos ir al pasado y podamos a aprender sobre la Galicia del pasado y entonces haremos un programa genial —dice Limón y está bastante contenta con la idea de viajar en el pasado.

—También podríamos consultar una enciclopedia… —dice Branca, lo dice porque eso de viajar en el tiempo le parece bastante cansado. Está un poco deprimida debido al fracaso que tuvo el primer intento de grabar el programa sobre Galicia.

Limón frunce el ceño, no le gusta que Branca se vea tan derrotada.

—Sí, claro… ¿Pero qué es más divertido, eh? ¿Nunca quisiste viajar en el tiempo o qué? —le pregunta Limón y la moura da un largo suspiro, pero poco a poco la idea entra en su cabeza y se le hace más atractiva.

—Sí… sí… puede que tengas razón con eso. Podemos viajar al pasado… Aunque no sé yo si la Profesora tenga una máquina del tiempo… —comenta Branca, porque no se quiere hacer demasiadas ilusiones.



—Claro que tengo una máquina del tiempo, ¿qué clase de científica sería si no tuviera una? —pregunta la Profesora y, por la expresión de su cara, parece que está ofendida. Aunque tengo que decir que ella siempre tiene la misma expresión en el rostro.

Ella es una persona bajita, gorda y que le gusta mucho fumar y… La verdad es que tampoco hace falta hacer una descripción demasiado detallada sobre esta señora porque no tiene demasiada importancia en este cuento. Lo cierto es que únicamente está aquí para proporcionarles a las protagonistas una máquina del tiempo.

Están a las afueras de la casa de esta, pues la pillaron regando las plantas de su jardín. Y la casa es un castillo, pero es uno pequeño. Quizás penséis que es un poco exagerado que una Profesora tenga un castillo, pero así son las cosas. Además, es uno humilde, de pequeñas dimensiones, no te esperes aquí el palacio de un rey francés.

Es decir, podría explicar cómo la Profesora se enfrentó a una banda de vampiros que vivían en el castillo. Aunque al final se dieron cuenta de que tenían más cosas en común que diferencias y se hicieron amigos. Ahora viven juntos y se podría decir que su vida es casi como una de esas sit-com americanas como Friendes, pero como vampiros.

Pero mejor volver a la historia, Branca está arrodillada en frente a la Profesora. Lo hace para verle a la cara. Es que la moura es altísima, lo cual puede llegar a ser un poco molesto viviendo entre humanos. Además, hay que tener en cuenta de que la Profesora es bastante bajita.

—¿Eh? ¿Y la podemos usar? —pregunta Branca, con cierta desconfianza en la voz.

—Oh, claro. No veo porque no —dice la Profesora, parece que está diciendo que pueden utilizar su cocina o el cortacésped o algo por el estilo. ¡Pero está hablando de una máquina del tiempo! ¿Es que no le preocupa que fastidien el pasado o algo por el estilo? La respuesta hace que la cara de Branca se ilumine con una gran sonrisa.

—¡Qué bien! ¿Escuchaste, Limón, escuchaste? —pregunta, volviéndose en dirección a la balura y esta asiente con la cabeza, con lentitud. Me da en la nariz que está un poco molesta, pero vuestro humilde Narrador no entiende la razón.

—Caramba, que estoy aquí delante… ¿Pero no será peligroso? Es que vi una película en que iban al pasado y mataban a una mariposa y después todo el mundo del futuro no eran humanos era como lagartos y… —Limón se queda con la boca abierta mientras su miera sus brazos verdes —. ¿Eh…? ¡¿Eh?! ¡¿Es lo que pasó conmigo?! ¡Soy una chica lagarto! —gimotea Limón.

La Profesora le lanza una mirada furibunda, luego niega con la cabeza y entonces se ajusta las aparatosas gafas que se le escurren por la nariz.

—Limón, no va a pasar nada porque si viajáis al pasado querrá decir que ya habrías viajado al pasado, porque el pasado, pasado está. ¿Entendéis? —comenta la Profesora —. Y no seas tonta, tú no eres así porque se cambió el pasado.

—Ay, menos mal… aunque tampoco sería tan malo… —dice mirándose sus bracitos verdes, le encanta que sean de ese color.

—No, pero si eso significa que podemos utilizar tu máquina de tiempo será genial —dice Branca, con una gran sonrisa en el rostro.

Después de eso, la Profesora las conduce hasta la sala donde guarda la máquina del tiempo. Está en un trastero lleno de objetos de todo tipo: cuadros, estatuas, cofres llenos de monedas de oro… y lo cierto es que creo que reconozco algunas cosas. ¿No es ese el cuadro de El grito de Muntz? Vaya, me parece que la Profesora se ha divertido bastante con la máquina del tiempo.

—El diseño es un poco feo… —dice Limón, dando vueltas alrededor de la máquina.

—Es una cabina de teléfonos, son unos artefactos que se utilizaban mucho en el pasado. Es para no llamar la atención de los habitantes del pasado, para que no os quemen por brujas. Eso es algo que pasaba en el pasado —explica la Profesora, ante la atenta mirada de

Branca abre la puerta de la máquina del tiempo cabina de teléfono y dice:

—Es… bastante pequeño por dentro… pero supongo que nos valdrá… ¿No tienes una de esas que son más grandes por dentro que por fuera?

La Profesora niega con la cabeza.

—O una que sea un coche —dice Limón.

La Profesora lanza un bufido.

—Esto es lo que hay y si no os gusta, id a buscaros a otra persona que tenga una máquina del tiempo…—gruñe la Profesora.

—Supongo que valdrá… —suspira Limón metiéndose en el interior de la cabina y Branca la siga.

Las dos están bastante apretadas allá dentro. Pero supongo que lo importante es que viaje en el tiempo, ¿No? Pues eso, menos quejarse que la vida es demasiado corta para pasársela llorando. En fin, la máquina se activa y las dos desaparecen del laboratorio de la Profesora.

En el interior de la máquina, Branca y Limón esperan. Al cabo de cinco minutos, la balura intenta abrir la puerta, pero esta no cede ni un milímetro. Lanza un gruñido de cabreo.

—¡Esperaba que una máquina del tiempo fuera más rápida! —exclama Limón.

—Hummm… Quizás pueda contar algo sobre Galicia. ¿Sabes que allí hablaban gallego? —pregunta Branca.

—¿Oh…? ¿Y cómo suena eso? —pregunta Limón.

—Moi ben. Meu nome é Branca e son una moura, agora mesmo estamos viaxando ao pasado para facer un programa de televisión —dice la moura.

Limón da unos pequeños aplausos.

—¡Ala, que guay! ¿Por qué no dices más cosas? —pregunta Limón.

—Creo que me estou mareando… ¿Ainda non chegamos, Limón? —pregunta Branca, agarrándose la barriga.

—¿Oh? ¿Te sientas mal? Voy a abrir la puerta… —dice y Limón lo intenta, pero está bien cerrada, entonces chasquea la lengua y le lanza una mirada lastimera a Branca —. Oye, oye,,, que está cerrada todavía… ¿Crees que aguantarás…? ¡No te mueras, Branca!

Evidentemente, Branca no se va a morir… por lo menos no en el primer capítulo.



16 октября 2020 г. 22:18 0 Отчет Добавить Подписаться
4
Прочтите следующую главу 2

Прокомментируйте

Отправить!
Нет комментариев. Будьте первым!
~

Вы наслаждаетесь чтением?

У вас все ещё остались 2 главы в этой истории.
Чтобы продолжить, пожалуйста, зарегистрируйтесь или войдите. Бесплатно!

Войти через Facebook Войти через Twitter

или используйте обычную регистрационную форму