¿Tendría que haber matado a Dalan cuando pudo hacerlo?
Habría sido tan fácil poner fin a su vida cuando estaba indefenso, pudo dejarlo morir sin más… e incluso después, cuando superó la crisis y despertó, podría haberse librado de él, había tenido la oportunidad de matarlo. Pero no había sido capaz.
Tanik tenía una certeza: todo era culpa de Dalan. Su mundo estaba patas arriba por no haberlo matado cuando tuvo ocasión de hacerlo. Se obligó a respirar hondo. Percibió el olor del lodo seco en sus brazos y en sus manos sucias que sostenían su frente inclinada. No iba a abrir los ojos, no había nada que ver, y no quería pensar en lo que había sucedido. Era preferible ocupar la mente en recordar cuantas ocasiones había tenido para deshacerse de Dalan y lamentarse por haberlas dejado pasar.
Todo era culpa de él.
–Tanik.
El sonido, seco y quedo, la sobresaltó. No era la voz distorsionada que no pertenecía a nadie. Levantó la cabeza y abrió los ojos. A su izquierda la pared había desaparecido y en su lugar Dalan ocupaba casi por entero el estrecho y alargado hueco. Se preguntó si se habría quedado dormida, porque no había oído nada que la advirtiera de que no estaba sola.
Dalan inclinó la cabeza hacia un lado, la observaba igual que ella a él. O no tan igual. Mientras que Tanik exudaba recelo y desagrado por todos los poros de su cuerpo, él se veía convincentemente amistoso. El gladiador había experimentado un cambio notable, no solo se había aseado y afeitado, también se había cortado el pelo y por fin vestía ropas adecuadas y de su talla. Destacaba como una mancha de color en aquel mundo blanco. La hinchazón de su mejilla había desaparecido, la herida del mentón apenas se notaba. Tenía la nariz larga y los labios demasiado finos para ser realmente guapo y, sin embargo, era atractivo.
Lo que no había cambiado en Dalan eran los ojos, unos ojos grises que la miraban con interés, sin miedo, sin desagrado, sin rabia, sino con la aplastante confianza de tenerlo todo bajo control.
Casi sin darse cuenta, Tanik se echó hacia atrás. Eran los mismos ojos y la misma mirada que la habían paralizado noches atrás, cuando su vida todavía no había saltado por los aires, cuando solo era una alumna nada brillante en una escuela militar, cuando ellos dos se vieron por primera vez…
Mundo imaginario donde transcurren muchas de las historias que cuento. Узнайте больше о Legendaria.
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