daavidr David Ramírez

Basado en una historia real (o no, quién sabe). Venía de portar mi camisa roja, tinturada como si fuera un guerrero acabando de salir de una batalla con la realidad. La pesadumbre me hizo confesarlo todo, al tiempo que mi voz se hacía más ronca con el deshacer de los hielos.


Романтика Романтическое ожидание Всех возростов.

#amor #desamor #blues #jazz #whiskey
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Un blues amargo.

Llegué a las 8 de la noche a mi casa. Todo estaba apagado, como de costumbre, así que subí a encontrarme conmigo mismo un poco más.


Subí y moví las cortinas para que toda la calma posible llegara a mi interior. Llegué a mi cuarto, y no me quité los zapatos para darle un toque de solemnidad. La habitación olía a coco gracias a que había estado limpiando la semana pasada. Qué bien sienta llegar a casa y encontrarte con ese aroma acogedor, que se entremezcla con el recién lavado de las cobijas.


Ya con ese aire, me dirigí hacia la planta de abajo para servirme un Whiskey. Lo único que se oía en los alrededores eran pasos lentos, a veces combinados con una que otra conversación fútil de jueves (creo). Mientras veía como se llenaba el vaso, reparaba en lo poco que notaba los tonos de todo, en general. Las paredes se ven entre azules y grises por tanta oscuridad, y la casa pasó de ser un color pastel, a un negro muy claro similar a cuando uno se levanta, sólo que sin los visos tenues que escapan de las persianas. Ni siquiera podía distinguir el color del alcohol, aunque lo olía perfecto.


Ese trago fue un suplicio. Ese líquido incoloro quemó mis pulmones como si me hubiese tragado un lanzallamas. Quieras que no, me dio un sabor muy agridulce: no tanto en el buqué como tal, sino que compaginó perfecto con esa agresividad con la que las cosas se presentaban ante mis ojos. Sabía a desamor y a crisis económica, pero se sentía como un jazz super complejo de entender.


Subí actuando como moribundo. El trago no me quería, ni yo a él. La vida no me sonreía, así que tampoco vi la obligación de saludarla. Éramos la quemazón y yo, como mirando a un amorío a cámara lenta.


Brindé con el mueble de la cama, que en ese momento era mi mejor amigo. Con él hemos visto demasiadas cosas. Él entiende todos mis pensamientos: a veces más de los que entiende mi almohada. Ha tenido una vida más movida, qué te puedo decir.


Para amenizar la noche, y ponerle un poquito de azúcar al Black Label, puse un blues lento. Un ritmo siempre igual pero siempre diferente, acompañado de unos jams bastante cremosos por sobre la pista de piano y sintetizadores. La situación pasó de ser un bar deprimente, a volverse un café irlandés: sólo que, diferente a muchos cafés, este no inaugura ni un día ni un amorío. De hecho, los acaba a los dos.


¿Por qué? ¿por qué la noche tiene que acabar así? podríamos decir que estoy con buena compañía, celebrando que me deshice de un amor que me consumía por dentro. Pero no era suficiente, o no lo era para esa noche, por lo menos. Yo me esperaba una celebración diferente con una bebida diferente.


— Yo espero muchas cosas. —me acababa de dar cuenta.


Precisamente, las únicas cosas que me salen bien son las que hago sin esperar nada. No espero emborracharme, pero aquí me tienes levitando sobre nubes, prácticamente. Como tampoco espero hacer un show ni deprimirme de la manera convencional, no quiero ser autocompasivo: precisamente, serlo sería la principal muestra de que soy débil ante la vida, y no quiero darme esas licencias sabiendo qué decepción me aguarda.


Tampoco quiero ser un moai, caminando sólo porque otros lo guían. No quise ir de la mano de nadie, y me estrellé por ir despidiéndome de todos los que alguna vez me la ofrecieron. Sé que no fui la mejor persona, pero me enorgullezco de haber descubierto el camino por mis propios medios. Total, no le hice daño a ella. Y esta quemazón sólo me está asediando a mí.


Pasé saliva y volví a dejar el vaso en la mesita de noche. Me quedaba haciendo una cacofonía con mi desazón, al tiempo que ese saxofón se presentaba en la lejanía. Me quedé mirando hacia un punto fijo: uno de los tantos ladrillos que me cubrían de la llovizna que acababa de empezar, sentado inmóvil, presa de la inquietud del “Y si…”.


Tuve que quitarme ese trance de encima para no tener que extrañar más esos momentos. Es como si aún tuviera pedacitos de mí sobre las carreteras de la ciudad, esas por las que ella camina todo el día: se la pasa pisando mis restos cada día y cada noche, salga o entre a su casa. Y al caer en cuenta de ella, es como si de alguna manera fuera a sanarme al recordarla, tal vez confundiendo lo mucho que me ayudó a superar tantos obstáculos, pensando que esta vez también estaría para mí.


Lastimosamente me llevé una sorpresa que llevaba descubriendo desde hacía una semana, sólo que el huir un poco de esta realidad me ayudó a verla con más claridad, por irónico que suene. No está, y siendo sinceros, nunca estuvo. Me la pasé consumiéndome por la historia tan ardiente que me había imaginado, acabando como un papel chamuscado en uno de sus rincones; en ese rincón que estaba reservado solamente para ella.


A pesar de todo, sí que extraño aquellas cenizas que sus suspiros se llevaron, pero no puedo recuperarlas; por lo menos no en poco tiempo. No hay salvación inmediata. Sólo necesito que esta tristeza se vaya de una buena vez para recuperar esos trozos de mí. Lo feo es que no puedo hacerlo explorando el amor; ya me quemé lo suficiente como para estar martillándome los dedos, todo porque “un clavo saca a otro clavo”. Esta vez, lejos de explorar en su amor, exploraré en su desdén. Total, no creo que me sepa tan amargo como me está sabiendo ahora.

24 августа 2020 г. 3:03 0 Отчет Добавить Подписаться
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Об авторе

David Ramírez Me fascinan los relatos cortos, las mini novelas y los poemas (más que todo de romance). Si tu eres así de apasionado, cómo estaría de bien que te pasaras por mis textos. Por último, procura reseñar mis textos contándome qué te parecieron: no sabes como me sentaría de bien leerte. Publico relatos algunos domingos para ver si así se pasa mejor la semana.

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