—Hola, chicas. —Javier le dio un beso en las mejillas de sus amigas y se sentó en la pequeña mesa metálica.
—Javi —dijo Gabriela dejando lo que sobraba de su cono de helado de máquina.
—¿Todo bien? ¿No ibas a venir con tu novia? Nos prometiste a tu novia. ¿Dónde está tu novia? —El tono amenazante de Tati no tenía ningún efecto en Javier que se sentaba con una sonrisa.
—Ya debe estar por venir. —Miró su teléfono—. Dijo que nos encontraba acá a las 12:15. Trabaja cerca así que en cualquier momento aparece. No se preocupen.
—¿Y vos no la esperaste afuera? Que mal novio —acusó Gabriela.
—No te preocupes, Gaby. Mejor. Así podemos verla antes de que llegue. —Tati puso una sonrisa maliciosa mirando a Gaby y se volvió para observar el amplio espacio del patio de comidas—. Ahora, ¿cuál de todas las mujeres que nos rodean podrá ser la pobre criatura que decidió darle una oportunidad a nuestro Javo?
—Mmmmh —dijo Tati golpeándose el mentón rítmicamentey mirando a su alrededor con la boca fruncida y torcida—. Esa.
La pobre mujer ejecutiva, ignorante del escrutinio al que estaba siendo sometida, continuó discutiendo en su teléfono móvil.
—No, no. Estaría dándole órdenes todo el día. Al principio lo toleraría, ¿pero cuánto tiempo pasaría antes de que Javo la mande a freír churros? ¿Qué tal esa otra?
—Sí, claro —intervino Javier con una risa irónica, respondiendo a Tati tras ver a la chica de cresta colorida y chaqueta de cuero—. Como si pudiera ver tu arito del ombligo sin sentir que el mundo se desvanece a mi alrededor. No podría salir con alguien con tantos piercings en la cara.
—Esa otra, entonces —sugirió Gaby señalando a una chica de anteojos, buzo grande y rodete maltrecho, toqueteando en su computador unas mesas más allá de la de ellos.
La chica levantó la mirada, cruzándose con los ojos de Javier. Sus mejillas se pusieron de un lindo tono rosado y volvió a hundirse en su computador.
—Esa podría ser —dijo Tati.
—Sí, los veo.
—Chicas… —les dijo Javier.
—Podrían jugar videojuegos por horas.
—¡Seguro que ella hace videojuegos!
—¡Chicas!
—Oh, oh —dijo Tati.
Las miradas de ambas se fijaron en un punto lejano atrás de Javier.
—Decime que no es esa.
—¿Cuál? —preguntó Javier girándose para ver a la inmaculada mujer de traje blanco, pelo amarrado en una prolija cola y piel tan suave que podría protagonizar una película de vampiros.
—¿Quién en su sano juicio se viste de blanco sin ser médico? —preguntó Gabriela.
—O maestra.
—¿Qué tiene que se vista de blanco?
—¿Que qué tiene? —Tati le clavó la mirada a Javier, indignada—. Sólo un tipo de persona se viste de blanco.
—Y dan miedo.
—¿Por qué?
—Porque son perfectas.
—No sé cuál es el problema —reía Javier.
—¿En serio? —Tati puso sus dos manos en la mesa, haciéndola sonar—. Si una persona se viste de blanco y cinco minutos después no tiene una sola mancha, y encima siguen inmaculadas como ella, es porque hay algo malo.
—Terriblemente malo.
—Como para llamar a los Cazafantasmas.
—¡O a los Winchester!
—Es brujería.
—O son demonios.
Los ojos de las dos chicas viajaron a la mujer que se acercaba lentamente. Pasó sus brazos por los hombros de Javier y colocó un beso en su mejilla. Las miró sin perder su sonrisa.
—Hola, amor —dijo ella—. ¿Estas son tus amigas?
Un destello rojo se atravesó por sus ojos mientras su sonrisa se estiraba cada vez más, sobrepasando cualquier límite de elasticidad humana, en la suave piel de su cara, con su perfecto peinado, y su traje inmaculadamente blanco.
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