Nunca podré olvidar la noche más fría del año 1692, pues fue cuando los pueblerinos invadieron mi casa y me llevaron a la hoguera por brujería. Mis padres murieron hace ya años por lo que era huérfana y lo único en lo que podía refugiarme era en el legado que ellos me dejaron: El grimorio familiar.
Contenía todos los hechizos, rituales y remedios descubiertos por nuestra familia. Me arriesgué al usar esos conocimientos para ayudar a las personas enfermas del pueblo, aquellas quienes después de un tiempo declararon en contra mía para quemarme en la hoguera. Aunque en realidad sí era una bruja no ejecutaba mi poder para hacer ningún mal.
De vuelta a la noche de mi muerte, mientras el fuego se acercaba lentamente a mis pies miré a todos los miserables desagradecidos que me habían traicionado. En su día me juraron que a cambio de su silencio yo les proporcionaría la cura a sus enfermedades pero decidieron romper su promesa a cambio de unas cuantas monedas de oro que les dieron unos viajeros a servicio de la iglesia católica.
—Moriré aquí pero torturaré vuestras asquerosas almas hasta lo más profundo del infierno y será el mismísimo diablo quien aplauda mi triunfo— dije casi consumida por las llamas.
A partir de ese momento todo se volvió negro. Nada ha cambiado, sigo estando sola en la oscuridad. Incluso la eternidad es una maldición para quienes ya han muerto.
Aunque no estoy segura de si estoy viva o muerta, ya que mi corazón sigue latiendo y me es posible sangrar.
El primer día que estuve aquí, justo después de que me quemaran viva, me recibieron unos demonios muy agresivos. Uno me atacó y me hizo un corte no muy profundo en el muslo. Lo raro es que empecé a sangrar y no parecía una ilusión. El dolor era real.
Logré curarme y espantar a todas las criaturas que se encontraban en este lugar, o por lo menos que no se acercaran a mí. Aun hoy en día tengo que estar alerta para no debilitar la barrera a mi alrededor y así evitar ser una presa para ellos.
Sangro, respiro y vivo. No obstante carezco del deseo de las necesidades primarias como comida o agua. Parece que este lugar es mi calabozo, mi castigo. Por toda la eternidad.
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