Crecen suspiros, del invernizo viento, entre arboledas.

Danzan sus alas al filo de las olas. Vuela, gaviota.

A veces es difícil quedarse en el mundo real, en tu realidad, en lo que es tu día a día. Para mí lo fue mucho cuando viajé de vacaciones a Japón. Siempre había querido viajar a Japón, y cuando un patrocinador de grandes estrellas en el mundo del rap me contactó porque vio mis poemas en internet, me ofreció unirme a su equipo de creación. Acepté, pero con la condición de que me regalaran unas vacaciones al país que yo quisiera, todo pagado, y cuando accedieron, elegí el país del sol naciente.

Cuan grande es El invierno entre El telar del día.

Cuan grande es El invierno entre El telar del día.

Cuan grande es El invierno entre El telar del día.

Desgranaba la noche del invierno de mil quinientos ochenta y tres. Cuando aquel joven, finalmente; había encontrado su cerezo. Luego de pasar su niñez entre los espinos de las rosas, para tiempo después, en sus años longevos poder descansar en compañía de los serenos junto a su esposa e hijas; que cada noche lo buscaban para dejarles frente a su nombre labrado en la madera su mayor deseo: la flor del cerezo.

Sale el sol en El ocaso decembrino El turpial cae.

Sale el sol en El ocaso decembrino El turpial cae.

El sol cayó ayer Este diciembre se irá Mi invierno.

輝く霊 人々を守る 光の守護

輝く霊 人々を守る 光の守護

Ala angelical Nieve cae sobre todos Ángeles cantan.

Cae la noche de Las campanadas del ayer Ya es invierno

Cae la noche de Las campanadas del ayer Ya es invierno

Un poco antes del destello, me quedé contemplando sus ojos, para después de besarla, susurrarle mis últimos sentimientos: «Te amo». Hasta ese momento; nos vieron con vida en Japón.

Estas palabras nacen mientras dejo que la foto de Nakahara Chuuya, en la portada de su libro en versión al español, me observe sumida en minutos de histeria, tan vacía como soy; lo miro de regreso y veo tanto fuego en esa mirada, esa cara casi infantil, un rostro lleno de tantas cosas por decir... Me aterra mi estupidez, me aterra. Frente él, mi mirada está muerta.

D'Chelle se encuentra en Fukuoka, Japón, ella está exalando un aurea que no puedo explicar, se sentó en ese banco hace más de dos horas, son las 16:40 exactas. Un Señor de unos 48 a 50 años se paro a su lado y hablaron unos minutos, no puedo traducir esa breve charla, no me recuerdo que D'Chelle también hablara japonés. Me pregunto el por que de D'Chelle elegir ciudades en aleatorio. Y si ha viajado hasta Fukuoka, a dónde irá ahora, trae sus boletos de avión en mano y una valija muy pequeña.

Mi lengua es afilada, mas no domesticada en rimas y sonetos, porque nací con el Haiku y no con los occidentales rezos. Nací en el cerezo y no como rosa, aunque bien es sabido que eran blancas las que Alicia tuvo que pintar de carmesí. Fui el rojo intenso de un labial, fui el rojo opaco del óleo, fui el rojo caliente del sello de una carta. Mi tono sin embargo, es diluido en agua, como la tinta que retrata en papel de arroz las memorias en la historia olvidadas.

Nacieron en Hiroshima y se enamoraron en un pueblo. Dos amantes odiados por su amor sincero. Los padres no aprobaban el matrimonio año tras año de insistencia fallida. El novio pidió al cielo una estrella fugaz que cumpliera el deseo de poder casarse. El 6 de agosto de 1945; la pareja vio una estrella fugaz encima de la ciudad. Tomados de mano, pidieron el deseo. Al día siguiente, un niño que andaba en el desastre, detalló la silueta de una pareja en el cemento. La bomba vaporizó a los novios.