Relatos de la abuela; la muerte de una inocente Подписаться на блог

ema249 EMA UB A veces la abuela tiene ciertas historias por contar. No sé si son ciertas, si los detalles son precisos, pero siento que son tan fabulosas que probablemente son inventadas, pero esta en particular, tiene un toque actual; la toxicidad de esos amores platónicos que quieren meterse por los ojos de aquellos que ni cuenta se dan. Adriana murió cruelmente en manos de aquel que decía amarla. 0 отзывы
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La muerte de una inocente

La muerte de una inocente


Oye deja de estar con la mente atolondrada y ven aquí para charlar un momento.

- ¿Qué tema quieres tratar?

Te voy a contar alguna historia que se me venga a la memoria.

- Tengo mis oídos bien dispuestos. Adelante.


Voy a empezar diciendo que no sé bien como fueron los hechos, de lo que si tengo certeza es que aquella jovencita parecía ser una niña buena… No… No solamente parecía, ella era una buena niña. Yo la conocía desde que era una adolescente y siempre fue un sol, quizá su error fue su introversión, falta de agallas para afrontar a la gente de frente y con fuerza.

La historia que os voy a contar para nada trata de infundir miedo o sembrar terror respecto a los sentimientos humanos más básicos, solo quiero que ustedes, mis amados nietos, nunca vayan a pasar por una situación similar, que aprendan; en la vida nada se puede forzar, nadie puede obligar a crecer algo que nunca ha nacido, no se obsesionen.

Hace algunos años, yo vivía en la casa que fuera de mis padres. Estaba ubicada en las periferias de la ciudad, el nombre de aquel pueblo ya no lo recuerdo, pero sé que se encontraba en medio de un valle provisto de abundantes árboles y vegetación. Ahí habían vivido generaciones de distinguidas familias, caracterizadas por su posición económica, no me preguntes a qué se dedicaban. Vaya usted a saber de dónde provenía todo ese dinero. Podría decirse que antes que pueblo era un pequeño condominio de ricos. Los detalles del pueblo no importan, lo que aquí interesa es lo que ocurrió.

En frente de la casa en la que yo vivía estaba otra residencia en la que vivían una joven y su madre; Adriana Roldán era el nombre de la chica. Ella y su madre llegaron hace aproximadamente siete años. La madre era una mujer muy amable y conversadora, se hizo amiga mía, con frecuencia me visitaba en mi casa y charlábamos de todo, especialmente ella me hablaba de su hija; deseos, ilusiones, verla convertida en una persona de bien.

Durante todo el tiempo que yo viví en ese lugar siempre la vi como una persona casi invisible… Que puedo deciros, así era ella ante la vista de todos. Un saludo por respeto y cordialidad, nada de conversación, ninguna situación que diera lugar a mal entendidos, nada que llamará la atención del vecindario. Tal comportamiento es el que siempre la había caracterizado, ella vivía de una manera casi invisible, estaba muy centrada en sus cosas y el resto del mundo le valía dos pepinos.

Adriana, la niña callada, tranquila, respetuosa y apartada del mundillo colectivo. Durante el tiempo que viví allí, atestigüe que parte de su niñez y juventud la había dedicado únicamente a sus estudios; la veía ir y venir a horarios precisos, siempre que yo le preguntaba ¿cómo le estaba yendo?, me decía “Todo va bien, estudio muy duro para sacar mi carrera, quiero responder positivamente a los esfuerzos de mi madre”

La vida diaria de Adriana era normal, así como la tuya o la de cualquier estudiante universitario, no había nada extraño. Quizá lo único anormal en ella era ese individualismo. Su falta de interés en hacer amistades, conocer gente, la falta de un pretendiente, siempre pensé que una niña tan linda debía tener muchos pretendientes, pero pensándolo bien esto no tiene nada de extraño, hay gente que simplemente no puede ser amiga de todo el mundo.

Hasta hoy es difícil para mí creer en ese final tan abrupto, pero después entendí que a veces una sola mirada o acto puede despertar en otros sentimientos extremos. Nadie puede controlar la imaginación y pretensiones ajenas.

Aquel día fue diferente: un día 21 de un año que ya no recuerdo a eso de las 14h00 pude observar que un auto muy lujoso, de esos deportivos que hoy ponen en ansias a los jóvenes, se detenía en frente de la casa de Adriana, pasaron 30 minutos y el auto estaba ahí sin más, nadie había descendido, hasta que un hombre muy elegante, vestido de traje bajó del auto, se acomodó la camisa y caminó hasta la puerta de entrada. No pude distinguir su rostro porque llevaba lentes obscuros.

Yo pensé que era extraño, en general, nadie visitaba la casa de aquella familia, siempre me habían dicho que no recibían visitas porque sus familiares vivían en el exterior y algunos de ellos en la ciudad, así que era frecuente que ellas fueran a visitarlos.

Aquel hombre tocó el timbre de la casa varias veces… Les digo que estuve a punto de ir y preguntarle a quien estaba buscando o que es lo que quería, pero alguien desde dentro de la casa le abrió la puerta y lo dejó pasar. Luego ya no supe más, así que me retiré a mi casa, encendí la radio y me dediqué a mi costura.

En la tarde… era de tarde… escuché unos gritos desgarradores que provenían de la casa de Adriana, se trataba de su madre que gritaba como loca. En realidad, no sabía lo que estaba pasando. Teresa salió de su casa gritando, pidiendo ayuda, me acerqué a ella para darle mi socorro, recuerdo bien que le pregunté qué es lo que pasaba y ella sólo decía “Han herido a mi hija, necesito una ambulancia, a la policía, usted tiene que ayudarme” cuando entré en la casa, había sangre por todas partes lleno, lo que ahí vi se quedó grabado en mi mente para siempre.

Todo sucedió tan rápido, en unos momentos la policía y ambulancia estaban allí solo para decirle a Teresa lo evidente, Adriana estaba muerta.

Algunos curiosos llegaron a decir que la sangre de Adriana estaba esparcida por todas las paredes de la casa, que había un reguero completo en el interior. Otros decían que el cuerpo desnudo de Adriana yacía sobre la mesa del comedor, presumen que fue violada y luego asesinada.

El informe policial que tuve oportunidad de leer, debido a que Teresa me lo mostró, decía lo siguiente:

Un tal agente Cruz indicaba que una especie de lucha se había desatado dentro de la casa, los muebles de la sala habían sido removidos de un lugar a otro, había sangre en las paredes del comedor. En la cocina todo estaba destruido y regado, había…bla, bla, bla…y toda esa palabrería, todo para decir que habían hecho una maldita carnicería con Adriana. Aquel maldito le había arrancado el corazón, la había dejado tirada semidesnuda sobre un apartado del salón, su rostro era carne molida por los golpes recibidos ¡Dios, nadie merece esa muerte! ¡Maldición soy una vieja, pero sé bien cuando alguien no merece morir de esa forma!

Aquel tipo que ingresó a su casa en horas de la tarde fue quién la mató, profanó el cuerpo y el alma de aquella jovencita, llevado quizá por la desesperación y el mal llamado “amor”

Los policías ineptos nunca lo descubrieron, le dijeron a la pobre Teresa que el móvil del crimen había sido el robo. Adriana al oponerse fue golpeada, asesinada y luego violada… Explicación tan mediocre. Teresa nunca se conformó y tuvo razón, después lo supimos.

Adriana fue golpeada cruelmente hasta morir, luego aquel maldito la violó, finalmente extrajo el corazón de su pecho y se largó como si nada hubiera pasado, todo esto lo detalló él mismo en una carta que le envío a Teresa una semana después de la muerte de Adriana.

Así es mis queridos nietos el muy bastardo tuvo la osadía de enviarle una carta a Teresa. Recuerdo cada palabra de esa carta; se las relataré queridos míos:

“Lamento mucho todo lo que ha sucedido con Adriana yo llegué a amarla demasiado, no podía respirar de tanto pensarla y quererla. Llegué a pensar que ya no podía vivir un solo segundo de mi vida sin ella, su imagen estaba en mi mente todo el tiempo. Ella, aquella chica tan linda, inocente, tímida, sensible, pura, totalmente un ángel. Cada cosa que ella era me volvía un esclavo de su ser. ¿Cómo alguien como yo, totalmente ajeno a su mundo pudo enamorarse de ella? No lo sé, no sé porque me gustaba tanto.

La vi por primera vez cuando tomaba el autobús fuera de la universidad. Estaba allí sola, sentada en el banquillo de la estación de autobuses, con las manos dentro de su chaqueta, totalmente concentrada en un viejo libro, tenía ese encanto que solo pocas mujeres tienen hoy en día, detuve mi auto para contemplarla un poco y así adquirí una especie de ritual por observarla.

Contemplarla todos los días se convirtió para mí en una inyección de energía, después del trabajo siempre iba a verla, buscaba la forma de estar cerca, ella siempre estaba en la misma parada de autobús.

Todos los días estaba ahí mirándola y confieso que cuando no podía verla, sentía que me moría, yo quería estar con ella, saber lo que pensaba… yo quería amarla.

Una vez seguí el autobús que ella tomó hasta que ella se quedó en la estación, así fue como descubrí que vivía en aquella residencia. Llegué a saberlo todo de ella y ella, ella no sabía de mi existencia.

Recuerdo bien que hasta doné equipo tecnológico para la facultad donde ella estudiaba, así tuve acceso a su expediente. La chica que idolatraba y amaba se llamaba Jennifer Adriana Roldan, tenía 19, estudiaba arquitectura, iba en tercer semestre de la carrera, pertenecía al club de tenis.

Ella era todo lo que yo quería en mi vida, que importa que le llevará 10 años, eso no tiene nada que ver, decidí que ella sería mi esposa, tenía que ser ella o nadie.

Durante el lapso de 10 meses la observé, con mi observación llegué a descubrir lo que le gustaba y lo que odiaba. A Adriana le gustaba mucho el chocolate, siempre compraba uno antes de tomar el autobús, odiaba los días calurosos, lo descubrí por la expresión de su rostro durante el verano, le gustaba mucho leer sobre arte, pedía mucho un libro titulado "historia del arte" en la biblioteca, amaba a los animales, todos los días por la mañana alimentaba a un perro callejero que solía estar cerca de la entrada a la universidad, también alimentaba a algunos gatos que estaban a las afueras del vecindario donde vivía, le gustaba mucho ver las estrellas durante la noche. Muchas veces iba hasta una colina de su vecindario para mirar el cielo nocturno.

Odiaba que intentarán hacerle conversación. Sé también que amaba andar bajo la lluvia, en tres ocasiones la vi caminando bajo la lluvia sonriendo y mirando al cielo. Yo la amaba en silencio y desde lejos, pero eso tenía que cambiar, antes de que alguien más pusiera sus ojos en ella, me decidí a hablarle.

La primera vez que me acerqué fingí ser un turista, le pregunté por una dirección, ella educadamente me indicó donde quedaba el lugar al que quería ir. En una segunda ocasión fingí no saber lo que significan unas palabras en español, ella me brindó su ayuda, entonces intenté sacar tema de conversación, pero ella me rechazó, recuerdo sus palabras “Lo siento, pero me gusta estar sola” palabras que sin duda me encantaron, aquello me confirmó que no estaba saliendo con nadie y que mi oportunidad estaba cerca, pero uno tras otro mis intentos fueron fallidos, en una ocasión me dijo que estaba cansada de mi presencia, me pidió que dejará de molestarla. Comprendí que yo nunca llegaría a gustarle.

Fue así que en un último intento, la visité ese día en su casa, me abrió la puerta, pero se asustó, logré entrar por la fuerza y traté de hablar con ella, pero ella solo quería huir de mí. Me dijo que nunca iba a amarme, que me odiaba, esas palabras no podía soportarlas, así que traté de besarle y sin pensarlo terminé golpeándola.

Me sentía tan frustrado de amarla tanto y que ella no me diera ninguna oportunidad, seguía diciendo que me odiaba fue así que perdí el control e hice todo lo que hice. Fue mi amor por ella, la desesperación por su rechazo. Cuando me di cuenta, ella ya no respiraba, lloré por mi estupidez, pero ese corazón no podía ser de nadie más, esa esencia tenía que ser mía. Ella tenía que ser mía, fue mía, y ahora que ya no está no tengo motivos para seguir viviendo.

Perdón…yo no quise hacerlo, lo lamento”

Aquel fue el relato de un obsesionado con amor, ¿cómo puedes matar a la persona que dices amar? ¿cómo puedes hacerle eso a alguien, matarlo de esa forma?

Ese individuo estaba loco, nunca amó a Adriana, estaba obsesionado con ella, estoy segura que si Adriana hubiera accedido, hubiese tenido el mismo destino. Él no la quería, él veía en ella un reto a vencer.

Luego supimos que aquel tipo se suicidó. No vale la pena decir quien fue, porque sus actos lo delatan como un loco.

Querida nieta, te cuento esta historia para que tu se la cuentes a alguien más. Sepan detener el monstruo de la obsesión, ese que sabe colarse por la mente y enfermar al obsesionado y el objeto de su obsesión.

Amar no es dañar.


FIN


12 июля 2020 г. 19:55 0 Отчет Добавить 0
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