La gélida brisa toca su rostro cuando se acerca a la puerta. Edward observa con calma como la nieve cae afuera de la cabaña. Es una hermosa noche de invierno y el sol comienza a ocultarse en las inmensas montañas blancas. El sonido del sorbo que Edward da a su taza de chocolate caliente que tiene en la mano resuena en el silencio de la noche pero ningún ruido es capaz de despertar a su familia de su profundo sueño. La víspera navideña se siente en el ambiente con cada copo de nieve que cae frente a él y una extraña pero hermosa estrella fugaz atraviesa el cielo nocturno e incita a Edward a recitar su deseo en voz baja mientras cierra sus ojos por un instante.
–Es hora de irnos –Se dice así mismo tras abrir sus ojos nuevamente
Con calma coloca su taza a medio tomar en la orilla de una mesa y sale por la puerta principal de la cabaña para iniciar su camino en un paso lento y pesado a través de la espesa nieve que se mantiene cayendo sin cesar. Le espera un largo trayecto pero su paz interior reflejada en su sonrisa le permite andar con tranquilidad. Siente haber cumplido con el mismo y ahora puede disfrutar de su vida como siempre ha querido y con este pensamiento continúa andando mientras arrastra por la nieve una pesada y gran hacha que pinta de rojo la capa blanca en su camino.
A. R. GRIMÁN
Enero -2019
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