Eran dos vidas totalmente diferentes.
Era una misma ciudad.
Eran dos países.
Era un mismo amor.
La ciudad estaba dividida por una línea, la cual nadie pisaba, mucho menos pasaba.
Nadie interactuaba con personas del otro lado.
Todo era dividido, había un colegio para este lado de la línea y otro igual para el otro lado; así mismo con el parque y la plaza de mercado.
Sólo habían dos cosas en la ciudad que eran compartidas, aunque de igual forma había una línea en medio; el hospital y la comisaría, atendían personas de otros lugares para no provocar discordia entre los habitantes.
Claro está, el amor entre los dos países no existía, si nadie miraba siquiera a los del lado opuesto mucho menos soñaba con formar una familia.
Todo aquel odio surgió por una guerra, aquella ciudad pertenecía a un país no tan avanzado pero sí era muy próspera, al ver eso, su país vecino quiso conquistarla, pero sus ciudadanos no lo permitieron, lucharon por ella mucho tiempo, hasta que hicieron un acuerdo entre los dos países para dividir la ciudad y así tener parte y parte; con el tiempo los nativos de la ciudad fueron progresando hasta tener el mismo nivel de sus enemigos.
Era tanto el odio que se tenían que no usaban el mismo estilo de ropa, las mujeres nativas vestían con ropa muy romántica, casi siempre vestidos; los hombres también compartían el mismo estilo, cosa que para sus enemigos era algo muy exagerado, ellos en cambio vestían con ropa casual tanto hombres como mujeres.
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