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Esta historia, narrada en primera persona, nos hace testigos de una experiencia surrealista. Es una historia compleja (y por "compleja" quiero decir "complicada e inexplicablemente retorcida"), así que ojalá les guste.


Fantasia Todo o público.

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Azul inframundo

Eran las nueve de la mañana de un día cualquiera. Yo estaba, como siempre, perdido en mi pequeño mundo sin saber qué hacer. Solo guiaba a un avatar trasnochado de aquí para allá sin un rumbo fijo en una preciosa urbe llena de vida. Ese lugar era bien “floridense”, con sus palmeras, su clima tropical y sus playas, pero sentía que nada de eso me llenaba, pues todo era superficial. Hasta que de pronto supe cómo matar el aburrimiento. Me dirigí a un apartamento de una zona más urbana y entré a él. Era bastante lujoso por dentro. Poseía una alfombra rosa de estilo oriental, un televisor ochentoso sobre una cómoda, una cama con un velador al lado y un maletín que contenía sustancias desconocidas. Fui directamente al baño, más común y propio de unas clases más bajas, y apunté a la ventana que daba a la calle. Salté por ella y ahí estaba. “Ciudad Fallo” la llamaban los demás. Era más de lo mismo, pero completamente diferente. Las calles y los edificios eran invisibles, todos reemplazados por un infinito vacío color azul. Tan azul como el cielo mismo.

Caminaba por las calles fantasmas y veía a los peatones hacer lo propio. A diferencia de mí, ellos no notaban lo que estaba ocurriendo a su alrededor. No estaban programados para hacerlo. O quizás era distinto: quizás este infierno era mío y solo mío. Quizás lo que yo veía no era lo que ellos veían. Para ellos seguramente todo era normal. De hecho, ni siquiera mi avatar parecía ser plenamente consciente de lo que estaba pasando. Solo yo, que estaba al timón. El punto es que caminé. Caminé. Caminé. Buscaba algo interesante que sacar de esa nada. Algo que le diera sentido a mi experiencia, como tantos antes que yo lo habían hecho, pero no hubo nada. Fui de una punta del mapa a la otra, y nada nuevo. Tan solo el maravilloso espectáculo de ver el sol ponerse en el vacío. No fui capaz de saber si el sol bajaba del cielo o se elevaba desde el inframundo, pero no me importó. La experiencia fue diferente y gratificante. Lo siguiente que hice fue mirar al vacío, y noté como ese vacío me devolvía la mirada. No solo la mirada, sino que hasta parecía imitar todos mis movimientos. Di unos pasos hacia atrás y, como una especie de espejo retorcido, mi reflejo se movió en la misma dirección, antes de esfumarse sin dejar rastro. Luego lo miré fijamente y el azul se tornó verde, hasta que dejé de mirarlo y volvió a ser azul.

Seguí avanzando y avanzando a pie. Comenzaba a anochecer y a llover, y el horizonte cambiaba de colores. Verde radiactivo, violeta mutante, amarillo de un amanecer deformado. Nada era lo que debía ser. Empecé a notar que algunas fachadas y calles eran visibles, pero a la vez eran un mero decorado de fondo, hechos para que yo pensara que había algo más. Justo ahora vengo a darme cuenta de que eran meras texturas de adorno que formaban algo similar a una ambientación. Esa fue mi primera gran desilusión. La otra vino cuando observaba a los peatones caminar. Ponían el cuerpo y el alma en cumplir una mera función decorativa, un telón de fondo para convencerme de que ese mundo estaba vivo. Incluso me detuve a escucharlos hablar y me di cuenta de que lo que decían ni siquiera tenía sentido. Ninguna frase guardaba relación con la anterior. Una de las “conversaciones” más memorables fue la siguiente:

Peatón 1: La eternidad pertenece al alma. Disminuye a la raza humana.

Peatón 2: Veo dolor en tu futuro.

Peatón 1: Es hora de la pena capital.

Peatón 2: Estarás muerto en la próxima parada.

Era como si quisieran significar algo, pero no significaban nada. No eran promesa de una nueva aventura, sino tan solo otro adorno más. Otras frases guionadas y exclamadas para aparentar profundidad y personalidad. Todas esas pequeñas grietas a la nada que veía en la realidad de ese mundo me hicieron darme cuenta de que lo que realmente había eran pedazos de realidad flotando en medio de la nada. Los creadores de ese mundo hicieron lo posible por hacerme sentir cómodo, pero ellos también se equivocan a veces. Nada es perfecto, después de todo. Tan imperfecto era, que incluso empecé a notar cómo ese lugar se empezaba a corromper y a fallar. Caras derretidas se me cruzaban, comportamientos aleatorios tales como peleas sin razón de ser contra mí y contra los demás comenzaban a aflorar e incluso todo se congelaba en el tiempo constantemente. Antes de darme cuenta, recibí un par de golpes de peatones furiosos sin motivo alguno. Me golpearon y me golpearon, hasta que súbitamente se “tildaron”. En ese momento corrí bien lejos y pensé en que solo tenía una opción. Dicha opción no me gustaba nada, pero debía actuar antes de la perdición total: debía borrar todo lo que había estado haciendo. Fue así que, una vez alejado del escándalo, me “dormí”. Eliminé de mi memoria todo lo que había ocurrido. Ese fue el fin del juego.

Descubrir los hilos y los alfileres que sujetan ese mundo inconsistente fue esclarecedor y desolador a partes iguales. Siempre es bueno destapar la verdad, pero al mismo tiempo es decepcionante saber que nada es como lo pensamos. Lo positivo es que siempre puedo volver a ese lugar y fingir que nada ha ocurrido. Allí soy eterno.

21 de Janeiro de 2020 às 19:16 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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