Le latía la cabeza; un dolor constante le atravesaba. Cuando logró que sus parpados se separaran un poco pudo ver una luz roja en la distancia, luego volvieron a caer. Intentó de nuevo y sintió a la luz más fuerte y el dolor más cruel. Era una tortura, pero algo le decía que mantener los ojos cerrados era peor. La invadía una desesperación similar a la de ahogarse. Tenía que salir a la superficie o moriría.
Sus ojos se abrieron una última vez; la luz había desaparecido. En lugar de eso, sobre ella veía las ventanas del autobús, y detrás de estas, a millones de años luz, las estrellas brillaban. El dolor se calmaba ligeramente y ella comenzaba a pensar. A su alrededor la rodeaban abrigos, dentro de ellos se sentía caliente y a gusto, por fuera una capa de rocío se había formado encima. Se revolvió en su lugar y la cabeza le dio un par de punzadas extra como castigo, se apoyó sobre su brazo y tragó saliva, trocitos de vidrio se habían incrustado en su mejilla y pudo sentirlos revolverse dentro de sus heridas. Gimió, adolorida, el sonido rebotó por todo el autobús y hacia afuera. En respuesta, un coro de personas la silenció.
─ ¡Shhh!
Oyó pasos sobre el vidrio roto aproximándose hacia ella. Alguien la palpó con la yema de los dedos en la cabeza, luego toda la palma se posó sobre su hombro y se deslizó por su brazo hasta su mano. Otra mano acompañó a la anterior para cubrir la de ella en un agarre firme y suave. Ambas jalaron gentilmente.
─ Ven, con cuidado. Eres Diana, ¿verdad? ─ Le susurró el chico que la ayudaba.
Se levantó lentamente, tanteando con la mano libre su alrededor. Su cabeza ya no le dolía como antes, aunque sentía que le ardía la sien derecha. Se palpó y notó que tenía el pelo pegajoso. Pensó que se habría golpeado en el accidente.
─ ¿No eres Diana? ─ Preguntó cuando ya se paraba ella sola
─ ¿Ah? Eh, sí, soy Diana. ¿James?
─ El mismo. Ven, te daremos agua.
Se movieron por donde había venido él, de pronto pudo oír a sus compañeros hablar en susurros, algunos de ellos sollozaban. Cuando la sintieron llegar las conversaciones se interrumpieron. Se sentó y con rapidez alguien le alcanzó una botella. Se la bebió lentamente, y se relamió antes de hablar.
─ ¿Qué pasó? ¿Por qué seguimos aquí? ¿Cuánto tiempo pasó?
La muchedumbre la invadió a susurros, volviendo todo un sonido uniforme, pero pudo distinguir a los que estaban más próximos.
─ El autobús dio un vuelco. ─Dijo secamente una voz aburrida que Diana reconoció como la de Seth─ El problema es que... afuera...
─ Nos atacaron ─afirmó una voz chillona, Rudy─ el conductor y la profesora de gimnasia gritaron por horas, no paraban de pedir ayuda. Repetían ‘’monstruo’’ una y otra vez
─ ¡Rudy! Ya basta ─lo detuvo Gretchen, esforzándose por no alzar la voz más de lo necesario─ nos pones más nerviosos
─ Oímos cómo se rompía el vidrio del parabrisas y entonces comenzaron... los gritos. ─ Agregó Dean con tristeza.
─ Los celulares no tienen cobertura─ dijo Linda con la voz temblorosa
Las conversaciones reanudaron. Unos discutían y otros trataban de calmarse entre sí. El ambiente general era desorden y pena. Diana alejó sus pensamientos de las voces y se centró en sí misma. La cabeza ya no le daba tantas vueltas; notó que le dolía el hombro y sentía un poco entumecido el muslo, pero dentro de todo se sentía bien. No entendía la situación más que sus compañeros, y cómo ellos, se sentía fuera de lugar. Miró al cielo, a través de las ventanas rotas, las estrellas estaban en donde las había encontrado hace unos minutos. Se quedó observándolas un buen rato hasta que su cabeza se serenó. Las estrellas le mostraron que no todo era oscuro, y eso la calmó.
─ Yo no oigo gritos. ─Dijo en un tono de voz normal.
Silencio.
─ Te estamos diciendo la verdad ─Le respondió la voz de Trent─ Hay algo o alguien afuera que atacó la cabina del conductor.
─ No digo que no, pero sea lo que haya sido, ya pasaron horas desde que dejaron de gritar, ¿verdad? ¿No es posible que se hayan ido?
Silencio.
─ ¿Qué propones? ─Intrigó Seth
─ Alguien sale fuera e investiga.
─ Genial ¿Y ese alguien quién será?
El autobús seguía en completa oscuridad y silencio, pero sentía todas las miradas sobre ella.
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