juan-cruz-fernandez1551367508 Juan Cruz Fernández

Una cabaña heredada. Un hombre desdichado por el azar de la vida tratando de dejar algo atrás. Los acontecimientos en un lugar desconocido lo perseguirán hasta vencerlo.


Conto Impróprio para crianças menores de 13 anos.

#Ladesdicha #JudCrandall #Oregon
0
4.0mil VISUALIZAÇÕES
Completa
tempo de leitura
AA Compartilhar

1

Un cigarrillo.

Un maldito cigarrillo es lo que me queda.

Sé que los nervios llegarán y solo tengo uno.

«Una oportunidad».

La noche es joven y queda mucho por divagar.

La exploración aún no ha empezado. No sé si estoy listo, pero el mismísimo escalofrío abunda por los alrededores. Las miradas vienen desde una oscuridad lejana, donde se convierten en faroles. Ojos de búhos buscando a su presa. La presa, esa soy.

El tiempo corre como atletas profesionales de maratón, y las decisiones son escasas, principalmente de protagonistas inútiles de película.

Los árboles se transforman de forma espeluznante y amenazadora.

La seguridad no existe. Todo el mundo piensa que sí, pero yo sé bien que no. La gente me ha tratado de loco —y sí estoy un poco loco—, pero desde que llegué a este lugar sabía que algo raro ocurría.

Las sorpresas no tardaban en llegar. Los niños del pueblo más cercano venían a mi pequeña cabaña a lanzarme piedras. « Pequeños demonios» les gritaba y salían corriendo. Y eso eran, porque aquí si no eres de muchos años no te respetan, y los padres no son como lo eran antes; ahora no puedes ponerle la mano encima a un niño porque te llevas una denuncia o algo por el estilo. Antes, cuando nos mandamos una verdadera cagada, deberías haber visto a mi padre. Y uno de grande comprende también, pero de esa forma aprendimos lo que es el respeto hacia el mayor y a hacerte cargo de un problema cuando la cagabas. Hoy nadie respeta, nadie tiene valores, solo les importa ellos mismos y capaz, su familia.

Pero luego, cuando llegan los verdaderos problemas, todos están interesados por el otro y se muestran como ‘solidarios’. Yo no me creo esa patraña. Que compren a toda la gente que quieran, pero yo soy capaz de ver lo que en realidad son. Me encuentro hecho un viejo, pero no estoy cegado. Los años me han afectado y me jodieron en todo, pero de la vista aún no.

Este lugar no debe tener más de cien personas atravesando el bosque, en el pequeño pueblo. Y las cabañas son seis si contamos una que está arruinada y desechada por los años. La gente no quiere estas cabañas, prefieren mantenerse lejos del bosque. Lo supe desde el día en que llegue.

Solamente se meten cuando desaparece un niño. Los guardabosques se encuentran ocupados buscando en cada rincón de cada árbol, mientras la familia llora y grita su nombre desesperadamente: « ¡Michael! »

Estos sucesos suelen ocurrir bastante seguido. Hace un año y medio que me mude aquí y ya han desaparecido cinco o seis niños o adolescentes. La mayoría siempre terminan igual: ahogados en el lago de atrás. Un lago bastante misterioso; ya nadie se reúne ahí en los veranos y en el resto del año prácticamente no va nadie. Los niños o jóvenes suelen jugar en el bosque y casi nunca van al lago, es por eso que se me encuentra totalmente extraño que aparezcan niños de poca edad ahogados en invierno. Como dije antes, desde que llegue a este lugar sabía que algo raro abundaba por esta zona.

Eran horas donde los policías me interrogaban si había tenido algo que ver, pero yo me encontraba trabajando cuando ocurrían estos sucesos. Me dijeron varias veces que instalara cámaras de seguridad afuera de la cabaña, pero no les hacía caso. Eso ocurrió hasta hace unos días, que a un niño de siete u ocho años se lo encontró ahorcado en uno de los grandes árboles cerca de mi casa. Estuve a punto de llevarme una denuncia por parte de la familia del niño, pero las pruebas eran claras y en esas horas yo no me encontraba. Ahí fue cuando me obligaron a instalar las cámaras.

Me regalaron dos por parte de la policía «muy amables señores oficiales» y otras dos tuve que comprarlas yo mismo en una casa de aparatos electrónicos ubicada en el centro del pueblo. Me ayudaron a instalarlas y, aunque no estaba de acuerdo, podría salvarme de otro intento de denuncia.

Aquí es cuando las cosas se pusieron extrañas. Las cámaras grababan todas las veinticuatro horas y la cinta de toda la grabación era verificada por la estación de policía. Me dijeron que siempre habría un guardia monitoreando lo que pasaba. Uno durante el día y otro en la noche. Qué trabajo duro manejan estos tipos, pensé.

Fue una mañana, muy temprano, cuando sonó el teléfono. Era noviembre y normalmente no solía haber pedidos a tan temprana hora, dado que era invierno.

—Buenos días, ¿Hablo con Jud Crandall?

—Buenos días, con él mismo habla—. ¿Con quién hablo?

—Señor Crandall, le hablo desde la estación de policía, soy el oficial John Wayne. Le comento, no quiero alterarlo, pero hemos captado algo extraño en una de las cámaras de seguridad. Quisiera que usted mismo lo viera—.

—Espéreme, voy en seguida.

Luego de colgar, termine mi café y me dirigí hacia la estación. El oficial me mostro la grabación de la cámara que apunta hacia la entrada. La hora era 3:35 y se podía ver a una mujer parada en frente de la cabaña. En cuanto la vi no podía creerlo. Esta mujer estuvo parada dos horas mirando fijamente hacia la cabaña.

—Quería que lo vieras con tus propios ojos, era imposible explicarlo por teléfono— me dijo el oficial Wayne—, esta cinta de grabación quedará guardada para que lo vea el jefe y se mantendrá de forma secreta hasta que nos ordenen qué hacer—.

—Lo mejor sería encontrar a esta mujer para poder preguntarle que hacía a esa hora y en ese lugar durante la noche. Le sugiero, si me permite, que esta misma noche se realice un grupo de no más de cinco personas que hagan guardia afuera de la cabaña. No me preocupa mi casa, sino localizar a esta mujer. Mire su cara, ¡No tiene rostro!

—Está bien señor Crandall—dijo el oficial—. Se dirigió al teléfono. Yo me encargaré de hablar con mi jefe y de organizar un pequeño grupo para esta noche. Trataremos de localizar a esta mujer.

Con esas últimas palabras me volví para la cabaña. Estaba nervioso. Pase por la gasolinera y compre unas cuantas latas de cerveza y paquetes de cigarrillos. Al llegar, busque mi vieja escopeta calibre 16 y me senté en una silla de la entrada. La gente actúa con violencia cuando siente miedo, y en este caso, yo no era una excepción. Esa mujer daba miedo, y no tengo ni la más mínima idea de por qué estaba parada frente a mi cabaña. No sabía exactamente si era una amenaza, pero si sabía que nadie se animaba a andar por el bosque en la noche. O eso era lo que hasta ahora pensaba.

Oregón, 12:30 a.m.


Aún me encuentro despierto, y pienso estarlo por unas cuantas horas más. Mientras estoy aquí dentro bebiendo café, un grupo de policías buscan ansiosamente por todos los alrededores. Desde la ventana se pueden ver las linternas y algunas conversaciones para pasar el aburrimiento. Yo los entiendo. En algún momento de mi vida, cuando era muy joven, trabajé unos cuantos años como oficial nocturno en un pueblo muy lejos de donde me encuentro. Observaba hacia afuera y mi cabeza pensaba.


« ¿Cómo es que llegué a este lugar? »


Esa pregunta no paraba de darme vueltas. Se repetía constantemente y se hacía odiar mediante volvía a aparecer. Sentía que había cometido un error en venir hasta aquí, me había centrado en un pueblo fantasma y ahora pagaría los precios del horror por molestar a los locales. Mi mente volvía a los recuerdos del pasado y se auto respondía en mi mente. No tenía opción, debía hacerme cargo de esta cabaña, por lo menos hacerlo por ella. De todas formas, aunque no quisiera vivir, tendría que arreglarla para poder venderla. Sabía que eso sería difícil, tanto por la localización del lugar o por los ‘acontecimientos’ ocurridos. Se compartían chismes por todo el pueblo sobre lo extraño que era el bosque y eran variadas las hipótesis de cómo desaparecían los jóvenes en él. Había algunas interesantes que de verdad tenían sentido, como el que hace muchos años el bosque era un cementerio de una tribu que ya no existe, y eran sacrificados los hombres cobardes o los niños denominados ‘inútiles’ en ofrenda a un demonio conocido como Mammón “El hijo del demonio”.

El pequeño grupo de historiadores que se encontraba en el pueblo contaba que éste era conocido como el demonio de la avaricia, de la codicia y el materialismo. Por tanto, se dice que es el demonio ante cual se arrodillan todos aquellos esclavos del dinero que habitan en el mundo consumista de la actualidad. Esta era una teoría bastante lógica, por lo menos para mí. El pueblo, aunque sea pequeño, estaba plagado de familias adineradas que solo se preocupaban por ellos mismos. Denigraban, rebajaban y menospreciaban a todo aquel que no le alcance en cantidad de dinero. En resumen, unos idiotas que representan la dura cara del capitalismo. Solo se preocupan por su propia espalda y piensan constantemente que el dinero lo es todo. Y déjeme decirles, queridos compatriotas, cuando la vida te quita lo más valioso que tienes, lo que más quieres en este mundo, no es suficiente todo el dinero que existe para llenar ese vacío.

«No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón»


Mateo 6:19-21.24.


No tenía muchas opciones cuando me comentaron que esta propiedad me pertenecía. Me comente a mí mismo que ya estaba viejo, en unos pocos años me jubilaría y qué perdía con irme a vivir al otro extremo del país. No perdía nada. Lo que iba a perder era cordura y la poca capacidad de razonar que tenía; el remordimiento del rechazo me apuñalaba por detrás, sentía el cuchillo adentro, en lo profundo de mi cuerpo. «Debía hacerlo por Mary»

La vida carecía de sentido, el mismo lugar de siempre era imagen de depresión, un llamado al suicidio. « ¿Qué más me quedaba? » Nada. Había perdido lo más importante de mi vida; debía irme a un lugar muy lejos, demasiado lejos de ese lugar que solo traía recuerdos, esos malditos que causaban lagrimas sin motivo y un aislamiento temporal. Cuando la inmobiliaria me comento que la propiedad pasaba a mi poseer, fue cuando tuve la posibilidad de irme. Lo rechazaba por mecanismo de defensa, la negación era el pésame que nadie me otorgaba, ya no tenía nadie a mi lado y en ese lugar solo quedaban cenizas que en un futuro serian olvidadas. Lo pensé bien, ya sabiendo que iba a ocurrir, y me fui. Era una decisión que ya sabía hace bastante tiempo, pero en ese tiempo se pensó mucho y mi estabilidad emocional no quería desafiarme.


«Qué más da…»







«Tocaban la puerta»


Me había quedado dormido, eran aproximadamente las 3:25. El cigarro se había consumido por completo y la televisión pasaba otra película que ya parecía terminar.

—Señor Crandall, Señor Crandall, ¿Se encuentra despierto?

—Disculpe, oficial. Me he quedado dormido. ¿Han encontrado algo?

—Nada. Siendo directamente sincero diré que estoy un poco decepcionado, imagine que hallaríamos aunque sea una pista; pero no hemos encontrado nada. De todas formas, mi turno termina en una hora. Mañana por la tarde me fijaré en las cámaras de seguridad. Manténgase al tanto con el teléfono.

Y se fue. Estaba de acuerdo con el oficial en que yo también estaba decepcionado, quería encontrar a esa mujer. Me volví a sentar en el sillón, busque un paquete de cigarrillos y una botella de whisky. Me sentía aterrado, completamente solo. Era el almuerzo apetitoso de un águila hambriento dando vueltas alrededor. En fin, era una carnada que ningún animal o lo que fuese negaría.

La noche estaba en su pleno auge. La luna era llena con un sinfín de estrellas que acompañaban el aire fresco y amenazante del bosque. Era un lugar en el que tantos poetas podrían haber escrito sobre él con pequeños detalles que la noche proporciona. Mentiría si diría que este lugar no es inspirador, pero como sus cosas buenas también tiene sus malas. De noche no me gustaba estar despierto, realmente el lugar daba miedo, y con todo esto que ha sucedido últimamente el terror aumentaba. Me concentré en la película sin darle importancia a lo demás. Fui bebiendo veloz pero sutilmente mientras disminuía el paquete de cigarrillos. El tiempo fue pasando hasta que, sin darme cuenta, caí en un sueño profundo.

Desperté en el mediodía por el constante ruido del teléfono. Minutos después, me percaté de que me acompañaba una diminuta resaca.

«Bendita sea la calidad del whisky»

Fui en busca del teléfono pero ya había terminado de sonar. Protesté por no llegar y me dirigí hacia la cocina. Me prepare un ‘desayuno de campeones’ para ir bajando la bebida. Huevos, panceta y dos rodajas de pan. Todo eso acompañado de un buen café. ¡Qué linda forma de despertarse!

Cuando terminaba mi desayuno volvió a sonar el teléfono. Esta vez sí pude llegar:

—Buenos días— Dije con una extraña alegría.

—Lo he estado llamando señor—dijo el oficial—. Disculpe mis modales, lo noto de buen humor, ¡Buenos días!

—No pasa nada oficial. He desayunado bien, eso es todo. Dígame que ocurre.

—La cosa es, señor Crandall, que revisamos las cámaras de seguridad y notamos unas cuantas sombras extrañas. ¿Quiere venir a ver la cinta?

—No lo entiendo muy bien—dije con voz ronca— ¿Han localizado a la mujer?

—No, señor. Lamento decirle que no hemos visto ninguna persona, pero si hemos captado unas cuantas sombras extrañas. Le recomiendo que venga a verlas. Además, mi jefe quiere conversar con usted.

—Bueno, enseguida voy—dije con cierta duda. « ¿De qué querría hablar el oficial mayor conmigo? Otro interrogatorio por las desapariciones no por favor»

Terminé mi café y me dirigí rápidamente hacia la estación. En el camino, mientras escuchaba la radio y pensaba, movía el volante nerviosamente. No tenían motivo, no era una situación que me comprometía. Solo querían que viera las grabaciones y una charla con el oficial. Nada más.

Llegue a la estación. Me mostraron las grabaciones de sombras extrañas que se movían rápidamente por atrás de los árboles y luego desaparecían. Me vino el recuerdo instantáneamente y no dude en preguntar:

— ¿Tiene esto algo que ver con un viejo cementerio?

— ¿Cómo sabe usted del cementerio? —pregunto el oficial sorprendido—.

—He escuchado historias y chismes que abundan por el pueblo. Me parece bastante convincente con todo lo que ocurre en el bosque, ¿no?

—Bueno señor Crandall, no se equivoca. Lo que usted dice parece bastante lógico, aunque algunas personas o incluso muchas negarían que el motivo de estos sucesos sea mediante actividades paranormales. Yo estoy de acuerdo con usted, la verdad es que cuando uno tiene trabajos nocturnos ve de todo y este pueblo tiene muchas cosas extrañas.

—Ya lo creo. Lo pude comprobar desde el primer día que llegue aquí, pero a mí no me interesa lo que crea o no la gente, eso me da completamente igual. Lo que en verdad quiero es poder explicar las desapariciones y los extraños sucesos.

—No me malinterprete Jud—dijo el oficial—, yo quiero lo mismo que usted; todo esto merece una explicación.

—Eso ya lo veremos. ¿Me dijo usted que el oficial mayor quería conversar conmigo?

—Así es, por favor Jud, diríjase hacia el fondo y toque la puerta del despacho. Él se encuentra en un papeleo ahora mismo, pero lo recibirá.

Me acerqué hasta la puerta como me dijo el oficial y toque la puerta del despacho cuidadosamente. Sudaba y me temblaban las manos.

—Adelante— se escuchó una voz gruesa de un hombre mayor que parecía ocupado con un interminable papeleo—-.

—Buenos días, oficial mayor—dije respetuosamente—, me han comentado que quería conversar conmigo.

—Buenas tardes querrá decir—dijo el oficial de forma educada—. Sí, quería hacerte unas preguntas señor Crandall. ¿Le parece si le digo Jud?

—Como se le haga más cómodo. ¿Qué preguntas quiere hacerme?

—En realidad, Jud, primero quería hablar un rato y luego pasar a las preguntas. ¿Usted llego aquí hace un año y medio no es así?

—Así es— dije como si fuera interrogado en un juicio.

—Veamos, usted llego aquí porque heredó una cabaña que pertenecía a Mary Houston. Ella la dejo como parte de su herencia en tu nombre junto con otras pertenencias. ¿No es así, Jud?

—Mary era mi esposa—dije con una voz rota y triste—, en realidad era Mary Crandall. El apellido se lo puso cuando nos casamos hace muchos años. Antes de que falleciera la ayude a hacer el manuscrito, dejo las cosas a mi nombre porque no tenía a nadie más. No se hablaba con su hermana hace varios años y no tenía ninguna amiga, el único que se encontraba a su lado era yo; la ayude en todo lo que pude pero no fue suficiente. Esa carga de no haber hecho todo lo posible me va a perseguir toda la vida.



Mary y yo nos conocimos hace mucho tiempo en Lansing, Michigan. Me encontraba en un bar escuchando una banda cuando se acercó una dulce dama de veinticuatro años y me ofrecí a invitarle un trago. Esa noche había ido al bar con mis amigos, pero terminé muy tarde en una pequeña plaza charlando sobre géneros de música favoritos y el viejo cine. La acompañé hasta su departamento y me despedí. Desde ese momento supe que era la mujer con la que quería estar, acordamos para vernos en la semana en el ‘Lago Hurón’ donde viví uno de los momentos más felices de mi vida. Continuamos saliendo por unos cuantos meses hasta que tuve el coraje para preguntarle si quería ser mi novia. Extrañamente me dijo que sí. Nunca, hasta el día en que me muera, comprenderé como una hermosa chica como Mary podía salir conmigo. No era un tipo muy apuesto y mi condición económica no era para alardear. Apenas podía pagar la gasolina de mi camioneta y la paga de mi trabajo no era de las más exquisitas. Aun así, siempre me las puede arreglar, y siempre traté de dar lo mejor para ella. Seré un afortunado toda mi vida por haber tenido una compañera de ese nivel.

Fuimos novios por cinco años, cinco maravillosos años. Un día la invite a cenar a un restaurante lujoso, trate de ser lo más romántico posible y al final le propuse matrimonio. Nuestra luna de miel fue en Manhattan durante dos semanas. Fueron los momentos más preciosos que he vivido junto con Mary, realmente nos entendíamos uno al otro y la pasábamos muy bien juntos. La forma de conectar que teníamos era increíble.


«Maravillosos recuerdos que fueron esfumándose poco a poco »



Vivimos juntos un año en Michigan y luego por mi trabajo me trasladaron a Nueva York. Fue una alegría por tener un buen salario y poder disfrutarlo con ella, pero también convirtió que nuestra hermosa relación, como le ocurre a muchas parejas, viva la distancia y la falta de amor. Habían pasado cuatro meses, hablábamos todos los días por teléfono, conversábamos horas y horas sobre todo lo que había que hablar. Empecé a sentirme realmente solo y el extrañarla tanto me empezó a afectar. Con mucho esfuerzo y plegarias pude convencer a mi jefe para irme a trabajar a Pensilvania. El sentimiento del extrañar era mutuo por lo que Mary estuvo de acuerdo, le prometí que compraríamos una gran casa en Filadelfia y tendríamos un hermoso futuro juntos. Podríamos formar una familia y vivir el gran famoso «sueño americano».

Meses después nos encontrábamos viviendo los dos juntos en una hermosa casa. No llevo mucho tiempo en acostumbrarse al lugar, me había acostumbrado a las grandes ciudades y mi rutina diaria era dar todo para poder vivir feliz con ella. El dinero lo fui consiguiendo mediante pasaban los meses mientras Mary trabajaba como peluquera en un gran salón ubicado en el centro de la ciudad. Ambos aportábamos todo lo que teníamos para estar juntos y vaya si no era hermoso. Disfrutábamos todo el tiempo que podíamos y los planes de formar una familia se aproximaban.


En ese tiempo todo fue hermoso, los dos estábamos completamente enamorados y con grandes proyectos en el camino. Éramos una pareja feliz viviendo juntos en un lugar deseado.


« ¿Qué más se podía pedir? »



Lamentablemente esos momentos de los dos como pareja fueron terminándose. Tuvimos una preciosa hija llamada Hannah a la cual criamos con amor y le brindamos lo mejor posible. Con el tiempo la salud de Mary fue empeorando, al principio era estrés, luego le diagnosticaron depresión y ansiedad. Hannah ya debía tener unos siete u ocho años y yo no podía soportar que ella viera a su madre de esa forma. Dejó de trabajar y empezó a tomar muchos medicamentos que solo le hacían peor, la familia que en un principio era pura felicidad ahora era el absoluto ejemplo de tristeza; vivíamos tristes escuchando puras quejas y llantos. Necesitábamos cambiar de ambiente, volver a ser felices y tratar de lidiar con el problema de la depresión por lo que decidí por mi propia cuenta en volver a Michigan.

Vendí la propiedad sin problemas y nos marchamos para la casa de los padres de Mary, intenté hacer todo lo posible para que las dos mujeres más importantes de mi vida fueran felices. La falta de ánimo empezó a contagiarse en Hannah por lo que me tomé la molestia de cumplirle todos los caprichos y tratar de que sea feliz, y espero que lo haya sido. La ayudaba con los deberes, la llevaba al cine, la apoyaba en lo que sea; aunque eso no evitó las malas influencias y las burlas de los inútiles de sus compañeros o la gente del colegio.

Mary cada vez estaba peor. No había una pizca de felicidad en su rostro, no existía otra posibilidad para esforzarse, la batalla se daba por perdida y yo no sabía qué hacer. Me sentía inútil, incapaz y sin tener idea de cómo solucionar este maldito problema que nos agobiaba todos los días; un dolor inmenso que se sentía como familia, toda la tristeza y pesimismo ubicada en un espacio llamado «hogar».

Insuficientes, así nos sentíamos los dos, y Mary lidiando con su demonio interior que cada día se reía de nosotros y la castigaba aún más.

Nada era útil, todo era en vano. Solo se encontraban el aislamiento y las infinitas pastillas que adormecían y calmaban un dolor que no podíamos ver; eso era lo que nos molestaba, no podíamos entender realmente qué ocurría con ella. Eran lamentos y gritos todo el día, toda la semana y así por años.

—Papi, ¿Mamá se pondrá bien algún día?

«Se me partía el corazón al escuchar esa pregunta, y aunque intentara un falsa respuesta o una piadosa mentira realmente no sabía qué decir, mi mente estaba en blanco, cansado de todo esto y sin saber qué hacer. No podía remediarlo, mi papel como el hombre de la casa era sustituido y mi actividad para que cada momento sea menos triste no funcionaba. Yo también luchaba con mi estúpido demonio interno tratando de creer que estos momentos pasarían y volveríamos a como estábamos antes, pero yo sabía que la luz del pasillo era lejana, inexistente. Nunca llegaríamos al final de la cueva y saldríamos, estaríamos atrapados de por vida en este mundo distópico sin remordimiento ni piedad, la luz desaparecería y la oscuridad se encargaría de nosotros ».

—Sí nena, esperemos que todo termine algún día y volveremos a ser felices. Te lo prometo.


Pero no era así, nunca lo fue.




El sufrimiento y la tristeza por esos largos años solo fueron los primeros kilómetros de esta tortura que la familia injustamente había vivido. Una verdadera tragedia griega.

El cinco de diciembre encontré a Mary muerta sobre su cama como siempre acostumbraba a estar. Había muerto de sobredosis debido a todos los antidepresivos y el alcohol que había ingerido. Fue uno de los días más tristes de mi vida; había perdido a la persona que más quería en el mundo, la madre de mi hija, una de las mujeres más importantes para mí se había ido. Y yo, tal estúpido hombre, no pude hacer nada en todo su sufrimiento. Los últimos años de su vida fueron horribles para ella hasta que se tuvo que ir por las malas. Siempre la amaré como el primer día en que la conocí, los primeros maravillosos años que estuvimos juntos siempre vivirán en lo más profundo de mi corazón.



Luego de contar la triste y trágica historia siguieron unas cuantas preguntas más por el oficial que, para ser honesto, no tienen importancia y no necesitan ser contadas. Dejé atrás la estación y me dirigí hacia la carretera. Me puse la radio que pasaba varios temas del álbum ‘The dark side of the moon’ y me concentré en las sombras extrañas que aparecían en la cinta. Aunque me haya dejado llevar por el pasado, no olvide los movimientos de anoche. Es curioso que no aparezca esa mujer, pero sí figuras atrás de los árboles. No me parecería raro si hace muchos años en el mismo lugar se encontraba un cementerio donde además de sepultar a los fallecidos también se hacían rituales.

«Qué sé yo », la verdad es que no soy un escéptico, nunca lo he sido. Siempre creí en lo paranormal e incluso debo tener alguna experiencia catalogada como ‘inusual’. Lo único que quiero hacer, a estas alturas de mi vida, es poder tener paz. Luego de todo lo que me ha tocado vivir de forma desesperante me inclinaré por el lado contrario del escepticismo o en lo que sea preferible para solucionar lo que esté pasando.



Entre pensamientos y música llegue a la cabaña. Las sorpresas no tardaban en llegar. La puerta estaba marcada con lo que imagino una navaja o un cortaplumas y se trataba de una figura desconocida. Pregunte a los prestigiosos historiadores del museo y me lleve una respuesta —un poco decepcionante para la reputación de su intelecto— que no tenían idea pero que iban a investigar. Con una respuesta desconocida pase de ella y me dedique con trabajos del hogar: Cortar el poco césped que había en el patio trasero, poner en venta algunos muebles que no me servían o regar las plantas. Aprovechando todo esto podría dar un paseo por el bosque. Y vaya que paseo fue.

Luego de terminar mis tareas bebí una cerveza como recompensa por mi trabajo y luego adentré en el bosque. Había dado pocos paseos pero sabía que el bosque era como otros, quiero decir, los enormes ruidos de los animales, la vegetación, el silencio; todo lo que un bosque puede tener. Excepto por un pequeño detalle.

Me percaté de que la mayoría de los árboles estaban marcados con la misma figura que estaba en mi puerta, solo que en éstos las marcas parecían viejas. Supuse que era una señal o podría ser alguien que quería darme un mensaje. Pero en la caminata opté por tener un pensamiento como: «Tranquilo, solo son los traviesos niños ricos queriendo molestar». Seguí caminando.

Me había olvidado por completo de esas marcas, no quería ponerme paranoico y sin darme cuenta, me olvide. Fumaba unos extraños cigarrillos negros mientras observaba los largos y particulares pinos, disfrutaba del cantar de los pájaros y susurraba una canción que creía haber olvidado. Ya era el último tramo, la cantidad de árboles disminuía y solo quedaban los últimos. Fue en ese momento cuando la tensión subió, la vegetación se encendía sin piedad y mi cuerpo experimentaba el mismísimo infierno.

Uno de los últimos tenía marcado un nombre que llamo mi curiosidad. Pensé que era otra marca hecha por una navaja, pero no. Me acerqué y con mis propios ojos pude verlo mientras mis labios lo pronunciaban en silencio.



[Hannah]



Estaba en shock. Mi mente estaba en blanco y no tenía preguntas ni respuestas para una explicación; me mordía las uñas mientras miraba el tallado fijamente, no podía creer lo que tenía enfrente. Uso de la negación como mecanismo de defensa. Tenía miedo y temblaba mientras sacaba otro cigarrillo del paquete, luego lo estuve mirando por unos cinco o diez minutos tratando de buscar una explicación; pero no había motivo para eso, el tallado parecía desde hace años aunque no estuviese borroso. Aun así, navegaban preguntas en mi cabeza que inútilmente se mantenía en blanco.


« ¿Una niña de la ciudad? ¿La novia de algún chico? No conocía ninguna chica llamada Hannah». Otra vez, el mismo sentimiento de no poder enfrentar una situación. Y, como un hombre de pocas ideas, me dirigí hacia la licorería.

No quería ir a la estación. Realmente no quería volver a hablar con la policía. Solo iba a causar más problemas y otras inútiles charlas sobre mi vida anterior. Estaba preocupado, sentía miedo y como una cebra rodeado de diez hienas. La plática con otra persona solo traería más preocupación; de esta forma, solo quedaba sentarse a beber y vaciar paquetes de cigarrillos. Mi famosa reputación.

La tarde se convirtió en oscuridad y charlas lejanas de grillos. La luna señalaba mediante la luz a este viejo, cabizbajo y sollozando, manteniendo una botella de whisky y exhalando profundamente el humo. Así por horas hasta que la borrachera cayera en el sueño.

De tanto alcohol consumido el sueño parecía ser lucido. Vivía lo que siempre había querido y, sobre todo, era feliz. Tenía una familia y éramos felices viviendo en una gran casa como esta cabaña con un lindo bosque y un lago donde disfrutábamos en el verano. Para mi desgracia, nada era parte de esta realidad.


« La vida me había dado lo que más quería en el mundo y luego me lo había quitado».


No me siento una víctima, no soy de esas personas que todo el tiempo echan culpa al azar para justificar sus desgracias, pero sí sentía injusticia. Nunca hice nada para ser tratado de esta manera, había sido un tipo feliz, trabajador y de familia. Ahora solo era un viejo castigado por los años y por acontecimientos tristes de recordar. Los vicios y distracciones solo eran para pasar el rato, solo servían para olvidar todo por un momento; era necesario, aunque sea por unos minutos, olvidar todo. Vaya, con qué peso he cargado toda mi vida.



Luego de la muerte de Mary, tanto Hannah como yo estábamos devastados. Se nos había contagiado esa tristeza por parte de la enfermedad y nos sentíamos muy mal por todo lo que había pasado ella en todos esos años. Fueron una pesadilla para toda la familia. Y luego de todo eso, luego de haber luchado tanto, se nos había ido. Todo en vano. El sentimiento de culpa era de ambos, tanto mía por el egoísmo propio de no haber tratado de ayudarla un poco más, y de ella por no entender del todo lo que le ocurría.

Como en ese tiempo ella se encontraba en la casa de sus padres, nosotros vivíamos en un departamento. Luego de su muerte, trabaje como nunca para al mismo tiempo pagar la absurda cuota del colegio y a la vez una nueva casa. La mayor parte de la herencia había caído en mis manos y solo unos pequeños intereses en sus padres. Nunca volví a tener contacto con ellos.

En el manuscrito se encontraba estaba esta cabaña —que por un momento pensé en dejar todo atrás e irme bien lejos con mi hija— pero no le di importancia y prometimos visitarla en algún verano. Además, a Hannah le gustaba el colegio y ya tenía varios amigos; aunque, por razones obvias, nunca fuimos una familia muy sociable. La gente del vecindario me daba totalmente igual, a mí lo único que me importaba era mi familia y su salud. Ahora vivíamos con un peso enorme pero nos esforzábamos cada día para volver a ser felices; a pesar de todo, aún me quedaba mi hija.

Como dije antes, la vida me había dado lo que siempre había querido, lo que luego sería mi sueño cumplido y la felicidad al despertar todas las mañanas; pero con el tiempo me lo iría quitando lentamente, agregando de forma respetuosa sufrimiento y una tristeza incurable.


«Gracias por todo esto que he vivido de forma injusta»



Habían pasado dos años, ya nos encontrábamos en nuestra nueva casa y con el tiempo recuperábamos la felicidad que se nos había perdido. En el año próximo Hannah empezaría el secundario, ella se encontraba ‘más madura’ saliendo sin avisar y dejando atrás la parte cariñosa de un niño con sus padres. Era duro para ella no tener una figura materna, lo tenía bien en claro. Se acercaba la adolescencia que era una etapa muy dura, llena de cambios, nuevas preocupaciones y responsabilidades. Se acercaba fin de año, ella se encontraba nerviosa y preocupada por todo lo que vendría. En los últimos meses su comportamiento cambio bruscamente. Tenía nuevos amigos, los cuales no eran muy buena influencia en cuanto a mi mirada paterna, estaba fuera de casa todo el día y solo podía charlar con ella por la noche. Empezó a contestarme de mala manera, a insultarme y a encerrarse en su cuarto sin cenar. La notaba triste, se veía perfectamente que extrañaba a su madre. Lloraba noches enteras y a veces se iba a la casa de alguna amiga, o eso era lo que ella me decía. Estaba preocupado por su actitud y por cómo se sentía, pero no me dejaba hablar con ella y cuando lo intentaba me insultaba y se iba. Sabía que era el nuevo comienzo de una etapa aunque me importaba su salud. Empezó a ir al psicólogo donde se pudo ver el cambio en la actitud y parecía verse menos triste, nuestra relación de padre-hija iba mejorando —O yo quería creerlo de esa forma— porque no sabía realmente qué hacer. El estúpido hombre incapaz aparecía de nuevo.

Seguía saliendo con sus amigos, eran muchos días a la semana donde cenaba y se iba. Teníamos pequeñas charlas pero solo hablábamos del colegio o como le iba con el psicólogo. Le decía constantemente que era lo que más amaba, lo más importante para mí, pero nunca me escuchaba. Para un padre, un hijo es lo más valioso del mundo, y Hannah lo era para mí. Era lo único que me quedaba, ya había perdido a una de las mujeres que formaban parte de mi vida, y no quería perderla a ella. Trataba de aconsejarla, de darle consejos con los chicos, que todavía era muy joven. Aun así no sabía lo que hacía por la noches, sabía que era una mentira que se iba a lo de una amiga, pero una parte de mi confiaba. Realmente estaba preocupado. ¿Qué más podía hacer? No iba a seguirla por todos lados; confiaba en que ya era bastante madura y sabía lo que hacía, pero solo era niña divirtiéndose por quién sabe dónde mientras yo era un padre soltero que bebía en la cocina hasta muy tarde. No diría que eran tiempos difíciles pero era mucho trabajo para mí y la ausencia de su madre se hacía notar. Fueron incontables las veces que le dije que se cuidara y tenga cuidado con los extraños y, aunque no confiaba en sus amigos, me aliviaba que estuviera con alguien en quien confiar.

Y un padre hace lo mejor que puede, trata de educar bien a sus hijos y darle todo lo que sea posible. Aquí es donde la vida me volvía a castigar injustamente y los presentimientos terroríficos se vuelven realidad. La neblina enmudece y tapa a todo aquel que se encuentre adentro, donde el ambiente siente otra ausencia y los juguetes que ya no son usados viven inmóviles pidiendo compañía. Las habitaciones se vuelven frías, las mantas siguen como estaban hace mucho tiempo y las paredes rumorean entre ellas buscando un culpable. Alguien a quien le caiga todo el peso encima, que sienta profundamente la culpa.

«Yo»


El seis de Septiembre se hizo la denuncia sobre la desaparición de Hannah luego de no volver a casa por dos días. No podía aguantar más. No había dormido nada y bebía sin parar. Finalmente acepté que no vendría, luego de llamar a todas las casas de sus amigos, hablar con los padres, el colegio y toda persona local de Michigan, tenía en mi cabeza el torturador mensaje de « nadie la ha visto».

«Nadie la ha visto, Nadie la ha visto, Nadie la ha visto »

Y así se repetía el mensaje una y otra vez. Por un momento pensé que me desmayaría. La denuncia se hizo en la estación oficial de policía y en menos de una hora se inició una búsqueda por toda la ciudad. Con sueño y mucho cansancio y medio dormido me encontraba en una patrulla cuando caía el atardecer y nadie sabía absolutamente nada. Nada.

El oficial de copiloto miraba con preocupación mi arruinada cara.

—Señor Crandall, ya es tarde. ¿No quiere ir a casa? Nosotros seguiremos buscando y ante cualquier detalle le avisaremos.

— ¿Cccasa? Ya no existe ese lugar. Tenía una hace mucho tiempo, hace bastante maldito tiempo.

Estaba sumamente ebrio y apenas podía hablar.

—Señor, por favor, vaya a su casa y descanse. Vamos a hacer todo lo posible por encontrarla.

Ya no había esperanza, solo existía lágrimas y más lagrimas acompañadas por decenas de botellas de whisky. La ‘casa’ era un desastre, estaba todo sucio lleno de tristeza con un hombre tirado en el piso, inconsciente.

No podía remediar el dolor, no tenía consuelo de nadie, ni siquiera sus abuelos se molestaron en llamar. Ante tanta desesperación y angustia no podía enojarme, solo bebía mientras comía una hamburguesa del McDonalds esperando una llamada que nunca iba a llegar.


Paso un año entero sin saber nada sobre ella. Me resultaba imposible seguir la vida como si no hubiera sucedido nada, su presencia era necesaria para mi patética vida, pese a todos los problemas que habíamos tenido antes, la extrañaba más que nunca. Me emborrachaba todas las noches, algunas en casa y otras en bares donde terminaba a golpes con algún otro borracho herido por los actos del azar. Era un ser repudiable, me habían dado licencia en el trabajo por lo que no hacía nada, solo beber. Finalmente, llego el día en el que me llamaron desde la estación y me confirmaron que no seguirían la búsqueda. La habían dado por desaparecida.

No lo podía creer.



Malditos policías—protestaba—, no saben hacer nada, no son capaces de hacer bien su trabajo, inútiles, eso son. Era obvio que me estaba volviendo un alcohólico y estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba. Sabía que pronto me echarían del trabajo porque de verdad no servía para nada, era un ser humano incapaz de vivir.

A duras penas, de una maldita vez, comprendí que no volverían a buscarla. Me había dado por vencido. Un fracaso como padre; sentía la dura derrota, sentía que nunca la podría encontrar. La casa era imagen de penuria con pequeños detalles de un borracho depresivo, el lugar solo incitaba al suicidio y más tristeza por lo que tome la opción de irme bien lejos, dejar todo atrás. No empezaría una nueva vida, no volvería a ser feliz, no me quedaba nada en ese lugar y solo era un hombre desechado sin nada. Había perdido todo, ya no sentía miedo y si la vida me quería tragar de la peor forma posible, me daba igual.

Cuando un hombre pierde lo que más quiere en el mundo, el miedo desaparece.

Ya no serían el padre-hija los que visitarían la cabaña heredada de mamá en verano, ya no iríamos al lago a pescar y a divertirnos, ya no podía existir una pizca de felicidad, no había motivo para vivir la vida; ahora solo era este viejo dejando todo atrás, huyendo de todo ese triste pasado que, siempre lo sabré, me seguirá a todas partes.

Y me marché. Un lugar muy lejos me esperaba, no existían las ilusiones, nada volvería a ser lo mismo. Solo quería irme y dejar todo atrás.



«Ella quería que yo vuelva a ser feliz, pero yo no podría volver a ser feliz sin ella. Era lo único, lo más importante, que me quedaba».




Desperté, ya tarde por la mañana, con una increíble resaca. Había bebido tanto que no me acordaba a qué hora caí en el sueño, solo pequeños fragmentos de la noche en la que escuchaba ruidos. Recordé que estaba acostado afuera en la silla bebiendo sin parar, y cuando escuchaba sonidos, algunos lejanos y otros cercanos, no entendía que pasaba.

Todo el alboroto parecía ser parte del sueño, se escuchaban voces nombrándome y un eco que venía desde lo más profundo del bosque. Recordando como todo humano recién despierto, sabía que todo había ocurrido mientras dormía, todo a mí alrededor queriendo molestar o darme un buen susto. Para su mala suerte, la bebida impidió el momento.

8 de Novembro de 2019 às 01:47 0 Denunciar Insira Seguir história
1
Leia o próximo capítulo 2

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~

Você está gostando da leitura?

Ei! Ainda faltam 1 capítulos restantes nesta história.
Para continuar lendo, por favor, faça login ou cadastre-se. É grátis!