rubbersoul E. Guerra Maya

¨Escribe la oración más honesta que conozcas¨.-Ernest Hemingway


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Rubberneckin', baby

Odio que me hagan preguntas que empiecen con un Por qué. ¨¿Por qué te gusta eso? ¿Por qué no te gusta aquello? ¿Por qué piensas así? ¿Por qué no estás de acuerdo? ¿Por qué te acostaste con mi hermana? ¿Por qué le rompiste la quijada al testigo de Jehová?¨

Mierda, cómo joden.

Y las odio porque no tengo ninguna respuesta prefabricada; y si a eso le suman que mi oxidado cerebro arranca media hora después de que le meto la llave, bueno; ya se imaginarán los numeritos de bufón tartamudo que debo protagonizar cada vez que me salen con un maldito Por qué.

A mis veintidós años tengo muy poco armamento con qué pelearle a la vida; al menos a esa vida que gobierna fuera de mi fortaleza hecha de música, películas y literatura.

El otro día me encontré con la mamá de un amigo de la infancia. Le dije hola, ella me dijo hola y al parecer esa fascinante conversación fue suficiente preludio para que comenzara, literalmente de la nada, a hablar, coff coff presumir coff, de los remarcables logros de su hijo. Me dijo que recientemente se había recibido de cirujano, o algo así: que era copropietario de un restaurante de comida casera; y que visitaba constantemente las zonas más marginadas para proveerles servicios médicos, claro, sin cobrar ni un centavo.

—¿Y cuándo inicia su candidatura para la presidencia?

Si lo que quería la señora era darme una patada en las bolas mentales, digamos que solo le dio a la izquierda.

—¿Qué hay de ti?

—¿Qué hay de mí? —Sus amoratados dientes delanteros me estaban distrayendo.

—¿Qué has hecho?

—Bueno —ay ya, a la chingada—, sigo masturbándome con la misma pornografía que veía a los trece años; he estado un par de veces tras las rejas, una por robarle el gorro a un policía de tránsito, y la otra por reventarle a un sujeto una silla de madera en la espalda, y si, en ambas ocasiones el alcohol había anulado mi sistema de racionalidad; he tenido cientos de trabajos, pero no tengo carta de recomendación. Cada que me recitan el discurso de despido escucho las mismas palabras: mala actitud y falta de interés.

Me escrutó con una indignación teatralmente exagerada. Como si le hubiera dicho que había sodomizado al Papa con un crucifijo.

—Adiós. Salúdame a tu mamá —dijo mientras se encaminaba a la calle de donde venía.

—Adiós. Y usted salúdeme a su hijo.

No. Lo que quiero aprender no se imparte en aulas bien iluminadas repletas de ventanas grandes y butacas pulcras; las cosas con las que quiero experimentar no caben en tubos de ensayo; lo que quiero escribir no es material apropiado para una tesis.

No soy ningún genio, pero no necesito serlo para darme cuenta que la vida de 8 a 5 es un proceso lento de descomposición humana. Las oficinas te prometen una buena calidad de vida cuando lo que hacen en succionártela.

Y no digo que una epifanía me haya mostrado el significado de la vida o algo parecido; ni que ellos estén mal y yo bien o viceversa. Simplemente, bueno, look and listen baby; esa es mi filosofía.

Puede que Elvis no tuviera el cerebro de Einstein, pero seguramente El Rey sabía cómo exprimirle diversión hasta a una piedra. O al menos eso aparentaba, y para mí las apariencias valen más que lo que esconden.

Creo que estaré bien. Mientras que mis niveles de frivolidad se mantengan estables y mi brújula moral no se rompa, toda experiencia será bienvenida.

Si bien no le hago ningún favor a la humanidad, es igual de cierto que no molesto a nadie. Eso reconforta mi conciencia de algún modo.

Está oscureciendo. Creo que saldré a dar un paseo. Uno nunca sabe lo que le depara la ciudad a un joven curioso con un par de billetes en el bolsillo.

¿Una fiesta del mundo criminal, una puñalada en el hombro, herpes, una buena racha en el poker, un amor que sobreviva la noche del sábado?

A lo mejor se los cuento la próxima vez.



18 de Setembro de 2019 às 22:43 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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E. Guerra Maya ¨Las palabras son lo único que tengo para jugar¨

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