Bebió otro sorbo de café para mantenerse despierta. Ya era de madrugada, y la detective de homicidios, Mary Priston, se encontraba en su despacho trabajando arduamente en otro caso de muerte dudosa. Ya eran trece las personas que habían muerto de forma súbita. Lo extraño, no solo era el lapso de tiempo de apenas dos semanas de diferencia, sino también, la similitud de las circunstancias en las que se produjeron los decesos. Constataron que todas las víctimas habían recibido un extraño correo electrónico minutos antes de morir, con el asunto: "Archivo oculto"; proveniente de un remitente desconocido, cuya dirección resultaba increíblemente inexistente. Mary colocó sobre su escritorio las fotos de las víctimas, según su orden temporal, y comenzó a revisar minuciosamente cada detalle. Lo que notó le provocó escalofríos. La expresión de sus rostros era de pánico. Entonces, una serie de preguntas se le vinieron a la cabeza: “¿Qué fue lo que presenciaron sus ojos al momento de morir? ¿Había alguien más con ellos en la habitación?. Pero, de ser así, ¿quién o qué podría asesinar sin siquiera causar daño físico a la víctima? ¿Y ese extraño correo?
Agotada, sintió la necesidad de tomarse unos minutos, y encendió un cigarrillo. Su mente acelerada no le permitiría dormir esa noche así que decidió preparar más café para continuar con la investigación. Luego, algo perturbó el silencio. Las ventanas se habían abierto de forma abrupta y comenzaron a golpearse violentamente. Corrió a cerrarlas. El clima por fuera era tranquilo y apenas una leve brisa movía las copas de los árboles.
“Qué extraño”, pensó Mary. No dio importancia y regresó a trabajar. Comenzó a revisar los legajos de las víctimas, entre otros archivos de crímenes no resueltos de los últimos diez años. Pero, ninguna información la acercaba a obtener alguna pista, al contrario, se sentía cada vez más lejos de la verdad. En cuanto agotó todas las posibilidades, decidió intentar algo que hasta entonces no había hecho; tratar de contactarse con aquella dirección de correo inexistente. Sin esperanzas, Mary tecleó: ¿QUIÉN ERES?, e hizo clic en enviar. Pero como esperaba, el envío fue rechazado.
“Esto es estúpido”, murmuró decepcionada. De golpe, las luces de la oficina se apagaron, quedando a oscuras frente a la luz brillante que emitía la pantalla. Un viento frío sintió a sus espaldas e hizo que se le erizara la piel. Asustada, volteó rápidamente, en cuanto oyó pisadas provenientes de algún rincón en la oscuridad. El sonido de los pasos se aceleró y comenzó a repetirse en todas las direcciones. Mary contuvo el grito. Quiso escapar, pero su cuerpo se había inmovilizado. Su mirada horrorizada se fijó de manera inevitable en el monitor. Un correo electrónico, de asunto: ‘Archivo oculto’, acababa de llegarle. Ella quiso llegar hasta el final y lo abrió. Una imagen de sí misma, inerte sobre su silla, comenzó a descargarse.
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