eva-lapertu1567441215 Eva Lapertu

"Tienes para escribir una trilogía" " Ni Almodóvar podría hacer un guión de tu vida" Frases de este estilo me persiguen en conversaciones banales, de cinco minutos, con gente que acabo de conocer y no saben prácticamente nada sobre mi. Imaginaros que pasaría por sus cabezas si pudieran ser espectadores directos de la realidad. Mi historia tiene tintes dramáticos, románticos, de ficción y mucho humor ácido, del que escuece. Hay vidas que no caben en una novela, ni en una película, la mía sí. Tengo 44 años y con 20 capítulos voy a intentar contarte quien soy y como he llegado hasta aquí sin que me falte ningún órgano de momento. El corazón lo tengo tocado, pero entero.


Histórias da vida Impróprio para crianças menores de 13 anos.

#trocitosdevida
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1. DESDE EL PRINCIPIO

Recuerdo la primera vez que me rompieron, no solo el corazón. Me rompieron por dentro. Entera.

Sin esforzarme demasiado me hice añicos, viví mi primera soledad atendiendo a los caprichos del destino, aquel que acostumbraba a soplar a mi favor.

Solía salirme con la mía. Ya sabéis, una niña caprichosa, testaruda y con una ineludible convicción de que todo en este mundo era alcanzable. Seguro que os reconocéis en esa emoción invencible, de comeros el mundo, de chupar sus huesos y relamerlos hasta quedaros exhaustos. Esa era mi sensación cuando tenía 14 años. Era la reina del mundo, del "mambo", la soberana, la que imponía mis criterios y nadie se atrevía a discutirlos. Frágil en apariencia, pero depredadora y con matrícula de honor en el arte de la manipulación.

Mis padres, progres, pobres, medio hippies y francamente rojos, intentaron educarme cual niña humilde, generosa y empática, con patrones comunistas, solidarios y tolerantes. El único inconveniente fue la escuela. "Nos viene muy bien este colegio porque está al lado de mi trabajo, hija, y además muy cerca de casa", mi madre con cara de afligida me repetía esta frase cada vez que yo repudiaba ese lugar y se lo hacía saber.

Mi "escuela", era una institución religiosa, gobernada por monjas disfrazadas de beatas y con almas diabólicas. Mi mente ha borrado la mayoría de recuerdos de estos años, intento hacer memoria y es imposible desahogaros alguna sensación de paz, de amor o de cariño de aquella época. Las vagas imágenes que me vienen de vez en cuando tienen que ver con castigos, reproches, insultos o vejaciones, como aquel día que me hicieron comerme unas natillas que acababa de vomitar, o la vez que me pintaron las uñas con Mercromina, delante de toda la clase, porque tenía la maldita costumbre de mordérmelas.

La cuestión es, que experimenté durante mis primeros años de vida una contradicción sublime. Mis padres ateos convencidos, me daban lecciones diarias sobre la figura de Jesucristo como el primer comunista de la historia. Haciéndome creyente acérrima de la no existencia del cielo y el infierno, de la no existencia de Dios, de que no hay nada después de la muerte y de que nada ni nadie te juzga ahí arriba. Instruyéndome en la idea del feminismo, de la igualdad de género. Crecí viendo a mi padre cocinar, poner lavadoras, barrer, lo veía en pelotas andar por la casa con sus genitales balanceándose como si tal cosa, lo vi en la ducha, en el váter haciendo sus necesidades. Los pillé más de una vez haciendo el amor, amándose en cuerpo y alma y exponiendo su amor a los cuatro vientos, en la calle, con la familia, con los amigos, en cualquier esquina, en cualquier lugar. En mi casa el amor era sensorial, se palpaba, se olía, se escuchaba, hasta se degustaba en las deliciosas comidas que con gran delicadeza y cariño se perpetuaban en la cocina.

Sin embargo, esa burbuja de libertad, de igualdad y de respeto se rompía en cuanto entraba por la puerta de aquella "escuela". Dios invadía cada estancia, con su hijo clavado en la cruz, con las oraciones mañaneras y vespertinas, con el hedor intenso a cirio y con las caras serias y amargadas de aquellas señoras sin luz en la mirada que me recibían en la puerta.

Como podréis imaginar era un colegio solamente de niñas, el género masculino no existía. Ni profesores, ni compañeros, ni monaguillos, ni si quiera curas. Bueno, miento en parte, ya que como he declarado anteriormente siempre había un hombre por encima de todas nosotras que nos vigilaba, que nos decía lo que teníamos que hacer. Un hombre sin rostro al que le debíamos respeto y adoración y el que se encargaría de acompañarnos hasta el final, para decidir qué hacer con tu alma cuando la diñaras. Un hombre sin cara, sin brazos, sin piernas, sin dedos, sin corazón, sin entrañas. ¿Cómo iba a saber él lo que estaba bien o mal?

Durante 11 años, me pasé 8 horas al día, 5 días a la semana socializándome únicamente con mujeres, monjas y niñas que rezaban a un Dios que en mi casa no existía y jugando a papás y mamás sin penes de por medio. El sexo no se nombró ni una sola vez en ninguna asignatura, creo que no estudiamos ni el aparato reproductor masculino. A mis 13 años, salí con la duda de si la mujer se quedaba embarazada cuando veía volar una paloma cerca o si realmente las mujeres cuando querían ser madres se dejaban amar por sus hombres hasta vaciarlos y así rellenar sus barrigas de un nuevo ser. Salí sin saber que era pecado y que no, salí sin saber si mentir te llevaba al infierno directamente. Salí sin saber que estaba bien y que estaba mal. No conocía mi cuerpo, no sabía de mis necesidades, ni del placer de saciarlas, no sabía quién era, ni mis gustos, ni mis potenciales. Era una niña estúpida, llena de miedos e inseguridades que pretendía llenar esos vacíos doblegando a mi antojo a quienes me quería. Pese a la vida paradisíaca que se habían montado mis padres en casa, yo estaba perdida, me sentía sola, desarraigada y no tenía ni idea de lo que la vida me tenía preparado.

Con el paso de los años me he dado cuenta de que después de aquella infancia repleta de oposiciones y refutaciones mi madre se sintió tan culpable de haberme abocado a aquella contradicción existencial, que quiso convertirse en mi redentora y amiga, mi confidente y mi salvadora, ignorando que durante esos 13 primeros años de vida mis creencias y mis valores, mis patrones y mis estructuras mentales ya estaban formadas casi en su totalidad.

Desde el principio me faltó entender al género opuesto, desde el principio me faltó contacto con aquel desconocido, me faltó realidad. Aún a veces me descubro murmurando "la amistad entre hombres y mujeres no existe, si un tío se te acerca es porque quiere follarte". He tenido pocos amigos, lo reconozco. Y sin embargo he tenido grandes amores. Grandes amores en tiempos angostos.

2 de Setembro de 2019 às 17:18 5 Denunciar Insira Seguir história
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Leia o próximo capítulo 2. MARIPOSAS O DRAGONES

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Me parece fabulosa la forma de narrar, es aterradora la fuerza y la presión que ejercen sobre nosotros las creencias ajenas que nos imponen desde muy pequeños, sin embargo son mas peligrosas las creencias que nosotros nos infundamos y nos contamos a nosotros mismos, basandonos en las creencias ajenas que nunca fueron nuestras, porque en un engaño insospechado creemos que ya lo son, que eh sido yo el que la ah creado.... Gracias por el relato...
September 04, 2019, 02:31

  • Eva Lapertu Eva Lapertu
    Gracias a ti por tu comentario. Es curioso que alguien se interese por mis relatos, alguien que no sean mis amigas o mis familia. Me has dado un chute para seguir escribiendo. Un saludo. September 04, 2019, 16:09
  • veras, justo ahora yo también eh empezado a escribir mi vida, diseccionandola en capítulos y siento que es una gran oportunidad, para notar cuanto hemos cambiado y de algún modo apreciar todo ese camino que si bien tiene cosas amargas, también tiene recuerdos inolvidables... me da gusto que mis comentarios ayuden, es un muy bonito ejercicio, leer esas historias de otros mundos, de otras mentes, de otros personajes... saludos September 05, 2019, 03:16
Amparo Castro Lopez Amparo Castro Lopez
Espero el capítulo 2
September 03, 2019, 21:42

  • Eva Lapertu Eva Lapertu
    El lunes más!!! gracias!!! September 04, 2019, 16:10
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