teresa-cardenas1560815394 ESMERALDA C. GUTIERREZ (TERESA)

A veces existen extraños acontecimientos que de alguna manera nos influenciaran y determinaran nuestra vida futura sin que nos percatemos de ello, así es como ocurrió en la vida de Abelardo, quien pudo ver con sus ojos el resplandor del rayo y vivir para contarlo.


Paranormal Lúcido Impróprio para crianças menores de 13 anos.
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TRAGEDIA

Ese extraño día se desplazaban por la carretera a bordo de una camioneta cuatro puertas de color negro, el señor Julio quien la conducía, con una joven y un joven sentados a su lado en la parte delantera de la misma.

En el asiento trasero, iban tres personas más, dos hombres y una joven mujer, todos ebrios, recién salidos de las fiestas de un pueblo circunvecino a la ciudad de donde eran oriundos.

Estaba ya cayendo la tarde, y el conductor, hombre de aproximadamente 55 años, obeso y barbudo, reía a carcajadas mientras observaba a medias el camino que cada vez se hacía más y más borroso. Los jóvenes que le acompañaban reían igual mente haciendo todo tipo de bromas, sobre la música, la comida, los asistentes y sobre las cosas más insignificantes y estúpidas de las cuales solo se ríen los borrachos.

“¿Escuchaste como gritaba Javier?”

Decía la joven entre carcajadas, manoteando como loca. Sus enormes ojos verdes se abrían llenos de lágrimas, y su despeinado y abundante cabello rizado color castaño, se agitaba y se revolvía como hojas de palmera al viento, por la fuerza del aire que cada vez era más aterradora debido a la velocidad del vehículo.

“! Sí será bien retrasado el tipo, se va a llamar a la novia, y en esa montaña que no tiene señal para celular, el muy borracho no vio el hoyo, y fijo allí se cayó, de milagro no se fracturó la pierna¡, pero ¿cómo lo escuchaste?

Le decía el muchacho respondiendo al comentario de la joven, entre gritos eufóricos para que pudieran escucharlo los demás.

Jajajajajaja, se escuchaban las carcajadas desde atrás.

¡Don Julio, don Julio, usted lo ayudó a sacar o qué?, porque yo me acuerdo de que a lo lejos se escuchaba una voz que gritaba ¡Auxilio, auxilio! y la reconocí con facilidad, pero como estábamos bailando, les grité a los demás para que fueran a ver, que tal vez era Javier, porque allí no estaba, ¡se había perdido desde hacía ya rato!

Hacían referencia al accidente que había sufrido un amigo del grupo, al precipitarse en un hoyo intentando captar señal móvil para comunicarse con su novia, y debido al embotamiento del que era víctima por los efectos del alcohol, perdió el equilibrio y cayó en él.

El grupo de amigos que se había desplazado hasta aquel lugar en tres automóviles, incluida la camioneta en la que ellos iban, de manera que se reunieron en el lugar de la fiesta. Después de un rato bebiendo, y estando sumidos en la embriagadora música de trompetas, tambores y chirimías autóctona del lugar, al igual que con la música de los equipos de sonido que se había adecuado para bailar, alternada mente, entre aires de salsa, cumbias y diferentes géneros iban y venían bailando sin parar. Así que, una vez ocurrido el infortunio del pobre Javier, nadie se percataba de su angustia hasta que Liliana lo escucho.

Y fue tal la sorpresa que se llevaron, que varios de ellos corrieron a ayudarlo a salir de allí. Esto había sucedido la noche anterior, pues ya llevaban tres días de farra y estaban de regreso a sus casas para descansar.

La salida a festejar se dio a causa de la licencia del joven Abelardo a quien cariñosamente todo el mundo llamaba Abel, para no pronunciar ese nombre tan largo. Este, había estado durante varios meses en el batallón del ejército presentando su servicio militar obligatorio, y ahora estaba de vuelta por solo unos días visitando su familia y a su novia claramente. Era el muchacho que venía al lado de Liliana.

Don Julio, como todos le decían, se ahogaba de la risa y de cuando en vez cerraba sus ya pequeños ojos, mientras maniobraba en el volante con la pericia que siempre lo había caracterizado. Pues el hombre, mecánico de profesión, y que conocía a Abel desde muy niño y lo había tratado siempre como un padre, era experto conductor, y siempre se ufanaba de que por muy borracho que estuviera, nunca, pero nunca se accidentaría conduciendo su amada camioneta cuatro puertas.

De repente, todos a bordo pudieron ver como los árboles y todas las cosas apostadas a la orilla del camino pavimentado pasaban más y más rápido, más y más rápido cada vez, mientras el sol se iba ya ocultando. No obstante, esto no les preocupó en lo más mínimo, ya que se sentían como en un sueño del que no deseaban despertar. Y por extraño que les parecía, todo daba vueltas ahora, donde antes veían el piso ahora estaba el cielo, y donde estaba el cielo, ahora se veía el piso. Un extraño vértigo les hiso encoger el estómago, como si estuviera siendo estrujado por una invisible garra y repentina mente nada…nada …nada, todo negro, silencioso y frío,

Desde fuera, se vio una camioneta negra de cuatro puertas, marchando a toda velocidad, rauda como el viento, que repentinamente perdió el control, se levantó de la parte delantera, dio un abrupto giro sobre el parachoques, tomó un raro impulso hacia arriba, giró tres veces en el aire, luego tocó el pavimento en distintos puntos de su revestimiento, y cayó con las llantas hacia arriba girando violentamente, las pocas personas presentes en la vía en ese instante justo, escucharon gritos y después de la caída, nada…nada…nada, sólo silencio.

26 de Agosto de 2019 às 18:49 0 Denunciar Insira Seguir história
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