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Dentro de sus cabezas bosques labró, reteniendo cada pensamiento en las copas, cubrieron las raíces sus gargantas brindándoles una voz. En sus corazones las ramas se incrustaron haciéndolos latir y así el cuando los frutos florecieron, el aliento surgió. Diosa tus hijos gritan, nadie atiende su llamado y el silencio es impaciente. Esencia de rubí, jade, zafiro y piedra sol catalizadas por el ónice, perfecta y hermosa es la armonía, pero ellos dan más valor al oro y tentados por la plata, usando tu obsequio como un arma. Diosa tus hijos imploran, ya que sus corazones amenazan con detenerse, pues las raíces se alimentan de delirio y rencor. Bosques había dentro de sus mentes, robles frondosos, hoy hojas secas. Con escarlata hilo los has unido, aunque la sangre parece recordarles la mortalidad a la que los has atado, quizá solo tratan de ser eternos al derramarla. Perdónalos mi señora, detente tiempo, perdidos están en el futuro, atados están al pasado y petrificados yacen en el presente. Su legado no son más que promesas, su herencia radica en consecuencias.


Fantasia Fantasia negra Para maiores de 18 apenas.

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Aspredan: La Ciudad de los Huérfanos

Apacible lugar, cruel tormento, una década de esclavitud, de cicatrices y cadenas que me mantienen en la realidad contra mi voluntad, frio rocío que se apega a mi piel recordándome donde me encuentro. Los Reinos de Jade el lugar con más vida en todo Arcegrand, exuberante y frágil belleza que se extiende desde los arroyos al Oeste hasta las espesuras que limitan con Los Reinos de Sangre al Este. Tal encanto, semejante magnificencia, cubre la desgastada cordialidad de sus habitantes y la moralidad de un arrogante lord, desmesurada abundancia que los mantiene en una inaudita miseria desde hace años. Eterna riqueza que pertenece a un rey poco grato, ambicioso hombre, después de todo humano.


Grandes robles envuelven una pequeña colina al Norte, en su cima la ciudad de Aspredan lucha por mantenerse en pie, aferrándose a las ruinas se cierne insegura. No es de extrañar que tan dichoso rey se niegue a gastar una parte de su fortuna en la reconstrucción de sus reinos. Avaro es el rey Conem y cubierto por sus riquezas ha de ser enterrado.


A pesar de su estado Aspredan no ha sido abandonada del todo, en el último siglo ha llegado a ser conocida como La Ciudad de los Huérfanos. Desamparados, solitarios o abandonados, cual sea la razón todo aquel niño que se encuentre perdido en este mundo atestado de guerra deberá encontrar su hogar aquí.


Cierto es que la ciudad no tiene nada que ofrecer ahora, las chozas apenas se sostienen, sus murallas caen a pedazos y todos sus habitantes han sido masacrados, la sangre todavía mancha los caminos y el sufrimiento aun ronda las moradas. Quienes terminan aquí se convierten en las proximas víctimas de la guerra, son golpeados, torturados e incluso ejecutados. Se nos obliga a trabajar, a servir a nuestros captores, a satisfacerlos, y con el tiempo nos enseñan a ser esclavos. Vivimos y crecemos en medio del sufrimiento, siendo así encadenados al pasado, asumiendo el dolor como vida, viviendo las consecuencias de una lucha que no iniciamos. Morimos por las cicatrices de quienes no están dispuestos a aprender.


La esclavitud no es propia de Aspredan, el rey Conem siempre busca una manera de agregar una moneda a su fortuna y la plata es tentadora. La miseria y la desgracia los atraen, en sus cimientos de esclavitud los cuervos se regocijan. Su gloria se halla en los Reinos de Plata, ciudades atestadas de riqueza en donde los más acaudalados ocultan su repulsiva realidad y su pasado creen enterrado. Los rumores de sus mazmorras enchinan mi piel, las carretas que llegan a esta ciudad llevándose niños consigo perturban mis sueños, incitándome a buscar una manera de escapar. Me es dificl pensar en una razón que justifique su infame actuar, no soy menos que ellos, entonces ¿Por qué hacerme dudar?


Engreídos caballeros viajan en busca de esclavos, los desafortunados elegidos han de ir hasta los reinos de plata al norte. Allí encontrarás plazas, grandes jardines, elegancia y opulencia por doquier cualquier cosa en ese lugar vale más que nosotros.

Si gozas de la fortuna de haber vivido lo suficiente en Aspredan una vez llegues a aquellos reinos se te empleara como sirviente, cocinero, costurero o simplemente se te delegara cualquier labor que les sea necesaria. Los más pequeños por otro lado, no disponen de tal dicha. Los Noyel son criaturas encorvadas, deformes y esclavizadas no son más que el resultado de una tortura , son el bello retrato de lo que en su ser se esconde. Se les encierra en jaulas diminutas, en donde no disponen de suficiente espacio para moverse, son alimentados por algo que bien podría ser basura, calamidad que les da goce, un dolor por demás innecesario, se les deja allí en una diminuta prisión que cuelga vacilante. Observan mientras sus huesos se deforma, un dolor un tormento, sus cuerpos no pueden crecer, las espaldas se encorvan, sus brazos y piernas se tuercen. Debido al poco alimento sus huesos se marcan a través de su piel grisácea, poco es el daño físico en comparación con su demencia. No saben que ocurre, siguen ordenes tratando de evitar más heridas, ser lastimados, un poco de esperanza existe, pues debido a su condición un noyel no es capaz de durar mucho. Criaturas poco aptas para la vida, no hallo diferencia en todos los que hemos de sucumbir a tal sufrimiento, destinados a intentar sobrevivir. Solo deseo creer que los niños tienen una gran imaginación, pero en este mundo se es cruel con quien no tiene posibilidad alguna de escapar.


¿Ser esclavo o noyel? ¿servir o luchar por salir y morir allá afuera? elijo intentar, aunque no es tan fácil. La desdicha mantiene en su lugar las joyas de la corona, de sus tronos la sangre surge. Estamos atados a la guerra, la penumbra y el sufrimiento, encadenados a nuestra humanidad, obligados a respirar.


Los campos se hayan al sur, en la parte más baja de la colina, cubiertos de un apasionante color, la mejor época para las avalias llegó. Las plantas se esparcen apenas dejando espacio para recorrer los senderos, retorcidas ramas con abundantes frutos, algunos arrojados al suelo por el viento, otros devorados por hambrientos esclavos. Puedo decir que son deliciosas, nunca me canso de su dulce, pero acido sabor y no debería pues es uno de los pocos alimentos a los que puedo acceder. Rojizo jugo goteando por mis labios, el viento hace tambalear las hojas, se mecen creando un relajante sonido, interrumpido por una voz que me provoca escalofríos.


—¡Sigan trabajando maldita escoria! — el látigo es agitado, el dolor al ser golpeado. Azota y quema rasgando nuestra frágil piel, Kalente y nuestros captores han llegado.


Sus pesadas botas aplastan todo, destrozan las frutas a sus pies salpicando mis ropas. Sus huellas se marcan en el angosto sendero, se acerca y de inmediato me tenso. Gritos que arquean mi espalda, pese a no haber salido de mis labios, incluso si la sangre no se desliza por mi cuerpo este tiembla, los pasos se detienen, su aliento me sofoca.


—Con que aquí estabas—acaricia mi pelo, su delgada figura, su corto cabello, esos fríos ojos, aquel tacto despierta en mí temor y pánico. Largas uñas que conocen bien el camino, gruesos labios que no son para nada suaves.


—Vamos Kal deja a la perra, pronto oscurecerá y muero de hambre—grita uno de los guardias no muy lejos. Fastidiado e indiferente pues sabe a la perfección que ocurrirá hoy, y sin duda conoce lo que ayer sufrí.


—¡Calla Bernot! — no se detiene esas garras cortan mi piel, en mi espalda siento deslizarse la sangre, recorren mi vientre y desciende hasta hurgar dentro de mí, resintiendo su asqueroso toque en mis entrañas. Mas eso no era suficiente para ella, sus ojos aún se arrastran por mi ser, al igual que sus manos, posa una de sus palmas en mi pecho, lleva la otra mano entre mis rodillas, era ella la desesperación buscando más —Esto no durará mucho— las plantas continúan sacudiéndose, los frutos todavía caen esparciendo carmesí néctar en el suelo empapando mis piernas. Fijo mi vista en la nada, alejo mi mente, aunque sé que todo será igual cuando vuelva.


Escapa mi dolor por medio de mis quejas, transforma mis gritos en su placer, aumentando así su tentación. Sus dedos se mueven, sus uñas rasgan, caían los frutos y yo sigo mirando a la nada sintiéndolo todo, se agrietan las marchitas hojas. En un campo rojo y en un estrecho sendero, se tuercen las ramas y tal como sus dedos se adentran. Se quiebran los tallos, escapan las aves al unísono de mi sufrimiento. El campo es rojo, las hojas quebradizas, vienen y van dejándose llevar por el viento. Veo las alas revoloteando tras los arbustos, una punzada, diviso el sol apagándose, mi aliento escapa. El campo era rojo y las hojas quebradizas, mas los frutos aun no habían madurado, aunque eso no importó a todo aquel que sin cuidado los devoró.


—Es mi primer año resguardando la caravana, en verdad es un honor ¿sabes? Deseaba despedirme y aquí estoy, pero una vez termine el invierno regresaré— acaricia mi rostro casi con amor, pero con poco cuidado, casi posesiva — No vayas lejos pequeña luna— limpia mis labios con su mano, besa agresiva, se marcha sin culpa como si nada hubiese ocurrido.


Los frutos son hermosos hasta que alguien los arranca antes de tiempo, entonces marchitan. Pierden su sabor, arrojados lejos de todo, devorados sin sosiego o remordimiento, cuando su dulzor se va ya no les es apetecible. En lo que he vivido puedo asegurar que la piedad es lo último que presenciaremos.


Miro hacia arriba tratando de ver entre los enormes tallos y ramas. Nubes grises se han apoderado del cielo, contrastando con el rojo campo. Gotas de lluvia viajan a través de la suave y refrescante brisa y el sol desaparece, dejando a la vista un cielo sombrío y gris, es hermoso.


Quisiera quedarme aquí y solo contemplarlo, pero ya lo he hecho, mirar y no sentir, pero todavía duele, sufrir para poder seguir ¿no es acaso lo que hago siempre? El barro mancha mi desgastada ropa, el cielo puede romperse, sacude todo a su paso, así la lluvia inicia y cae sobre mí. Poco pacientes las gotas golpean con fuerza, me quedo allí sentada esperando que eso sea suficiente para lavar su marca. No trato de protegerme dejo que se lleve todo, aunque en mi mente cada recuerdo prevalece.


Me pongo de pie y tambaleante busco regresar a casa, el sendero es largo, pero no importa ya estoy acostumbrada a tal recorrido. El dolor entre mis piernas se realza, pero ¿A quién podría importarle? Aquí todos callan, aunque al saber lo que sucede los escucho gritar. Deambulo con pesar, arrastro mis pies cubriendo mis botas de suciedad, sintiendo el alivio. Cada gota que cae me recuerda a su helado toque, pero disminuye el dolor, cada día que pasa me mata, al menos por hoy sé que otro día ha terminado. No queda mucho hasta que la caravana parta, y entonces se me permitirá descansar.


Ya en el pueblo la tormenta empeora, por todas partes chicos corriendo, entrando a sus moradas. Me encuentro sola, me detengo a disfrutar la sensación, el alivio que en mí genera, mi piel se limpia y la suciedad se va con el sudor. Se lleva la pena, deja el pesar, sonrío no porque me lo desee, solo trato de recordar cómo hacerlo.


Pero pronto llego a esa desgastada puerta y través de las hendiduras su figura veo. Es como un escalofrío su recuerdo, es su voz en mi mente la que provoca que en esa oscuridad la vea y el rechinido al entrar da punzadas a este desgastado corazón. Puedo sentirla cortar mi espalda mientras mi mejor amiga dibuja sobre el papel, es cruel látigo el viento que toca mi piel. Era alivio la luz que su rostro ilumina y el de mi torturadora aleja.


Entro a un hogar en el que no quiero estar más, entonces oscuridad ¿Qué otra cosa podría hallar aquí? Así veo en un rincón esperanza. Ella líneas traza sobre un viejo mapa, el sonido de la tiza en el papel me recuerda a sus dedos marcando mi cuerpo.


—Dael ¿eres tú? —ni siquiera despegas la mirada, pero no deseo que me veas, cierro la puerta provocando que la luz de las velas se extinga cuando a ti me acerco.


Esa voz tuya, quiero gritar y que me sostengas, pero ¿Quién puedo ser yo para contarte la verdad? que de mi salga esa repulsiva situación, que mis palabras sean otro de los motivos de tu falta de sueño. Mi oscuridad no ha de dar más penumbra a ese corazón ¿Quién se cree Kalente? Pues sin conocerte de tu diestra me aleja.


—¿Quién más podría ser mi amiga? —finjo tanto como puedo, no cambia nada, quisiera que aquella mujer olvidara cada parte de mi ser y entonces yo olvidar cada parte de mi cuerpo que ha sido mancillada.


—Mírate estas empapada—gota a gota desciende de mis ropas el agua, tiemblo al sentir el liquido cayendo por mis piernas.


—Créeme lo prefiero así ¿De dónde has sacado eso? —pregunto al casi tropezar con un montón de tizas, pero pronto callo al ver con detalle los desgatados trazos, admiro cada una de las líneas y fuera de este sitio me imagino—Parecen estar tan cerca, a un paso de distancia, mas aun me siento atrapada.


—He trabajado en la biblioteca de Lord Habin estos días, es como ver el mundo—al principio parece llena de dicha, después ese triste semblante regresa a su rostro—Y entonces siento ese pesar que al igual que cadenas en esta realidad me retiene. Esa voz burlándose de mí por ansiar ser libre.


¿Qué podría decirte cuando me ocurre lo mismo? Lo siento pues en verdad espero que tu me lo estés contando todo, que esas voces solo estén dentro de tu cabeza y no provengan de alguien más. Annia, has estado conmigo desde el primer día, espero que al menos pienses que yo he hecho lo mismo ya que no lo siento de esa forma ¿Hace cuánto me he ido?


—¿En verdad podremos intentarlo esta vez? —duda que siempre me acompaña, déjame en paz por un momento y trae dicha, tráeme de vuelta.


—Desde hace tiempo pareces perdida Dael ¿Qué ocurre? —a veces me pregunto si la inocencia en tu voz aún existe bajo tu piel.


—Tal vez lo olvidé …—algo nace en mí y no sé qué es, algo vibra en mi interior y me aterra, no tú otra vez—....eso que te hacía sentir bien. Y ahora me encuentro asustada porque hace latir mi corazón.


— Cuesta creerlo ¿No es así? Pero este mapa es confiable y tu confías en mí ¿verdad? —no esperas una respuesta pues ya te miro, no esperes palabra alguna porque ya sonrío—Sin embargo; esperaba que lord Habin tuviera algo más apto para esta situación.


Lord Habin es un hombre anciano, que dedicó su juventud a buscar toda clase libros, diccionarios, cartas, mapas, cualquier cosa que pueda proporcionar alguna información interesante. Eso quiere decir que Annia pudo haber encontrado algo que nos ayude a salir de aquí, ya que información es lo que más necesitamos, podemos robar provisiones y escabullirnos, pero ¿A dónde iríamos? Y más importante aún ¿Cómo llegamos? ¿Cómo llegar a aquellos lugares de los que solo hemos oído rumores? de los que apenas conocemos nombres, y con los que solo hemos soñado.


—Ven he planeado algunas paradas que debemos hacer—entusiasmada tomas mi mano y a tu lado me siento. Perdón, pero no lo puedo evitar, al sentir tus dedos quiero huir, lucho y el agarre aprieto hasta yacer en el piso, pues sé que no debo desconfiar de ti, estoy aterrada.


—Vaya ruta Annia ¿cuánto nos tomará recorrer todos eso lugares? —te escucho hablar, pero no puedo evitar notar que las líneas de tiza no pasan por los Reinos de Piedra Sol—¿No anhelas volver a casa?


—Lo consideré mas no hay nada ni nadie esperándonos allá afuera —suspiras, dejamos al silencio abrazarnos, vuelves a encender las velas, menguante llama iluminan la choza—Sus gritos se han callado no iré allí para hacerlos resurgir. Quiero ir tan lejos que no puedan atraparme, lo digo en serio si escapamos correré sin parar.


—Te entiendo, en ocasiones solo quiero salir corriendo. Escapar de todo esto—mi voz se convierte en un susurro pues una vez estoy huyendo dentro de mi mente—Pero eso sería libertad y no la poseemos.


—Todavía no, dime Dael ¿Qué ocurrirá si escapamos? —sé que tienes miedo amiga mía, conozco ese pavor oprimiendo tu pecho.


—Viviremos—respondo con simpleza, no pienso en nada más, me niego a creer en la existencia de algo peor, solo quiero apartarme de aquello que hace daño.


—¿Y si morimos? —no deberías pensar en eso, pero dejo que esa parte marchita en mi interior se abra paso y responda.


—Entonces seremos libres— sería libre de su huella, no habría cadenas capaces de retenerme, no tendría vida y por lo tanto no podría sentir su toque.


Aun empapada cierro mis ojos, pues sé que tu estas allí. En mis sueños viajamos a los bosques de Damios, hasta los hermosos paramos de Naret, incluso visitamos las ruinas de Isande La Ciudad de los Reyes. Juro que pisé los pálidos pastos de Mant, prometo que sentí tu mano mientras admirábamos el esplendor del Monte Garimn. Pero solo era tu voz y tu mano nunca toco la mía, eran las palabras y un viejo mapa, es la desesperación arrastrándome pues ya ni en mis sueños soy libre.


Solo hay una cosa que recuerdo bien y se trata de Kalente que aún me toca sin estar cerca, pero Annia debe estar mirándome, podría gritarlo, en cambio en silencio sueño, lo siento. Algún día este momento formará parte de mi pasado, espero que cuando decida alzar la voz me perdones por callar.


12 de Abril de 2021 às 17:52 0 Denunciar Insira Seguir história
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