La vida no es sencilla, Merie y Mariel lo sabían.
Estorgé es lo que ayuda, la mayoría de veces, a sobre llevar esa vida. Los lazos de sangre que se unen añejados en familia, epítome de lo familiar, mostrando así el florecimiento de la lealtad.
Merie y Mariel, ambas hermanas, siempre inconstantes y por completo separadas. Ahora actuaban como uno. Esas dos almas, arrastradas por un mismo pecado, se miraban directamente a los ojos, abatidas por el momento, sin saber qué dirección tomar. Recogieron su coraje del suelo, limpiaron partes de corrupción y al final ocultaron su fechoría. Merie calentó un poco de agua en la estufa, mientras Mariel llenaba la cubeta del baño; cuando el agua se calentó y el chorro frio de la cubeta subió a la mitad de esta Merie vertió su parte dentro de la cubeta, entonces dejó sola a Mariel para que se duchara con aquella agua tibia. Al salir intercambiaron roles para que, después, Merie fuera la que tomara el baño.
Habiendo terminado todas las tareas ambas niñas se adentraron a la cocina. Merie, siendo la mayor y con más experiencia, cocinó para ellas, mientras Mariel cocinaba para las mascotas — una pequeña perrita llamada Anna; tres gatas nombradas como Annmerye, Dulcinea y Speak; y por último tres gatos machos bautizados como Dalton, Terry y Chapopote — ambas comidas con la carne recién obtenida. Luego de tres horas más de preparación terminaron su festín.
Cada una tomó su plato, se sirvió un poco de comida y se sentaron. De nuevo, con una mirada en los ojos, ambas se dieron las gracias mutuas. Entonces empezaron a comer.
