laurabetancur Laura Betancur

Marian es una mujer de veintiocho años, que desesperada, consigue empleo como asistente de servicio en la mansión Jiménez. Donde su jefe es un hombre agrio y de mal temperamento, agente de negocios, que perdió la chispa de la alegría luego de que su esposa muriera y lo dejara a la deriva con una niña de seis años. Marian deberá trabajar duro para lograr conseguir un buen sueldo. Superado eso, deberá pasar una de las pruebas más grandes que le impone la vida, como evitar los sentimientos que se apoderan de ella cuando su jefe le despierta algo más que solo cuestiones de trabajo, fuera de eso deberá hacer a un lado a Alicia Pembroke, la futura esposa de Charles y su mayor rival ¿Podrá Marian alejarse de esos sentimientos? ¿O deberá aceptarlos y luchar por ellos a toda costa?


Romance Erótico Para maiores de 18 apenas.

#amor #millonario #Asistenta #niñera #+18 #Humor #risas #comedia-romantica #Novela-rosa #erotismo #seducción #Beverly-Hills
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CAPITULO 1

Normalmente no soy de esas mujeres que se alteran y desesperan por cosas triviales como el deseo de conseguir un hombre y formar una familia. Soy de las que va por la vida sin apuros, que sale a disfrutar del aire fresco en verano y se queda tomando un chocolate caliente y leyendo en su cuarto, en invierno. Pero hoy era diferente. Necesitaba un nuevo trabajo. Y con urgencia.


Estaba despedida de mi anterior empleo, como despachadora en un local de comidas rápidas. ¿El motivo? Arrojarle la hamburguesa y el refresco encima, a uno de los clientes que pasó a recogerla por la ventana de despachos. ¿Qué querían que hiciera? Cuando iba a entregarle el paquete, me dijo que debería trabajar en algo más apropiado. Le pregunté a qué se refería, y dijo que con mi cara bonita no debía preparar salchichas sino comerlas. No pude evitarlo. Era un anciano grasiento y desagradable. Nadie me trataba así.

Mi jefe pasaba por allí en ese momento y me pilló in fraganti, con el hombre vociferando insultos, y mis manos crispadas por la furia. Ni me dijo nada. Yo solita me removí el gorro de la cabeza y me fui de allí apretando mis dientes.

Tambien estaba sin casa, desde hace unos meses. Se había quemado en un incendio. Sucedió mientras yo estaba en el trabajo. Mamá y papá murieron en él. Mi amiga Carolina, amiga de toda la vida, me dio un lugar donde quedarme, pero hasta ahora era ella la que estaba trabajando y yo no. Necesitaba el dinero mío, o si no, me debía ir.


FLASHBACK:

—Muy bien, señorita películas de romance y helado de vainilla. Llevas dos semanas sin empleo. Me cuesta conseguir bastante del mío y tú no haces nada. Necesito tu apoyo.

Tragué la cucharada de helado, y la miré, recostada en el sofá, con las luces apagadas, viendo la televisión.

— ¿No puedo quedarme aquí? Solo unos días más—ella negó— ¿Y si hay otro viejo afuera, esperando por mí? ¿O si ese desadaptado me demanda?—Ella se rió, quitándome el vaso de helado.

—Han pasado ya dos semanas. Dudo que él te haga algo. Necesitas un nuevo empleo y yo necesito libertad económica. Así que... arriba. Mañana tienes una entrevista—

— ¿Qué? ¿De qué?—movió las cortinas, dejando que la luz entrara.

Retrocedí por la luz, como si fuese un vampiro o un demonio.

Había leído cazadores de sombras la última semana.

—Buscamos una nueva empleada, que haga las labores del servicio. Urgente —recitó—buena paga. Mansión de los Jiménez. Dirección y teléfono, más abajo—gruñí.

— ¿Un ricachón arrogante? Avísame la próxima vez—se sentó a mi lado.

Como los odiaba. Superioridad, nivel de cortesía cero, y más fastidiosos con su dinero que tener que soportar un grano en el culo.

— ¿Para qué?—Sonreí.

—Para decir que no—

—Vamos Marian, puede ser bueno para ti. Hablé con la mujer a cargo y era muy amable. Anímate. Necesitas una nueva vida y un nuevo comienzo —me peinó los cabellos.

Lo que necesitaba era terminar de ver mi serie de “Pequeñas Mentirosas”, y otro vaso de helado.

—No me quieres aquí, ¿verdad? No has podido tener la casa sola para estar con tu novio Andrés—

Ella negó.

—Nada de eso. Solo... No me da para mantenerte, reina. Las cosas son así—se sentó derecha—o consigues empleo y me ayudas, o te vas—

— ¿A dónde?—se puso de pie.

—Ahí tienes. Quédate sin hacer nada y descúbrelo—la imité, caminando después a la cocina en busca de mi vaso de helado.

No gracias.

—Bien. Iré a esa entrevista. Solo... ¿Me devuelves mi helado?—ella negó, mirando mi estómago.

Mi heladito, por fis.

—Es mucho azúcar. Y tienes que adelgazar—me dio palmaditas en el hombro—Sí. No es por nada, pero los rollitos no atraen a los hombres—me crucé de brazos.

A un gordito sí.

—No porque tengas un cuerpo de infarto, significa que yo tambien deba tenerlo. Es duro—se rió, tomando su bolso.

—No. No lo es. Te he dicho muchas veces que salgas a trotar conmigo, pero no te gusta. Yo no puedo hacer más—abrió la puerta, llevándose mi helado—adiós linda. Y si tienes hambre, en la nevera hay zanahorias y brócoli. Son más nutritivos—bufé, mirando el refrigerador color blanco.

Ewwww.

FIN DEL FLASHBACK


Y Aquí estaba. Dirigiéndome a la mansión Jiménez, con mi única ropa buena. El taxi que me llevaba, se detuvo delante de la entrada con reja de hierro, y esperó a que le pagara. Salí del auto solo con la billetera y el papel donde estaba apuntada la dirección, en la mano. El hombre se fue.

Tragué saliva, mirando la gran puerta y agaché la mirada hasta el trozo de papel en mi mano.

Casa: 830

Volví a levantar la vista y supe que esta era. Había llegado a mi destino. Presioné un botón blanco y una cámara me apuntó a la cara. Retrocedí.

Ay carajo.

— ¿Diga?—se escuchó la voz de un hombre mayor, por el altavoz.

—Em... ¿Vengo por una entrevista de trabajo?—dije en voz alta.

La reja sonó con un ruido raro, como si le hubiesen arrancado las plumas a un ganso, y se abrió. Di las gracias y entré, caminando por toda una calle. Dos jardineros podaban unos arbustos. Dejaron lo que hacían y se quedaron viéndome. Agaché la cabeza apresurando el paso.

Un hombre de traje de mayordomo y una mujer de delantal, me esperaban en la entrada.

—La futura asistente, me imagino—la mujer me estudió de pies a cabeza.

—Eso espero. Soy Marian Jenks—

Ella, tenía los ojos color miel, de apariencia mayor y amable, la piel blanca y su cabello negro recogido en una moña pulida, con algunas canas en él. El hombre, tenía el cabello gris, panzón, y el semblante solo un poquitín amigable.

—Bienvenida. Él es Roberto el mayordomo, mi nombre es Magdalena. Soy la jefa del servicio. Acompáñenos—los seguí.

Estaba más nerviosa que el día que salí al frente de mi clase, a recitar el himno nacional. Uno para el que no había estudiado.

—Gracias—terminé de subir las escalas.

Entré y dejé que... ¿Roberto? Cerrara la puerta.

Mis ojos se recrearon en esa hermosísima casa. O lo poco que veía de ella. Las escaleras de mármol, en caracol, lámparas de araña colgantes, pinturas y jarrones chinos.

Si así era esta parte. ¿Cómo sería lo demás? Suspiré.

—Sí. Es impresionante—volteé a ver a la mujer—genera el mismo efecto en nosotros—

—Es preciosa... e imponente—di una vuelta escaneándolo todo— ¿podemos empezar con la entrevista?—ella se rió con suavidad.

—El señor prefiere encargarse de eso. Primero tiene que cambiarse. Luego le explicaré las reglas, y el la verá en su despacho. Ahora atiende una videoconferencia—fruncí el ceño, abriendo la boca un segundo.

Que ritual tan raro.

—No deberían entrevistarme antes de... ¿hacerme cambiar? Si no me aceptan en el empleo me volvería a quitar la ropa. ¿O es que su jefe quiere mirar tambien si me veo bien en la ropa?—me observó como si yo fuera una cosa rara.

Y lo era.

—Son las órdenes del señor. Yo solo cumplo con lo que él me pidió. Si desea ver qué tal le queda el uniforme, son cosas suyas. Sus motivos tendrá. Y yo que usted tendría en cuenta que al entrar a trabajar aquí, tambien cumpliría con las órdenes suyas—sentí que me subían los colores al rostro.

El haber expresado mi opinión, me costó el empleo anterior.

—Sígame por favor—dijo la mujer.

Caminamos por pasillos y pasillos llenos de cuadros en la pared. Hasta me sentí en un museo. Íbamos tan rápido que me costaba seguirle el ritmo, y escanear cada cuarto al pasar. Terminamos en un gran salón, con seis puertas marcadas con nombres. Todas estaban cerradas.

Hasta esta estancia era elegante.

—Esta es el ala de la servidumbre. Si el jefe la admite para que haga el periodo de prueba como asistenta, se quedará con nosotros aquí. Somos seis ayudantes en total. Roberto al que acabas de conocer, los dos cocineros Maurice y Geneva, dos asistentes de limpieza Leann y Carlotta. Y yo. La jefa y ama de llaves—dudé.

—Creí qué eso ya no se usaba—frunció el ceño—la palabra ama de llaves. Se me hace a la edad media—comencé a reírme. A ella no le hizo tanta gracia.

—Para mí es un empleo qué llevo a mucho honor. ¿Alguna otra sugerencia?—negué.

Tenía que dejar de ser tan bocazas.

—Bien—abrió un armario y sacó un uniforme azul y blanco, muy bien doblado—este es su uniforme. Según entendía la descripción de... su amiga, es talla "M" ¿verdad? Si no es así puedo pedir un cambio—yo negué.

—Esa es mi talla—me pasó una llave tambien.

—Su cuarto es el del final. Puede cambiarse y dejar sus cosas allí por ahora. La ultima ayudante lo dejó muy bien ordenado—le di las gracias y me metí a cambiarme.

Lo qué me parecía curioso era el color del uniforme. Todos tenían trajes diferentes. El de Magdalena era gris, el mío azul. Roberto vestía de traje. ¿No se suponía que debíamos vestirnos igual? Ni me planteé preguntar.

Me cambié lo más rápido qué pude, estudiando el cuarto. Con las paredes en tonos crema, la cama de velo en la mitad, una mesa de noche con una lámpara pequeña, un pequeño televisor plasma, una sola ventana, chimenea.

Muchísimo mejor que el apartamento de Carolina.

Entré al baño a arreglarme el cabello antes de salir y recogerlo en una trenza. Mi reflejo se burló. Me veía ridícula en este atuendo. Parecía una abuela y aunque yo era talla M, tal parecía que esta era una talla M mucho más grande.

Dejé todo guardado y salí del cuarto. Magdalena me esperaba de pie, y mirando su reloj. Levantó la vista al sentirme llegar.

—Quince minutos. Tendrá que aprender a medir su tiempo, señorita Jenks. El señor Jiménez es muy estricto respecto a los horarios y la puntualidad—parpadeé dos veces.

¿Eso tambien? Millonario y lleno de normas al fin y al cabo.

— ¿En cuánto debería estar lista según él?—no pude evitar que mi tono fuese sarcástico.

—Diez minutos, menos si es posible—me reí.

No inventes.

—Está loco—se quedó seria—trataré de tardarme lo necesario—me hizo una indicación para que la siguiera al exterior de los cuartos del servicio.

—Venga conmigo. Le enseñaré donde duermen nuestros jefes y donde llegará a quedarse usted, de pasar la prueba—

Subimos las escaleras y llegamos a un corredor hasta el tercer piso, había cuatro habitaciones, todas en zigzag, las paredes de color coral, las puertas color crema, en las paredes colgaban lámparas con forma de anubis una a cada lado de las puertas. En ese momento apagadas.

—El señor y su hija duermen en las dos últimas. Usted lo hará con nosotros mientras esté en periodo de prueba. Una vez la pase y se convierta tambien en la niñera de la señorita Julieta, la hija del señor, pasará a tener sus aposentos cerca de la niña en este cuarto—me dejó entrar y verlo.

Parecía un sueño. El palacio de una princesa.

Una cama King size con velo, televisor plasma casi del tamaño de toda la pared, un inmenso balcón y grandes ventanales, el baño con ducha y bañera a la vez, la isla del lavamanos gigantesca, pasillo de armarios.

¡¡Dioses de los cuartos elegantes!!

Cuanto daría por tener uno así, propio. Lo fácil que sería echarme en la cama en un rato de ocio, ver películas toda la tarde y comer helado entre las sabanas.

Magdalena carraspeó.

—Estamos cortas de tiempo, vamos ahora por las reglas—

Asentí, saliendo del cuarto, echándole un vistazo una última vez, antes de que ella cerrara con seguro. Me guió hacia una salita, mandándome a sentar.

—El trabajo es simple y estoy segura de que será admitida si obedece a todas esas reglas cuidadosamente—me pasó una hoja con todas ellas.


NORMAS MANSIÓN JIMÉNEZ


1. Diríjase al jefe como: Señor – Señor Jiménez.

2. Mantener distancias con: Alicia Pembroke.

3. El empleado deberá mudarse a la mansión, una vez lo ordene el jefe. Traerá sus pertenencias básicas a la casa y todo lo necesario le será suministrado por la jefatura, aquí.

4. Realizar vigilancia antes, durante y después de la cena.


NOTAS ADICIONALES:


HORARIO: lunes a viernes. 8:00 AM. - 20:00 PM. Fines de semana. 8:00 AM – 13:00 PM. Feriado. 8:00 AM – 12:00 M.


PROHIBIDO:

· Entrar a la oficina del empleador sin que sea solicitado en ella por el jefe o la segunda a cargo. El ama de Llaves.

· Llamar al jefe por su nombre.


ENTREGA DE SUELDO: Los correspondientes al mes, se darán el día final del mismo, en un sobre sellado.


CONTRATO: Inicia desde el mismo momento en que el empleado ponga firma y huella dactilar en él. Y finaliza si luego de diez días de culminado el presente año el jefe no lo renueva.


Dejé de leer.

Wow.

— ¿Alguna pregunta?—parpadeé ante todo lo que acababa de leer.

Era mucho que digerir. Y tenían más normas que una cárcel. Y yo si sabía de eso.

—Sí. ¿Si me voy en este instante, pierdo la oportunidad?—sonreí tensa.

¿Cómo iba a pasar la prueba en este trabajo? ¿En qué mierda me metiste, Carolina?

Por primera vez, la vi reírse.

— ¿Tanto así la impactó todo? Es un trabajo duro, pero no imposible—yo negué.

—No... No. No me impactó, es solo que...—me detuve—son demasiadas cosas que procesar. En realidad si tengo preguntas... ¡Muchas!—asintió.

Uy, por donde empiezo.

—Pregunte entonces—carraspeé.

— ¿Desde cuándo debo mudarme?—las manos me estaban sudando lo suficiente como para llenar una piscina infantil.

—Eso depende de lo que el señor le ordene. Si es admitida, mañana mismo a las ocho en punto. Traerá sus cosas y estará varias semanas en periodo de prueba—

— ¿Qué me evaluarán en el periodo de prueba?—pensó.

—Su rapidez, eficiencia, orden, disciplina. El cumplimiento con las normas establecidas—asentí.

— ¿Y mi labor es?—se quedó seria, mirándome.

— ¿Cuál piensa usted que es su labor?—ahora la que se quedó seria fui yo.

¿Hacerle la vida imposible al jefe? Jajajajaja.

—Yo... ¿Hacer el aseo?—levantó las cejas— ¿No?—

Lo sabía. Mi deber era hacerle la vida imposible. No me costaría, la verdad.

—Un poco sí, pero su principal prioridad es la hija del señor. Digamos que es más una niñera. ¿Tiene experiencia en ello?—apreté los labios.

Amaba a los niños, pero de ahí a tener experiencia…

—Si cuenta tener una discusión con los niños, en el negocio de comidas rápidas, sobre si son más ricos los nuggets de pollo a las hamburguesas, entonces si—cerró los ojos, negando con la cabeza.

¿Para qué preguntas entonces?

—Se han presentado varias aspirantes señorita Jenks, ninguna ha sido del agrado del señor. ¿Por qué piensa usted que si podría serlo?—

—No lo sé, no pienso como él. Supongo que es su decisión. ¿No le parece?—sonrió.

—Bien—sonreí—y esperemos que el no tener experiencia en el campo, le valga al señor. Él debe estar por llamarla—un telefonillo comenzó a sonar.

Era la hora.

—Si ¿diga?—habló—en un momento, sí señor, está aquí conmigo—colgó—Marian. El señor te espera en su despacho para hablar contigo—asentí.

Caminé detrás suyo mientras íbamos a donde quedaba el despacho del señor Jiménez, alias el... ¿desconocido? Bajamos un piso y después de andar por laberintos y laberintos de habitaciones, ella terminó delante de una puerta color caoba. Frené en seco antes de chocar.

—Hasta aquí llego yo—me sonrió alentadora— ¿Algo más antes de que me vaya?—asentí de forma frenética.

— ¿Dónde consigo un mapa de la mansión? Se me va a dificultar mucho saber dónde está cada lugar—

—Veré que puedo hacer—tocó la puerta.

—Adelante—se escuchó una voz fuerte del otro lado.

—Suerte—me susurró.

Tomé aire, armándome de valor, antes de agarrar el pomo de la puerta y girarlo.

Pero no estaba preparada para lo que vería al entrar.

6 de Março de 2019 às 15:40 0 Denunciar Insira Seguir história
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