zeta_2018 Zeta Bartoli

En un pintoresco y apartado pueblo, alejado del bullicio de las grandes ciudades, algo inusual comienza a ocurrir. Una serie de sucesos extraños involucrando a un enjambre de abejas de características peculiares amenaza la tranquilidad de la comunidad. En medio de esta incertidumbre, un joven local de espíritu curioso entabla amistad con un biólogo recién llegado al pueblo. Juntos, el joven y el biólogo se sumergen en una investigación para comprender el origen y la naturaleza de este fenómeno enigmático. A medida que profundizan en su exploración, descubren pistas intrigantes y se enfrentan a desafíos que ponen a prueba su valentía y determinación. La búsqueda de respuestas los lleva a descubrir secretos ocultos en el corazón del pueblo y en la vida de las abejas. A medida que se adentran en este misterio, su vínculo se fortalece y encuentran apoyo en la comunidad. Juntos, intentan proteger al pueblo y a las abejas de aquellos que buscan explotar este fenómeno para beneficio propio. En esta historia de amistad, descubrimiento y lucha contra la adversidad, nuestros protagonistas se adentran en un mundo desconocido, donde la verdad se revela lentamente y el equilibrio de la naturaleza pende de un hilo. ¿Podrán resolver el enigma de las abejas peculiares y salvar a su pueblo de una amenaza mayor?


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Santo José

En los últimos años, el apacible pueblo de Santo José ha experimentado una serie de encuentros singulares con un enjambre de abejas. Estas abejas, en ocasiones, aparecen sin previo aviso, generando cierta intriga entre los habitantes. Aunque suelen ser pacíficas, en raras ocasiones han mostrado comportamientos agresivos. El peculiar zumbido que emiten y su presencia inusual han despertado la curiosidad y los interrogantes en la comunidad. Nadie está más intrigado que Santiago, un joven de 12 años, hijo del único zapatero del pueblo, quien ha crecido en compañía de su padre tras la pérdida de su madre al darlo a luz.

Un día como cualquier otro, Santiago se despertó en su humilde cama, en el segundo piso de su casa de campo de madera. La luz del sol brillante se filtró por la ventana y le dio directamente en el ojo, creando rayos polvorientos en el aire. Al acercarse a la ventana, contempló el día soleado y la pradera que se extendía frente a él. Mientras disfrutaba de la vista, escuchó el familiar sonido de la puerta principal de su humilde casa de campo de madera. Sin siquiera mirarlo, su padre le dijo que se iba a la zapatería a trabajar. Llevaba puesto un sombrero elegante para protegerse del sol, ya que en ese pueblo siempre brillaba intensamente. Tomó su maletín de zapatero, donde guardaba sus herramientas y papeles, incluyendo los utensilios para arreglar zapatos y lustradores. Sin mirar hacia arriba, su padre pronunció el nombre de su hijo y le comunicó que se iba a trabajar, aparentemente apurado. Santiago, al escuchar la voz, dirigió su mirada hacia abajo, notando cómo su padre se alejaba rápidamente. Le respondió simplemente: "Sí, papá".

Tras ver a su padre partir, Santiago se llenó de energía y motivación para comenzar su día. Se apresuró a lavarse los dientes y la cara, cambiarse de ropa y colocarse su gorra roja. Descendió rápidamente por las escaleras de madera, entusiasmado por emprender su recorrido diario por el pueblo.

Al llegar al nivel inferior de la casa, se encontró con su fiel compañero, Tobby, un perro que estaba descansando y que se despertó al escuchar los pasos de Santiago. Tobby lanzó un ladrido emocionado, como si le estuviera dando la bienvenida, y Santiago le respondió con un alegre "Hola, Tobby", agitando la mano en señal de saludo. Aunque el perro no se movió demasiado, siguió a Santiago con la mirada mientras este abría la puerta de la casa, que rebotó dos veces por sí sola, recordándole el peculiar rebote que solía hacer su padre al abrirla.

Al escuchar ese familiar sonido, Tobby salió corriendo, moviendo su cola con alegría y dejando que su lengua asomara por la boca mientras se apresuraba para alcanzar a su dueño, Santiago. Este sonrió y exclamó: "Ah, vienes conmigo". Juntos, comenzaron su caminata hacia el pintoresco pueblo de Santo José.

Santiago continuó caminando hasta llegar a la casa de Doña Irma, conocida cariñosamente con ese apodo en el pueblo. Aunque casi nadie conoce su verdadero nombre, todos la llaman Irma, y ella acepta este apodo junto con el título de "Doña". Incluso Santiago, su vecino, desconoce su nombre real. A pesar de tener charlas casuales con ella de vez en cuando, Santiago ha intentado averiguar su nombre en esas conversaciones, pero Irma siempre esquiva la pregunta con habilidad.

Al pasar frente a su casa, Santiago notó que Irma estaba ocupada alimentando a las gallinas, una tarea que realizaba todos los días. Decidió interrumpirla, calmando a Tobby con un susurro de "tranquilo" para evitar que se emocionara demasiado. Dirigiéndose a Irma, le dijo: "¿Cómo anda, Doña Irma?" La mujer sonrió y le devolvió el saludo, dejando la bolsa de comida para recoger los huevos del gallinero. Al darse cuenta de que ella estaba ocupada, Santiago añadió: "Nos vemos", alejándose y continuando su camino.

Luego de atravesar charcos de agua y barro a lo largo del camino que bordeaba los cultivos, Santiago pudo ver cómo el camino se conectaba con el pueblo. Finalmente, llegó a su destino, donde había pocos autos circulando pero muchas personas caminando. Observó a señoras y madres con sus hijos comprando en las tiendas. A Santiago le encantaba observar a la gente del pueblo, fascinado por la actividad que había a su alrededor. Veía una belleza en su comunidad y sonreía mientras caminaba.

En ese momento, Tobby aceleró su paso, como si hubiera olido algo, y se dirigió directamente a la tienda de carnes. El carnicero salía en ese preciso instante con sobras de carne que siempre guardaba para los perros del pueblo, y casualmente, Tobby estaba allí. Al verlo acercarse, el carnicero depositó la carne en el plato de Tobby y acarició su cabeza cubierta de hermoso y brillante pelaje rubio. Santiago se acercó y saludó al carnicero diciendo: "Hola, Don Diego". El carnicero respondió: "¿Otro día recorriendo el pueblo, no, Santiago?" Santiago asintió con la gorra y soltó una breve carcajada. Dio un paso hacia adelante y se preparaba para seguir su camino, pero en ese momento, Don Diego lo detuvo y le dijo: "¡Ah, tu padre te está buscando! Me dijo que te avise cuando te viera pasar. Fue hace unos minutos".

Santiago se sintió un poco confundido, pero agradeció la información. Lentamente, levantó la gorra en señal de despedida y continuó caminando hasta llegar a la tienda de su padre, la zapatería. Hoy decidió saltarse todas las demás tiendas, ya que la zapatería estaba al final de la cuadra. A medida que se acercaba, pudo ver a través del vidrio que había una señora adentro, pero no lograba distinguirla claramente. En ese momento, sintió una mano grande con anillos fríos apoyada en su hombro, y reconoció de inmediato que era su padre. Aunque una mano así podría asustar a cualquiera, Santiago no era una persona que se asustara fácilmente. Escuchó a su padre decir: "Te estaba buscando. Iba a ir a casa para decirte, pero mejor acompáñame". Su padre le apoyó la mano en la cabeza, en un gesto fraternal, y juntos entraron a la tienda.

"Enrique, por favor, te pido ayuda", dijo la señora cuyo cuerpo, rostro, cuello y cabeza estaban cubiertos con chalinas y ropa holgada. Se veía bastante nerviosa y angustiada, y Santiago aún no podía distinguir quién era. El niño la saludó con un "Hola", pero la señora estaba tan afectada que ignoró por completo el saludo. El señor zapatero intentó calmarla y brindarle tranquilidad, asegurándole que la ayudaría con sus zapatos, y le pidió a Santiago que también la asistiera. Entonces le indicó que acompañaría a la señora a su casa para revisar unas cajas de zapatos que estaban en su sótano y producían un ruido desconocido. Santiago se preguntaba cómo un zapato podía generar un ruido, y porque vendría a la zapateria por ayuda, lo cual le causó una sonrisa en el rostro (su padre en respuesta frunció el ceño en señal de enfado). A pesar de su confusión, sentía la emoción de una aventura, el peligro y el misterio de no saber qué era ese ruido.



9 de Dezembro de 2018 às 01:54 0 Denunciar Insira Seguir história
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