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irene raya chicano


La facultad siempre me había parecido algo crucial, una parte esencial de lo que mide la valía de una persona y determina su futuro. Vivimos en un tiempo en el que la gente te pregunta a qué universidad fuiste antes que tu apellido. Desde muy pequeña me inculcaron que debía prepararme para mis estudios. Se había convertido en una obsesión que requería una enorme cantidad de preparación. Cada asignatura que elegía, cada trabajo que realizaba desde el primer día de instituto, giraba en torno a entrar en la universidad. Y no en cualquier universidad. Mi madre se había empeñado en que iría a la de Washington Central, la misma a la que había ido ella, aunque nunca llegó a terminar sus estudios. Yo no tenía ni idea de que ir a la facultad sería muchas más cosas que obtener un título. No tenía ni idea de que escoger mis asignaturas optativas para el primer semestre me acabaría pareciendo, tan sólo unos meses después, algo trivial.



Romance Erótico Para maiores de 21 anos apenas (adultos).

#HESSA #AFTER
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capitulo 1

Mi despertador está programado para sonar en cualquier momento. Me he

pasado media noche despierta, dando vueltas, contando las líneas que separan los

paneles del techo y repitiendo el horario del curso mentalmente. Hay gente que

cuenta ovejitas; y o planifico. Mi mente nunca deja de planificar, y hoy, el día

más importante de mis dieciocho años de vida, no es ninguna excepción.

—¡Tessa! —oigo gritar a mi madre desde el piso de abajo.

Gruñendo para mis adentros, me obligo a salir de mi pequeña pero cómoda

cama. Me tomo mi tiempo remetiendo las esquinas de las sábanas entre el

colchón y la cabecera, porque ésta es la última mañana que esto formará parte

de mi rutina habitual. A partir de hoy, este dormitorio y a no será mi hogar.

—¡Tessa! —grita de nuevo.

—¡Ya estoy levantada! —le contesto.

El ruido de los armarios abriéndose y cerrándose en el piso inferior me indica

que está tan asustada como y o. Tengo un nudo en el estómago y, mientras dejo

caer el agua de la ducha, rezo para que la ansiedad que siento vay a

disminuy endo conforme avanza el día. Toda mi vida ha consistido en una serie de

tareas que me preparaban para este día, mi primer día en la universidad.

Me he pasado los últimos años anticipando nerviosa este momento. Me he

pasado los fines de semana estudiando y preparándome para esto mientras mis

amigos salían por ahí, bebían y hacían las típicas cosas que hacen los

adolescentes para meterse en líos. Yo no era así. Yo era la chica que se pasaba

las noches estudiando con las piernas cruzadas en el suelo del salón con mi

madre, mientras ella marujeaba frente al canal de televenta buscando nuevas

maneras de mejorar su aspecto.

El día que llegó mi carta de admisión a la WCU, la Universidad de

Washington Central, sentí una emoción tremenda, y mi madre lloró

durante horas, o eso me pareció. No puedo negar que me sentí orgullosa de que

todo mi duro trabajo hubiese dado los frutos esperados. Me aceptaron en la única

facultad a la que había enviado solicitud y, debido a nuestros bajos ingresos, me

conceden las becas suficientes como para que los préstamos de estudios que

tenga que pedir sean mínimos. Una vez consideré, por un momento, marcharme

a una universidad fuera de Washington. Pero al ver que el color abandonaba el

rostro de mi madre al comentárselo y la manera en la que se estuvo paseando

por el salón durante casi una hora, acabé diciéndole que no me lo había planteado

muy en serio.


En cuanto me meto bajo la ducha, parte de la tensión desaparece de mis

músculos agarrotados. Y ahí permanezco, bajo el agua caliente, intentando

apaciguar mi mente, pero consiguiendo justo lo contrario, y me quedo tan

absorta que cuando por fin me enjabono el cuerpo y la cabeza apenas queda

agua caliente como para pasarme una cuchilla por las piernas de las rodillas para

abajo.

Mientras envuelvo con la toalla mi cuerpo mojado, mi madre grita mi

nombre de nuevo. Sé que está de los nervios por mi primer día en la universidad,

de modo que me armo de paciencia con ella, pero me tomo mi tiempo para

secarme el pelo. Llevo meses planeando esto hasta el más mínimo detalle. Sólo

una de nosotras puede estar histérica, y tengo que hacer todo lo posible para

asegurarme de no ser y o.

Me tiemblan las manos mientras intento subirme la cremallera del vestido.

Me daba igual qué ponerme, pero mi madre insistió en que llevara esto. Por fin

consigo abrochármela y saco mi suéter favorito del armario. Una vez vestida,

me siento algo menos nerviosa, hasta que advierto un pequeño desgarro en la

manga del suéter. Lo tiro sobre la cama y deslizo los pies en los zapatos,

consciente de que mi madre está más impaciente a cada segundo que pasa.

Mi novio, Noah, llegará pronto para venir con nosotras. Es un año más joven

que y o, pero pronto cumplirá los dieciocho. Es muy inteligente y saca todo

sobresalientes, como y o. Estoy muy emocionada porque también está pensando

en ir a estudiar a la WCU el año que viene. Ojalá fuera este año, porque no

conozco a nadie allí, pero me ha prometido que vendrá a visitarme siempre que

pueda. Sólo quiero que me toque una compañera de habitación decente; es lo

único que pido, y lo único que no he podido controlar en mi planificación.

—¡Theresaaaa!

—Mamá, y a bajo. ¡Por favor, deja de gritar mi nombre! —digo mientras

bajo por la escalera.

Noah está sentado a la mesa enfrente de mi madre, mirando la hora en su

reloj de pulsera. El color azul de su polo combina con el azul claro de sus ojos, y

lleva el pelo perfectamente peinado y ligeramente engominado.

—Hola, universitaria —me saluda con una sonrisa perfecta y amplia

mientras se pone de pie.

Me abraza con fuerza y y o cierro la boca al percibir la excesiva cantidad de

colonia que se ha echado. Sí, a veces se pasa un poco con eso.

—Hola. —Le sonrío con la misma intensidad, intentando ocultar mi

nerviosismo, y recojo mi pelo rubio oscuro en una cola de caballo.

—Cielo, podemos esperar un par de minutos para que te peines —dice mi

madre tranquilamente.

Me acerco al espejo y asiento; tiene razón. Mi pelo tiene que estar

presentable hoy, y, por supuesto, ella no ha dudado en recordármelo. Debería

habérmelo rizado como a ella le gusta, a modo de regalo de despedida.

—Voy a ir metiendo tus maletas en el coche —ofrece Noah abriendo la

palma de la mano para que mi madre le dé las llaves.

Me da un beso en la mejilla y desaparece de la habitación con el equipaje en

la mano. Mi madre va detrás de él.

Mi segundo intento de peinarme acaba con un resultado mejor que el

primero. Luego me paso el rodillo quitapelusas por el vestido gris por última vez.

Cuando salgo y me aproximo al coche, cargado con mis cosas, las mariposas

de mi estómago empiezan a revolotear, y me alivia pensar que nos esperan dos

horas de viaje para conseguir que desaparezcan.

No tengo ni idea de cómo será la universidad, y de repente la pregunta que

sigue dominando mis pensamientos es: « ¿Haré amigos allí?» .






















































5 de Novembro de 2018 às 16:43 0 Denunciar Insira Seguir história
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