vabs_clrc Carly Ron

Faltaban pocos días para que fuese navidad, una celebración poco importante para los sangrepuras, pero que a Draco le encantaba, y, después de años de negarse, por fin iba a tener que enfrentar a la familia de su novia, que no era la familia-familia, pero daba lo mismo. ¿El problema? Eran muchos, pelirrojos y, casi seguro, lo odiaban.


Fanfiction Livros Impróprio para crianças menores de 13 anos. © Los personajes y algunas características son propias de J.K Rodwilng, sin embargo, la trama es mía.

#harrypotter #dramione #dracomalfoy #HermioneGranger #TeddyLupin #family #Humor #romance
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Capítulo 01 | Siete días para Navidad.

Disclaimer: No soy Jotaká (me not blonde), no soy Warner (un minuto de silencio porque no puedo tener a Grant). Inherentemente Harry Potter no me pertenece, sino, lo que escribo a continuación sería canon.

Este fic fue beteado por Noe (Angelito Bloodsherry, en Fanficiton.net), ¡gracias, Noe! :)

...

«Estamos colgando el muérdago

Y esperando que nieve

Cierro los ojos y entonces

Todavía puedo recordar

cómo regresar a casa»

—Something about December -Christina Perri.

...


Sábado, 17 de diciembre de 2005.


Cuando era un chiquillo la época favorita de Draco era la Navidad; porque todos sus amigos tenían que regalarle cosas, podía comer todo el dulce que quisiese, sin que su madre le regañase, y quedarse sin hacer nada todo el día, sin que su padre le mandase a estudiar. Sí, la Navidad era su época favorita del año.

Ahora, muchas cosas habían pasado. Él había cambiado y la idea de la Navidad ese año se le hacía aterradora.

Antes, cuando era joven y estúpido, las cenas de presentación con los padres de sus novias (que solo había tenido una, pero ajá), no le quitaban el sueño o le preocupaban en demasía. Él era el joven heredero de la fortuna Malfoy, guapo, sangrepura y con una educación exquisita; ¿quién no lo querría como novio de su hija? Es más, ¡les estaba haciendo un favor a esas niñas!

Luego, la guerra pasó, la fortuna Malfoy se extinguió, su belleza se marchitó, ser fichado como sangrepura era sinónimo de ser paria y su educación había desaparecido cuando había visto a su madre bajo la crucio. Y, aun así, Hermione Granger se había enamorado de él. En el momento que lo había tenido todo, que había sido el rey del mundo, Granger solo le había regalado miradas de indiferencia y molestia y, ahora, que no tenía nada, se había mantenido a su lado. Se había mantenido a su lado, a través de publicaciones amarillistas, de críticas de sus amigos, de la animadversión que su compañía le atraía a su imagen de Heroína de Guerra; se había mantenido en sus ataques de pánico, en su indiferencia, en su dolor, en su desprecio por él mismo. Poco a poco, Hermione Granger le había vuelto a meter, casi a punta de hechizos, su inteligencia y confianza en sí mismo.

Se la había vuelto a encontrar cuando llevaba un año en la Academia de Pociones Montmorency, porque ella había decidido hacer un curso de Herbología ahí, algo que le pareció curioso ya que Granger estudiaba en la Universidad de Leyes Mágicas Artemisa Lufiski. Al comienzo Draco la evitaba en todo momento, todavía su desgraciado ser se sentía incómodo al saber que Granger había abogado por él, junto a Potter, frente al Wizengamot y que la había tratado como una basura por más de cinco años, hasta que el profesor Forsyth, uno de los que le tenía manía (tiempo después se enteró que su mujer había muerto en una emboscada hecha a los hijos de muggles), los había puesto juntos. Tal vez pensando que Granger lo odiaría y le daría su merecido o que Draco se volvería loco y atacaría a la heroína.

Lo que sucedió fue que Granger se le acercó, concertó una cita en la biblioteca de la Academia y se marchó. Cuando fue el día de la cita, realmente estaba curioso de cómo podía ir eso, Draco se apareció tres horas antes de la hora estipulada por Granger, en parte porque tenía que hacer unas verificaciones de sus últimos trabajos y en parte por una estúpida idea de superar a Granger. Cinco minutos después de la hora acordada, Draco alzó una ceja ante la impuntualidad de la perfecta heroína. Veinte minutos después su cara de mala uva estaba aflorando en su rostro, consideraba de muy mala educación dejar plantada a una cita. Media hora más tarde, Draco simplemente recogió sus cosas, con una mueca tirante en sus labios, cuando Granger llegó con aspecto desalineado.

«Lo siento, tuve un inconveniente», fue lo único que reveló sobre su retraso y Draco no le preguntó más. El mal humor ya se había instalado en la cabeza de Draco y prefería ahorrarse las palabras, a no ser que soltase uno de sus comentarios y Granger lo mandase a volar. Lo último que necesitaba era un escándalo, ni más ni menos que con alguien de la reputación de Granger, o un reporte por no entregar el trabajo en conjunto.

Llevaban una hora con el trabajo, ya habían acordado qué partes harían cada uno, habían elegido el enfoque teórico que le darían (ambos acordaban que preferían un enfoque histórico/metódico que uno esotérico/místico), habían buscado los libros que utilizarían para tener las mismas entradas bibliográficas y habían concertado su siguiente reunión. Toda la hora Draco había soltado respuestas cortas y directas, apenas dando su opinión sobre algo muy puntual. Todo el rato Granger le había lanzado miradas curiosas cuando creía que no lo notaba (era obvio que el disimulo no era su fuerte), y, cuando recogían sus cosas para marcharse, no pudo aguantarse la curiosidad, que por algo Draco la había apodado ratón de biblioteca.

« ¿Por qué te contienes?», había preguntado observándolo directamente, después descubriría que cuando Hermione Granger tomaba una decisión era intransigente, lo cual podía ser una desgracia y una bendición.

Draco había barajado la posibilidad de seguir con su postura evasiva, pero resultaba que la honestidad era un lujo que los pobres se podían dar y él no vio por qué no saciar su curiosidad.

«Porque no quiero que me boten de aquí», le había respondido y se había marchado un segundo después de decirlo.

No, no necesitaba ver la mirada de lástima de Granger o sentir su compasión, de hecho, no necesitaba nada de ella, excepto que terminasen ese trabajo.

La siguiente reunión fue una semana después. Draco había decidido mantener incluso mayor distancia con Granger. Había notado las miradas penetrantes que le dedicaba, cada vez con menos disimulo, y pasaba de tener a la leona en su cabeza.

¿Por qué tenía que ser tan metomentodo?

Granger entró por las puertas de la biblioteca con una puntualidad intachable y se había sentado en el banco a su lado, cuando la vez anterior se había puesto frente a él, regalándole una sonrisa amigable. Como era natural Draco había rechazado cualquier indicio de acercamiento de Granger y esa vez se quedó en su puesto solo porque no quería que ella se enterase de su incomodidad, eso sí, se mantuvo erguido y tenso todo el rato.

Y tal vez había sido la terquedad de ella o que se encontraba solo y lo detestaba, pero tres meses después había comenzado su amistad con Hermione Granger.

La primera vez que una foto de ellos juntos apareció en El Profeta (había sido tomada cuando salían de un museo del Mundo Muggle), Draco había sido atacado saliendo de la Academia y había pasado una semana en San Mungo. Claro que los pobres bastardos que lo atacaron la pasaron muchísimo peor que él, ellos no sabían lo tétrica que podía ser Granger molesta.

Semanas después, Draco había recibido la visita de Potter y, lamentablemente, no había podido correrlo apenas lo vio en la puerta de su destartalado departamento. Claro, el jodido Niño-que-vivió-para-ser-auror podía revisar su archivo y dar con su ubicación sin ninguna represalia. Había sido una de las conversaciones más tensas y extrañas que había tenido Draco (la primera y excepcional siempre iba a ser la plática que le dio su padrino cuando entró en la adolescencia, aún sufría escalofríos por ello). Y, al final, había terminado quedando para compartir un par de copas con Potter.

¿Bizarro?

Bizarro fue cuando Ginny Weasley se apareció frente a él al salir de la Academia (Draco realmente comenzaba a odiar que el sitio tuviese protecciones contra la aparición y desaparición), lo tomó del brazo y los desapareció hacia su departamento. Draco nunca había estado más incómodo en el departamento de una mujer en su vida. Cuando Weasley le había ofrecido un té, con una sonrisa realmente dulce, Draco recordó la mirada de su madre cuando su padre tomaba de más y eso hizo que se removiese incómodo.

«Harry te aprueba, pero él tiene el corazón muy blando», había dicho Weasley apenas se había sentado frente a él.

Y así había comenzado la charla con amenazas sutiles, o no tan sutiles, detalles escabrosos sobre sus años escolares, chistes de los cuales había tenido que reír por compromiso, una película muggle mala de romance y humor y, al final, cuando Weasley había quitado su mirada de psicópata con sonrisa, Draco se había podido relajar. Salió de ese departamento con un abrazo que, por algún motivo, había hecho que las lágrimas aflorasen en sus ojos y que había devuelto con mucha fuerza. La última vez que había recibido un abrazo tan... cálido... había sido cuando tenía trece años.

Y así se había conseguido dos amigos que distaban mucho de Gregory y Vincent, amigos que nunca había imaginado, que lo hacían sentir un cavernícola de los sentimientos, sentir una serpiente bebé en cuanto a las amenazas veladas, que lo habían hecho más... fraternal. Si Theodore lo viera, diría que estaba perdiendo el toque.

La vez que cumplió veintiún años, los Gryffindor le habían organizado una fiesta, porque podías negarte a todo, menos a los ojitos de escarbato a medio morir y espíritu fiestero de Ginevra Weasley. La fiesta había sido incómoda al inicio, con los ojos resentidos de Ronald Weasley sobre él (al cual Ginny se había llevado aparte unos segundos y que había vuelto con cara de malas pulgas, pero sin verlo a él), luego, veinte minutos después, habían aparecido Pansy, Blaise y Theodore y Draco respiró aliviado. Pansy se arrojó sobre él apenas lo vio, Blaise comentó sobre su elección peculiar de amigas, eso mientras veía con atención a la menor de los Weasley, y Theodore había soltado un seco: Granger y Weasley son una molestia. Semanas después se enteró que Granger había armado un revuelo en los Tribunales del Wizengamot para que Blaise pudiese volver de Italia, adonde había sido exiliado al finalizar la Guerra, Weasley había cobrado unos favores y usado su aterradoramente encantadora sonrisa y había sacado a Theodore de su autoexilio en la Mansión Nott y habían usado a Potter para que sacase a Pansy de un club con movimientos turbios donde la tenían esclavizada.

Por fin, después de cuatro años, había disfrutado totalmente el hecho de hacerse viejo.

La mañana siguiente, El Profeta había sacado un artículo con la imagen de Weasley totalmente borracha siendo llevada entre Blaise y Theodore, Potter cargando con una muy dormida Pansy (a la cual el alcohol le hacía lo mismo que una ingesta de hojas de alihotsy, pero que luego la hacían dormir como una roca), y Granger y él riendo descontroladamente mientras la castaña se sostenía de él: Los héroes de la Segunda Guerra Mágica y los hijos de los mortífagos... ¿parejas? En esa ocasión, Draco no había sido el único afectado, habían escarbado en el pasado de Pansy, que gracias a ese artículo fue que se enteró que su mejor amiga había estado trabajando como una esclava sexual los últimos tres años, y habían especulado sobre si terminaría igual que su madre... Pansy había aparecido ese día temprano en su departamento y había llorado lo que nunca la había visto llorar. Blaise fue relacionado con varias mafias mágicas italianas, incluso lo habían envuelto en tráfico de criaturas mágicas para placer sexual; Draco pensaba que los de El Profeta aún temblaban de los gritos que dio Ginny Weasley ese mismo día y que los pobres bastardos que habían editado ese artículo todavía se lamentaban de su estúpida decisión. Theodore, por otro lado, lo acompañó en su semana en San Mungo. Solo a ellos dos los habían atacado físicamente. Draco había sido víctima de varios maleficios punzantes, por lo cual Granger lo encontró casi muerto a las afueras de su edificio y lo había llevado directo a San Mungo, no sin antes hechizar con maldiciones que ni él conocía a los tres tipos que lo habían atacado. Theodore había sido emboscado en el Callejón Diagon, por una horda de brujas y brujos, que habían tomado la oportunidad de sacar su odio contra la familia Nott gracias al escándalo de El Profeta, y había terminado en la cuarta planta de San Mungo, en la sala de Maleficios... de ello, Draco podía decir que Potter obtuvo un placer culposo al encerrar a la horda de brujas y brujos en Azkabán durante un año. Al final, los tres héroes mágicos habían armado tal alboroto contra El Profeta, al cual se le había sumado Lovegood con el apoyo de El Quisquilloso, que el periódico había sido clausurado por el Ministerio durante un año.

Draco no podía especificar cuándo Granger, Potter y Weasley habían pasado a ser Hermione, Harry y Ginny. Tal vez había sido cuando Granger lo había sacado de su autocompasión y aversión hacia así mismo el día que había sido publicado por El Profeta (ya había pasado un año de la clausura, lastimosamente), el asesinato de sus padres por otros presos de Azkaban; tal vez había sido cuando Potter y él se habían emborrachado tanto que habían terminado contándose sus respectivas vidas y habían concluido que habían sufrido la misma mierda, pero en diferentes escenarios; tal vez había sido cuando Weasley había aparecido totalmente destrozada el día del aniversario de la muerte de Fred Weasley en su departamento, porque ella sentía que él era la única persona que podía entender por qué amaba y odiaba con tanta fuerza a su hermano. Había muchos tal vez en su relación con los niños Gryffindor, pero, al tiempo, terminaron por darle lo mismo a Draco.

Ahora tenía veinticinco años y tenía seis meses saliendo con Hermione Jean Granger.

Después de tantas peleas, lágrimas, gritos, hechizos, silencios y autocompasión parecía lo más lógico entre ellos dos, lo más natural después de que Draco, hacía casi un año, le dijese te quiero a Hermione en una cena entre amigos; ella había sido la tercera mujer a la cual le había dicho esa palabra tan solo porque era lo que sentía, así de sencillo.

En los cinco años que llevaba de amistad con Ginny Weasley, había esquivado con mucha destreza las invitaciones de esta a la famosa cena navideña en casa de los Weasley, sí, podía haber dejado de ser un mocoso malcriado, pero no se sentía preparado para enfrentar a una horda de pelirrojos que auguraba que tenían un temperamento como el de Ginny y que, aparte, tenían muy buenas razones para odiarlo.

«Eres novio de Hermione, no puedes no ir a la cena este año», le había dicho hacía unas semanas Ginny, mientras le sonreía con socarronería y le dejaba al pequeño James Sirius llorando en sus brazos.

Aparentemente, ser amigo de Ginny era sinónimo de ser niñero de su bebé para que pudiese salir a hacer cochinadas con Harry. Y a Hermione le parecía fantástico dejarlo con el mocoso mientras ella se iba a trabajar en el Wizengamot, no tomando en cuenta que era la madrina del bebé.

Todos conspiran contra mí”, había pensado cuando hacía una semana Hermione le había preguntado que qué se pondría para su cena con los Weasley.

—¡Tito Daco!

El grito hace que Draco deje sus cavilaciones y camine hacia el pasillo del recibidor. Hermione y él habían decidido alquilar un departamento juntos, en el cual cada uno pagaba la mitad del alquiler, un mes después de comenzar su relación cuando el apretado horario de trabajo de su novia y su poco tiempo libre como Pocionista principal en San Mungo había vuelo imposible que se viesen con regularidad.

Cuando entra en el pasillo del recibidor automáticamente estira los brazos frente a él y se acuclilla. Segundos después una bola de energía, llamada también James Sirius, choca con sus brazos.

—Tito Daco —repite echando los brazos alrededor de su cuello y dejándolo lleno de babas gracias a sus besos.

—Pequeño demonio —responde Draco acomodando al bebé sobre su cadera, con lo cual James Sirius reposa la cabeza en su hombro.

—No le digas así al niño —reprende Ginny quitándose su saco.

—Solo es honestidad.

—Si algún día le preguntan cómo se llama y en vez de decir James dice eso, te hechizaré tan fuerte que incluso tus hijos lo sentirán.

—Tus amenazas vespertinas son mi razón de despertarme.

—Oh, conmueves mi alma.

Ginny se acerca, deja un beso en la mejilla de Draco y entra como perro por su casa directo hacia la cocina. Draco sigue a la pelirroja escuchando atentamente la verborrea de su sobrino y, cuando consigue alcanzarla, Ginny se encuentra robando las galletas que había hecho esa mañana.

—¡Una, una, una! —grita James estirando sus manos hacia su mamá y Draco está tan acostumbrado a los repentinos ataques de fuerza del niño que simplemente lo sujeta un poco más fuerte y le pasa una galleta.

—Galleta muy temprano —canturrea Ginny sentándose en una silla mientras ella misma se come tres galletas. Draco alza una ceja.

—Si no lo consiento yo, ¿quién lo hará?

—Oh, no lo sé. Su abuela, sus múltiples tíos, sus millones de tías, ¡su padre! De hecho, creo que el único que no consiente a James es Theodore y eso porque no le gustan los bebés —suelta Ginny y se levanta sacudiéndose las migajas de las galletas—. Como sea, venía a dejártelo porque quedé con Luna para hacer las compras navideñas.

—¿No podías dejárselo a sus múltiples tíos y tías? —pregunta Draco. Mientras, James disfruta de jugar con sus cabellos un poco largos.

—Sorprendentemente, confío más en ti —asegura Ginny y se acerca a dejarle un segundo beso—. ¡Nos vemos a las seis! ¡Te quiero!

—Sí, sí, yo también te quiero —murmura Draco.

—Te quelo —repite James regalándole una sonrisa de tres dientes.

—Solo por eso eres mi sobrino favorito.

Cierto, Draco amaba a Gwen, Camille y Sebastián, pero secretamente adoraba la sonrisa risueña y los ojitos de escarbato de James Sirius.

...

Draco deja un beso en la frente de James y lo arropa bien, con cuidado sale de la habitación y baja las escaleras revisando su reloj: eran las seis y cuarto. Realmente Ginny era malísima con la puntualidad.

—¡Draco! ¿Estás en casa?

Afortunadamente su novia no lo era.

Pasando de responder, le parecía muy poco digno eso de andar gritando a los cuatro vientos, termina de bajar las escaleras y se encuentra con Hermione en el recibidor.

—Hola —sonríe Draco, se acerca a su novia, la abraza por la cintura y deja un beso en sus labios.

—Hola —suspira Hermione cuando termina el beso, dejando las manos en su pecho y recostándose totalmente en él.

—¿Cómo te fue? —pregunta Draco jugando con su cabello.

—Agotador —responde, sin embargo, tiene esa sonrisa satisfecha que solo le da el trabajo—. ¿Tienes a James Sirius?

—Acaba de caerse rendido. No es para menos, desde las cuatro está correteando por todo el lugar detrás de una almohada que he hechizado para él.

—¿Pusiste los hechizos de seguridad en el piso?

—¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas? ¿Por Ronald?

—Solo fue una vez que se le cayó y no fue culpa de él —defiende Hermione—. Y sabes que puedes decirle Ron.

Ronald —recalca y Hermione niega con la cabeza—, estaba cuidándolo, así que es su culpa.

—Eres imposible —ríe su novia y le deja un beso en la nariz—. Cuando actúas así me pregunto cómo serás con los nuestros.

Apenas las palabras escapan de sus labios, Hermione se congela, desde la primera vez que había visto a Draco cargando a Gwen se lo había imaginado haciendo lo mismo con sus bebés, pero ellos solo llevaban seis meses saliendo (que sí, cuando se lo imaginó aún no eran novios) y si algo sabía sobre Draco, era que tenía problemas de confianza.

—Oh, seré mucho peor —responde Draco sencillamente, sin ser consciente del congelamiento de su novia.

Honestamente, a Draco le fascinaba la idea de tener hijos con Hermione Granger. Sí, así de loco estaba.

—Prepararé la cena.

—No, no. Tú sube y relájate, no creas que no he notado lo tenso que tienes el cuello. Yo preparo la cena.

—Pero, Draco...

—Nada. Lo hago porque te quiero —interrumpe Draco y le deja un beso en los labios. Como siempre pasa, Hermione se atonta con el beso y Draco aprovecha para escabullirse a la cocina.

Con una sonrisa bailando en sus labios, Hermione sube las escaleras hacia su dormitorio.

Sí le dolía el cuello horrores y sí amaba a Draco Malfoy.

31 de Agosto de 2018 às 05:21 1 Denunciar Insira Seguir história
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Conheça o autor

Carly Ron ¡Hola! Esto dice "corto"; así que trataré de resumirme en tres fases. Como persona soy muy de polos; me gusta o no, lloro o no, estoy feliz o no, muy pocas veces me encuentro en el medio. Como escritora soy muy arriesgada, me encanta probar cosas nuevas y casi siempre termino en muchos problemillas por ello X'D Y, finalmente, como lectora soy muy ávida, leo casi cualquier cosa, excepto el teatro, y me gustan muchas parejas; mientras narres bien yo estaré allí. Besos.

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Cam Diaz Cam Diaz
Seguiiiii
February 26, 2019, 07:02
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