Jubilado. Me han jubilado. Hoy fui a la oficina como cualquier otro día sin estar preparado para oír lo que tuve que oír.
Dicen que necesito descanso. ¡Por dios! ¡¿Qué se han creído?! ¡¿Descanso?! ¡Pero si estoy en mi mejor época! ¡¿Qué saben ellos lo que es mejor para mi?!
Vamos, Ernesto, no lo tomes a mal, dijo Malvaes. El corporativo necesita sangre nueva. Estamos por expandirnos y tenemos que pensar a futuro. Vendrán cosas mejores para ti. No es un adiós sino un hasta luego. ¿Qué dices, no hay resentimiento? Fue decisión del jefe, no puedo hacer nada al respecto.
¿Hacer algo al respecto?¿Qué puede hacer un lamebotas como tú por mi?, pensé mientras recogía mis cosas y salía por la puerta de atrás. No tuve ánimos de fingir educación y despedirme de todos.
La oscuridad se apoderaba de mi mundo.
Acabado. Me sentía acabado. Dejé mi vida en ese lugar y me pagan con un puntapié en el trasero. No cabe duda que el único amigo en la vida es el tiempo.
El día está gris como augurando mi destino. Será mejor que nadie lo sepa, diré que son vacaciones. Sí, vacaciones sin tiempo definido, eso diré.
Han pasado los días. Ella no pregunta, pero lo intuye.
No me he afeitado. Me miro en el espejo y veo una sombra de lo que fui. Enciendo el televisor. Malvaes llama por teléfono. Parece que las cosas en el corporativo no están saliendo como esperaba.
Que le den por el culo.
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