A lo largo de los años, hemos tratado de destruir el mal
pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que puedes
destruir al hombre, pero no al mal, y habitará entre nosotros
hasta el final de los días.
Ivar miró su reflejo en el espejo.
-Ese no soy yo-dijo con voz entrecortada.
-El espejo siempre muestra la verdad.
Ivar miró con incredulidad al hada.
-Pues si esta es la verdad, lo mejor es que nadie la conozca en su plenitud. Ya he hecho demasiado, no es justo que siga habiendo tanta destrucción por mi culpa- dijo sacando una daga y poniéndosela en el cuello.
La mirada del hada era fría e impenetrable. Sus ojos miraban al atormentado elfo sin compasión, ordenándole a gritos que lo hiciera.
-Ivar no, no lo hagas, por favor- grité desde abajo.
Él me miró.
-Gardar.
-Ivar, suelta esa daga, así no lo vas a solucionar. Nosotros te ayudaremos.
-¿Lo prometes?
-Te doy mi palabra.
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