—Yoongi… regálame flores.
Jimin siempre decía lo mismo, a él le gustan los girasoles, también los claveles y los tulipanes. Pero su novio nunca le regala tan siquiera uno. Evita las florerías o cualquier puesto en la calle que vendiera flores y Jimin no obtenía lo que quería.
Pero había una cosa que siempre conseguía cuando se le negaban las flores. A veces incluso pedía una flor sólo para obtener algo diferente y Yoongi en eso sí que lo complacía.
Esa tarde, Jimin quería una flor. Una bonita rosa roja de la cesta de la señora sentada a la entrada del parque. Yoongi pasaría por él al trabajo y luego irían a comer antes de pasar por el departamento de Jimin. Los fines de semana se quedaban juntos ahí y siempre debían atravesar por el parque para llegar al edificio de apartamentos. Lo que Yoongi no sabía, era que la señora con la canasta estaba allí, Jimin la vio esa mañana y no había estado ningún otro día antes, así que no había manera de que su novio supiera.
Jimin pediría sus flores y Yoongi se desviaría en la acera sin decir nada. Al final del día, Jimin obtendría una de las dos cosas que quería. Y no es que lo otro no se le diera, pero cuando se trataba de intercambiar las flores a Jimin le gustaba más.
A las cinco en punto Jimin cogió su bolsa de mensajero, su laptop y sus llaves y luego tomó el ascensor. El edificio de oficinas en que trabajaba tenía siete pisos y él trabajaba en el piso seis. Cosa maravillosa que existiera el ascensor y más maravilloso que Yoongi ya estuviera en el vestíbulo esperando por él.
Salieron a la acera tomados de la mano de camino a un lugar para comer.
Una hora después, Yoongi seguía a Jimin por la avenida antes de cruzar el parque y llegar al otro lado, al edificio de Jimin.
—¿Quieres un helado, bebé? —preguntó de repente Yoongi.
Ese no era el plan. El plan era que cruzarán la avenida y Jimin pidiera sus flores. Una rosa roja para ser exactos. Si Yoongi le ofrecía helado, seguirían de largo por la avenida y luego rodearían el parque desde la heladería, sin pasar por dónde la señora de las flores.
—Quizás después, Gigi. Estoy lleno.
—Pero yo quiero uno. Acompáñame por el mío y luego nos vamos a tu casa.
Yoongi arrastró a Jimin derecho sobre la avenida y Jimin sólo le pudo decir adiós a sus flores y a la insinuación que venía con pedirlas.
—¿Qué pasa bebé? —preguntó Yoongi, con la boca llena de helado de vainilla. Jimin odiaba el helado en ese momento y puede que estuviera mostrándolo con el puchero que se extendía por su boca.
—Nada, Gigi. La cena todavía se está asentando —dijo, mientras se frotaba el estómago —Podemos volver caminando por la avenida y cruzar el parque. Tal vez ayude a mi pancita.
Jimin siempre usaba sus grandes ojos de cachorro cuando quería algo, pero este día Yoongi parecía realmente inmune a su dulzura.
—Estoy cansado, bebé. Mejor demos la vuelta por aquí y cuando lleguemos al apartamento te preparo un té ¿Está bien?
Ahhh… Jimin quería aplastar la cabeza de Yoongi como un capullo ¿Qué demonios pasaba con él? ¿Acaso sabía que Jimin iba a pedirle flores? ¿Había visto a la señora en el parque?
No podía. Yoongi vivía y trabajaba para el otro lado. Las únicas veces que pasaba por el parque era cuando se quedaba con Jimin los fines de semana. Parecía que era mejor resignarse, Yoongi incluso dijo que estaba cansado.
Cuando llegaron al edificio de Jimin, el helado era historia y Jimin iba más que frustrado. Podría pedirlo, no las flores, sino lo otro y Yoongi no se opondría, pero había algo diferente cuando sucedía después de que Jimin pidiera flores y Yoongi se hiciera el tonto.
—¿De qué quieres el té, amor? ¿Menta o manzanilla?
A la mierda el té, Jimin quería follar y Yoongi lo haría, pero no como él quería.
Cada vez que Jimin decía la frase “regálame flores” Yoongi desviaría el camino, cambiaría la conversación y luego irían al departamento de cualquiera de ellos y Yoongi lo follaría, duro y sin piedad hasta que Jimin olvidara lo que era un pétalo.
Eso era lo que Jimin quería, no un té o un helado, incluso lo quería más que las bonitas rosas que vio en la mañana.
—No quiero té.
—Entonces ¿Qué quieres bebé?
—Quiero flores —hizo un mohín con los labios fruncidos y se cruzó de brazos con un resoplido.
Yoongi se rio. SE RIO del berrinche de Jimin y luego suspiró —Bebé, aquí en el departamento no hay flores y a esta hora no hay ninguna floristería abierta.
—Como si de verdad fueras a comprarme flores —renegó Jimin.
Entonces apareció, la sonrisa lasciva en la boca de Yoongi que le decía que estaba a punto de dejar en segundo plano las flores.
—Oh, bebé. No te pongas así, puedo darte algo mejor que unas simples flores.
En el sofá, Yoongi se sentó a horcajadas en el regazo de Jimin y lo besó. Un beso astuto y hambriento, haciendo a Jimin suspirar y jadear sintiendo como si se estuviera consumiendo. Los labios de Yoongi lamían dónde los dientes habían mordido y sus manos ahuecaban sus mejillas.
—Dijiste que estabas cansado —murmuró Jimin dentro del beso.
Yoongi no dejó de besarlo.
—Para ti, para esto… nunca.
Jimin sintió un rayo recorrer su cuerpo de pies a cabeza cuando Yoongi comenzó a molerse contra él, ya completamente duro, rozando sus pollas juntas a través de la ropa.
—¿Qué fue lo que dijiste que querías, bebé?
—Mmm —fue todo lo que salió de los labios de Jimin.
Se sentía demasiado bien la presión sobre su polla, la cálida humedad en su boca.
—Sí, eso pensé.
Yoongi desvistió a Jimin pieza por pieza, lanzando al azar las prendas arrancadas de su cuerpo mientras acariciaba su piel con sus largos y fríos dedos y Jimin sólo sentía el fresco aire a la vez que su piel quedaba desnuda.
Jimin suspiró de placer, sintiendo la boca de Yoongi recorrer su cuello y mandíbula y luego de un jadeo o quizás muchos, estaba totalmente desnudo.
—Mírate, bebé. Tan hermoso, desnudo y dispuesto para mí.
Yoongi estaba de pie comiéndose a Jimin con la mirada dónde estaba tumbado en el sofá.
—Fóllame, Gigi. Hazlo. —suplicó Jimin.
Yoongi lo puso sobre su estómago a lo largo del mueble y se cernió sobre él, haciendo a Jimin sentir el calor de su cuerpo y la dureza de su polla. Esto era lo que realmente quería y era lo que iba a obtener.
—Pero tú querías flores amor ¿No fue eso lo que pediste? —se burló Yoongi junto a su oído, lamiendo y atrapando el lóbulo de su oreja entre los dientes. Tirando de él en un mordisco suave.
—Sí… sí —Jimin susurró, pero no estaba seguro de a qué respondía.
—¿Qué te parece si mejor empiezo a follar ese bonito culo tuyo? Te prometo que cuando acabe contigo, tú serás el que haya florecido.
El gemido de necesidad de Jimin se ganó una risa baja de Yoongi, ahogada en su espalda y seguida de una menos que suave mordida.
—Deberías verte, bebé. Si me dejas marcar tu cuerpo se verá como si estuvieras cubierto de flores. Pequeñas marcas rojas como claveles, las llevarás en la piel por varios días y te acordarás de mi casa vez que las sientas.
—Oh Yoongi, cállate y jódeme. Olvídate de las malditas flores.
El suave balanceo de las caderas de Yoongi haciendo que su polla caliente y dura se frotara entre las nalgas de Jimin era pura tortura. Se estaba burlando de él, lo sabía. Estaba llevándolo lentamente a la locura y era todo eso lo que quería.
Yoongi continuó mordiendo y chupando pequeñas marcas en la espalda de Jimin y bajó poco a poco hasta llegar a si culo, ahí, dónde Jimin lo quería. De la forma que fuera.
—Gi...Gi… —balbuceó Jimin al sentir la boca de Yoongi en una de sus nalgas. Besando con labios húmedos y lamiendo su raja, sin llegar al pequeño agujero fruncido dónde más lo necesitaba.
—Mira esto —exclamó Yoongi con un tono casi sorprendido. —Tu agujero parece un capullo, uno que está a punto de abrir ¿Quieres que abra tu capullo? ¿Que lo estire con mi polla y abra esos apretados pétalos? —Jimin gimoteó como un cachorro. —Sí, eso quieres —dijo Yoongi y luego estaba acariciando el arrugado orificio con la punta de la lengua. Dando lentos y largos lametazos creando un rítmico movimiento con las caderas de Jimin que se mecían haciendo que su propia polla dura y llorosa se frotara contra el cojín del sofá.
—Oh, mierda, Yoongi. Jódeme ya o te juro… —Yoongi enterró la lengua en lo profundo del agujero de Jimin callando al instante su queja y arrancando un lamento de su boca. Una y otra vez, empujando dentro del culo de Jimin sin descanso. Lamiéndolo de la misma forma en que había lamido el helado.
—Oh, Dios… Joder… Sí, sigue así. No te detengas —Jimin empezó a suplicar.
La lengua de Yoongi salió y Jimin se quejó.
—¿No querías que te follara, bebé? ¿Son flores, follar o que te coma? Decídete —se burló otra vez.
—Vete a la mierd- —el insulto de Jimin murió en un quejido cuando las manos de Yoongi separaron sus nalgas y su gran polla empaló a Jimin, la punta al principio. Gorda y resbaladiza de presemen, caliente y palpitante encajando como un tapón en su apretado culo —Ahhh… joder.
—Sí, bebé. Es justo lo que pienso hacer
Yoongi empujó unos centímetros más y Jimin lloriqueó también un poco más.
—Estás tan caliente, bebé. Tan ajustado como un guante y lo sabes. Sientes como tu pequeño capullo se abre para mí ¿No?
Las manos de Jimin se aferraban a los bordes del sofá, sintiendo exactamente eso, el estiramiento casi doloroso, pero excesivamente placentero. La gran circunferencia de la polla enorme de Yoongi y la presión de cada corto empuje hasta que estuvo totalmente en el fondo, la polla enfundada y los huevos anidados entre sus muslos. Justo lo que Jimin había querido.
—Muévete, Gi. Por favor.
Yoongi comenzó un lento vaivén, saliendo hasta casi la punta y volviendo a entrar lenta y profundamente en el culo de Jimin, moliendo las caderas en pequeños círculos y haciendo a Jimin maullar de placer con cada golpe en su próstata.
—Mnghhh… oh Gi, oh sí, oh Dios. Más duro, dame más duro.
—Mmm bebé. Eres tan suave y apretado y tan bueno. —Yoongi estiró su cuerpo sobre el de Jimin, dejando caer todo su peso y juntando las manos con las de él hasta entrelazar sus dedos juntos por encima de su cabeza. Jodiendo a Jimin con estocadas cada vez más duras, más desesperadas y Jimin jadeaba, gemía y sollozaba.
Jimin era un desastre quejoso y totalmente tembloroso, sintiendo su culo estirado y su polla frotándose contra el material áspero del sofá. A punto de correrse sin siquiera alcanzar a tocarse.
—¿Quieres correrte, bebé?
—Sí, por favor… sí —rogó Jimin.
—Entonces vamos, bebé, córrete para mí, para que yo pueda darte mi néctar.
Con cada embestida, Jimin se acercaba más al borde, sintiendo la liberación acumularse en su vientre y el calor aumentando en todo su cuerpo. Iba a venirse, con la polla atrapada entre el sofá y su cuerpo, con Yoongi enterrado en él hasta los huevos y el culo abierto como una maldita flor.
Sólo tres embestidas más y Jimin estaba gritando. De placer, de dolor y de felicidad. Sintiendo como al mismo tiempo su canal era llenado del néctar de Yoongi que también se venía dentro de él y se aferraba a la piel del hombro de Jimin con los dientes.
—Gi —exclamó Jimin, agotado y sin aliento. Envuelto todavía en el calor del cuerpo sudoroso de Yoongi encima de él.
—¿Sí, bebé?
—Eso fue caliente —dijo Jimin con una sonrisa en su voz y todavía inhalando con fuerza con la mejilla aplastada contra el cojín. —Pero todavía quiero flores.
Jimin sintió el cálido resoplido de Yoongi en su oído y luego estaba la sensación de vacío cuando salió de él lentamente. Estaba bien jodido y con el culo abierto en flor. Literalmente.
Yoongi se vistió y cogió las llaves del apartamento y Jimin sintió temor, pensando en que no debió haber abierto la boca.
—¿A dónde vas Gi?
—Ahora vuelvo, bebé. Ve a bañarte.
Yoongi salió y Jimin se quedó viendo el espacio vacío donde había estado, preguntándose qué había sido eso.
Se movió hasta la habitación y se metió al baño. Si Yoongi dijo que volvería, lo haría. Le había llamado bebé antes de irse. No estaba molesto, pero era extraño.
Cuando Jimin estuvo limpio y en pijama encontró un ramo de rosas rojas sobre el colchón y a un Yoongi lloroso en la esquina más alejada de la habitación. Eran las rosas que estaba vendiendo la señora en el parque, Jimin las había visto de cerca y las reconocía.
—Gi, me compraste rosas —Jimin sonrió, pero Yoongi se frotaba los ojos desesperadamente. —¿Estás bien? ¿Tienes algo en el ojo? —Jimin había cogido el ramo, oliendo el dulce aroma de los pétalos mientras veía a Yoongi con la cara sonrojada.
—¿Sabes por qué nunca te compro flores, bebé? —preguntó entonces Yoongi, con los ojos entrecerrados y la nariz tapada. —Porque soy alérgico al polen.
Jimin hizo un gesto de horror y corrió con las rosas al baño y las dejó en el lavabo antes de volver a dónde estaba Yoongi.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? Todo el tiempo pensé que era porque no te gustaban.
Yoongi comenzó a estornudar. Casi adorable, de no ser por la rojez en las mejillas y el hilo de mocos saliendo de su nariz.
—A ti te gustan. Siempre tienes un jarrón con flores junto a la ventana y si están lejos de mi no hay problema. Si te decía, dejarías de ponerlas ahí y no puedo hacerte eso.
Jimin quería llorar. Amaba las flores, pero amaba más a su novio y ahora por su culpa tenía una crisis alérgica. Las rosas tenían que irse.
—Lo siento tanto, Gi. Pero, no te pedía flores sólo para hacer que me las dieras —la sonrisa de Jimin se extendió —También era mi forma de pedir que me follaras como lo hiciste hace un momento.
—Si, bueno. De alguna manera tengo que hacer que te olvides de que quieres flores —Yoongi le devolvió la sonrisa.
—Entonces… mi hermoso Gi ¿Sabes qué quiero ahora?
—No, bebé —respondió Yoongi sonando como si tuviera tapones metidos en la nariz.
—Quiero que me regales flores —dijo, pero esa vez ambos entendían el contexto.
—Todas las que quieras bebé, pero primero dame un antialérgico y saca las rosas del baño.
Jimin no sacó las rosas del baño, sino que llevó a Yoongi a la cocina, le dio una pastilla e hizo que lo follara sobre la mesa del comedor, abierto como una flor de loto.
—Vamos, Gi. Sé que te gusta romper mi capullo.
Y Yoongi le abrió el culo como un botón de rosa.
FIN
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