ave_phoenix91 Ave Fenix

Tras la pérdida de una amiga, Belial recibe a su correo, un manuscrito, días después de su cumpleaños. Con una tarjeta de felicitación por parte de la difunta.


Suspense/Mistério Impróprio para crianças menores de 13 anos.

#asesinatos #viajes-en-el-tiempo
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Prólogo

Martha y su amiga Zanna, caminaban hacía la casa de la tía de Martha, para pasar la noche ahí, porque no estaban en su ciudad natal ya que, al día siguiente, ambas debían presentarse en unas de las tantas oficinas de la universidad, para recibir una beca; sin embargo, andaban por un barrio desconocido, pues la calle que usualmente Martha caminaba para llegar a la casa de su tía, estaba inaccesible por reparaciones de obras públicas; así que, tuvieron que rodear unas cuantas calles más, sin saber, que aquel barrio era demasiado peligroso.

Ambas chicas se asustaron al ver a unos hombres armados que se detuvieron en medio de la zona dónde ambas caminaban; este lugar estaba rodeado por edificios, en los cuales, los vecinos tenían muy poca privacidad, las calles no tenían acceso a los automóviles porqué había un canal especial dónde corría el agua solo en tiempo de lluvia, por lo tanto, al mirar a los hombres armados, observaron el acontecimiento de su llegada, pues, las personas que disfrutaban de la tarde fuera de sus hogares, corrieron hacía sus departamentos a refugiarse, la muchedumbre de la colonia, tenía establecido un toque de queda, por las reglas rigurosas o injustas de los asesinos que los dominaban mediante el miedo. Los subordinados de los dueños del barrio, quienes llevaban consigo a dos chicas, se establecieron en medio del canal, dónde justamente, había un poste de hierro, casi todos los edificios tenían una ventana que daba hacía aquella dirección.

Un silbato sonó en la calle desolada, alertando a los vecinos que alguien iba a morir esa tarde. Los verdugos llevaban a dos chicas, de aproximadamente quince años, sus características físicas eran similares, ambas de cabello largo color castaño, piel pálida, misma estatura, Martha y su amiga dedujeron a simple vista que eran gemelas; sin embargo, se alertaron al notar que las dos rehenes iban con las manos atadas por detrás de la espalda con una soga. Eran conducidas por dos hombres, que las fijaron con otras sogas por las muñecas justo en el poste de hierro. Las dos niñas lloraban sin parar, a pesar, que sus sollozos eran mitigados por la tela que rodeaba sus bocas. Las chicas ambulantes se asustaron al ver tal escena repentina e inesperada, pero, lo que las hizo percibir el peligro que iban a vivir, fue qué a las dos, les colocaron un arma justo en sus cabezas. Cada una a un lado, tenían a un hombre apuntándoles con un arma. Los sicarios que en silencio amenazaban con sus armas de fuego, no iban a dejarlas con vida; aunque, uno de ellos cuestionó quienes eran. Ambas titubearon. No sabían que decir porqué se habían desviado, tal vez, al decir que se habían desviado para llegar a su destino podría traerles problemas más severos del que ya tenían o mucho peor, lo más congruente que pudieron pensar fue la muerte; por lo tanto, se miraron unos segundos con terror, porqué una de ellas debía llenarse de valor y contestar tan esperada pregunta.

Vienen conmigo –, abogó un anciano caminando hasta ellas. Rápidamente, al tener cerca a Zanna, estiró su brazo e hizo una seña para que las chicas lo siguieran a su hogar, en el edificio más cercano en la planta baja. Irónicamente, aquel viejo tenía el mejor lugar para presenciar la ejecución. Aquel anciano amable y devastado, tomó a Zanna por el hombro, conduciéndola hacia su morada; en el living solo había una mesa y una silla. Martha, entró tras ellos percatándose de lo que sucedía allá afuera ladeando su cabeza para ver de reojo.

Las muchachas que lloraban, eran gemelas; cada una vestía diferente ropa. Las obligaron a ponerse de rodillas con un golpe por detrás de sus piernas, con las armas que ambos verdugos portaban.

Dentro en los apartamentos, las ventanas no tenían cortinas; ambas amigas volvieron a mirarse con miedo, porque iban a ver toda la ejecución. Ninguna de las dos había presenciado tal aniquilación en su vida, por lo tanto, miraron al anciano que las había acogido en su hogar, que yacía sentado en la única silla de aquella habitación, con los codos sobre la mesa, sin apartar sus ojos cristalinos de las muchachas cuya vida iba a terminar.

No miren, pueden sentarse recargándose en la pared. No hay cortinas porqué tenemos que ver cómo mueren. A veces, no logró soportarlo, pero, hacer que observemos la ejecución les da poder.

¿Qué hicieron?Preguntó Zanna.

Lo más probable es que nada…

Las pobres y devastadas gemelas, fueron rociadas con gasolina de pies a cabeza, luego, prendieron un encendedor encima de sus cabezas, dejándolos caer sobre sus cabellos húmedos. Con rapidez los gritos invadieron todo el lugar haciendo eco por la estructura del canal y la ubicación de los edificios. Eran lamentos tan desgarradores, que provocaron qué una de las amigas se abrazará las rodillas y comenzará a llorar de impotencia mientras hundía el rostro entre el espacio de sus piernas con su torso. El anciano, le aconsejó a Martha que no le ganará el morbo y no mirara por la ventana, porqué al no ser de esa colonia, podría causarles la muerte. Se quedó bajo la ventana y gateó hasta su compañera que parecía tener una crisis de ansiedad severa; al estar cerca una de la otra, se abrazaron fuertemente, brindándose apoyo emocional y moral, pensando que ambas compartirían aquella experiencia por siempre y que ese abrazo sólo era un gesto para no sentirse solas en aquella desesperanzada situación, pues, al terminar tal espectáculo atroz, no sabrían que les iba a deparar el destino.

El olor a grasa quemada les invadió la nariz. Nunca habían aspirado un aroma tan repugnante y hediondo que les causó tos y provocó que sus ojos lagrimearan por el olor tan fuerte. Aquellos gritos desesperados y desgarrantes, les perforaban los oídos. Las dos intentaron cubrir sus ojeras, pero, el sonido traspasaba hasta su mente. Apretaban sus ojos y mordían sus labios con desesperación; sin embargo, no tuvieron otra opción que esperar a qué aquella pesadilla terminara.

Cundo terminó todo aquel calvario, el viejo, un poco cansado y dolido, les indicó amablemente, que ya podían salir, advirtiéndoles qué nunca volvieran a ese sitio y nunca mencionaran lo sucedido.

Martha y Zanna, salieron a la calle, sollozando y tiritando. No querían perder su vida al estar indefensas entre las cuatro paredes de un pequeño hogar; su vista era nublada aún por el humo que desprendían los cuerpos de las gemelas. No estaban calcinadas. Había partes de sus cuerpos dónde la piel se encontraba al rojo vivo, carne con ampollas y sangre, otros pedazos, dónde yacía completamente carbonizada. Las chicas sintieron náuseas, cerraron los ojos y caminaron sin mirar atrás. Se fueron del lugar por atrás del edificio más alejado de la zona de exhibición, aquel camino, las condujo a una bodega muy grande y abandonada al final del canal. Martha había comentado que la bodega daba atrás de la privada dónde vivía su tía. Así que ambas, siguieron su camino hacía su destino inicial.

Aquel lugar adornado con techo de lámina plástica y muchas cajas de madera de todos los tamaños, apiladas en orden, polvorientas y astilladas que formaban pasillos y caminos de todos los tamaños, en su andar por un pasillo muy ancho, que debían cruzar para llegar a la salida, pudieron observar que la luz del sol iluminaba a un hombre de espaldas, cuyo aspecto parecía el de un mensajero de oficina. Camisa blanca de manga corta, pantalón negro, zapatos negros lustrados y una mochila que le cruzaba por el hombro derecho, bajo los pies de este sujeto de cabellos color oro, había otro detalle que destacaba, en su espalda había un arma y bajo sus pies, dos hombres que parecían muertos. Los reconocieron al instante, pues eran los verdugos de las gemelas.

Las amigas se quedaron pasmadas en su lugar, al darse cuenta que él las miraba con cautela. Se limpió la sangre que manchaba su mejilla derecha con la palma de su mano y después se presentó con mucha cortesía.

Soy el guardián del tiempo –, hizo una pausa para ver la sangre en su mano¿Quién de ustedes se unirá a mí o me asesinará?

–Dijo Martha decidida hacia su amiga. Zanna no sintió la traición de aquellas palabras, a pesar de ser amigas desde la universidad, tenía buenos recuerdos con ella y sabía la razón por la cual le pidió ser quién se enfrentará al asesino, pues Martha, tenía un pequeño bebé esperando en casa.

El poder de Saturno ya había cobrado sus acciones muy rápido, pero, ¿Quién era ese sujeto? ¿Se trataba de uno de los ángeles que cortaba el cordón de la vida cuando un humano mataba a otro? Aunque los ángeles no arrebataban la vida de forma tan violenta como el uso de un arma de fuego.

Bien –, dijo el guardián sin esperar una respuesta definitiva. Su cabello rubio era corto y sus ojos verdes, que se fijaron firmemente en Zanna; resaltaban mucho con su piel pálida¿Te unes o intentas matarme, colmillo de lobo?

Aquel nombre alertó a Zanna ¿Colmillo de lobo? ¿Por qué sabía su sobrenombre? Las amigas se miraron una vez más con pavor. No tuvieron que esperar tanto por la respuesta que cruzó por sus mentes, pues el guardián, contestó de inmediato.

Soy el guardián del tiempo –, alegó.He visto tu llegada.

¿Qué has visto?Preguntó Zanna asustada.

El sujeto sonrió quitando el arma de su espalda, sosteniéndola arduamente mientras miraba a las chicas llenas de dudas y pavor. Él disfrutaba ver el miedo invadir el cuerpo y mente de sus adversarios, retar un duelo a muerte a quienes podían verlo le resultaba divertido, porqué nunca se unían a él, ya que siempre los mataba antes de tiempo. Aventó el arma como si fuera un juguete cerca de los pies de su contrincante por pura cortesía. La chica recogió el arma bajo sus pies, tiritando.

Vas a unirte a nosotros si no logro impedirlo...Aquel sujeto desapareció.

La fémina acomodó el arma y se dispuso a buscar al rubio. Dedujo que era de una manera, amo del tiempo y espacio, y en cualquier momento él la atacaría. ¿Dónde iba a salir? ¿Qué iba hacer? ¿Qué pasaría cuando lo venciera? ¿Lo vencería? ¿Cuál era la consecuencia de matar al guardián del tiempo?, sentía que estaba atrapada en un vacío dónde el tiempo no existía. Su amiga, estaba petrificada y él responsable, no se veía por ninguna parte. Anduvo de un lado a otro recorriendo la bodega en busca del sujeto; entre los pasillos, siempre precavida de no chocar contra una caja y con temor a que la tomará desprevenida y terminará con su vida en un segundo.

Cuando pasó por los hombres muertos, se detuvo para agacharse con mucha precaución, pues vio una navaja en el cinturón de uno de ellos, la tomó y con agilidad, la guardó en su pantalón a la mano, y siguió explorando. Escuchaba ruidos de madera crujir y pasos susurrantes; sabía que era el guardián, pero, temía que él sólo estuviera jugando con su mente para divertirse y que su exterminio, fuera más rápido de lo esperado. El miedo la dominaba y pensaba que era una tortura emocional, que la terminaría matando de ansiedad. Caminaba despacio y alerta ante cualquier sonido y movimiento; intentó relajar su respiración y volvió donde su amiga estaba petrificada, la inspeccionó, asegurándose que no le habían hecho daño.

¿Cómo se vence a un controlador del tiempo? pensaba. Ella sabía que podía teletrasportarse, lo había visto en los cómics y en la televisión, además de eso, podía cambiar la historia, pero, Zanna estaba atrapada y él no la había tocado ¿A qué se debía? Lo meditó y tomó una decisión, a pesar, que estaba muy insegura al respecto, pero, debía ejecutar una acción y esperar la ley de causa y efecto.

Me uno –, dijo fuertementeestoy segura que no sabías mi decisión porque no puedes ver el futuro, charlatán.

El guardián del tiempo, apareció en un parpadeo frente a ella con una gran sonrisa de victoria. Tenía el arma apuntando hacia el suelo, pero, era muy ágil al momento de disparar y su adversaria tenía el arma en la misma posición que él. Estaba plenamente seguro, que nunca en su vida había utilizado un arma.

¿Cómo lo sabes?

Porqué puedo matarte.

Colmillo de lobo levantó con alevosía y ventaja el arma y disparó en la cabeza de su adversario, cayendo hacía atrás por el impulso del arma, era la primera vez que usaba un arma de verdad. El rubio, que ni tiempo tuvo de sorprenderse, se desplomó al suelo con el cráneo destruido, salpicando el piso de sangre cerca y lejos de Zanna, volviendo el tiempo a la normalidad con su muerte.

Martha gritó al ver que el mensajero de la muerte cayó bajo sus pies con el cráneo destrozado.

Tranquila –, habló Colmillo de lobo, asqueada por tal acontecimiento.Ahora no volverás a verme jamás.Corrió y abrazó a su amiga desesperada. Un sinfín de pensamientos cruzaron su mente, sabía que iba a desaparecer del mundo que conocía por el asesinato que acababa de cometer.Van a venir por mí, Martha. Debes inventar algo con mi desaparición.

¿Quién va a venir por ti?

–Colmillo de lobo –. Dijo un hombre aparentemente joven, de cabellos negros y apiñonado, sus ropas eran más elegantes que el mensajero. Aquel hombre apareció de la nada sin hacer el menor ruido. Sus pasos firmes hacían eco en la bodega y mostraba una sonrisa afectuosa.Has matado al guardián del tiempo y debes tomar su lugar, te doy la bienvenida oficialmente…Hizo una reverencia con sumo respeto hacia Zannadejarás tu nombre mundano, para ascender a las filas del ejército de Saturno.Colmillo de lobo se dejó caer de rodillas al suelo, estaba vencida y destrozada emocionalmentePero…Añadió el desconocido.Los regentes de Saturno te han otorgado un don que debes descubrir para seguir con tu misión en las filas del ejercito del padre del tiempo y la muerte.

La joven miró sus ropas salpicadas de sangre y comenzó a llorar inconsolable. Matar era el peor pecado que podía cometer un humano y su castigo fue y será, tomar el lugar de un guardián del tiempo.

6 de Abril de 2018 às 02:55 0 Denunciar Insira Seguir história
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